Imágenes de Barrio y Ciudad

Barrio

Amanda Rueda

¿Se puede aún pensar la ciudad como un todo, tener de ella una visión global, o estamos irremediablemente limitados a no percibir sino fragmentos, y a saltar entre ellos sin otra pretensión que reunirlos en un juego incesante de figuras o formas sin fondo ni sentido?

Jesús Martín Barbero

MIRAR EL BARRIO

Los niños, en un promedio de edad de diez años, han empezado a “liberarse” un poco, nunca del todo, de la dependencia de la familia: su mundo se abre al del colegio y al de la calle o los vecinos. Sin embargo, no se trata de una salida definitiva.

Aunque gran parte de su tiempo lo pasan con los amigos y, por lo tanto, empiezan a vivir la experiencia de lo otro – que generalmente está asociada al juego – , y en el caso de los niños del campo y de los sectores populares de la ciudad, a la calle -, esa apertura no es total, es ambigua, a medias, controlada en cierta medida por los padres.

Seguramente la salida definitiva se dará en la adolescencia, pero en este momento su experiencia directa está hecha precisamente de la convergencia de estos dos ámbitos: la familia y la calle (o el barrio).

Quizás sea el barrio uno de los lugares más interesantes para mirar las maneras como se cruza, por un lado, lo que viene de la televisión – las transformaciones en los modos de vivir e incluso en la arquitectura y en la atmósfera del barrio que han incorporado algunos relatos televisivos – ; y por otro, la experiencia vital, cotidiana y directa de éste: cruce entre las imágenes creadas por algunas series de la televisión y la experiencia directa que ellos tienen en sus entornos, que además no se reduce a su propio barrio sino que se amplía a los recorridos y trayectos que cada uno de estos niños hace de la ciudad, en los cuales también se construyen referentes que entran al juego de los referentes visuales.

Esa experiencia directa se convierte, para los niños de la ciudad, en el universo real a partir del cual se crean las primeras imágenes de la ciudad e incluso del mundo. Quizás por la intensidad de las nuevas relaciones, los primeros amigos, y los nuevos encuentros – lúdicos o conflictivos – el barrio es una noción próxima, localizada, que hace parte del repertorio de los niños – distinto por ejemplo a la noción del mundo, donde los referentes suelen ser lejanos o mediatizados -.

El pequeño universo es vivido como un gran macrocosmos para algunos niños de la ciudad: aquellos que habitan en las “periferias” y que pertenecen a los estratos bajo y medio bajo. A estos niños los vamos a llamar los niños populares.

La intensidad de las relaciones con el espacio – la calle – y los amigos, parece determinar las representaciones del barrio. A partir de la experiencia propia y directa como habitantes de un territorio, se construyen esas primeras imágenes, y es precisamente esta razón la que establece que sus lecturas de los relatos televisivos alrededor del barrio y la incidencia de estas lecturas en sus propias nociones e imágenes, no sean tan claras de descifrar.

La ciudad, específicamente el barrio que se habita, desde su fragmentación y segregación, es vivida e imaginada, y constituye el primer universo, espacio, mundo.

Entonces, por momentos, lo que pasa por la televisión parece mezclarse con la experiencia propia, aunque siempre conservando los límites de los dos universos – real y mediático -. Los niños viven los relatos del barrio como lo que realmente son: ficciones. La proximidad con su entorno mantiene esta distinción.

Las diferencias entre los niños de las dos ciudades analizadas – Pereira y Cali – así como entre los de cada uno de los tres estratos, son realmente visibles.

No sólo en sus modos de habitar los barrios, es decir, en la experiencia que incluso identifica en varios aspectos a los niños de los estratos bajos y a los del campo, sino también en las lecturas que hacen de las representaciones televisivas.

Es claro en este análisis que los referentes – los discursos de los medias – no existen por si solos, como no existe cualquier objeto sin la mirada. La realidad es también creación en tanto es nombrada por aquél que la mira – la forma de su mirada crea o le adjudica un sentido -.

