Aspectos Históricos del Trauma en Colombia
Capítulo XV
Fernando Guzmán Mora, MD
Los últimos Días del General José María Córdova.
Introducción
Fue el General José María Córdova el más valiente, el más joven y uno de los más brillantes militares de la Guerra de Independencia Neogranadina, pieza clave en las victorias de Junín y Ayacucho, brazo derecho del Mariscal Sucre y, como dijera el mismo Libertador en sus días de gloria: “El único militar honesto que he conocida”.
Hijo de la tierra antioqueña, nace en el municipio de La Concepción, cerca a la ciudad de Rionegro, el 8 de septiembre de 1799, siendo sus padres Don Crisanto de Córdova (Ex-alcalde de La Concepción) y Doña Pascuala Muñoz. Su abuelo había sido Alcalde de Medellín. Existían vínculos familiares con el Doctor Francisco Antonio Zea. La familia Córdova Muñoz tuvo siete hijos: Gertrudis, Venancia, José María, Salvador, Vicente, Mercedes y Mariana.
En sus años escolares, primero en la escuela de Rionegro y luego en la escuela de Ingenieros, es aficionado a las matemáticas y un asiduo lector de Historia Universal. Además adelanta estudios en el curso Militar del Cuerpo de Ingenieros de la República de Antioquía, organizado por el ilustre Francisco José de Caldas, donde ingresa como Cadete el futuro Héroe de Ayacucho.
Fue esencialmente un autodidacta, aunque en ocasiones manifestaba que hubiera querido ser más letrado.
El General Posada Gutiérrez dice:
“…Córdova no era solo un soldado valeroso. Tenía mucho talento natural, era estudioso, aprendió a traducir bastante bien el francés; su lectura favorita, que muchas veces hacia conmigo, era la de las Vidas de los Hombres Ilustres, de Plutarco; también estudiaba Geometría…”
Contra la voluntad de su padre se integra a los ejércitos republicanos en 1813, a la edad de catorce anos, con el grado de subteniente, viviendo en permanente en combate hasta el año de 1829, cuando muere asesinado por el mercenario irlandés Ruperto Hand luego de la batalla de El Santuario, pocas semanas después de haber cumplido los treinta años.
Un hombre valiente
Su vida es una sucesión ininterrumpida de triunfos. Teniente a los 16 años, Capitán a los 18, Coronel a los 21, General de Brigada a los 23 y General de División a los 25, su solo nombre inspiraba una mezcla de terror y admiración entre sus enemigos, muchos de los cuales le guardaban sincero aprecio y respeto.
Sirve bajo las ordenes de los Generales Serviez, Paz y Bolívar. Pelea innumerables batallas, siendo algunas de las más sangrientas las de El Palo (1815), Cachirí, La Cuchilla del Tambo y La Plata (1816), Corral de los Toros y Guayana 11 817), Rincón de los Toros y Sombrero 11 818), Paya, Gameza, Pantano de Vargas y Boyacá (1819), Chorros Blancos, Majagual y Tenerife (1820), Bomboná, Pichincha, Guáitara, Yacuanquer y Pasto (1822), Tacines, Cebollas y Juanambú (1823), Junín, Matara, Huanta y Ayacucho (1824) y de allí en adelante hizo presencia militar hasta la desastrosa batalla de El Santuario, en donde muere.
Su bautismo de fuego fue la Batalla del Río Palo, de la cual recuerda uno de los presentes (El abanderado Espinosa): “… el sol calentaba la tierra, el polvo que se elevaba era tal que los soldados al avanzar no alcanzaban a verse unos a otros. El ejército de España solo vio acercarse al enemigo envuelto en una polvareda que lo ocultaba y lo hacía más temible. Las bandas de guerra tocaban incesantemente mientras las filas compactas de los patriotas atacaban incontenibles. La caballería al mando del comandante general Dufour respaldaba la carga. El avance de las huestes granadinas rompió finalmente las líneas enemigas, que se retiraron huyendo a través del turbulento río. Algunos de ahogaron, otros fueron muertos por las lanzas patriotas…”
Córdova comienza a destacarse por su arrojo en combate.
