Tratamiento de Cáncer de Próstata Localizado, Resultados

Resultados

A los datos obtenidos se aplicaron los procedimientos de los análisis bivariados que permitieron hallar las correlaciones entre las diferentes variables. Para lo anterior se apli­có la estadística de Kendall´s. Las relaciones encontradas en este estudio fueron al nivel de .05, esto indica que la probabilidad de error es menor de 5% o bien, que hay un 95% de con­fianza y al nivel de .01, lo cual hace referencia a que hay un riesgo de error de 1% o bien un 99% de confianza. (*p £ .05; **p £ .01).

Datos sociodemográficos:

Edad:

Entre 50 y 55 años 16%
Entre 56 y 60 años 16%
Entre 61 y 65 años 10%
Entre 66 y 70 años 30%
Entre 71 y 75 años 20%
Mayores de 76 años 8%

Ocupación:

Independiente 38%
Pensionado 36%
Empleado 18%
Desempleado 2%
Otros 6%

Estado civil:

Casados 88%
Unión libre 12%

Escolaridad:

Técnica/ Universitaria 76%
Bachillerato completo 14%
Bachillerato incompleto 4%
Primaria completa 4%
Primaria incompleta 2%

Información acerca de los tratamientos:

Radioterapia 28%
Prostatectomía radical 26%
Prostatectomía radical y radioterapia 20%
Radioterapia y hormonoterapia 12%
Prostatectomía, radioterapia y hormonoterapia 6%
Prostatectomía y hormonoterapia 6%
Braquiterapia 2%

Tiempo postratamiento:

Entre 6 a 12 meses 66%
Entre 12 y 18 meses 22%
Entre 18 y 24 meses 12%

Resultados de la Escala sintomática contenida en el QLQ-C30 v3:

Parar para descansar Debilidad Cansancio Estreñimiento Diarrea Insomnio Dolor Asfixia Nauseas Vómito Pérdida del apetito
En
absoluto
72% 60% 52% 84% 72% 62% 86% 90% 94% 100% 90%
Un poco 22% 30% 34% 14% 28% 8% 4% 6% 10%
Bastante 10% 16% 14% 6% 6% 2%
Mucho 2% 10% 4% 4% 4%
TOTAL 100% 100% 100% 100% 100% 100% 100% 100% 100% 100% 100%

Nota: Los porcentajes hacen referencia a los resultados que obtuvo el total de la población para cada una de las ca­tegorías de respuesta en cada uno de los síntomas que estaban incluidos en el instrumento de calidad de vida.

El efecto que más reportaron los pa­cientes después de haber sido tratados, fue el cansancio, seguido por la debilidad y el insomnio. Estos hallazgos afirman que una de las principales implicaciones de los trata­mientos es la reducción de la vitalidad o la energía que tiene el paciente y que es deter­minante en la calidad de vida (Clark, Rierker y Talcott 1999).

Resultados de los efectos secundarios de los tratamientos PR- 25

Las cifras hacen referencia al porcentaje de la población que presentó los síntomas después del tratamiento.

Síntomas urinarios: Polaquiuria (78%), Nocturia (74%), Urgencia urinaria (44%), In­continencia (44%), Dolor al orinar (14%). Otras situaciones relacionadas con los síntomas uri­narios fueron las siguientes: un 36% reportó que era difícil dormir lo suficiente debido a la necesidad de levantarse frecuentemente en la noche a orinar; un 36% informó que le era difícil salir de la casa debido a la necesidad de estar cerca a un baño; y un 48% mostró que la realización de sus actividades diarias se habían visto limitadas dados los problemas urinarios.

Síntomas intestinales: Sensación de fla­tulencia (42%), sangre en las deposiciones (38%), escape involuntario de deposición (24%). Un 22% reportó que la realización de las actividades diarias se habían visto limitadas debido a los problemas intestinales.

Síntomas sexuales: Incomodidad en la inti­midad sexual (92%), disfunción eréctil (72%), problemas para eyacular (44%), inactividad sexual (26%), grado de deseo sexual (10% en absoluto, 34% solo un poco), nivel de agrado en el sexo (9% en absoluto, 33% solo un poco).

