A Propósito de un Libro y un Portal

El Editor 

Presentamos en este número y como novedad bibliográfica, la extensa obra Humboldtiana neogranadina, producto del análisis juicioso que llevó a cabo durante varios años el Doctor Alberto Gómez Gutiérrez, compañero de andanzas académicas en variados escenarios y también miembro de la Academia Nacional de Medicina.

La obra analiza en detalle la permanencia de Humboldt y Bonpland en su paso por la Nueva Granada, y vale la pena resaltar su importancia inscribiéndola en varios contextos. La obra cobra particular relevancia en este 2018, declarado por la Unesco como el año para conmemorar el legado del sabio Caldas, quien hizo contribuciones a la Expedición Botánica a través de sus conocimientos en astronomía, así como mediante la recopilación de diversidad de plantas que fue reuniendo en sus diversos viajes por la geografía colombiana.

Los seres humanos tenemos vocación de viajeros desde muy temprano en nuestra historia. Y es que hace cerca de 150.000 años nuestros ancestros partieron de África para poblar, en muy poco tiempo, lugares tan distantes como Laponia, Australia y la selva húmeda tropical de América. Durante el primer milenio antes de Cristo, griegos y fenicios navegaron por todo el Mediterráneo, creando asentamientos en el norte de África e Italia.

Tras el Imperio romano y las invasiones bárbaras, los vikingos navegaron con sus drakares, numerosos mares y ríos en diversas expediciones de exploración y conquista; invadieron Irlanda y Gran Bretaña, arribaron a las costas de Canadá y penetraron por el Guadalquivir hasta Sevilla.

Es innecesario describir el impacto de la llegada de Colón a tierras americanas, pero recordemos que, ya en su primer viaje, Juan de la Cosa abordó la Gallarda, como se llamaba la Santa María y, entre 1492 y 1510, pasó siete veces a este nuevo mundo y dibujó con sus notas el precioso e iluminado primer esbozo cartográfico que incluye a América. De la Cosa pisó tierra en el abrigado puerto de lo que es hoy Cartagena de Indias, ciudad que se convertiría en la puerta de entrada de numerosos europeos y africanos que, junto con las poblaciones indígenas nativas, conformarían la extraordinaria diversidad humana de nuestra población.

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En 1705, dos siglos después, entró por allí con rumbo a las misiones de los llanos y el Orinoco el padre José Gumilla, S. J., quien permanecería más de 30 años en nuestras tierras y escribiría el célebre libro del Orinoco ilustrado (1741). En este, dibujó los primeros mapas de este río con observaciones sociológicas, antropológicas y etnológicas de más de una decena de grupos indígenas, correspondientes al menos a cinco familias lingüísticas, muchos de ellos descritos un siglo antes por Jacinto de Carvajal en su viaje por el Apure y visitados, posteriormente, por La Condamine y Humboldt, entre otros.

Por Cartagena entraron también científicos de la talla de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, enviados en 1735 a acompañar a La Condamine y la comisión france­sa encargada de medir el meridiano en las cercanías del ecuador, para definir la forma del planeta Tierra. Mutis arribó un poco más tarde, en 1760, y sabemos que se quedaría en la Nueva Granada hasta su muerte, logrando con el tiempo configurar esa escuela que fue la Expedición Botánica, embrión de la vida científica y académica de nuestro país.

En fin, al territorio de lo que hoy es Colombia han llegado decenas de viajeros, quienes dejaron notas y mapas de las regiones que visitaron. Humboldt y Bonpland, y quienes pertenecieron a la Expedición Helvética, a la Expedición Escocesa y a la Comisión Corográfica, son algunos ejemplos de viajeros cuyas experiencias son de alguna manera desconocidas para la mayoría de los colombianos, como lo es también para muchos la exploración emprendida desde la Uni­versidad Javeriana hace más de 35 años, bajo el nom­bre de Expedición Humana.

Ésta completó un cuarto de siglo en su última fase de viajes por los rincones más escondidos de la geografía colombiana, en la que tomamos parte 400 académicos de diferentes univer­sidades, y cuyos datos y observaciones hemos venido publicando en algo más de 20 tomos de la colección Terrenos de la Expedición Humana.

Fue a raíz de las di­ficultades para hacer buen uso del material obtenido en esta expedición, que Alberto Gómez Gutiérrez y Fernando Salazar tuvieron la idea de generar la plata­forma Geoático (www.geoatico.net), que supera con creces los mapas en cuero o papel de De la Cosa, de Gumilla o del mismo Humboldt.

La colección titulada Humboldtiana neogranadina muestra en cuatro tomos el detalle de los encuentros, los trabajos científicos y la aproximación del viajero prusiano a la cartografía meridional americana en un formato bidimensional apropiado, con todos sus por­menores textuales e iconográficos generados por este viajero decimonónico.

Parece entonces oportuno recordar las palabras de Jor­ge Luis Borges, tomadas de su texto “Del rigor de la ciencia”, apartado del capítulo “Museo”, de su obra El hacedor, que me parecen especialmente apropiadas para calificar la obra impresa y su representación en un portal digital complementario:

En aquel imperio, el arte de la cartografía logró tal perfección que el mapa de una sola provincia ocupaba toda una ciudad, y el mapa del imperio toda una provincia. Con el tiempo, estos mapas desmesurados no satisficieron y los colegios de cartógrafos levantaron un mapa del imperio, que tenía el tamaño del imperio y coincidía puntualmente con él (1).

Así, con esta predicción de finales del siglo XX, se puede sustentar hoy con fundamento que, más allá del enorme esfuerzo y resultado de Alexander von Hum­boldt en el dominio de la cartografía y del aporte de iconografías complementarias, las nuevas tecnologías de la geomática que están representadas en el portal asociado a esta publicación permiten, finalmente, imaginar el mapa inimaginable de Borges.

El Editor

Referencias

  1. Borges JL. El hacedor. México: Fondo de Cultura Eco­nómica; 2012. p. 56.

1 MD, PhD. Miembro de la Academia Nacional de Medicina. Bogotá, Colombia.

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