Se llega a pensar que pierde ia vida en la batalla. Su valor es premiado con el ascenso a teniente efectivo en el mismo campo de batalla. Tiene entonces 16 años.
Luego de la reconquista española, el ejército al que pertenece debe marchame a los Llanos. Allí pelea en Trinidad de Arichura, Yagual y Achagua. Sirve entonces .bajo las órdenes del General José Antonio Páez, quien a pesar de diferencias personales con el oficial, lo recuerda como hombre de especial valentía.
En 1817 se une a Bolívar. Participa en la batalla de Angostura. Presencia, impresionado, la ejecución del General Piar. Obtiene su ascenso a Capitán de Caballería a las órdenes del General Soublette, con quien guardara una calurosa y sincera amistad, incluso en horas de desgracia. En Marzo de 1818 conoce al Alférez británico Daniel Florencio O’Leary, con quien también entabla amistad. También conoce a Ruperto Hand, otro de sus futuros asesinos.
Cuando se reúnen los jefes militares Páez y Bolívar, en Cañafístula en enero de 1818, Córdova se encuentra formando parte del Estado Mayor del Ejército de Bolívar. Asiste al combate de Calabozo, en el cual derrotan al Pacificador Morillo. Asiste entonces a la derrota óe El Sombrero y luego a la Batalla de La Puerta. El 14 de febrero de 1819 es ascendido por el mismo Bolívar a Teniente Coronel.
Cuando los republicanos deciden invadir la Nueva Granada, Córdova se encuentra organizando la marcha a través de los Andes.
Viene entonces la Batalla del Pantano de Vargas. Córdova se encuentra en un batallón de retaguardia y súbitamente recibe la orden de efectuar un ataque a Bayoneta. En una temeraria acción, típica de Córdova y en donde se pierden vidas tan preciosas como la del propio Comandante de la legión Británica, James Rooke, el general español Barreiro exclama: Ni Dios me quita la Victoria. Bolívar ordena entonces a Rondón: “Coronel, salve usted la Patria”. Quince jinetes avanzan lanza en ristre destrozando las filas españolas y son seguidos por la caballería republicana y la infantería reagrupada, arrebatando la victoria de manos de los realistas.
En el Puente de Boyacá, como segundo del General Anzoátegui, Córdova participa en el ataque que define la victoria.
Recibe entonces la comisión de liberar el territorio de Antioquia. El Coronel, de veinte años, se embarca en Honda el 20 de agosto de 1819 con 100 hombres y llega a su propia tierra, Rionegro. Ocupa la provincia, ordena la ejecución de varios jefes españoles, dicta normas legales sobre Administración Pública, organiza la economía, recluta esclavos para las filas republicanas y organiza el Batallón Cazadores de Antioquía, que luego dará lustre a las armas nacionales.
Después de varios meses viene el contraataque español. A las órdenes de jefes tan capaces como Warleta y Sebastián de La Calzada y con soldados veteranos de las guerras napoleónicas, se encuentran a los reclutas de Córdova que se convierten en soldados de primera línea luego de la batalla de Chorrosblancos, en donde derrotan a los europeos en combate cuerpo a cuerpo.
Bolívar le ordena organizar una nueva campaña que involucre las provincias del Cauca y Magdalena, dirigiendo la marcha hacia Mompox.
Se encuentra con el valerosísimo y controvertido Coronel Hermógenes Maza. Juntos presentan batalla en varias ocasiones y cumplen la orden de Guerra a Muerte, ejecutando soldados y prisioneros a granel. En un solo día, Maza decapita a doscientos españoles.
Córdova recibe su ascenso a Coronel efectivo. Junto a Padilla y otros jefes se toma Cartagena y la ocupa. Allí es invitado a ingresar a la Logia Masónica “Beneficencia”.
