Familia y Televisión, parte 6

Violencia, Consumo de Medios

LA VIOLENCIA INTRAFAMILIAR: ¿CULTIVO DE NIÑAS
“VENDEDORAS DE ROSAS” CALLEJERAS?

Abrimos esta parte de nuestra reflexión con una cita del libro Las sombras arbitrarias, (Universidad Nacional, 1996) de Miryam Jimeno e Ismael Roldan:

Desde el plano de las experiencias de violencia, para un grupo importante de los entrevistados la infancia fue un período hostil. Se encontró una asociación significativa entre el maltrato en el hogar de origen y la descripción de sí mismo como nervioso o la sensación de estar triste a menudo.

Existe una estrecha relación entre el estado anímico, el admitir la necesidad de recurrir al maltrato en el hogar actual y el haber sufrido maltrato en el hogar de origen. Describirse a sí mismo con sentimientos como la tristeza, la desconfianza y la pérdida de control, proba- blemente tiene su raiz en las condiciones de una vida familiar marcada por la violencia.

Hemos hecho mención varias veces de cómo los niños «sacan» sus quejas sobre los regaños, el trato poco afectuoso de que algunos son objeto, y el maltrato abierto, más a menudo físico que sutil, que ellos presencian o reciben.

Se mencionan también las peleas conyugales, y riñas entre hermanos, en las que el mayor les pega a los más pequeños. En referencia al padre, un niño de EB de Pereira que sólo vive con él, manifiesta que «es amable pero regaña y pega con correa de cuero, y a mi hermana también».

En el mismo grupo hay dos niños varones que conviven con los padrastros, y no los describen con ninguna cualidad, sino como «regañón», «repelente», y haciendo la salvedad de que «no me dejo pegar de él». Además se expresa cierto resentimiento con la madre: «Me pega, y mi mamá lo deja».

En el EM de Pereira una niña se queja de que «mamá pelea con papá porque se emborracha y él se desquita conmigo».

Percibimos limitaciones en las manifestaciones positivas del afecto en el estrato bajo, en contraste con las versiones de los niños de estrato alto, quienes manifiestan en sus discursos diversas maneras de sentirse queridos por sus padres.

Todas las niñas del EA de Cali cuentan que sus hermanos son peleones y malgeniados, y que cuando las regañan sus padres es por pelear con ellos. Hubo más alusiones a conflictos con los hermanos, que de otro tipo, en este grupo, y sólo un caso de peleas conyugales.

En el EA de Pereira 4 niños hablan de que sus papás les pegan, aunque las formas más frecuentes de castigo mencionadas son más bien no dejarlos salir, no darles dinero, y no ver televisión. Hay una mención de peleas entre papá y mamá.

Es notorio que los niños aunque ven el castigo físico como un problema, tienden a justificar a los padres aduciendo razones como «me pega con una correa no más», y «si le pegan a uno es porque uno se lo merece». Sin embargo, los niños de todos los estratos aspiran a una familia tranquila, y así lo manifiestan, por supuesto con diversos grados de claridad y de fuerza.

Los diálogos sostenidos con ellos demuestran que prefieren una familia que propicie intimidad y comunicación, que dialogue y que resuelva sus dificultades en un clima de tranquilidad, sin agresión. Ponen de ejemplo a los protagonistas de Padres e hijos, porque «dan consejos a los hijos, hablan con ellos».

También se refieren a tíos y abuelos de la vida real, quienes a su vez aconsejan. Los del EA de Pereira han enunciado la «comprensión» y la «colaboración» como valores necesarios en la familia.

Las historias contadas por los niños

Son incluídas en esta parte porque arrojan luces -sobre todo- acerca del clima emocional en el que habitan los niños y que contribuye a conformar su subjetividad y sus visiones del mundo. El trabajo de campo ha arrojado abundantes indicios sobre cómo los niños de los sectores populares están asociados a un entorno de dificultades y factores hostiles.

