La Radioterapia en la Enfermedad de Hodgkin

La enfermedad de Hodgkin descrita por pri­mera vez en 1832, se consideró incurable hasta mediados del siglo XX, pero con la aparición de equipos que permitían tratarla con altas dosis de radioterapia comenzaron a lograrse curaciones totales que cambiaron radicalmente el pronóstico y el manejo de la enfermedad.Preocupaba que esta irradiación intensiva del mediastino comprometía también al corazón y a sus estructuras adyacentes y en 1967, en colaboración con otros tres investigadores de la Universidad de Stanford el Dr. Fajardo publicó un artículo sobre este importante tema con el título de “Heart disea­se following radiation” en la revista Medicine ( 9 ).

Aunque ya se habían reportado de manera aisla­da casos de lesiones cardíacas como consecuencia de la irradiación, este artículo fue la primera revisión extensa y detallada de los hallazgos patológicos en pacientes sometidos a altas dosis de radioterapia.

Encontraron que en cierto número de pacientes se desarrollaba un cuadro de pericarditis aguda que podía evolucionar hacia una pericarditis constrictiva y observaron también cambios de fibrosis difusa en el miocardio. (Vea también: Hipertrofia pilórica del adulto)

Reportaron el caso de un adolescente de 15 años con severa arterioesclerosis coronaria, planteando la posibilidad de que hubiera sido des­encadenada por la irradiación.

Se abría un campo inexplorado de la patología y esto motivó al Dr. Fajardo a estudiarlo experimen­talmente en conejos y a publicar un año más tarde en Radiology (10), un estudio sobre los cambios que se producían en el músculo cardíaco de estos animales cuando eran sometidos a irradiación.

En 1968 en los Archives of Pathology (11) aparece otro artículo suyo con el título de “Morpho­logy of Radiation induced heart disease” en el que recopila todos los conocimientos que había hasta ese momento sobre las lesiones inducidas por las radiaciones ionizantes,

Con estas publicaciones el Dr. Fajardo se había convertido para esa época en el investigador más reconocido en la patología de la radiación y el Journal of the American Medical Association (JAMA) lo invitó a escribir un editorial sobre el tema que apareció en dicha revista el 2 de diciembre de 1968 (12).

En 1970, en el American Journal of Pathology (13) publicó una revisión sobre las lesiones cardíacas inducidas experimentalmente por la irradiación, y en 1971 en las Radiological Clinics of North America (14) otro trabajo sobre el mismo tema.

Durante la siguiente década, en un impresio­nante despliegue de actividad investigativa, publicó en diversas revistas de especialidad un total de 24 artículos sobre patología de la radiación convirtién­dose en el más prolífico de todos los investigadores que trabajaban en ese campo.

Esta etapa de su carrera científica culminó con la publicación de un libro en 1982 con el título de “Pathology of Radiation Injury” (15) que se convirtió de inmediato en la obra de referencia más impor­tante sobre la materia.

Escribió un total de veinte capítulos en libros, presentó más de ochenta abstractos en diversos congresos y reuniones científicas y organizó los cursos sobre patología de la radiación en las re­uniones anuales de la International Academy of Pathology desde 1981 hasta 1985.

Además de sus substanciales aportes a la pa­tología de la radiación el Dr. Fajardo publicó durante su larga carrera numerosos artículos sobre gran variedad de temas tales como la angiogénesis, la hipertermia, y el paludismo cerebral experimental.

Mención especial merece la publicación en 1996 del extraordinario caso de una gran masa abdominal en un paciente inmunosuprimido que resultó ser la proliferación anómala de la larva de una tenia (16).

A lo largo de más de sesenta años de actividad profesional, el Dr. Fajardo publicó un total de 140 artículos.

Fue invitado como Profesor Visitante a la Uni­versidad de Utah en 1974 y 1985, a la Universidad de Yale en 1978, a la Universidad de Ginebra en Suiza en 1986, a la Universidad de Michigan en 1990 y a la Universidad de Oxford en 1991.