Completada su misión recibe orden de transado al Sur. Uega a Guayaquil. En una sola marcha entre Puna y Cuenca, pierde 550 hombres de su división.
Se entera entonces de la Batalla de Bomboná, de resultado discutible tanto para realistas como para Republicanos. Como diría luego el General Obando:
“…Ambos contendores perdieron la batalla: Nosotros la fuerza; los españoles el campo…”
Sucre avanza hacia el Sur para ocupar Quito. Atraviesa montañas heladas con 3.225 soldados. Córdova dirige el Batallón Alto Magdalena. Antes de la Batalla de Pichincha, Córdova observa desde un montículo los movimientos realistas. Estos, al reconocerlo, le apuntan con un cañón. Su ayudante, el Teniente José Maria Botero le grita:
“…Coronel: Mire que le están apuntando con un cañón. Córdova responde impasible y sin mover su caballo: “…Déjelos usted disparar…” La bala es disparada y mata al capitán Felipe Pérez, quien se encontraba cerca de Córdova.
El combate se inicia el 24 de mayo a las 9 de la mañana. Sucre ordena a Córdova maniobrar y colocarse a espaldas del ejército realista de Aymerich. Varios de los oficiales peruanos de la vanguardia se acobardan y abandonan sus tropas, mientras los colombianos dan muestras de un valor impresionante, como el caso del Teniente Abdon Calderón, quien con heridas de bala graves en ambos brazos y en ambas piernas, dirige el ataque de caballería del batallón Yaguachi. La acción es de tal proporción que, luego de la batalla se da la orden a los soldados del oficial de responder al apellido del mismo, como si estuviera vivo, con un: “Murió gloriosamente en Pichincha pero vive en nuestros corazones”.
Luego de varias horas de combate, Córdova recibe la orden de atacar. Sucre describiría en la siguiente forma la carga del valiente oficial:
“…El señor Coronel Córdova tuvo la orden de relevar a Pava, con las dos compañías del Magdalena; y este jefe, cuya intrepidez es muy conocida, cargó con un denuedo admirable y desordenando al enemigo y derrotándolo, la victoria coronó a las doce del día a los soldados de la libertad… Persiguió a los españoles entrándose hasta la capital y obligando a sus restos a encerrarse en el fuerte del Panecillo…”
Probablemente, uno de los dolores de cabeza militares más importantes que tuvo Córdova fue el Coronel realista pastuso, Agustín Agualongo.
Es de anotar que los pastusos se habían declarado en contra de la Revolución de Independencia. A finales de 1822 atacan a las fuerzas republicanas en Túquerres y las derrotan. Sucre y Córdova atacan a los pastusos por el sur y los vencen en Taindala y Yacuanquer. Luego los vuelven a derrotar en el mismo Pasto.
El día 24 de diciembre de 1822 tiene efecto uno de los episodios más vergonzosos de la historia militar colombiana. Las tropas republicanas entran a Pasto y, dirigidas por el General Salom, destrozan la ciudad, asesinan ancianos y niños, violan las mujeres y producen una verdadera carnicería humana, sin que los oficiales hagan nada por evitarlo.
Las mismas matronas nariñenses toman de la mano a sus hijas y prefieren entregarlas a la violación de soldados blancos, para evitar por lo menos que caigan en manos de algún “negro venezolano”, como ellas mismas decían.
El general Salom trata de conformar compañías republicanas con soldados pastusos. Muchos prefieren suicidarse con la consigna: “Prefiero irme a los infiernos que servir a Colombia”
El 3 de Enero de 1823 Córdova es ascendido a General de Brigada.
Solicita entonces autorización para visitar a su familia. Llega a Bogotá, llena de intrigas políticas, en donde Santander lo nombra Comandante General de Armas de Cundínamarca, utilizándolo para sacar de juego al General Antonio Nariño, a quien detesta. Córdova no se presta a ninguna conseja y mucho menos en contra de Nariño, a quien respeta profundamente y Santander le cancela su amistad.