En el EB de Cali, todos fueron relatos desafortunados: 4 mencionaban un familiar asesinado, 2 se referían a infidelidad conyugal por parte del padre, y otra, una especie de mezcla de terror-esoterismo, o la aparición de fantasmas o espíritus con connotaciones misteriosas y negativas.

Las del EB de Pereira hicieron alusión a los siguientes: accidente del hermano cuando un vidrio le cayó sobre los pies, la caída de un hermano desde una ventana alta, la muerte del padre, la muerte de un tío, la ocasión en que se le quemó la ceja al abuelito, cuando el papá se accidentó y el niño no pudo seguir estudiando, y la propia historia familiar, el caso del niño que con sus hermanitos fué llevado al ICBF reportando maltrato de los padres, y éstos acudieron a la policía y a una política liberal de la región, para recuperar los hijos.

En los estratos medios, tanto en Cali como en Pereira, 5 niños se refirieron a momentos felices y 5 a historias tristes. Podríamos entonces registrar como una diferencia significativa de grado, respecto del estrato bajo, el hecho de que ya sólo la mitad de las menciones hubieran sido a sucesos desafortunados.

En el EA de Cali 5 niños contaron anécdotas alegres de sus familias: 2 la ida a esquiar en las vacaciones, y uno la ida a patinar; 2 se refirieron a paseos, en el parque del Café, y en un barco en Estados Unidos.

Las anécdotas tristes fueron el susto de un niño el día que se lo iba a llevar la corriente de un río, la muerte del abuelo en un accidente automovilístico, y la muerte de su hermana joven en el accidente aéreo de American Airlines en l995.

En el EA de Pereira las anécdotas se refieren a ser el triunfador en un paseo de pesca, el paseo a La Dorada y las culebras que vieron, la reunión del 24 de diciembre y la pólvora que quemaron, y un recuerdo muy positivo del abuelito, pero quien murió cuando la familia se preparaba para un paseo.

Las memorias no gratas están asociadas a los siguientes: En un paseo a una finca los perros mordieron al niño que contó el suceso, otro por estar jugando con el papá sufrió accidentalmente una caída, el accidente del padre y su hospitalización, el susto que pasaron todos porque el hermano se demoró en llegar una vez, y el accidente en la bicicleta en el que el niño se rajó la lengua y en ese momento tembló.

Las historias de los niños paeces incluyen las siguientes situaciones: una niña expresa: “Tengo un hermano que es muy grosero, me pega y me quiere matar”. Otra, como para contrastar, cuenta que tiene un hermano muy bueno porque no les pega y va a trabajar en la huerta.

Una tercera afirma que un hermano le pega cuando no hace las tareas o no hace caso. Uno de los relatos de los niños varones es sobre un temblor de tierra, y cómo a él le cayó un pedazo de casa en la cabeza.

En Zaragoza el asistente de investigación explícitamente les pidió contar un suceso alegre y uno triste. Como sucesos no gratos se narran éstos: «Murió una tía y un primo», «A un tío lo mató un rayo», «Cuando murió el hermano de mi abuelito», «Cuando mataron a mi hermano», «Una tía maltrata los niños», «Mis tíos y mi papá a veces pelean jugando dominó», «Mi mamá está lejos, miniando en Iscuandé».

Los relatos positivos fueron: «Cuando fuimos al circo todos», «En mis cumpleaños jugamos con mis amigos», «La fiesta de cumpleaños de mi hermana», y «Cuando mi padrastro trajo cosas a la casa, muebles, pues a mi mamá la plata no le alcanzaba», «Cuando mi mamá tuvo un niño la casa se volvió alegre, todos querían varón», y «Cuando la hija de mi prima gateaba y paraba el culito para encima».

Lo trágico en la vida de los niños se presenta como una fuerza intensa en su memoria. Quienes han sufrido la pérdida de un ser muy querido, o una calamidad grave; evocan este hecho más inmediatamente que las circunstancias favorables que puedan rodearlos en el presente.

En los estratos bajos, es particularmente notoria la referencia exclusiva a historias que signifiquen tristeza, sufrimiento, o sentimientos negativos, como el miedo a los espíritus.