Fue acogido como miembro de numerosas sociedades científicas tales como la American Society for Therapeutic Radiology and Oncology, la International Academy of Pathology, y la Radiation Research Society, y nombrado Fellow de la Royal Society of Tropical Medicine en 1975.

En marzo del mismo año durante una visita a nuestro país, fue recibido como miembro corres­pondiente de la Academia Nacional de Medicina de Colombia con un trabajo sobre las plaquetas en el paludismo, dándole la bienvenida a la institución el Dr. Luís Patiño Camargo.

En el 2001, nueve años después de la apari­ción de su primer libro coronó su carrera científica con la publicación por la Oxford University Press de “Radiation Pathology” (17) escrito en colabora­ción con M. Berthrong y R.E. Anderson que sigue siendo el texto más autorizado y definitivo que se haya escrito hasta el momento sobre la patología de las radiaciones ionizantes.

A partir de esta época y ya como Profesor Emérito, el Dr. Fajardo continuó adelantando tra­bajos de investigación sobre temas tales como las consecuencias de la irradiación intracoronaria y los efectos de las radiaciones sobre la angiogénesis.

Debe anotarse que a pesar de sus quebran­tos de salud mantuvo hasta el final de su vida su actividad como Jefe del Laboratorio de Patología y de los Servicios de Laboratorio del Hospital de Veteranos de Palo Alto, completando en esa posi­ción un total de 48 años.

Su fallecimiento ocurrió en dicha ciudad el 5 de julio del 2013 a la edad de 86 años, sobreviviéndolo su esposa, Lorela Enterline, sus tres hijos, Anna- Luisa, Marta y Andrés, y sus cinco nietos.

Durante toda su vida fue un gran amante de la naturaleza, miembro del Sierra Club, tenista, excursionista, escalador y fotógrafo aficionado. Fue ante todo una persona profundamente idealista y humanitaria, características que compartía plena­mente con su esposa y que heredaron todos sus hijos. Anna-Luisa ha sido profesora de inglés como segunda lengua, vive en Palo Alto y colabora con las actividades humanitarias que continúa desarrollando su madre.

Su hija, Marta, es Médica Pediatra y con su esposo Alex Gorelik, vivió cuatro años en San Petersburgo organizando orfanatos para rescatar y rehabilitar a los miles niños abandonados que deambulan por las calles de esa gran metrópoli.

En 1998 crearon una fundación llamada “Voice of the Children”, que continúa adelantando importantes actividades humanitarias en Rusia y actualmente también en Cuba. Su hijo Andrés es un pastor protestante en Filadelfia y sirve como capellán del Esperanza Health Center que atiende las necesidades de salud y apoyo social de una población de cerca de 100.000 personas de origen latino.

En octubre del 2013 el Dr. Martin Hauer-Jensen, su gran amigo y admirador, escribió un artículo en Radiology (18) lamentando su desaparición y resu­miendo en una frase lo que representó en el área de la Patología de la Radiación. Dicho obituario se tituló: Luis Felipe Fajardo L-G, The Gentle King of Radiation Pathology.

RECORDANDO A LUIS FELIPE FAJARDO

Otra visión de este importante médico colom­biano la ofrece el Profesor y Académico José Félix Patiño Restrepo, quien ahonda un poco más en la Bogotá de sus años de juventud. Dice Patiño Restrepo:

Comenzaba el año 1945. Los recién graduados bachilleres ingresaban a la universidad. Los que habíamos pasado el riguroso examen de admisión a medicina en la Universidad Nacional de Colombia llegábamos plenos de entusiasmo y con la motivación genuina de haber adoptado un proyecto de vida que era servir a la gente y, tal vez lo más importante, entender qué es la vida y como se ubica sobre la tierra y en el universo, qué es la enfermedad y como ésta afecta al individuo y a la sociedad.

