¿Exportar Salud?

Uno de los temas económicos más ventilados en nuestros países latinoamericanos es el de las conversaciones para firmar tratados de libre comercio. Esta es una irreversible tendencia que busca ampliar los mercados, mejorar la eficiencia y la calidad, crear empleo y combatir la pobreza. Obviamente existen inconvenientes –particularmente para algunos sectores- que no nos detendremos a analizar.

El sector salud –con excepción del sub-sector farmacéutico- se ha mantenido al margen de la discusión, principalmente porque los problemas en el mercado interno, que está virtualmente agotado -ya que no crece la economía, el empleo y por consiguiente la cobertura- absorben toda la atención de los actores del sector. Otra razón es la de que cuando hablamos de exportar, generalmente pensamos en “productos” y no en “servicios”. Se pueden exportar alimentos, confecciones, medicamentos, pero no incluimos servicios de salud por ejemplo. Hasta ahora la exportación ha sido de los mismos profesionales, para su legítimo beneficio individual que sólo es de utilidad tangencial para la sociedad.

Sobre el tema hemos encontrado un par de interesantes artículos, uno del Profesor Jorge Maldonado en la revista Iladiba y otro de Francisco de Paula Gómez, de la Cámara de Salud de la Andi, escrito en el periódico El Pulso. Mientras el primero insiste en que los líderes naturales del sector somos los médicos, el segundo los menciona como unos actores más dentro de un elenco en el que participan aseguradores, hospitales y clínicas, universidades; también, la industria farmacéutica, productores de equipos médicos y dispositivos. La posibilidad exportadora de estos últimos es clara y no la comentaremos.

En cuanto a los aseguradores o EPS, hospitales e IPS, facultades de medicina y profesionales de la salud, no es fácil que puedan afrontar unidos este reto, por la sencilla razón de que las EPS tienen una posición dominante en este mercado, que no querrán soltar. Pero bien podrían ellas diseñar programas de aseguramiento competitivos para vender en el exterior y asegurar la atención con sus médicos e instituciones; el paquete podría incluir tiquetes aéreos, hotelerìa y ¿por qué no? algo de turismo. Estoy seguro que habría clientes en nuestra región y en los Estados Unidos, particularmente entre los hispanos, que ya de por sí tienen afiliación a prepagadas y vienen rutinariamente a hacerse examinar, a hacerse operar, etc. Como queda el problema de la consulta y de la urgencia, habría que contratar con médicos y hospitales del país donde vive el afiliado, poniéndole un tope o cap al gasto. El beneficio obtenido por IPS y médicos sería de esta manera secundario pero real.

Estos dos últimos actores podrían también competir unidos directamente, en particular ofreciendo servicios de alta tecnología. No sólo aquello que comentamos sobre los radiólogos de la India que le leen las resonancias magnéticas a los de Boston, sino por ejemplo en la parte de trasplantes –tan desarrollada entre nosotros-, cirugías de ojos, oídos, ortopedia, oncología, etc. Muchas personas en el exterior cuentan con seguros que pagan la atención en cualquier parte, y en nuestro medio sería más costo-efectivo.

La preocupación de Jorge Maldonado está más en la calidad de la educación (servicios docente-asistenciales, investigación), venida a menos por la proliferación de facultades y el trabajo mecánico, mal pagado y sin autonomía que se viene ofreciendo a los profesionales de la salud en el mercado interno. El médico se enfrenta a una labor donde lo que cuenta es no gastar, no estudiar, pasar las auditorias. Se rumora que algún ejecutivo de una EPS privada comentó que les convenía más un médico que no supiera mucho de medicina pero que se ajustara bien a sus reglas. Y en este orden de ideas, se han iniciado facultades de medicina e IPS propias, cuyo éxito está por verse y cuyos currículos y actividades han de mirarse con lupa, para que todo se haga por la fiducia del paciente, es decir, por su mejor interés. Un colega preparado, que tenga mucho que ofrecer, no cuenta con estímulos dentro del sistema.

Como se trata de mercados externos, aquí no juega la ley 100. Podrían entonces los diferentes actores del sistema entrar en conversaciones para diseñar diferentes paquetes que atraigan nuevos pacientes que vengan a oxigenar el exhausto sistema de salud nuestro. “No matarás” indica que la vida es un derecho humano, pero no parece ser así para la salud, pues no existe el “te han de curar”.

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