El enigma de las macroplaquetas

En alguna ocasión me comentaba el Dr. Fajar­do que al estudiar la sangre periférica de soldados colombianos durante las crisis hemolíticas del pa­ludismo, le había llamado la atención la presencia de abundantes macroplaquetas.

Años más tarde, cuando ya estaba al frente del departamento de Patología del Hospital de Ve­teranos de Palo Alto, observó el mismo fenómeno en soldados norteamericanos que regresaban de Vietnam también con paludismo.

Reportó este hallazgo en 1971 en la revista Military Medicine bajo el título de “Platelet enlar­gement in malaria” (6) y en 1973 en el US Army Research and Development Command Report (7) con el título de “Platelet abnormalities in malaria”.

Para esta época ya tenía experiencia en las técnicas de microscopía electrónica y pudo demos­trar que el Plasmodium berghei del ratón parasita no solamente los eritrocitos sino también las pla­quetas, así como documentar con microfotografías la presencia de fragmentos de Plasmodium en plaquetas de pacientes con paludismo. (Vea también: Las Primeras Biopsias de Médula Ósea)

Esta era la primera vez que se describía este fenómeno en plaquetas de mamíferos ya que anteriormente solo se había observado en los trombocitos nucleados de reptiles.

La aparición de macroplaquetas en los pa­cientes palúdicos era por lo tanto el resultado de su destrucción durante las crisis y el consiguiente estímulo a la liberación de formas inmaduras.

La prestigiosa revista inglesa Nature publicó este hallazgo en su edición del 1º de junio de 1973 (8) y la consideró de tal originalidad e importancia que reprodujo en su portada la microfotografía tomada por el Dr. Fajardo que comprobaba su descubrimiento.

Los rayos X y la radioactividad

El descubrimiento de los rayos X por Konrad Röentgen en 1895, del fenómeno de la radioactividad por Henri Becquerel en 1896 y de los elementos radioactivos polonium y radium en 1898 por Paul y Marie Curie, tuvo una enorme trascendencia en el campo de la física.

En las siguientes décadas se encontraron impor­tantes aplicaciones médicas de estas radiaciones, tales como los rayos X que permitieron visualizar las estructuras internas del organismo, la Radioterapia que se convirtió en una de las modalidades básicas para el tratamiento del cáncer, y los radioisótopos que resultaron de enorme utilidad en numerosos procedimientos diagnósticos y terapéuticos.

Trascurrió sin embargo algún tiempo antes de que se evidenciara que estos misteriosos rayos invisibles tenían un serio impacto sobre los tejidos vivos, y fue así como durante las primeras décadas del siglo XX un gran número de pacientes recibie­ron altas dosis de radiación sin protección alguna.

Paul Curie ya había observado que una corta irradiación superficial producía un eritema transi­torio, pero más tarde se constató con alarma que exposiciones repetidas causaban severas necrosis de los tejidos expuestos.

La noticia que realmente impactó a la comuni­dad científica fue cuando Marie Curie y su hija Irene desarrollaron cuadros leucémicos como resultado de su exposición prolongada a fuentes de radium.

Se comenzó a crear conciencia de la nece­sidad de adoptar medidas para proteger tanto a los pacientes como al personal médico y en 1924 se establecieron las primeras recomendaciones empíricas sobre dosis máximas tolerables.

En 1945 como resultado de los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki, cientos de miles de personas recibieron dosis variables de radiación y un seguimiento cuidadoso de la incidencia de leucemia y tumores sólidos en esta población demostró más allá de cualquier duda el efecto carcinogénico de las radiaciones ionizantes.

Era urgente investigar de manera sistemática y a un nivel básico los efectos biológicos de la ra­diación y esto llevó a la aparición de nuevas ramas de la Física como la Radiofísica, la Radiobiología, y la Física Médica y a la promulgación de estándares cada vez más estrictos sobre las dosis máximas tolerables.

Todas estas investigaciones requerían observar y documentar los cambios morfológicos que ocurren en los tejidos vivos por acción de las radiaciones ionizantes y a esta nueva rama de la Patología se le dio el nombre de Patología de la Radiación.

Nuestro compatriota el Dr. Luís Felipe Fajardo fue un personaje decisivo en la creación y desarrollo de esta especialidad.

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