El asombro que nos produce tal reiteración de los doloroso hace pensar en que el contexto que habitan y las circunstancias del grupo humano con el cual hablan, conviven e interactúan cotidianamente, constituye un medio poblado de signos hostiles, en muchos casos de una fuerte carga de violencia, y de factores que a menudo provocan en los niños malestar, temores y sentimientos de “desajuste” e insatisfacción con su grupo familiar.

El tema de la violencia ha sido incluído en el informe final de esta investigación; por la frecuencia y fuerza que tienen las menciones sobre situaciones de violencia en los discursos de los niños.

La inserción de esta reflexión se hizo por lo tanto ineludible; en un proyecto que no se había planteado la violencia como uno de sus aspectos centrales.

Otra razón para analizar la relación violencia-medios; es que esta problemática ha sido contemplada como central en la agenda sobre televisión y audiencias infantiles; tanto en la investigación académica como en la discusión que sale a la luz pública a través de la prensa escrita, predominantemente. También ha sido objeto de debate y reglamentación en la Comisión Nacional de Televisión.

Analizar la relación medios-violencia desborda los propósitos del presente trabajo. Sin embargo, incluír el tema nos permite formular algunas cuestiones; en primer término, que la violencia cotidiana con la que vastas mayorías de los grupos populares urbanos y rurales se enfrentan cotidianamente, no es la de la televisión.

Es la de las familias -como los niños lo han narrado aquí- y la del conflicto social. Hemos oído cómo los niños experimentan y sufren diversas formas de maltrato causadas por su mamá o su papá; o por otros adultos con los que conviven. Son pruebas de la violencia la cantidad de menores trabajadores, y los desplazados.

También los pertenecientes a la guerrilla; los recluídos en cárceles y estaciones de policía. De estos grupos han dado cuenta, con cifras y un diagnóstico analítico, los boletines La niñez y sus derechos; publicados por la Defensoría del Pueblo, UNICEF y la Fundación FES, que han circulado con los periódicos de cobertura nacional.

Un ejemplo que sugiere replantear la relación violencia- medios de comunicación; lo da un grupo de madres del distrito de Aguablanca, sector popular de Cali donde existen problemas de pandilleros adolescentes y jóvenes; y en general altos índices de criminalidad.

Ellas han comentado explícitamente que les afecta mucho más la violencia que tiene lugar en el propio barrio; que la de la televisión ( López de la Roche, 1996). El mismo trabajo mostró que el discurso sobre «la violencia televisiva»; sólo aparece en los diálogos con los padres de familia de los estratos medio y alto.

De acuerdo con Valerio Fuenzalida, en su libro Televisión y cultura cotidiana (1997, 61); la muerte violenta en América Latina tiene otras caras distintas de las que presentan las ficciones transnacionales; víctimas causadas por el conflicto social y político; y en relación con ello la televisión ha servido más bien para ocultar y desiformar; acerca de estas violencias y sus causas.

En segundo lugar, debemos plantear la pregunta de cómo se inscriben las dramaturgias de golpes, shocks visuales, efectos de sonido, detonaciones; fugas, persecusiones e interacciones violentas, en culturas como la nuestra donde convivimos con formas de violencia cotidianas; ya se produzcan en la esfera familiar, barrial, o en la región que se habita. No podemos acogernos a la fórmula de que una televisión violenta produce actuaciones violentas de los niños o los adultos televidentes.

Pero tampoco puede desestimarse la necesidad de evaluar su influencia en los imaginarios y comportamientos de las audiencias. Y especialmente en lo que hace referencia al período de socialización, cuando los niños construyen sus valores e identidades.

En tercer término, la presencia de formas diversas de violencia en la vida diaria de un gran número de niños; en mayor proporción en los grupos populares de las ciudades y del campo; pero que también alcanza de distintas maneras a los estratos medios y altos, nos obliga a plantear la relevancia social del ejercicio de formas de comunicación masiva; -a través de la radio, la publicidad, los impresos y el cine- tanto en la información como en las franjas de entretenimiento; que presenten soluciones dialogadas y pacíficas para resolver los conflictos, y dramaturgias distintas de las mencionadas.