La Facultad de Medicina de la Universidad Nacional, reconocida por su calidad académica y su producción científica, en aquella época ubicada en la calle 10, frente al Parque de los Mártires y a la Basílica del Voto Nacional, en un bello edificio que tenía un área verde con una gran fuente e imponentes pabellones donde estaban ubicados el decanato, los salones de clase y los laboratorios, incluyendo el de anatomía, el sombrío y tétrico, pero legendario, “Anfiteatro de Anatomía”.

También en uno de sus majestuosos salones se reunía la Academia Nacional de Medicina una de las más antiguas de América, fundada en 1873 por profesores de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional, entre ellos el doctor Nicolás Osorio, tal vez el primer médico colombiano graduado en la Sorbona en París, quien a su regreso fue rector –esa era el término que hoy llamamos decano- de la Facultad de Medicina, e implantó el modelo anatómico-clínico de la medicina francesa que habría de regir en nuestra Facultad hasta la reforma de los años 1960 cuando se cambió por el modelo biológico-social, o modelo Flexneriano, de la medicina norteamericana.

En Chapinero, muy cerca el uno del otro, resi­díamos tres de los nuevos estudiantes: Luis Felipe Fajardo Lobo-Guerrero, en la carrera 8 entre las calles 61 y 62, en una bella casa de un piso, cerca, a una cuadra y media, del Parque de la Sesenta, y Carlos Concha Díaz, también en una muy antigua casa de un piso, que todavía se conserva, ubicada frente a la esquina sur-oriental del Parque de la 60.

Yo era el tercero, en la casa, recién construida, en la calle 59 con carrera 4ª en lo que era la urbanización Bosque Calderón Tejada, de la cual era dueño el doctor Mariano Ospina Pérez, quien sería presidente de la República en el agitado periodo 1946-1950.

También en Chapinero, pero un poco más al sur, en la calle 54 con la carrera 7ª residía Fernando Serpa Flórez, otro condiscípulo, brillante exponente de una paradigmática dinastía médica, y quien fuera dilecto amigo de Fajardo, y mío por herencia de la amistad de nuestros padres médicos.

Comenzaron las clases, y los de Chapinero pronto hicimos amistad muy cercana con tres con­discípulos: Adolfo De Francisco Zea (mi amigo de toda la vida dada la cercanía de nuestras familias), Gilberto Rueda Pérez, a quien pronto habríamos de apodar “el mudo” por su locuacidad -era realmente un verdadero parlanchín-, creo no equivocarme en que fue Luis Felipe Fajardo el autor del apodo, y Álvaro Ronderos Durán, quien luego de su grado viajó a los Estados Unidos a estudiar radiología y allá se quedó como profesor universitario hasta su muerte prematura.

Ese era el sexteto de amigos primíparos en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacio­nal. La amistad entre Luis Felipe Fajardo y Carlos Concha era muy estrecha por la vecindad de sus residencias.

Los alumnos universitarios estudiábamos pa­seando, caminando, al estilo peripatético del Liceo de Aristóteles. En griego peritêtiin significa pasear; aquello era lo usual por la época, y se veía a los estudiantes de medicina estudiar, generalmente en grupos de tres, uno leyendo en voz alta, cami­nando en el Parque de los Mártires, al frente de la Facultad, o a los tres de Chapinero en el Parque de la 60.

Hoy nos parece extraña esa forma de estudiar, especialmente la anatomía, materia que tenía como texto la voluminosa obra de Testut y Latarjet, la cual se daba en los dos primeros años y era la más temida por la severidad de los profe­sores Cadena y Santacoloma.

Otra manera extraña de estudiar era en los cafés de la carrera 7ª hacia el norte de la Plaza de Bolívar. Tomando uno que otro tinto se estudiaba por largas horas, principalmente aquellos que residían en el centro de la ciudad. Pero es que la Facultad se cerraba al final de las clases de la tarde, incluida la biblioteca, que de verdad era minúscula, o sea, que la Facultad no ofrecía espacios adecuados para el estudio.