Le escribe Santander a Bolívar:
“…Córdova, que recién llegado vomitaba espuma contra los bochincheros, a cuya cabeza esta Nariño, ya no quiere enemistades ni se da por entendido de nada, como si tal cosa pasara; como es tan badulaque, que se yo si con alguna charrita y algún cuento se lo han ganado o lo han embobado…”
Hastiado, Córdova renuncia a su cargo, visita a su familia y viaja al Sur.
El 28 de diciembre ocurre el episodio del Sargento Carmen Valdés, a quien Córdova da muerte en circunstancias poco claras a pesar de los ruegos de la víctima, posiblemente por el amor de una mujer.
Por esto se le abre causa criminal a la que más tarde tendrá que responder.
Al encontrarse de nuevo con Bolívar, este lo nombra Jefe de Estado Mayor. Llega a Huamachuco y le dan el comando de la segunda división de Colombia, con tres mil hombres.
Viene entonces la Batalla de Ayacucho, el clímax de su gloria militar.
Batalla de Ayacucho (9 de Diciembre de 1824)
El Jefe del ejército republicano es el General de División Antonio José de Sucre. Su Comandante de Vanguardia es el General de Brigada José María Córdova, quién se encuentra al mando del ala derecha. El ala izquierda está a las ordenes del Mariscal José de La Mar.
Se enfrentan al Comandante español, el Virrey José de la Serna, a quien secunda su Jefe de Estado Mayor, José de Canterac. El ala derecha española a ordenes del Mariscal Antonio Monet. El a la izquierda a las del General Alejandro González. La Vanguardia, dirigida por el Mariscal Jerónimo Valdés.
Ayacucho quiere decir en lengua quechua Rincón de los muertos. Cinco siglos antes el Inca Viracocha había aplastado a la tribu de los Pocras.
Se enfrentan 9.310 españoles contra 5. 780 republicanos. A las órdenes de Sucre hay soldados de todas las razas y nacionalidades: Negros esclavos libertos, mestizos de los Llanos, Indios de los Andes, veteranos colombianos, mercenarios británicos, alemanes y españoles y voluntarios argentinos y chilenos.
A las 8 de la mañana los oficiales españoles solicitan una tregua para que parientes y amigos de los dos bandos puedan despedirse. Docenas de soldados van al frente del campo, se abrazan y conversan antes del combate.
El Mariscal Monet se reúne con el General Córdova y le dice: “…el éxito de la contienda solo depende ya de una batalla, que indudablemente será favorable a nuestras armas. ¿No ve usted esa inexpugnable posición que coronan diez mil aguerridos veteranos? ¿Cree usted general, que sea posible perder con semejante ejército ?…”
Córdova responde:
“…La opinión del Perú, general es la de todo el mundo, en que cada cual quiere mandar en su casa; y en cuanto a la decisión de las armas ciertamente ustedes tienen más tropas y mejor posición que nosotros, pero no soldados iguales a los nuestros, como lo verá usted a la hora del combate…”
A las 10 de la mañana vuelven a encontrarse y se despiden. El Mariscal Monet le dice a Córdova: “General Córdova, vamos a dar batalla”. Córdova le responde sonriente: “Vamos, General”.
Sucre arenga a sus tropas:
“…De los esfuerzos de hoy depende la suerte de América del Sur. Otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia…”
A las once se inicia el combate. El Mariscal español Jerónimo Valdés ataca el ala izquierda y hace retroceder a los peruanos de José de La Mar. Por su parte, un batallón español a ordenes del Coronel Joaquín Rubín de Celis, de cuenta propia y desobedeciendo órdenes, se desprende de su división y ataca a los republicanos.