Es imperativo pronunciarse sobre qué funciones y qué responsabilidad tienen las instituciones mediáticas; (empresas financiadoras, empresas productoras, diseñadores de programación, libretistas, reporteros, editores, etc.); en propiciar la construcción de una cultura de paz y tolerancia en el país, una de cuyas iniciativas puede consistir en privilegiar relatos, personajes, situaciones y programas televisivos; que no contribuyan a favorecer los ambientes y climas de violencia que los colombianos experimentamos actualmente; tanto en el ámbito privado como en el público.

En el trabajo empírico ya mencionado (López de la Roche, 1996); se realizaron algunos ejercicios exploratorios, con escolares de Cali de los tres estratos, de grados primero y tercero de primaria; con el propósito de indagar cómo responden los niños a historias televisivas menos convencionales; no fundamentadas en segmentos de lucha entre dos oponentes, y menos dependientes de una lógica narrativa que privilegia la acción.

En todos los estratos hubo receptividad y respuesta emocional intensa hacia dramaturgias «diferentes»; aunque algunos grupos dieran indicios de estar más «adecuados» al relato transnacional de ritmo veloz, interacciones agresivas; y presencia fuerte de iconografías que describen la tecnología o el universo interplanetario.

La posibilidad que deseamos plantear es la de que los niños, en edades tempranas; tienen la habilidad de estar abiertos a un rango amplio de productos audiovisuales si se los estimula oportunamente. También puede pensarse que tempranamente se «cerrarán» a otras propuestas narrativas si su dieta televisiva es homogenizadora.

Por estas razones, los proyectos educativos y culturales audiovisuales deben implicar que tanto la familia como la escuela; y sobre todo los canales de TV, diversifiquen su oferta para el público infantil; y contemplen una programación distinta de los formatos, estéticas, personajes y narrativas convencionales; que muy a menudo coinciden con el recurso fácil a las interacciones violentas; lo cual aplica a una gran proporción de dibujos animados, y también a los dramatizados de acción.

La violencia no es un tipo de situación concebida por los niños como deseable, ni es para ellos fuente de gratificación emocional.

El Instituto de Iniciativas para la Salud Mental, con sede en Washington; realiza un trabajo excepcionalmente interesante, estableciendo un puente entre la comunidad académica de las Ciencias Sociales y los creativos de los medios; equipos de antropólogos, siquiatras y sociólogos investigan situaciones y temáticas de la vida individual y social; y arman módulos informativos que son utilizados por los guionistas y directores para buscar maneras menos estereotipadas y más enriquecedoras de dramatizar; y poner en escena situaciones cotidianas de conflicto como las funciones de la paternidad, las relaciones de pareja, el abuso de drogas, el manejo de la pérdida de amores, trabajo, salud, dinero, hijos o padres.

En su boletín periódico Diálogo (vol 1, n3, 1993) han enunciado su principio de que; «escribir historias que reduzcan en lugar de aumentar la probabilidad de violencia en la sociedad es uno de los retos; que hoy en día deben enfrentar los profesionales creativos.

Representaciones que contextualizan la violencia y muestran sus consecuencias pueden ser un agente disuasivo para todos los espectadores».

La película de Victor Gaviria, de cuyo nombre tomamos el de esta parte del capítulo; pone fragmentos sórdidos del país en las narices y los ojos del país cómodo de clase media y alta.

El asombro intenso que este texto propicia, nos retorna a la necesidad urgente de articular los medios -y los procesos de comunicación;- al trabajo sobre conflicto en Colombia, tanto en el ámbito privado como en el público, y de sacar el debate sobre violencia y medios de los lugares comunes en que sigue estancado.


|23|. Dramatizado de acción-aventuras sobre la explotación y trafico de esmeraldas. con predominio de escenarios rurales.

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