Hoy, en ocasiones, en los fines de semana me detengo en el Parque de la 60 y puedo conversar allí con el fantasma de mi amigo Luis Felipe Fajardo. En ocasiones también traigo a la memoria a Carlos Concha cuando contemplo su antigua casa, hoy convertida en una discoteca.

En el Parque de la 60 había árboles enormes que daban unas pepas grandes que nosotros reco­gíamos del suelo. Con su característica capacidad para hacer algo novedoso, Luis Felipe pronto con ellas fabricó pipas, muy refinadas, ¡y los peripaté­ticos entonces caminábamos fumando las pipas de Fajardo!

A dos cuadras al occidente del Parque está la carrera 13, que por entonces tenía líneas de tranvía. Haciendo un transbordo en el Parque de Santander, frente al demolido Hotel Granada, tomábamos el tranvía que nos dejaba en la puerta de la Facultad de la calle 10.

Así estudiamos y progresamos para llegar a los cursos clínicos en el benemérito Hospital San Juan de Dios. Cursábamos cuarto año cuando vino el 9 de abril de 1948. Recuerdo que nos dirigíamos a las clases de la tarde en el carro de mi padre, los tres de Chapinero con Gilberto Rueda y Álvaro Ronderos, cuando al llegar a San Victorino vimos a la gente correr y vociferar: ¡mataron a Gaitán! Pronto comenzaron los disparos y se empezó a ver el humo de los primeros incendios.

Las gentes nos gritaban que nos alejáramos, pero decidimos ir a lo que entonces existían, los “centros de practicantes”, que eran manejados por estudiantes de medicina para prestar primeros auxilios y hacer consultas de urgencia. Uno de ellos, el más conocido, estaba ubicado en calle 16 un poco al oriente de la carrera 7ª.

Allá llegamos con el ánimo de servir, pero pronto percibimos el caos que se apoderaba de la ciudad, y los de Chapinero, temiendo más por la seguridad del carro de mi padre que la propia, salimos hacia nuestras residencias.

Recuerdo que Gilberto Rueda se quedó allí y vivió de cerca el terrible “bogotazo” cuando estaba reunida en la ciudad la Conferen­cia Panamericana, la cual tuvo que trasladarse a sesionar en el Gimnasio Moderno, en la calle 74 en el norte de la ciudad.

El 9 de abril cambió mi vida. Ante el cierre de la Universidad Nacional, transferí a la Universidad de Yale en ese año 1948, y allí en 1952 obtuve el grado de médico y en 1858 el de especialista como cirujano.

En Yale ocurre la segunda fase de mi amis­tad con Luis Felipe Fajardo. Era el año 1955 y yo cursaba mi residencia de cirugía y Luis Felipe rotaba por Patología como parte de su educación de posgrado. Fue realmente muy grato estar juntos de nuevo, y en marzo de 1955 decidimos viajar a la Clínica Mayo manejando mi carro Ford para ver cómo se hacían allá las cosas, en contraste con el modelo muy propio de Yale que había instaurado el decano Wilton C. Winternitz (fue decano entre 1920 y 1935), quien luego fue muy respetado profesor de Patología y maestro de Fajardo.

Decidimos hacer escala en Chicago, donde hacía su residencia en cirugía del tórax nuestro viejo condiscípulo de la Nacional, Gilberto Rueda Pérez. Guardamos con cariño una fotografía tomada en el Museo de Ciencias de esa gran ciudad, en la cual aparecen los tres jóvenes estudiantes de posgrado que habían sido tan cercanos amigos en los años de la vieja Escuela de Medicina de la Nacional.