Las imágenes que pasan por la televisión contienen datos, giros, relaciones, cuyos sentidos son creados por las miradas de los espectadores. El barrio de El Chavo del Ocho nombrado por un niño del barrio San Nicolás de Cali, es distinto al que nombra un niño que vive en el edificio en un sector alto de la ciudad.

Las representaciones del barrio de la televisión no se agotan en las historias que se cuentan sino en las múltiples lecturas que realizan los espectadores y que están, a la vez, definidas por sus experiencias y nociones de barrio construidas en la cotidianidad.

No intentamos, por supuesto, detenernos en las subjetividades de cada uno de los niños, pero, incluso pensándolos como grupos, podemos percibir esas lecturas, que de todas maneras son difusas en sus discursos.

Lecturas asociadas al barrio donde viven, a su lugar dentro de la ciudad, a los rasgos particulares de ese lugar; lecturas que expresan un nuevo modo de vivir las dimensiones de lo público y lo privado que configura la vida de las ciudades.

Este modo de habitar, aunque parece atravesar a todos los grupos – por lo menos a los de la ciudad – se manifiesta de manera más clara en los niños de estratos altos, ya que son ellos los nuevos habitantes de un tipo de ciudad que niega, o por lo menos reduce gravemente, lo público – como lugar de encuentro, como posibilidad de roce, de interpelar a los otros y de ser interpelado -.

Hay un elemento clave que se repite en los discursos de los niños (de todos los estratos), configurador de este nuevo modo de vivir la ciudad: la violencia y los miedos que ésta genera. Lógicamente estos miedos están determinando las lecturas de los relatos de la TV y , a la vez, dan cuenta de la existencia de una atmósfera urbana que en nuestras ciudades está hecha de diversas violencias.

Estos nuevos modos de habitar también nos hablan de una ciudad móvil. Movilidad que nace del lugar de encuentro de las dinámicas y experiencias urbanas con los relatos o “narraciones” que la misma ciudad produce, la mayoría de los cuales pasan por los medios, particularmente por la TV.

Habitamos una ciudad en permanente construcción, una ciudad que resulta de los encuentros y desencuentros , de los conflictos o tensiones entre una dinámica local – asociada a la experiencia del hombre común con su entorno físico y con los otros habitantes o vecinos – y una dinámica que ya no es sólo nacional sino transnacional, aquella que es construida por los massmedia.

El Barrio en la TV.

En este universo se inscriben los relatos construidos alrededor del barrio. Haciendo un paneo por la programación de la televisión nacional hicimos una selección de aquellos programas que tenían el barrio como lugar clave o eje narrativo de las historias.

En el primer encuentro con los niños les dimos el listado para que eligieran los tres que más les gustaban. De esta selección quedaron El Chavo del ocho, De pies a Cabeza y Conjunto Cerrado. En un segundo encuentro les llevamos fragmentos de cada una de estas series y dialogamos con ellos alrededor de las historias que allí se contaban.

A diferencia de El Chavo, los otros programas “representan” el barrio de clase media alta; con zonas verdes para el juego, diversas formas de seguridad y vigilancia, y con historias de encuentros y conflictos entre vecinos; frente a los cuales se proponen pacíficas formas de resolución – el diálogo, la solidaridad, y todos los valores que conformarían un vecindario tranquilo -.

El otro elemento que caracteriza a ambas series es que cuentan historias de adolescentes, con todos los dramas que trae esta edad.

Estos programas están poniendo en escena las transformaciones que se dan en los nuevos barrios de la ciudad; las formas de encuentro que generan y las marcas de seguridad que construyen para protegerse del “exterior”; de lo “otro”: vigilantes con uniforme, rejas, portería, etc.

Es decir, están incorporando las transformaciones en la arquitectura y la vivienda de la ciudad, e inventando las historias que estos nuevos espacios propiciarían.

Al contrario, El Chavo del Ocho cuenta la historia de un vecindario popular; habitado por inquilinos que viven la presión del alquiler, y las envidias, insolidaridades y peleas entre ellos. Esta serie se inscribe dentro de un género que se aproxima a la comedia.

Los tres programas dan cuenta de la heterogeneidad de discursos, relatos e historias que pasan por el discurso televisivo; de la forma como la televisión tolera y se alimenta de historias que intentan hablar o “representar” los modos diferenciados de estar juntos en nuestras ciudades; y de sus diversas maneras de hacerlo: caricaturizando como en El Chavo, educando como en De Pies a Cabeza.

En esta “absorción” de las experiencias de los diferentes grupos urbanos, la televisión “produce reconocimientos”; en el sentido en que se constituye en referente compartido para la contrucción del barrio “posible”; de los sueños de habitar otros barrios, o, quizás; en referente que genera tensiones entre, por un lado, los afectos y arraigos con el barrio que se ha vivido; y por otro, las casi siempre bellas y armónicas imágenes que circulan en ella.

Lo cual , a su vez, daría lugar a otro tipo de conflictos que desbordarían el asunto de los sueños; para hablarnos de la conciencia y constatación de la diferencia, de las intensas luchas entre el universo de lo “real”; es decir, el que constituye la experiencia directa, material con el mundo, y el universo de lo “posible”, de los sueños, de los ideales; mirar lo “otro” y reconocerlo como tal es la afirmación de lo que realmente les pertenece.

La televisión se convierte también en un lugar donde se negocian los cambios; en tanto se presentan dentro de un universo que desplaza o niega los dramas y conflictos que estos cambios producen.

Los barrios de la televisión, que dan cuenta de las nuevas maneras de vivir en las ciudades; se muestran como universos cerrados, desconectados de una dinámica más global que es la de la ciudad.

Tal vez es desde ahí que se plantean como posibilidad. Aquello que en la experiencia “real” y “directa”; sólo se hace visible y sólo es mirado en el recorrido veloz y funcional por las calles (en el bus o en el carro); es visitado de un modo más intenso, recorrido a través de los personajes, “experimentado”; aunque de manera indirecta – como espectadores -, a través de la alta definición de la imagen televisada.

Cómo Descifrar las Imágenes del Barrio

¿ Por qué nos interesan las nociones de barrio que tienen los niños?. Estas imágenes hablan de las nuevas sensibilidades presentes en la ciudad y de los nuevos modos de habitarla.

En este sentido hemos prestado atención a tres aspectos: En primer lugar, a los usos del barrio; – el recorrido y reconocimiento que hacen los niños de los lugares, las calles, los vecinos; en tanto dan cuenta de los lazos y vínculos que ahí se crean, de los primeros arraigos y afectos con el territorio.

Es quizás en esta edad en donde se tejen las primeras percepciones del espacio; y se configuran las subjetividades que instalan las memorias de las ciudades.

En segundo lugar, a las transformaciones de nuestras ciudades que se materializan o se hacen visibles en la cotidianidad del barrio. Es decir, a las nuevas maneras de habitar pedazos o fragmentos de ciudad; bien sea por las posibilidades económicas que permiten la elección del espacio; bien sea por la segregación que impone la vida urbana a las periferias de la ciudad.

Y dentro del lugar que se habita – barrio, edificio o condominio – las maneras de experimentar la otra ciudad o ciudades; a través de qué formas, y qué sentimientos de segregación o distinción genera la relación y comunicación con ellas.

El tercer aspecto que miraremos es el de las formas como las representaciones del barrio que pasan por la TV construyen o no; las nociones y los sueños del barrio que tienen estos niños. ¿ Cuáles son las lecturas que hacen de los barrios que miran en la TV? ¿ De qué manera se construye el tejido de relaciones y de cruces entre lo que se mira y lo que se vive; y cuáles son las claves que diferenciarían ese tejido entre los diferentes grupos?

En este capítulo buscamos acercarnos a las maneras como se producen los encuentros entre las experiencias directas del barrio; y las imágenes o representaciones de barrio que construye la televisión; así como a lo que hay de similar o distinto en estos cruces, en relación con los diversos grupos de niños con los que trabajamos. Grupos diferenciados entre sí por la ciudad o población – comunidades rurales: negras e indígenas -, y dentro de cada ciudad por el estrato.

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