Sucre ordena a Córdova, quién había permanecido inmutable esperando su momento, cargar con sus columnas. El General se dirige entonces a sus soldados, que francamente lo adoraban, y le dice:
“Contra infantería disciplinada no hay caballería que valga! ”
Ordena a los músicos entonar el bambuco la Guaneña, verdadero himno de batalla que enardecía a las tropas del Sur y colocándose de frente, en primera línea lanza su famoso grito:
“División, De Frente. Armas a Discreción. Paso de Vencedores”
En un violento ataque de bayonetas destrozan la columna española de Rubín de Celis, quién cae en el combate.
Lanzan entonces los españoles a la caballería para destruir a Córdova, quien avanza incontenible al riente de sus propias tropas. Es entonces apoyado por los batallones Húsares de Colombia y Granaderos, con los cuales pulveriza al famoso batallón de Caballería española San Carlos.
Se da la orden a Monet de atacar a Córdova, cuyas tropas llegan a carrera tendida antes de que puedan los realistas organizarse y sufren otro ataque de bayonetas, haciéndolos huir.
Córdova continua avanzando y se apodera por completo de la artillería española.
El ataque es de tal violencia que prácticamente todos los oficiales españoles sufren heridas de consideración, incluyendo al mismo Virrey. Desde la cima del Condorcunca el general Canterac presencia el desastre y decide la capitulación.
En el campo yacen los cuerpos de 2.000 realistas y 500 republicanos. En manos de Sucre caen 2 tenientes Generales, 5 Mariscales de Campo, lo Generales de Brigada, 16 Coroneles, 68 Tenientes Coroneles, 484 Mayores y 4.000 soldados.
En esta batalla, la última que libraría el Imperio Colonial Español, Córdova es ascendido a General de División por su bravura, que entregó la Victoria a las tropas Bolivarianas.
Luego de Ayacucho sigue al Sur. En octubre de 1825 llega Córdova a Cochabamba en donde permanece inactivo por espacio de un año. Se desespera:
“…ya esta destruido el enemigo, único capaz de resistirnos que había; y yo en esta división no sirvo sino de estorbo…”
Es llamado entonces a Bogotá a responder por la muerte del Sargento Valdés.
Llega a Lima y pelea con el periodista Manuel de Vidaurre, quién escribe artículos en contra de Bolívar. Por este motivo es deportado a Colombia. En el mismo barco en que sale del Perú se encuentra Manuela Sáenz, también expulsada por los peruanos.
A Doña Manuela llama la atención la presencia de Córdova. Este, respetando al Libertador, le hace varios desplantes. Francisco Giraldo da testimonio de esto años después:
“…Que las impertinencias de esta señora y su manera de ser para con Córdova en la travesía fueron causa de algunos desaires por parte del General, todo lo cual motivo la enemistad que reinó después entre los dos, y que tan funesta fue, en el andar de los tiempos, al héroe de Ayacucho…”
Al llegar a Guayaquil critica agriamente a Mosquera por su actitud de huida y la no sofocación de una insurrección contra -Bolívar. Esto a su vez le ocasionara el odio del futuro General. Sigue a Colombia y llega a Bogotá el 11 de septiembre de 1827.
Ya entonces se percibe el odio mortal entre los generales Bolívar y Santander.
El 8 de Octubre se juzga a Córdova por los sucesos de Popaván de 1823. Los jueces son los generales Rafael Urdaneta, Francisco de Paula Vélez y José M. Mantilla. Es absuelto. Los periódicos ensalzan su conducta de respeto a la ley- La Corte Suprema de Justicia confirma la sentencia absolutoria.
¿Cómo era el general Córdova?
Una de las descripciones más exactas nos la brinda su edecán, el futuro General Francisco Giraldo quien, ya anciano en 1898, lo recuerda en la siguiente forma:
“…Era el hombre más buen mozo que pueda figurarse… ni alto ni bajo… tenía un porte marcial… Al caminar cojeaba un poquito… Tenía grande afición al baile y se enloquecía por las mujeres; con sus amigos era afable y complaciente, menos en las horas en que estaba sombrío…” lnteligentísimo y cultivado a pesar de haber pasado toda su vida en batalla, era hombre de inmensa franqueza.
Cuando el asesinato del General Serviez, su primer jefe, no vacila en acusar a Páez de los hechos:
“…Páez, sin educación, sin ningunos principios, inmilitar, debía haber hecho lo que ha hecho, para corresponderse en todo, porque ¿Y que acción buena heróicamente se espera de quien mandó asesinar al General Serviez ?…”
Desinteresado por el dinero, padece terribles penurias financieras que comprometen también a su familia. Las mujeres lo veneraban y tuvo innumerables aventuras amorosas. Cuentan que luego de una caída de caballo que lo mantuvo en coma varios días, cuando se despertaba observo un sacerdote que lo trataba de convencer para confesarse. Córdova respondió:
“…Dejemos este asunto de la confesión para mañana. Por ahora tráiganme una mujer bonita.”
Posiblemente la mujer a la cual más quiso fue Doña Manuelita Morales. En una carta le dice:
“…Que no exponga mi vida me dices en tu carta y sabes que soy un loco que pierde su razón delante de las balas, Sabes que no moriré en los campos de pelea sino en tus brazos y acariciado por tus manos que beso desde aquí con entusiasmo…”
En 1827 se enamora de Fanny Henderson, hija del Cónsul Británico. Le escribe entonces a Salvador Córdova:
“…Cada día me gusta más Fanny, porque cada día, como crece, se pone más hermosa: Jamás veré una mujer más divina… No me puedo conformar con perderla, y para una feliz posesión hay muchos inconvenientes…”
¿Por qué se rebeló Córdova contra Bolívar?
Mediante la denominada “Acta de Bogotá” se confiere a Bolívar el Poder Absoluto.
Córdova no firma el documento. El 27 de agosto de 1828 Bolívar entra en funciones como Libertador-Presidente, con el respaldo legal de muchos notables y el poderío militar de 45.000 soldados, Manuela Sáenz ofrece un agasajo en la Quinta de Bolívar y fusila la imagen del General Santander, Córdova protesta acremente en carta al Libertador. El ambiente de Bogotá es demasiado tenso.
Se reúnen algunos partidarios de Santander y planean el asesinato conjunto de Bolívar, Urdaneta y Córdova. Se planea el golpe para el 20 de septiembre, sin resultados. Luego se reúnen en casa de Luis Vargas Tejada, con la implicación del General Ramón Nonato Guerra, Jefe del Estado Mayor. El 25 de septiembre invaden la casa de Bolívar. Matan al teniente Fergusson y no logran llegar al Libertador, quién se escapa por una ventana, refugiándose debajo del Puente del Carmen.
Córdova apoya en todo a Bolívar. En una declaración ulterior de Mariano Escovar se prueba lo anterior:
“…Llegó a caballo el señor General Córdova, el cual dijo que era una conjuración contra su excelencia el Libertador Presidente, intentada por un bochinche de acuerdo con algunas tropas; que el bochinche había triunfado matando algunas personas y que el pensaba irse para Facatativá a reunir las milicias y venir muy temprano contra los revoltosos…”
Aunque Cordova NO participo en la rebelión, Manuela Sáenz y Rafael Urdaneta convencen, semanas más tarde, a Bolívar de lo contrario, aunque sin ninguna prueba, Se juzgan, condenan y ejecutan a varios conspiradores.
No se logra la condena a muerte del General Ramón Nonato Guerra, lo cual enfurece a Bolívar, quien destituye al Tribunal y nombra Comandante General al general Urdaneta y a Córdova Ministro de Guerra, Son ejecutados el General Guerra y el Almirante Prudencio Padilla, este último en forma injusta.
A las ejecuciones siguen degradaciones militares, prisión y clausura de numerosas logias masónicas, Santander es acusado y condenado a muerte, Sin embargo, se le conmuta la pena por el destierro.
A finales de noviembre se rebelan contra Bolívar, los Generales José Hilario López y José María Obando. Bolívar envía tropas a atacarlos. Córdova ordena a Mosquera perseguir y destruir a los rebeldes.
Moscluera es derrotado por las tropas de Obando y huye de nuevo. Córdova asume entonces la dirección personal del ejército gobiernista.
El 12 de diciembre llega a La Plata (Huíla) y se encuentra con Mosquera, a quien insulta y trata de inepto y cobarde. Esto sella para siempre la enemistad de Mosquera contra Córdova, quien luego de restablecerlo en el poder llega a Popayán y se entrevista con Bolívar, a quién sugiere retirarse del poder debido a las delicadas circunstancias políticas del país. Asimismo, le recomienda pactar con los rebeldes para poder atacar a los peruanos en rebeldía.
A raíz de este encuentro comienza la división política entre Bolívar y Córdova.
Ambos salen a combatir a Obando, a quien derrotan. Sucre, por su lado, vence a los peruanos en el Portete de Tarquí.
De regreso, el Libertador comienza a dar crédito a las palabras de Mosquera, quien acusa a Córdova de conspirador. Bolívar nombra a Mosquera Comandante Jefe de Estado Mayor y a Córdova Comandante General del Cauca. Esto amarga al héroe de Ayacucho y pasa su carta de renuncia al ejército.
Bolívar trata de aplacarlo nombrándolo Ministro de Marina. Córdova tampoco acepta. Simultáneamente se entera de los provectos de Monarquía Constitucional y escribe:
“…¿Consentirá y convendrá a la Nueva Granada que el Libertador se corone como Emperador Constitucional? El Libertador no puede ser emperador de Colombia porque es venezolano y muy Parcial de sus paisanos, porque con los venezolanos ha oprimido a toda la república, antes y mucho más desde que es jefe supremo de ella…”
Y luego rompe oficialmente con Bolívar:
“…He venido a esta provincia en donde el pueblo, invocando la libertad y desconociendo el gobierno de Vuestra Excelencia como nulo y adquirido únicamente por la fuerza, se ha proclamado con la Constitución de Cúcuta…”(Lea También: La Cirugía en la Antigua Grecia y en la Guerra de Troya)
Los últimos días de Córdova
El 7 de septiembre de 1829, luego de siete días de viaje desde Popaván, llega Córdova a la casa materna en forma inesperada.
…¿Quién es? Pregunta Doña Pascuala Muñoz. Es su hijo José María que viene a su lado, quizás por última vez.
La emoción del encuentro es intensa y es celebrada posteriormente con invitaciones y fiesta, a la cual acude del brazo de dos hermosas mujeres de la familia: Su prima María Antonia Carvajal y su hermana Mercedes Córdova.
El 8 de septiembre expresa en forma pública su inconformidad con la Dictadura de Bolívar, a quien considera antirepublicano. El lo de septiembre recibe la noticia del envío por parte del Coronel Francisco Urdaneta, comandante militar de Medellín, de 25 soldados al mando de un capitán Herrera, quienes tienen orden de apresar a Cordova por subversivo.
El 12 de septiembre ordena alinear a 60 soldados bisoños de Rionegro en tres compañías, frente a la Iglesia, para luego dar la orden de marcha. Francisco Urdaneta envía a parlamentar a los hermanos José María y Antonio Uribe Restrepo, quienes reciben de Córdova la pregunta:
– El Caballero ¿de dónde viene?
A lo que José María Restrepo responde:
-Vengo, Usía, de parte del Coronel Francisco Urdaneta, a manifestarle que él desea que desista de sus propósitos, y que en este caso gozará de las mayores garantías, no solo en la provincia, sino ante el poder del General Bolívar.
Córdova inquiere: -¿Y no es otra su misión, caballero?