Otros síntomas asociados al tratamien­to: Calores corporales (42%), percepción de pérdida de masculinidad (40%), inflamación o crecimiento anormal de los pectorales o te­tillas (14%), ganancia de peso (22%), perdida de peso (4%).

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Resultados de la Calidad de vida QLQ-C30 V3

Estado general de salud: Se observó que no hubo una reducción significativa de la valoración y el sentido general de éste, ya que la mayoría de los pacientes señalaron los puntajes más altos; sin embargo para el 22% de los pacientes su percepción del estado general de salud disminuyó después del tratamiento. En estos casos, se vio que entre menor era el interés del paciente por el sexo, su percepción del estado general de salud era menor.

Lo anterior puede deberse a que el deseo sexual es un aspecto que ocupa un lugar importante en la concepción de salud y en la vida de los pacientes, por tanto su disminución puede generar insatisfacción, la que incide en el de­terioro de la percepción general de salud. Se observó también que entre menor era el grado de satisfacción obtenida de la relación sexual, menor era la apreciación de su estado general de salud.

En este punto, puede ser que tanto las complicaciones físicas a nivel sexual (disfun­ción eréctil, problemas de eyaculación, entre otros), como las alteraciones psicológicas de­rivadas de éstas, estén dificultando al paciente para que disfrute de sus relaciones sexuales, y así el sentido de bienestar disminuye.

Otra de las relaciones encontradas fue que entre más incómodo se siente el paciente estando en intimidad sexual, menor estado general de salud manifiesta, en este sentido la presión cultural que el hombre siente respecto a su funcionamiento sexual puede estar jugando un papel importante, ya que como lo afirma Corsi (1999) ésta, genera sentimientos de frustración especialmente cuando no se puede obtener o mantener una erección o hay dificultades en la eyaculación, haciendo de la intimidad sexual una situación incómoda, en la cual el paciente prefiere evitar ciertas conductas de intimidad y privacidad que posteriormente lleven a una relación sexual.

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Estudio de Clark, Rieker y Talcott

Todo lo anterior, se reafirma directamente con lo encontrado en el estudio de Clark, Rieker y Talcott (1999), en donde la percepción de la salud general es uno de los aspectos de la calidad de vida más sensibles a los síntomas sexuales que se dan como efecto de los tratamientos antineoplásicos.

Funcionalidad física: Ningún paciente re­portó tener dificultades para dar paseos cortos; tampoco necesitaron permanecer en la cama o sentados durante el día, ni tenían que recurrir a alguien para que les ayudara a realizar activida­des como comer, vestirse, asearse o ir al baño.

El 50% manifestó tener dificultades en cargar cosas pesadas y en dar paseos largos. Se observó que la funcionalidad física era menor en la medida que los pacientes presentaban mayor nocturia e incontinencia y mayor escape involuntario de materia fecal. En relación a la incontinencia, los hombres manifestaron que muchas veces cuando realizaban algún esfuerzo físico se presentaba goteo de orina y por ésta razón se veían limitados en los aspectos mencionados.

Respecto al segundo, expresaron que era una situación muy incómoda y restringía la ejecu­ción de ciertas actividades. De esta manera, el paciente puede verse afectado psicológicamen­te, dadas las limitaciones en su actividad física producida por los síntomas mencionados a lo que se les suman las reacciones emocionales negativas, como la vergüenza.

Lo anterior está de acuerdo con los estudios de Potosky y cols. (2000), Litwin y cols (1999) y Shraden-Bogen y cols. (1997), quienes reportan que tales síntomas alteran el bienestar y la actividad física, afectan­do así la calidad de vida.

Funcionalidad de rol:

Esta área no se vio afectada para el 68% de los pacientes. El otro 32% evidenció un cambio en esta área. Los síntomas urinarios como la incontinencia y la necesidad de utilizar ayudas para ésta, fueron los que afectaron significativamente la funcio­nalidad de rol. Para estos pacientes, la reali­zación de sus actividades cotidianas o de ocio había diminuido por lo menos en frecuencia e intensidad después del tratamiento.

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