Luis Felipe y yo seguimos nuestro viaje, en medio de la nieve, hasta llegar a Rochester, donde nos recibieron con gran amabilidad y nos mostra­ron lo que quisimos. De regreso a New Haven, el domingo 26 de marzo en la noche encontré en mi casillero una invitación a la boda de mi exnovia, Blanca Osorio, el día 1 de abril, es decir dentro de una semana.

De inmediato la llamé y le dije que se casaba, pero conmigo, y así ocurrió. Ella viajó a Nueva York y nuestra boda fue en la catedral de San Patricio el 1° de abril de 1955. Luis Felipe fue la primera persona a quien comuniqué mi decisión de romper su programada boda bogotana. ¡Cómo puedo olvidar ese viaje con Luis Felipe Fajardo a la Clínica Mayo!

Pasaron los años y Luis Felipe Fajardo pasó a ser docente en la Universidad de Stanford.

Luis Felipe Fajardo Lobo-Guerrero nació en Bogotá el 23 de enero de 1927 y murió en Palo Alto el 5 de julio de 2013. Nos llevábamos apenas 20 días de diferencia en las fechas de nacimiento. Luego de su formación como patólogo, parte de ella en Yale, fue nombrado Profesor Asistente en Stanford, donde ascendió por sus méritos científicos hasta llegar a ser Profesor Titular en 1984; en el año 2005 se retiró y fue nombrado Profesor Emérito.

Su gran contribución científica, realmente pionera, fue la radiobiología, el estudio y la demos­tración de las lesiones producidas por la irradiación en los tejidos sanos, siendo especialmente valioso su trabajo sobre las lesiones en el corazón. Pero también hizo estudios muy importantes sobre an­giogénesis, hipertermia como terapia antitumoral y malaria cerebral experimental.

En su publicación pionera en Acta Médica Colombiana en 1982 (vol. 7 No. 5) escribió:

“Teóricamente, todas las células de los mamí­feros pueden ser destruidas por radiaciones ionizantes. Pero la dosis requerida varía enor­memente: menos de 30 rads son suficientes para matar algunas espermatogonias-B, en tanto que las plaquetas toleran dosis únicas de más de 8.000 rad.

Las causas de esta variación en la radiosensibilidad están no solamente en la célula, sino en el medio que la rodea, en las características de la radiación usada, etc. Uno de los factores más importantes es la duración del ciclo reproductivo de cada célula.

En general, si los demás factores son constantes, mientras más corto es su ciclo reproductivo más radiosensible es la célula… Las células hematopoyéticas son extrema­damente radiosensibles. Dosis relativamente bajas de radiación corporal total (RCT) son fatales en 4 a 6 semanas debido a falla de la médula ósea.

Se estima que la dosis única de radiación corporal total (RCT) capaz de producir la muerte en el 50% de los humanos que la reciban, en 60 días (DL 50/60) es: 360 rad, si los pacientes reciben sólo tratamiento mínimo; 510 rad, si se toman medidas ade­cuadas para evitar hemorragias e infecciones; 1050 rad, si se toman medidas heroicas, tales como el trasplante de médula ósea. La RCT sólo ocurre en accidentes nucleares o guerra atómica.”

Aparte de sus más de 140 artículos en revistas indexadas, Luis Felipe editó dos importantes libros; uno es Radiation Pathology, el cual se ha convertido en la biblia de oncólogos y patólogos.

Durante los años de Stanford Luis Felipe se mantuvo en contacto y periódicamente me enviaba fotografías de sus vacaciones en las montañas con su querida familia. La última vez que lo ví fue cuando yo me encontraba hospitalizado en la Fundación Santa Fe de Bogotá, muy debilitado luego de haber pasado por cuidado intensivo; de esto hace unos 14 años.

Él había venido a Bogotá y fue a mi habitación hospitalaria y tuvimos mucho que hablar y recordar. Le noté un temblor en la mano, a lo cual él se refirió como algo sin importancia, pero en realidad era el comienzo de su enfermedad.

