Mito de Edipo y su relación con la verdad y la mentira “el ser y no ser”

Mito de Edipo y su relación con la verdad y la mentira “el ser y no ser”(336)

DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA

“Edipo es hijo de Layo337 y de Yocasta y, por tanto, nieto de Lábdaco.

Su ascendencia se remonta hasta el propio Cadmo, fundador de Tebas. En la leyenda de Edipo adquirió tal celebridad que llegó a constituir el tema de un poema épico perdido para nosotros.

Ya en el canto XI de la Odisea aparece Epicaste (así llama Homero a Yocasta) entre las heroínas entrevistadas por Odiseo en su bajada a las mansiones subterráneas. No obstante, han sido los trágicos griegos quienes han desarrollado con mayor profusión el mito de Edipo.

“Este aparece amenazado por un vaticinio desfavorable, incluso antes de nacer.

En efecto, el oráculo de Apolo en Delfos había anunciado a Layo que el hijo nacido de su esposa estaba destinado a matar a su padre. En consecuencia, tan pronto como nació el niño, Layo, tras traspasarle con un clavo los talones y unírselos con una correa (se creía que el nombre de Edipo significaba en griego ‘pies hinchados’), lo entregó a uno de sus pastores con la orden de exponerlo en el monte Citerón. […]

Al llegar a la edad viril, Edipo visitó el oráculo de Apolo en Delfos para informarse de su destino. El oráculo338 le respondió que estaba destinado a matar a su padre y casarse con su madre. Horrorizado ante tal respuesta (determinista GSM), decidió Edipo evitar esta suerte alejándose de los que creía sus verdaderos padres. En su huida se encontró (al azar GSM) con Layo en una encrucijada de caminos y, al no querer ceder el paso, se produjo un altercado en el que perdieron la vida el rey y todos sus servidores, excepto uno. Empezaba así a cumplirse el oráculo (del destino GSM).

Más tarde llegó Edipo a Tebas, donde la Esfinge (monstruo con cabeza de mujer, cuerpo de león y alas) tenía aterrorizada a la población proponiendo enigmas y devorando a los que eran incapaces de resolverlos. Edipo descifra el enigma y en recompensa…. los Tebanos lo elevaron al trono y le entregaron en matrimonio a la reina viuda, Yocasta. Se cumplía339 así totalmente el oráculo que Edipo trataba de evitar.

Al abatirse durante su reinado una peste sobre Tebas:

Edipo envía a consultar al oráculo (destino determinado GSM) de Apolo en Delfos a su cuñado Creonte, quien regresa con la respuesta de que aquélla no cesará hasta que haya sido desterrado de la ciudad el asesino de Layo. Edipo, al oírla, maldice al culpable sin sospechar que es él mismo, y hace llamar al adivino Tiresias, quien, conocedor de la tragedia, trata de ocultar la respuesta que, finalmente, habrá de dar presionado por el monarca.

Edipo no puede creer lo que oye y piensa en una conjura preparada por Creonte. Yocasta trata de ayudarle descubriendo aquel antiguo oráculo que aseguraba que Layo moriría a manos de su hijo. Pero Layo había sido muerto por unos bandidos en una encrucijada de caminos, según había asegurado uno de los servidores del rey que había conseguido salvar la vida.

Edipo se turba. Decidido a averiguar la verdad hace venir del campo al servidor que acompañaba a Layo en aquella ocasión [y que sirve como testigo, GSM]. Los acontecimientos se precipitan. De Corinto llega un emisario para notificarle que ha muerto Pólibo y que por tanto debe ir a ocupar el trono. Edipo dice que no quiere acercarse a su madre por temor a que se cumpla parte del oráculo. El emisario, pretendiendo tranquilizarlo, le asegura que no hay nada que temer, porque Mérope no es su verdadera madre, ya que él mismo lo había recogido en un monte.

La angustia se abate sobre Edipo. Ya sólo falta que llegue el servidor que ha sido avisado para acabar de confirmar la terrible sospecha. Yocasta, al comprender que ha cometido incesto con Edipo, entra silenciosa en el palacio para suicidarse. Edipo, abatido, perfora sus ojos con unos alfileres y parte, para el destierro, de la mano de la más pequeña de sus hijas, Antígona.

Ella le guiará hasta Colono, en el Ática, donde es acogido hospitalariamente por Teseo. Aquí muere Edipo, no sin antes haber maldecido a sus hijos Eteocles y Polinices.

En esta versión nacen de la unión entre Edipo y Yocasta dos hijos, Eteocles y Polinices, y dos hijas, Antígona e Ismena…

La interpretación más aceptada del mito de Edipo es la que lo considera como un héroe solar que mata al ser del que ha surgido, las tinieblas” (Falcón Martínez et al., 1983).

Edipo es el hijo y esposo de su madre, entonces “es y no es”, al ser hijo no puede ser esposo y viceversa; al no ser que se transgreda la prohibición del incesto y Edipo, él mismo no conoce la verdad.

Layo al consultar el oráculo y conocer el vaticinio termina cumpliendo el destino escrito por el “oráculo destino”. Layo pensó que podía cambiar lo determinado; sin embargo, lo ratificó en la realidad actuando al mismo tiempo “es y no es” (buen padre). Edipo por su parte al conocer que ha cometido incesto con su madre se castiga cegándose a la realidad que no quiere ver y lo que intenta es salir de la encrucijada paradoja de ser hijo y esposo a la vez (ser y no ser, ni uno ni otro), de tal forma resuelve la disociación, la negación, y al final conoce la verdad y la muerte. Edipo vivió su vida en una mentira resuelta al final.

En este mito ¿dónde está presente el azar y el determinismo?

La respuesta la podemos hallar en cómo Edipo mata a su padre Layo en el encuentro al pasar un puente al cual se disputan los dos personajes deseando cada uno ser el primero, Layo cree que son bandidos los que le impiden el paso y Edipo algo semejante; el encuentro es por azar determinado por el oráculo destino, he ahí el azar determinado, el cual también acompaña a Yocasta quien se casa sin saber (conocer) que es su hijo, el cual supone muerto, lo mismo puesto que a Edipo se le dice que aquella Yocasta no es su verdadera madre. Al conocerse la vedad deviene la tragedia, Yocasta se suicida, Edipo se saca los ojos y viene el destierro y la muerte no sin defender su inocencia. Además toda la tragedia ya estaba supuestamente escrita o profetizada por Tiresias, por lo tanto había un determinismo como en los mitos griegos.

El complejo de Edipo lo entendemos como un conjunto organizado de fantasías y deseos, amorosos y hostiles, que el niño experimenta con respecto a sus padres.

La forma llamada positiva del complejo es el amor hacia el progenitor del sexo opuesto acompañado de odio y deseos de desaparición o muerte referidos al rival del mismo sexo. La negativa, por su parte, implica amor al progenitor del mismo sexo y odio y celos hacia el del sexo opuesto. Es importante anotar, sin embargo, que una y otra forma pueden alternarse.

Se ha dado en psicoanálisis el nombre de complejo de Edipo primario a las formas primitivas del mismo que se presentan en etapas tempranas de la vida. El secundario, a su vez, es el que aparece entre los tres y los cinco años y luego se reactiva en la pubertad.

Estas relaciones edípicas son universales y tienen sus fundamentos filogenéticos en la primitiva horda humana. Se observan incluso en los antropoides, entre los cuales es el padre-macho el encargado de comandar la horda o manada hasta que algún otro macho es capaz de enfrentarlo y vencerlo, (340).

La historia de Edipo en Colona. Cuando es desterrado de Tebas, Edipo llega a la villa de Colona, situada a una milla de Atenas, e interpreta que el dios Apolo le ha prometido

encontrar un refugio y el final de su sufrimiento en un lugar santo. Los ancianos que allí viven se horrorizan de su presencia; de acuerdo con la tragedia de Sófocles, Edipo les dice: “Mi fuerza ha consistido en poder sufrir; no en haber hecho algo que vosotros podréis oír, pero que sólo yo podré narrar… Mis actos, si son ellos los que os inspiran ese pavor hacia mí, no los realicé voluntariamente; sólo los soporté y vosotros lo comprenderíais perfectamente si me fuera permitido contaros lo que me hicieron a mí, mi padre y mi madre.

¿Fui yo el pecador? Pagar mal con mal no es un pecado, aun habiéndolo hecho sin saber lo que estaba haciendo, pues así fue. Yo no sabía el rumbo que estaba tomando. Ellos sí lo sabían341; ellos sabían que yo iba a perecer.” (Steiner J., 1997)

(Lea También: Prohibición del Conocimiento)

El coro le replica a Edipo que él ha matado a su padre, y él responde: “Sí, con justicia.

Aquel a quien yo maté, había tratado de matarme a mí primero. La ley me declara inocente, por ser ignorante de lo que hice.” Continúa Edipo manifestando que es inocente aunque se busque un secreto por el cual haya podido merecer el castigo “por este pecado que se ha vuelto contra mí mismo y contra mi sangre…”, “… y lo maté sin saber a quién estaba matando”.

Prosigue diciendo: “… no puedo ser condenado y nunca lo seré, ni por haber matado a mi padre ni por haberme casado con mi madre… ¿si aquí ahora entrara alguien y te amenazara con matarte a ti, con tomar tu vida inocente, te detendrías en ese momento a preguntarle si es su padre?, ¿o contestarías inmediatamente a su ataque? Estoy seguro que si tienes amor a la vida pagarías a tu asaltante con la misma moneda, sin pensar si estabas procediendo con justicia o no. Pues ese fue mi caso debido a un manejo de Dios. Ni mi propio padre, si pudiera vivir otra vez negaría eso”. (Steiner J., 1997)

Aquí se plantea el determinismo, la presunción de que el oráculo, el destino ya estaba escrito:

Lo cual lo hace inexorable y hace parte de todas las tragedias griegas. Se introduce además el argumento de la defensa de la propia vida y su consecuencia, la muerte del padre.

Aquí cabría una pregunta: ¿se justifica haber matado al padre, sin conocer que lo era, en defensa propia? Por otra parte, ¿se justifica que el padre, para evitar que esto ocurriera, lo haya mandado matar siendo apenas un bebé? ¿Cómo se resuelven la culpa, el destino y el conflicto? ¿Acaso no estaban la represalia y la venganza en el inconsciente de Edipo? Si me mandaron matar cuando era bebé, ¿por qué ahora no me defiendo? He ahí los dilemas de la justicia y de la realidad.

En el momento de su destierro, Edipo, lleno de odio, grita y maldice a su hijo Polinicio:

Y toma esta maldición en tus oídos: ¡te deseo que nunca puedas derrotar a tu tierra materna!; ¡que nunca puedas volver a Argos vivo!; ¡que al morir, mates a quién te ha desterrado y al hacerlo, mueras a tu vez en manos de quien tiene tu misma sangre! Esta es mi oración” (Steiner, 1997).342

Antígona, hija de Edipo, trata de ablandar el odio de su padre hacia Polinicio y le dice:

Eres su padre, y no puede estar bien, aunque te haya hecho el daño más cruel y malvado, que tú a tú vez le hagas daño a él. Déjale venir. Muchos son los padres que tienen hijos descarriados que les fastidian, pero a quienes los amigos pueden llegar a sacar de su enfado. Olvídate del presente, y recuerda las antiguas y duras cosas que te pasaron a ti mismo por causa de tu padre y de tu madre. ¿No te hacen recordar las malas consecuencias que puede tener un impulso enfurecido? Creo que sí podrás hacerlo, aprendiendo de la lección que pueden enseñarte tus ojos sin vista” (Steiner, 1997).

Parecería aquí que el funcionamiento de la memoria fuera lo primordial. Por un lado habría que olvidar (el presente) y recordar (el pasado) para aprender con la experiencia y salir del rencor o resentimiento. Al mismo tiempo, hay que pensar en los sufrimientos del pasado para compararlos con los de hoy en día.

Sófocles sitúa la conciencia moral (el superyó) en Antígona, quien representa la autoridad de lo bueno. Edipo también se podía manifestar culpable por el odio y el abandono de su hijo Polinicio; aquí podría interpretarse como un filicidio de Edipo repitiendo lo de su padre Layo. Es decir, parricidio y filicidio sería una secuencia repetitiva.

A medida que se justifica, el sentimiento de culpabilidad se hace menor y Edipo se aproxima a lo desconocido, a la muerte.

La muerte es enfrentarse a una pérdida, hacer un duelo, renunciar, pero quedar en paz con el superyó y con la realidad. La muerte significa aceptar el dolor más allá de la culpa y, hasta cierto punto, regresar al narcisismo y quedarse en la omnipotencia.

Los dioses no tienen sentido de culpa y no tienen que renunciar a nada: son omnipotentes, tienen la verdad y no necesitan justificarse. (He ahí a la vez el narcisismo primario y el secundario.) El hombre, en cambio, tiene que refugiarse, defenderse de sus propios errores mediante complejas organizaciones psíquicas, distorsionando las representaciones de la realidad y volviéndose cómplice de sí mismo para justificarse. Es así como se pervierte la verdad.

El psicoanálisis concibe la formación más primitiva de la conciencia moral o superyó en las relaciones primarias con las figuras parentales, las cuales aceptan o rechazan, toleran o no toleran, frustran o satisfacen.

Sin embargo, existen en la genética estructuras preliminares que constituyen los inicios del superyó. Por lo tanto, en la conformación del superyó no solamente interviene la relación vincular, sino también lo heredado de las generaciones anteriores. Es así también como Edipo hereda de su homosexual padre, Layo, la parte sádica, incrustada en el poderoso y cruel superyó.

En su obra Edipo en Colona, Sófocles compara al trágico héroe con una “roca en un mar salvaje del norte” que se enfrenta a la adversidad. Como en todos los mitos griegos, en el de Edipo intervienen el destino, la tragedia, la adversidad, lo heroico y la vuelta al terruño, a la madre. Edipo es enterrado con el deseo de que no se sepa en dónde está su tumba, y así se vuelve algo mágico, omnipotente y misterioso, con una sensación de presencia y ausencia continuas, (343).


336 Texto de Falcon Martinez, C., Diccionario de la Mitología Clásica I, Alianza Editorial, 1983.

337 Layo era homosexual. Había seducido a Crisipo, hijo de un amigo suyo, el cual luego profirió la sentencia de venganza sobre el hijo de Layo.

338 Podríamos preguntarnos si acaso el oráculo no es otro sino el saber inconsciente?

339 Las negrillas son mías.

340 Todas estas ideas fueron elaboradas por Freud en diferentes obras. Podríamos decir que este complejo es nuclear y central en todo el funcionamiento mental, especialmente en las relaciones vinculares objetales. Un aspecto fundamental del mito de Edipo es que éste solamente se saca los ojos (ceguera, no poder ver el mundo externo, la realidad y la verdad) cuando “conoce” o “sabe” que es él quien ha matado a su padre y desposado a su madre.

341 Las negrillas son mías.

342 Recordemos aquí que Layo odiaba a Edipo aun antes de nacer éste, a causa de la amenaza de muerte pronosticada por el oráculo.

343 Freud, A., (1916-17). “Lección Introductoria”, SE, T. 15 y “Tres ensayos sobre una teoría sexual”, (1915) S.E., T. 7

 

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