Doctor Ezequiel Uricoechea

ADOLFO DE FRANCISCO ZEA, M.D

El doctor Ezequiel Uricoechea nació en Bogotá en 1834 y murió en Beirut, en 1880 a los 46 años de edad.

Como lo ha señalado Fernando Serpa Flórez en su estudio sobre Uricoechea, descendía de vascos por la linea paterna; por el lado materno era biznieto de don Francisco Moreno y Escandón, autor del Plan de Estudios de fines de la época colonial en Santafé al que hicimos alusión anteriormente.

A los quince años viajó a los Estados Unidos e hizo estudios de medicina en el Yale College de New Haven, futura Universidad de Yale, en donde obtuvo su grado antes de cumplir los diez y ocho años gracias a su “extraordinario rendimiento y a su precocidad intelectual”, según lo afirma el biógrafo de su estancia en Norteamérica, Günther Schütz. (F. Serpa Flórez, ibid).

Sus contribuciones a la medicina, cuyo estudio abandonó muy pronto, fueron esencialmente dos: su tesis de grado sobre la quina, en la cual estudió la botánica, la química, la historia y los usos medicinales de la Chinchona y sus efectos secundarios, y su trabajo titulado “Chemical examination of the Otoba, and of a new body, Otobil, contained in it”, en el cual analizó esa planta cuyas resinas se empleaban con éxito en el tratamiento de afecciones dermatológicas del tipo de la sarna y de las producidas por las niguas.

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Viajó luego a Alemania y obtuvo los títulos de Doctor en Filosofía y Magister en Artes Liberales, en la Universidad de Göttingen, con estudios sobre el Iridio, mineral del grupo del platino identificado por Chabaneau en 1786.

El iridio, hoy en día, tiene importancia particular porque su presencia en determinadas rocas ha servido a los investigadores para definir con bastante precisión la épocas en que se han producido catástrofes geológicas como las determinadas por impactos de grandes meteoritos.

En 1854 publicó en Berlín sus “Memorias sobre las Antigüedades Neogranadinas”, obra de divulgación sobre arqueología chibcha, y en Leipzig, en 1857, la “Mapoteca Colombiana”.

De regreso al país se dedicó a la enseñanza de la química y a la dirección de la Sociedad de Naturalistas. Ya por entonces se hicieron ostensibles sus múltiples intereses en actividades culturales de toda índole.

Escribía sobre la caraña, planta utilizada en la medicina tradicional, estudiaba la obra pictórica de don Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, y realizaba actividades en el campo de la arqueología, la antropología y la filología de las lenguas aborígenes, a tiempo que realizaba observaciones meteorológicas y astronómicas.

En 1869 regresó del todo a Europa, en España escribió el “Alfabeto fonético de la Lengua Castellana”, en Bruselas, fue nombrado catedrático honorario de lengua árabe y escribió una gramática de ese idioma y una historia del pueblo árabe además de un estudio sobre los minerales de las regiones arábicas.

En 1880 viajó al medio oriente, a continuar sus estudios sobre el idioma arábigo y completar su tratado de Mineralogía, hoy infortunadamente perdido. Falleció en Beirut y fue sepultado en esa ciudad de donde muchos años después sus restos fueron traídos nuevamente al país.

Sus estudios sobre la lengua chibcha fueron publicados en París en el año de 1771, con el título de “Gramática, vocabulario, catecismo i confesionario de la lengua Chibcha, según algunos manuscritos anónimos e inéditos”, por la Biblioteca Lingüística Americana de la cual fue fundador.

Como se señaló anteriormente, esos estudios se basaron en la gramática chibcha de Fray Bernardo de Lugo, impresa en España en 1619, y muy posiblemente en la de Fray Joaquín de San Joaquín escrita un año más tarde. El estudio de Uricoechea hizo parte de un grupo de trabajos entregados para su publicación a los libreros-editores Maisonneuve de París que incluía además obras de los neogranadinos Castillo, Orozco y Rafael Celedón.

En relación a la gramática de Uricoechea, el lingüista e historiador Sergio Elías Ortíz opina que los trabajos los padres Lugo y San Joaquín, “y algún manuscrito que no conocemos, fueron las fuentes que le sirvieron de base para prepararlo, sin nada nuevo, excepto el cambio de redacción castellana en algunas frases y aun de letras, según la ortografía que estaba de moda en su tiempo, como el uso de la i por la y, la j por la g. ….

Así, el trabajo de Uricoechea, por más que él pondere su labor de acomodación, no tiene mayor valor”. (S. E. Ortiz, ibid).

No solamente dedicó buena parte de su tiempo el doctor Uricoechea a la lengua de los chibchas. También estudió cuidadosamente su organización social e hizo análisis interesantes sobre la conformación de los clanes y tribus de los chibchas y de algunas tribus del Valle del Cauca; hizo especial énfasis en las relaciones familiares de los chibchas, según las cuales el padre no podía disponer de su hija ya que ese derecho pertenecía a los hermanos de la madre, a los tíos maternos. Señala Uricoechea: “no hereda el hijo al padre, sino el sobrino, hijo de hermana”.

Fue polifacética la figura del doctor Uricoechea quien durante su relativa corta vida pudo sobresalir en el campo de la medicina, la química, la arqueología y la lingüística tanto de idiomas nativos como del árabe, idioma éste último que se constituyó en el más importante objeto de sus estudios y que le permitió incursionar con éxito en el terreno de la historia y la sociología de las culturas arábigas.

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