Tuve el gusto de conocer a su esposa Lorela aquí en Bogotá, su compañera de toda la vida. Con ella tuvieron tres hijos, Ana Luisa, Marta y Andrés, y a su muerte tenía cuatro nietos.

Ahora sobrevivimos solo tres de los condiscí­pulos de la Facultad de Medicina de la Nacional, Gilberto Rueda Pérez, Adolfo De Francisco Zea y este académico que les habla; apesadumbrado al recordar a su amigo pero honrado por la oportuni­dad de hablar en este homenaje que la Academia Nacional de Medicina le rinde, por iniciativa del académico Hernando Sarasti. Fajardo fue uno de los académicos más distinguidos, y su nombre se engrandece con el correr de los años.

REFERENCIAS

1. IV Congreso Latinoamericano de Anatomía Patoló¬gica, San Salvador, Diciembre 1963.
2. Technique for the percutaneous needle biopsy of bone and bone marrow-L.F. Fajardo and H.Sarasti. Calif.Med.177:21-24, 1972
3. Estudio microscópico del sedimento gástrico. L. F. Fajardo. Revista de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia 19:201-203,1950
4. Pregnancy and Ac. globulin (Factor V) deficiency L. F. Fajardo and D. Silvert .Am. J. Obstet. Gyne-col.74:909-914, 1957
5. Distribution of blood antigens A B and D in the population of Bogotá (Analysis of 30.000 sam¬ples) L. F. Fajardo an Z.de Lavalle, Am. J. Phys, Anthrop.24:257-260,1966
6. Platelet enlargement in malaria. L. F. Fajardo and S. Rao. Mil. Med 136:463-464, 1971
7. Platelet abnormalities in malaria L. F. Fajardo.US Army Research and Development Command Report AD 771215, Sept.21, 1973
8. Malarial parasites in mammalian platelets. L. F. Fajardo Nature 243:298-299, 1973
9. Heart disease following radiation. K. E. Cohn, J. R. Stewart, L. F. Fajardo and W. Hancock Medicine 46:281-298, 1967
10. Experimental radiation-induced heart disease in rabbits, J. R. Stewart, L. F. Fajardo, K. E. Cohn and V. Page Radiology 91:814-817,1968
11. Morphology of radiation-induced heart disease. L. F. Fajardo, J.R. Stewart and K.E.Cohn.Arch.Pathol.86: 512-518, 1968
12. Morphology of radiation-induced heart disease. L. F. Fajardo. Editorial (by invitation) J.A.M.A. 206:2309, 1968
13. Experimental radiation-induced heart disease. – Light microscopic studies L. F. Fajardo and J. R. Stewart. Am.J.Pathol.59; 299-316, 1970
14. Radiation-induced heart disease. Clinical and ex¬perimental aspects J. R. Stewart and L. F. Fajardo. Radiol Clin. North Am. 9:511-531, 1971
15. Book: PATHOLOGY OF RADIATION INJURY Luís- Felipe Fajardo L-G. Masson, Publishing USA, Inc., New York, 1982
16. Lethal infection by a previously unrecognized me¬tazoan parasite .Santamaría-Fries M., Fajardo L.G, Sogin, M. L., Olson P.D., and Relman D, A, The Lancet 347:1797-1801, 1996
17. Book: RADIATION PATHOLOGY L. F. Fajardo, M. Berthrong, and R.E. Anderson .Oxford University Press 2001
18. IN MEMORIAM: Luis Felipe Fajardo L-G 1927-2013 Hauer-Jensen Martin, MD, PhD, Radiation Research 180.4 (Oct.2013) 431-2.

Recibido: Septiembre 10, 2017
Aceptado: Septiembre 30, 2017
Correspondencia:
hsarasti@yahoo.com

CLIC AQUÍ Y DÉJANOS TU COMENTARIO

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *