El Azar Determinista, Introducción

DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA

I.

La temática del “azar” ha sido estudiada mucho antes del siglo XX y vale la pena ahora adentrarnos a ella según sus perspectivas científicas. Pido cierta tolerancia con respecto a al­gunas afirmaciones, las cuales posiblemente no sean todas ciertas con respecto al problema o problemas que están fuera de mi alcance como son los de las matemáticas que me limitan por no ser mi especialidad.

Conocemos como el “azar” está presente en todos los seres humanos y en nuestra visión del mundo y es lo que solemos designar en ocasiones como “destino”, “suerte”, “lo fortuito”, “la casualidad”, “lo aleatorio”, “lo coincidente”, “lo eventual” y a lo que no le podemos dar racionalmente explicación y que para algunos es, lo caprichoso de la vida.

Si bien como ya lo anote tengo carencias en mi formación matemática y algunos vacíos filosóficos y fallas mnémicas por esta razón se me plantean muchas dificultades en el abordaje del concepto del azar; sin embargo, para mí es un reto conceptual emprender esta tarea con toda la dedicación de un investigador ávido del conocimiento y que no renuncia al trabajo que implica penetrar en esos campos, aceptando sí que soy un estudioso de esas disciplinas; esta temática es en la que me sumerjo y lo hago acompañado de la incertidumbre sin renunciar a la gratificación que me da el estudio, el cual me lleva al conocer mas no sin negar que siempre el hombre navegó y navega en lo incierto.

Ver también:

  1. El Azar Determinista, Junta Editorial
  2. El Azar Determinista, Agradecimientos
  3. El Azar Determinista, Prologo al Libro
  4. El Azar Determinista, Prefacio

Hace algunos años estaba escribiendo el libro Psicoanálisis y la Teoría de la Compleji­dad:

Publicado en el año 2002, y me encontré con la inquietud de esta temática que tenía en mente muchos años atrás, más exactamente sobre el “determinismo y el azar”; por esta razón me dediqué al estudio de estas ideas y a revisar los textos que se habían publicado así como aquellos que aparecieron posteriormente.

Por esa misma época mi amigo y colega el Académico Adolfo de Francisco Zea me hizo una visita y trajo de regalo el libro “El Azar y la Necesidad(4); la última edición había apa­recido en abril del año 2000.

Este libro fue para mí una de las piedras preciosas para aden­trarme más en las temáticas del azar en que aparece cómo la naturaleza, la cual en mi saber y entender, tiene objetividad y se demuestra proyectivamente en los hechos que el hombre des­cubre; en estos aconteceres se manifiestan múltiples fuerzas que a través de los textos iremos nombrando y contextualizado; aquellas fuerzas con sus energías, las configuran fenómenos que surgen regularmente en forma repetitiva; he ahí el concepto de ciclo (sustantivo griego “kiklos” que significa círculo o ciclo); lo que equivale a una serie de fenómenos que siguen un orden determinado, en un periodo después del cual se repiten los mismos en el mismo orden.

Aquí podemos asociar esto con el ciclo solar, lunar y planetario, galáctico e intergaláctico a nivel macroscópico que se pasa de lo circular a lo espiral ascendente causada esta geometría por la relación materia-energía, espacio-movimiento; y, a nivel microscópico los ciclos vita­les que se presentan desde el inicio de la vida hasta el fin de la misma.

Pensemos solamente en algo muy simple, los latidos del corazón con sus ritmos cardiacos, con su frecuencia y sus intensidades; entre cada periodo de intensidad y frecuencias, hay un periodo de intervalo, “una cesura” sin excitabilidad y señalización de la excitabilidad car­diaca, más esta se repite (5).

De la misma manera ocurre en los ciclos biológicos (por ejemplo en el de la menstruación de la mujer hasta que llega a la menopausia y la amenorrea); aquí se incluyen los ciclos hormonales, el ciclo respiratorio relacionado con el cardiovascular, el ciclo de vigilia y de sueño (día y noche) que se interrelacionan, así mismo con el de caminar y el de reposo en forma horizontal o sentada.

La misma biología molecular se organiza cícli­camente para producir señales y estructuras funcionantes, produciendo estructuras complejas siempre exactas, puesto que se es este elemento, o se es otro; he ahí “el ser y no ser”; por ejemplo, se es adenina, timina, citosina o guanina en sus posiciones exactas o no se es; se tie­nen los enlaces hidrogenados y los fosfatos para constituir el ADN o no se realiza esta estruc­tura bioquímica en forma simétrica o asimétrica; he ahí también la presencia del todo o nada como ocurre con las fibras cardiacas (o se contraen del todo o no lo hacen), (A. De Francisco).

De la misma manera ocurren los ciclos psíquicos anímicos e instintivos que funcionan en su interrelación con los biológicos; es así también como aparece el día, el despertar y la noche el dormir, la luz y la oscuridad o entrar después de haber salido como lo expresaran los antiguos egipcios. Todos estos ciclos y otros más pueden probarse por sus registros.

Los mismos cristales, las piedras preciosas sus moléculas son simétricas; recordemos el fenómeno de las llamadas células hexagonales de Bénard en forma de paneles que se auto-organizan a través de millones de moléculas con un patrón geométrico exacto; a medida que el sistemas se aleja del equilibrio y de su temperatura uniforme.

Así se llega a un punto crí­tico de estabilidad en el que aparece el “patrón hexagonal” ordenado; lo mismo ocurre con el campo en la mezcla de líquidos (agua y aceite) que se presenta ya no la hexagonalidad, sino la circunferencia, la cual al tomar velocidad en el espacio se convierte supuestamente en espiral.

Así como acontece con los átomos, las moléculas y las células también acontece en el cosmos; por ejemplo, el hidrógeno como materia prima emite radiación solamente cuando el electrón toma la posición levógira y cambia su sentido de rotación y se hace dextrógira en un periodo cíclico; esto se produce cada 11 millones de años y se manifiesta por una radio-dimensión en una longitud de onda de 21 centímetros, o sea 1.420 MHz por segundo. Así también sobrevienen los pulsares, las estrellas binarias, en todas las galaxias.

El lector podrá darse cuenta que estamos analogando hechos, aconteceres y lo hacemos gracias al conocimiento científico con los conceptos témporo-espaciales; es por esto por lo que a estas alturas tenemos que contar cómo y con qué medimos distancias o longitudes, y cómo las distancias llegan a ser enormes, y en las expresiones normales se denominan angs­trom (6); un centímetro equivale 10 a la 8 angstrom y luego pasamos a la dimensión años luz.

El mismo tiempo a esos niveles cósmicos los convertimos en espacio, el cual de él deducimos el tiempo empleado para recorrerlo y no existe otro medio para determinarlo. Así también denominamos “tiempo y espacio cósmico” que tiene sus diferentes movimientos y ciclos.

Sin embargo, dentro de toda esta concepción cíclica témporo espacial llegamos a la infinitud que carece de límites, y todo lo demás aparece indefinido, desconocido sin medida, pero sí con posibilidad de estimar su presencia; de la misma manera llegamos al “concepto de infinito”; en cuanto no sólo a lo témporo-espacial sino a lo causal, pues el ser humano no tolera fácil­mente lo desconocido y necesita una explicación racional para entender todos los orígenes, los cuales la mayoría de las veces los ubicamos en las fuerzas de la materia-energía que son una misma cosa y se comporta de una u otra manera a la vez, como su consecuencia la luz; todas reguladas por esa magnitud cósmica infinita e incomprensible (hasta el presente).

Este concepto de medida ha sido estudiado por filósofos y físicos; fue así como el concepto materia-energía se llevó al de funciones de onda calculada por la ecuación de Schrödinger(7)

A todo ello (el infinito) la humanidad le ha llamado Dios o todos sus nombres (8). En rea­lidad el infinito es algo metafísico conceptual e incógnito para el ser humano; y lo indefinido puede convertirse en algo conceptual abstracto matemático. Este último concepto es muy importante tenerlo en cuenta para el desarrollo de toda esta temática del “azar determinista” y del “destino”.

Los textos consignados en esta obra parten de los sistemas naturales y a la vez cuándo y cuánto se podrán preguntar ¿de dónde vienen ellos?, ¿quién los programa?, ¿qué, cómo o cuál es el fenómeno que lo determina?, ¿por qué y para qué? ¿Tienen ellos un proyecto, meta o fin para realizar una explicación?, ¿pertenecen los programas a fuerzas externas e internas de la naturaleza que no son conocidas todas ellas por el hombre?

La respuesta a todos estos interro­gantes puede ser positiva, porque si bien han transcurridos milenios, en preguntarse, todavía desconocemos múltiples respuestas a incógnitas que nos plantea el hombre en el universo.

El mismo universo podemos cuestionarlo si es autónomo o es secundario, porque la autonomía se establece en un inicio para ese principio y luego se produce para dar la forma y sentido dentro de todo un desarrollo impuesto por la misma naturaleza. También podemos preguntar­nos no solamente sobre lo común a la simetría y asimetría que rige la naturaleza, sino sobre la tendencia a la igualdad, a lo idéntico, a la integración, a la tendencia a la invariación y a la reproducción invariante y, dentro de toda esta conceptualización aparecería el desarrollo y la evolución de nuestro planeta tierra y la vida dentro de él, y, obviamente, el hombre como es­pecie más evolucionada conocida, la cual presenta una serie de incógnitas sin resolver como es la que le “acompaña en el, o en su destino”.

Aquí se me ocurre pensar que “el hombre puede ser otro eslabón dentro de la cadena de la evolución”, pero que en el fondo tiene una tendencia a una nueva organización, ordenación, simetría, integración para llegar a otra armonía9, en una escala elíptica evolutiva de transfor­mación.

Ahí también entraría el secreto de la vida, el imaginar una perfección y un equilibrio. Aún más, si analizamos más profundamente los aconteceres del siglo XX para llegar al siglo XXI, observamos que están ocurriendo cambios tecnológicos con gran rapidez, para buscar y determinar las organizaciones genéticas con la tendencia no solamente a la conservación, reproducción de las estructuras sino de una nueva reordenación que impida malformaciones, y, aún en el fondo, allí está la tendencia a la conservación de la vida o sea la búsqueda de la inmortalidad, por ejemplo con el estímulo de la telomerasa del gen 14. He ahí el mito meso­potámico después del diluvio y el sueño de Gilgamesh.

Todo esto no excluye una serie de “paradojas” que participan en toda esta curiosidad re­presentada en la ansiedad de la búsqueda de nuevos órdenes y entre ellos podemos incluir el psicosocial, en el cual se busca también una igualdad, la equidad, en derechos, deberes, liber­tades y poderes.

Esto también podrá apoyarse siempre y cuando exista la “transformación del Yo con la renuncia al Yo por el nosotros”; es decir, la consciencia social colectiva que signifi­ca el ser, el hacer y el tener, de y por todos como “una necesidad unitaria”; en esta necesidad también se incluye el azar como otra posibilidad de un hecho.

¿Este puede aparecer como una nueva utopía o una condición inexorable del ser humano en su evaluación? La respuesta la dejo abierta para los estudiosos del ser en el mundo de la evaluación.

¿Es el “azar una necesidad” y pertenecen (azar y necesidad) al determinismo?

La respues­ta puede variar de acuerdo con las perspectivas a las cuales nos enfrentemos. La necesidad corresponde más a la naturaleza del ser y supone necesariamente un proceso de evolución y desarrollo con un fin, una prioridad, un principio de causación, una temporalidad, que en el ser humano termina en el ser, en su existencia, sin apartarse de todo lo aleatorio del azar y del destino; de ahí que nos referimos a la filo y ontogenia, distinciones radicales entre los seres vivos, para llegar al ser humano.

Sin embargo, preguntémonos: ¿si el azar está determinado entonces podremos referirnos al “azar determinista” con sus teorías devenidas de la práctica? Aquí surgen otras preguntas: ¿el azar es solamente una hipótesis, una teoría especulativa, una concepción explicativa, una teoría físico-psíquica o una teoría psicoeléctrica o cuántica? La respuesta puede ser afirmativa de acuerdo con los parámetros que evaluamos la teoría; sin embargo, en esta obra se tratará de plantear “una hipótesis teórica” para tratar respuestas del tan “difícil tema del destino enla­zándolo éste último al determinismo causal que proviene de la naturaleza cosmológica”.

Para ser simplista, por ejemplo, se intenta estudiar la capacidad intuitiva global del ser hu­mano dentro de todo el aparato mental que funciona de acuerdo con los diferentes determinis­mos psico-biológicos dentro de los cuales se encuentra la física y la química cuántica, además de todas las funciones psicodinámicas bien analizadas por el psicoanálisis, por la psicología clásica cognitiva y conductual, además por la filosofía; en todas estas disciplinas operan con sus métodos específicos; lo que intento también aquí es utilizar todos estos hallazgos y cono­cimientos para entender más y mejor al hombre (ser vivo); me valgo de estas ciencias antes mencionadas y que comprenden las actuales neurociencias para traspasar barreras que están teñidas de pesimismo, subjetivismo, pensamiento mágico omnipotente, pseudo-cientifismo, ignorancia, arrogancia, desconocimiento, porque todavía no hay pruebas reales que validen los hechos de observación y los frustrados experimentos, especialmente en el campo de lo paranormal.

Realmente el “azar” también carece de rigor y firmeza científica, porque no existe com­probación, evidencia y verificación del determinismo (causa-efecto) que lo produzca. A la vez para poder afirmar que un fenómeno pertenece a un principio físico o químico o electrónico o cuántico o psicofísico cuántico, se requiere necesariamente de una explicación y una inter­pretación comprobada, lo cual todavía no se ha logrado.

Lo único que se puede realizar son “postulaciones de teoría con hipótesis”, las cuales se tratan de llevar a igualdades a través de las ecuaciones matemáticas. Tengamos en cuenta que es obvio cómo no todo puede explicarse con las mismas leyes y de la misma manera; sin embargo, existe una interrelación con el Todo (fuerza-energía- masa-movimiento/ E= mc²).

Algunos se preguntarán ¿por qué no se enuncia desde un principio la influencia de la cul­tura en el hombre, haciendo alianza con la naturaleza?; esta pregunta se basa en que es una realidad que el medio ambiente (mundo externo) permite al hombre su adaptación, su trans­formación y cambio, a través de la historia para adaptarse y a la vez ser y abrir el camino del pensar sin ignorar los impulsos (fuerza) aún proyectivos de la necesidad. En todo este contex­to opera el principio del desarrollo y evolución de la naturaleza movida por la energía.

Conocemos cómo los milenios han pasado; después de aparecer en las escrituras cunei­formes en Mesopotamia, ciertos hechos que organizaban al hombre en las ciudades y los le­gislaba; de la misma manera, ocurría en Egipto. Los griegos con Homero (800 a.C.), plantea­ron los hechos heroicos construyéndose mitos, leyendas y dioses que promovían contiendas causantes de infinitos males; sin embargo, ya existían los valores de justicia, equidad, honor, dignidad, respeto, jerarquías sociales, ideales, prudencia, muerte gloriosa, cantos, temores, deseos, emociones, hazañas y desdichas, sueños y pesadillas; además milenios antes ya se creía en Dios.

De allí se partió 200 años más tarde a Tales (624-547 a.C.), quien planteó la filosofía como “intuición” y la explicación de los fenómenos naturales con explicación causal. Así se llegó a Parménides y Heráclito con la inmutabilidad de las cosas, el incesante movimiento y la unidad de contrarios (Demócfito 480-367 a.C.) así como con el principio de orden de Anaxágoras (500-428 a.C.).

Pitágoras en la Grecia Clásica (530 a.C.), promulgó entre otras cosas el pensamiento mís­tico religioso, y aconsejaba una vida ascética con ritos de purificación, entendiendo básica­mente el cultivo de las matemáticas como purificación moral; su concepción de la naturaleza fue a partir de las relaciones numéricas; por lo tanto, el número era el principio energético de las cosas, responsable de las armonías, lo que implicaba una unidad de multiplicidad de los hechos, entre ellos, los sonidos; así se llegó a un todo ordenado, a lo determinado e in­determinado, a lo unitario y a lo múltiple, a lo finito y a lo infinito, al límite y a lo ilimitado, a lo par e impar; es decir, a una serie de principios opuestos.

A todas estas ¿qué es energía y a cuál nos referimos? La respuesta se puede considerar de distintos puntos de vista que son contemplados en el capítulo III.

Entiéndase el término “número” como signo de cantidad en el espacio, tiempo y movi­miento en que se diferencian y se determinan los objetos como unidades para llegar a ser otra unidad. Cuando apareció Sócrates (399 a.C.) con sus postulados sobre la ética, la compren­sión objetiva de los conceptos de justicia, amor, virtud y el “conocimiento de uno mismo”, lo hizo con el concepto de unidad y en especial utilizó la lógica racional para buscar definiciones generales.

A este gran filósofo le siguió Platón con la influencia pitagórica y con el postulado de “el no ser también de alguna manera es”; Aristóteles lo cambia con: “es imposible que una cosa sea y no sea”; así se construyó la psicología aristotélica sin poder resolver el pro­blema ontológico del universo. Cuando nos referimos al término “universo”, lo hacemos en relación en una totalidad, a un conjunto, a un todo que la envuelve o lo contiene.

Al considerar que en el universo entero hay finalidad, sin poderlo demostrar, pero sí como una inferencia, puesto que el universo sería para “bien de algo” y “todo procedería de la noche” para un orden y bien del universo; así “la única verdad es la realidad o la realidad verdadera”(10); así se llega a la tautología, la cual se refiere a la repetición de un pensamiento expresado en distintas maneras (concepto básico para entender el destino).

Pienso que el destino y el determinismo han sido estudiados desde milenios y con diferen­tes perspectivas, dentro de ellas está la psicoanalítica. En el trabajo del médico psicoanalista E. Matijasevic Determinismo y responsabilidad(2004); por ejemplo, se traen conceptos de la Iliada de Homero y las “alianzas inexorables” entre Zeus, la Moira y las Erinias “cau­santes de todas las desgracias”.

He aquí la racionalidad e irracionalidad, la interpretación y la explicación provenientes del mismo hombre; de la misma manera ocurre con los sueños que se forman y aparece la justificación: “esto no he sido yo, sino veo al otro hacer”; (aquí se encuentra, desde el punto de vista psicoanalítico, la identificación proyectiva, la disociación como mecanismo natural para no responder por la culpa y el miedo al castigo sin salvación [muerte-castración]). Es así también como el ser humano se protege de la castración y la muerte producida por el otro y por la desobediencia al otro, a la superioridad del otro y crea un ser supremo omnipotente que regule y controle, al cual se pueda someter protegiéndose de su destrucción y permitiéndole al destino del llamado Dios y a la vez de su propia muerte.

(Lea También: El Azar y el Inconsciente)

En todo este entendimiento sobre la creación de Dios, desde el punto de vista psicoanalíti­co, están incluidos los conceptos del bien y del mal, el complejo de Edipo, las contradicciones de la vida y de la muerte y la búsqueda de una eternidad ubicada proyectivamente en los dio­ses o en un solo Dios.

El “no soy yo si no los dioses”, el afuera (Dios), intenta e implica apla­car la ansiedad producida por el determinismo (causa-efecto). Es así como podemos entender que el psicoanálisis integra, une al Yo y lo hace responsable del Yo soy Yo.

Aquí puede surgir la pregunta si ¿el hombre creó a Dios para hacerlo responsable de su creación y destino? Si bien lo pudo crear “con un fin”, también lo puede hacer por que necesita defenderse (el hom­bre) de su ignorancia y “crea el concepto de origen y causalidad” en un ente Dios. Sin embar­go cualquiera podría argüir que Dios no nació o se originó simplemente porque era necesario para “el hombre”, más cuando aquél Dios está más acá o más allá de la lógica y no requiere explicación o interpretación; es por sí mismo y así está (de manera infinita) como “creador y divina providencia”.

Con esta manera de conceptualizar los orígenes se termina cualquier cuestionamiento y se determina el principio de causalidad. He ahí la necesidad de responsa­bilizar al otro, por que el Yo no puede responder por el miedo (no fui yo, yo no fui)11.

En la obra citada Ciencia Mitos y Dioses, (2005), traigo algunos pensamientos al respec­to: proveniente del premio Nóbel Francois Jacob que dice: “Nada hay tan peligroso como la certeza de tener razón.

Nada resulta tan destructivo como la obsesión de una verdad tenida como absoluta”. K. Friederich Gödel (12) dice: “Como en cualquier ciencia la ausencia de contradicción es indemostrable pero está presente; además ninguna ciencia tiene carácter absoluto, ninguna teoría del ‘todo’ puede justificar la existencia del universo, y ésta, hasta ahora, no se ha encontrado, y es aún imposible porque sería comprender el Todo, lo que significa el infinito de los sistemas formales de complejidad creciente”.

Además si existe la creencia y la fe en Dios, no se requiere del pensar más y de pruebas que la sustenten. Si no se cree y no se tiene fe, no hay prueba que valga. A todas estas, criticar es más fácil que asumir el precio del pensar, preguntándose a cada paso, para luego tomar decisiones sobre si creer o asumir una posición distinta.

Más aún la ciencia absoluta tendría que ser infinita y por ahora la ciencia que parte del hombre es finita y solamente la infinitud es una posibilidad conce­bida por el hombre, (Sánchez Medina G., 2006), (13).

De todas maneras el hombre sigue cuestionando los orígenes del universo, y a cada paso surge la necesidad de ubicar el principio de causalidad en fuerzas, energías incógnitas o des­conocidas, a las que el ser humano quiere darles un nombre y al no encontrarlo la causa primigenia termina llamándolo Dios.

Por lo tanto, a través de los textos se volverá hacer alusión a estas necesidades y conceptos explicativos, en muchas ocasiones incomprensibles, más cuando nos encontramos con lo finito e infinito.

Aquí la pregunta: ¿será que la infinitud es sólo probabilidad y corresponde a un concepto que pertenece a lo incomprensible? La respuesta la dejo para la historia y para la confluencia de los pensamientos matemáticos y filosóficos que nos den un explicación, sin entrar en lo taxativo y evidente, más con posibi­lidad de quedarnos en la ambigüedad, en la incertidumbre y en la incógnita, aceptándolas y al mismo tiempo comprendiendo la presencia de los pares antitéticos o contradictorios están presentes constituyendo la dinámica del universo. De tal manera, no hay una sola verdad o principio actuante sino varios o todos a la vez.

De lo anterior se puede concluir cómo el pensamiento científico fue progresando para llegar al estudio de los hechos probabilísticos y deterministicos.

Conocemos cómo todas las leyes están ahí puesto que son hechos de la naturaleza y sólo falta descubrirlas, lo cual toma su tiempo; por ejemplo, desde los griegos se conocía el átomo, más no sus estructuras y obviamente nunca se pensaba en las dimensiones nanométricas y las funciones de onda a las cuales nos referimos hoy día.

Otro de los ejemplos, son las verdades que la van cambiando; por ejemplo, en tiempo de Galileo la verdad del sistema heliocéntrico fue transformada a otra realidad más; a fines del Siglo XIX, con la comprensión de la física atómica de Boltzmann y todo lo todo lo descubierto en el primer cuarto del siglo XX.

Entiéndase cómo los mismos conceptos filosóficos fueron cambiando y vino la revolución científica con reflexiones epistemológicas, los supuestos acerca de la ciencia, el positivismo lógico del círculo de Viena (que luego desaparecería), la escuela de Frankfurt y cómo se llegó a mediados del Siglo XX, al interés en la teoría científica de las estructuras, sus articulacio­nes, el poder explicativo, las relaciones con otras ciencias, el problema del determinismo que reaparece en la física y fuera de ella, el pluralismo ontológico basado en el realismo interna­lista de Putnam, la teoría del caos, y la teoría ergódica, que llevan a conclusiones contradic torias, acerca del carácter determinista e indeterminista de los sistemas de estudio. Ahora nos enfrentamos a toda la teoría de la física cuántica u ondulatoria para la comprensión de la teoría del caos y la complejidad.

Pasaron los siglos y siguieron los filósofos con sus teorías, teoremas, axiomas, paradojas, para luego llegar al cálculo, a la probabilidad, a la estadística, a la matemática y éstas aplicadas a las neurociencias.

Todas ellas asociadas con el destino, el libre albedrío con sus consecuencias para tomar decisiones aceptadas o erróneas con varia­bles fijas e inmutables que encadenan las decisiones y por ende al propio destino y con ello a lo trascendente, no sin situarnos en paradojas, sin salidas en “la incertidumbre e incompren­sión en la probabilidad”, y en todos los peligros que cada uno de estos postulados nos pueden acarrear, si es que los consideramos los únicos determinantes de la actuación humana.

De una u otra manera, el ser humano siempre trata de llegar a un diagnóstico y aún al diagnóstico de probabilidad con pruebas favorables y los supuestos de probabilidad inicial con los métodos en que también opera los métodos inductivos y deductivos.

Así vino el Siglo XVI y XVII con Copérnico, Kepler, Galileo, Bacon, Newton, Descar­tes, Spinoza, Leibniz y Pascal. A ellos le siguieron los Siglos XVIII, XIX y XX con Goethe, Lavoisier, Newton, Hobbes, Locke, Berkeley, Rousseau, Kant, Schelling, Hegel, Comte, Stuart Mill, Spencer, Marx, Schopenhauer, Nietzche, Whitehead, Darwin, Humbolt, Bernard, Pasteur, Shannon, Poincaré, Husserl, Kierkegaard, Saussure, Piaget, Freud, Jung, Adler, Po­pper, Heidegger, Penrose, Jasper, Sartre, Einstein, Planck, Böhr, Bohm y Born, Schrödinger, Pauli, Pauling, Prigogine, Heisenberg.

Todos ellos bien conocidos y nombrados de una y otra manera, han intervenido en el estudio de las ciencias. Aquí viene una pregunta: ¿será que en el Siglo XXI volveremos a toda esa cosmovisión numérica pitagórica para comprobar y co­rroborar cuantitativamente cualquier hecho, o no estaremos ya en ello? La respuesta la dejo a los filósofos de la ciencia que reflexionen al respecto.

Cuando Freud en 1916 -1917 (14), refiriéndose a “los síntomas neuróticos como los actos fallidos y los sueños, un sentido propio y una íntima relación con la vida de las personas en los que surgen”. Esta temática de los “actos fallidos y los sueños”, además de los fenómenos aparecidos en la “Psicopatología de la vida cotidiana” (Freud, S. 1901)15 serán objeto de un estudio más amplio y en ellos aparece el determinismo y el azar específico.

El pensamiento científico del Siglo XXI es más de multicausalidad (16).

Actualmente nos encontramos con el premio Nóbel del año 2000 Eric Kandel y sus colaboradores y antecesores en el estudio de las neurociencias; de alguna u otra manera en este texto se hará alusión a ellos, así como se hace en el texto que le precede denominado “Cerebro-Mente” (Pensamiento cuántico) (2009) escrito dentro de un equipo de investigación de un médico psiquiatra psicoanalista, un físico matemático electrónico y un químico molecular. Algunas ideas sobre esta temática están en la obra “Ciencia, Mitos y Dioses” (2004).

En Colombia en el V Simposio de la Sociedad Colom­biana de Psicoanálisis del año 2004 el médico psicoanalista Eduardo Laverde Rubio presentó

un trabajo sobre el “Determinismo Psíquico. Una hipótesis para refutar”, (17); más adelante aparecieron los trabajos: “Determinismo y Responsabilidad” (18) del médico psicoanalista Eugenio Matijasevic y “Determinismo, explicación e interpretación en psicoanálisis” (19), del doctor Miguel Uribe Restrepo. Estos trabajos me han sido útiles para confrontar ciertos conocimientos, sobre el determinismo, el indeterminismo y el azar.

Aquí quiero hacer una anotación, y es la que se refiere al “determinismo psíquico y a la fatalidad”. El determinismo desde el punto de vista psicológico y aún desde el punto de vista científico es un marcador de causalidad, el cual determina una serie de consecuencias que en el hombre operan, puesto que estamos hechos de materia (físico-química) y energía, más aún cuando entendemos a estas dos como una alternancia y unidad.

La “fatalidad” existe si aparece el “si” o el “no” definitivos y no condicionales que provocan diferentes variables; por ejemplo en la fatalidad, de la tragedia, se supone que existe la reacción violenta, las reacción de parálisis, de huida, la no reacción inmediata y luego la consecuencia de búsqueda de otra solución.

Entonces ¿qué ocurre? La respuesta es que inexorablemente “deviene el destino” proveniente del impulso de vida o muerte (creación y destrucción); he ahí el determinante. De todo esto partimos a múltiples relaciones con los conceptos científicos de Galileo, Newton, Copérnico y los de finales de Siglo XIX, XX y ahora en el XXI a los que el lector indefectible­mente va a tener que enfrentarse cuando introduzcamos el concepto de la “física cuántica”.

Nos encontramos con ese amplio espacio de las influencias del inconsciente que deter­minan la conducta del hombre y que abandona la racionalidad, la sinrazón oponiéndose a la razón como gran paradoja de la lógica; estas dualidades son contingentes, y operan en la psicopatología, en los fenómenos psíquicos normales o anormales, en el proceso del psi­coanálisis y en los distintos factores que comprenden la serie complementaria y compleja.

Podemos deducir que Freud, pertenecía al pensamiento científico del Siglo XIX y luego a las primeras décadas del XX, estaba imbuido por el principio de causalidad y el determinismo; así fue como se encontró con el “concepto del destino” aceptado por el mismo. Con respecto al Complejo de Edipo y el Superyó, S.

Freud en su obra: “El problema económico del maso­quismo” (1924), hace alusión a la autoridad que se inicia con los progenitores y escribe: “La última figura de esta serie iniciada con los padres es el Destino, oscuro poder que sólo una limitada minoría humana llega a aprehender impersonalmente.

No encontramos gran cosa que oponer al poeta holandés Multatuli, cuando sustituye la Μοτφα de los griegos por la pareja divina Αογοζ χαι Λναγχη; pero todos aquellos que trasfieren la dirección del suceder universal a Dios, o a Dios y a la Naturaleza, despiertan la sospecha de que sienten todavía estos poderes tan extremos y lejanos como una pareja parental y se creen enlazados a ellos por ligámenes libidinosos. En el apartado XV de este volumen (El yo y el ello, 1923) he inten­tado derivar el miedo real del hombre a la muerte de una tal concepción parental del Destino. Muy difícil me parece libertarnos de ella” (S. Freud, 1924).

No podemos negar la existencia de las dos pulsiones de vida y muerte ya explicitadas por Freud en Más allá del principio del Placer, 1920 (20) y explicadas desde el punto de vista biológico en el Capítulo XX de la obra “Psicoanálisis y la Teoría de la complejidad” (2002), pues como allí lo expongo “parecería que nuestro organismo está diseñado para una auto­rregulación de fuerzas, que, en toda la complejidad de funcionamiento tiende al orden, al equilibrio, el cual puede llegar y llega al desorden y caos para luego repetirse (21).


4 Ensayos sobre la filosofía natural de la biología moderna, escrito por Jacques Monod

5 “Se repite porque está autorregulada por el mecanismo de excitabilidad propia de las fibras nerviosas del miocardio, esa “cesura” es un descanso que no produce actividad, como de la excitación de las fibras y es más prolongada que la excitabilidad misma. Se descansa más (reposo) de lo que se trabaja” (Comentario de A. De Francisco, 2010). Estos pensamientos como otros que aparecen a pie de página surgieron del Acadé­mico Adolfo De Francisco que me hizo en su acuciosa y profunda lectura.

6 Medida utilizada en microscopía equivalente a 10 millonésimas partes de 1 mm.

7 Realmente podemos afirmar que W. Schrödinger fue quien postuló la mecánica ondulatoria que pertenece a la cuántica como una teoría para explicar la estructura atómica.

Los postulados de Schrödinger articulan los de De Broglie y los de Planck y Heisenberg y los valores del modelo atómico de Böhr La función de onda la cual se explicará más adelante y referida a las ondas descritas por De Broglie (1892-1987) (Premio Nóbel francés por su descubrimiento en la naturaleza ondulatoria de los electrones), debe satisfacer una función, la cual determina una solución a las funciones de onda y a los niveles de energía del sistema.

Las funciones de onda permiten el cálculo de todas las características medibles del sistema. La forma general de la ecuación de onda se realiza para ondas que viajan a lo largo de un eje.

Las ondas de De Broglie están ligadas a la energía total que permanece constante. La frecuencia de onda de De Broglie se asocia también a la partícula que permanece constante. La ecuación de onda de Schrödinger es aquella igualdad (que contiene una o más incógnitas) e implica un cálculo matemático diferencial (las variables pueden involucionar funciones desconocidas y algunas deri­vadas ordinarias o parciales; por ejemplo, que dependen de una curva [en forma ordinaria] o parciales que dependen de variables), que depende de una o más variables.

La ecuación se refiere a mediciones (operacio­nes) de ondas estacionarias de diferente energía; por ejemplo, el movimiento de una cuerda de guitarra nos ayuda a comprender el concepto de “onda estacionaria”; la cuerda de guitarra vibra pero no se desplaza; por eso es estacionaria. Se llama “nodo” a un punto que no se mueve. En las longitudes de la cuerda hay puntos extremos que están fijos y hay puntos en donde la onda no se mueve y está en un punto fijo intermedio.

Para poder resolver la ecuación de onda de Schrödinger se requiere de herramientas de cálculo complejos.

Aunque la ecuación no tiene en sí significado físico, el valor de la función de onda al cuadrado, representa la distribución de probabilidad de encontrar al electrón en cierta región del espacio, también denominado densidad electrónica. La ecuación de Schrödinger inició una nueva era para la física y la química y abrió un nuevo campo: el de la mecánica cuántica también conocida como mecánica ondulatoria, (Mecánica cuántica y orbitales atómicos.

https://www1.ceit.es/Asignaturas/quimica/Curso0/MC+orbitales.htm). Por su parte, cuando nos referimos “al cuadrado de la función de onda” 2Ψ, lo hacemos a la probabilidad de encontrar al electrón en una región determinada (principio de Heisenberg); aquí aparece el modelo orbital (según el espacio en la que hay una máxima probabilidad de encontrar al electrón).

Las funciones de onda y las energías correspondientes pertenecen a los sistemas que podemos resolver a través de la ecuación de Schrödinger; a su vez la energía potencial puede variar con la posición de las partículas; el proceso de las funciones de onda debemos contemplarlo en las diferentes regiones en que se presenta para lo cual tenemos que acudir a las ecuaciones matemáticas para su determinación. En realidad, “la tarea de resolver la ecuación de Schrödinger puede ser muy difícil, dependiendo de la forma de la función de energía potencial.

Como se ha indicado, la ecuación de Schrödinger ha sido en extremo útil al explicar el comportamiento de los sistemas atómicos y nucleares, en tanto que la física clásica ha fracasado al intentarlo.

Además, cuando la mecánica ondulatoria se aplica a objetos macroscópicos, los resultados concuerdan con la física clásica, como requiere el principio de correspondencia”, (Serway RA., (1992). Física, Tomo II, Cuarta Edición, Editorial Mc Graw Hill, Capítulo 41, Mecánica Cuántica, ps. 1196-1214, México. La negrilla es mía.), (G. Sánchez Medina y J. Márquez Díaz, 2009, pág. 485-486).

8 El concepto de “infinito” se llevó a la de identificación con la “entidad” infinita e incomprensible de Di­vinidad Creadora o Dios. Para los griegos y luego para los judeo-cristianos ha sido útil esta concepción; sin embargo, para el físico matemático Steve Hawking, es inútil e innecesario para la ciencia.

9 “Armonía cuya suma de sus partes es superior a las “partes” tomadas aisladamente; eso ocurre también en las partes individuales de un ente y el valor superior de su interacción con el ser humano total”, (Comentario de A. De Francisco, 2010).

10 Prezioso, F., “Teoría del Destino”, Libro electrónico, Editorial Anillo Egon, 2003.

11 Esta temática está desarrollada ampliamente en la obra Ciencia Mitos y Dioses en el cap. VI en Ideas y orígenes del concepto de Dios, pág. 121, capítulo VII Ciencia y Dios pág. 183, VIII El concepto de poder y su relación con Dios y XV Necesidad de la ciencia y Dios pág. 525. y Freud lo plantea en Moisés y el Monoteísmo, 1939 y en Tótem y Tabú 1913.

12 Lógico matemático vienes del Círculo de Viena (Positivismo Lógico).

El Teorema de la incompletud de Gödel se refiere a que toda formulación axiomática de la teoría de los números incluye proposiciones inde­cidibles (la negrilla es mía). Gödel trabajó con A. Einstein los aspectos filosóficos y matemáticos de la teoría general de la relatividad, se ocupó de la cosmología relativista y encontró soluciones a las ecuaciones del campo gravitatorio de la relatividad general

13 Sánchez Medina G., “Ciencia, Mitos y Dioses”, Editorial Cargraphics, 2006.

14 Freud, S., (1916). “Introducción al psicoanálisis y Teoría general de las neurosis”, Standard Edition, Tomo 6, Hogart Press,

15 Freud, S., (1901), “Psicopatología de la vida cotidiana”, Standard Edition, Tomo 6, Hogart Press, 1901.

16 Véase obra citada G. Sánchez Medina, “Psicoanálisis y la teoría de la Complejidad”, 2002.

17 Laverde Rubio, E., “Determinismo psíquico: Una hipótesis para refutar”. Revista de la Sociedad Colom­biana de Psicoanálisis. Vol. 29 No. 4, página 479, 2004.

18 Matijasevic, E., “Determinismo y responsabilidad”. Revista de la Sociedad Colombiana de Psicoanálisis. Vol. 29 No. 4, página 511, 2004.

19 Uribe Restrepo, M., “Determinismo, explicación e interpretación en psicoanálisis”, Revista de la Sociedad Colombiana de Psicoanálisis. Vol. 29 No. 4, página 489, 2004.

20 Freud, S., “Más allá del principio del Placer”, Standard Edition, Tomo 18, Hogart Press, 1920 21 Op. cit., pág. 244

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