Restrepo: – Usía, he cumplido.
Córdova: – Vuelva Ud. Urdaneta y dígale que si no me entrega la plaza, esta misma tarde lo fusilo.
Por orden del Coronel Francisco Urdaneta, el Capitán Vélez entrega el cuartel. Córdova se dirige con sus reclutas a la plaza de San Francisco en Medellín, en donde encuentra una comisión de 16 personas que le dicen:
“…General, la plaza y sus soldados y sus arreos, están a disposición del honorable General José María Córdova, sólo con la condición de que se haga responsable del gobierno de la provincia para con el de la nación. El Jefe del Gobierno solo exige pasaporte para retirarse después de consignar el mando en Usía…”
– Aceptado, responde Córdova.
A partir de entonces exige reclutas en todos los pueblos y logra reunir un ejército de 350 principiantes. El 14 le escribe a Bolívar:
“…Es claro que V.E. se olvidaba va de los principios liberales que la América ha adoptado y que V.E. ha jurado tantas veces sostener…”
Lanza el 16 de septiembre su manifiesto en que se refiere a Bolívar en la siguiente forma:
“…Un hombre solo, profanando el santuario de las leyes; ultrajando los derechos del hombre y del ciudadano, abusando de la confianza de los pueblos y despedazando los sagrados pactos, se ha elevado al absolutismo por una escala, de la que he apartado la vista con horror… El cree que Colombia, Bolivia y el Perú son de su pertenencia…Yo va desenvainé la espada, y no volverá a su lugar hasta que no vea reconquistada la libertad… Hemos perdido el honor de las armas… Moriré, sí, pero la historia dirá que el General Córdova ha hecho el sacrificio de su vida, antes que faltar a sus juramentos, antes que faltar a sus promesas y antes que ser el instrumento de la esclavitud…”
Personalmente dirige el entrenamiento de sus hombres y su férrea disciplina le hace ordenar el fusilamiento de dos capitanes insurrectos (Herrera y Vélez), a finales de septiembre.
La respuesta del Gobierno no se hace esperar demasiado. A comienzos de octubre sale de Bogotá una fuerza militarpara oponerse a Córdova, al mando del veterano general británico Daniel Florencio O’Leary y los también oficiales extranjeros Murray (Inglés), Castelli litaliano), Lutzen (Alemán) y Crofton (Inglés).
También va Ruperto Hand, Primer Comandante, quien además de asesino declarado, era ladrón.
Simultáneamente salen tropas de Tolú, Cartagena y Popayán para tratar de sofocar la rebelión. Al conocer este movimiento de tropas, Córdova toma medidas y ordena continuar con el entrenamiento y con la construcción de trincheras en la zona endonde esta acantonado. El 14 de octubre le informan que los veteranos de O’Leary se aproximan. Al día siguiente marcha con sus fuerzas a Rionegro y ocupa el Hospital como Cuartel General.
Con los soldados de Bogotá viene el Coronel José Manuel Montoya, natural de Rionegro y amigo personal de Córdova, quien toma la misión de hablar con el General para convencerlo de deponer las armas e informarle que el grueso de la tropas está conformada por veteranos de Junín y Ayacucho.
Montoya le dice: – General, es imposible vencer en esta ocasión.
Córdova responde: – Pero no es imposible morir, y así debe suceder en cumplimiento del deber.
El 16 de octubre ordena movilizar las tropas de nuevo, esta vez hacia el Peñol.
Se entrevista con el Obispo, Fray Mariano Garnica, con quién se confiesa.
Envía entonces a Miguel Ramírez, a quién paga por el trabajo de destruir el puente del Balseadero, paso obligado de las tropas de O’Leary.
El traidor no lo hace y además se pasa a las filas de O’Leary.
Además, los habitantes de Marinilla, pueblo que Córdova amenaza con quemar por no respaldar sus propósitos, colaboran abiertamente con el ejército expedicionario de la capital.
El 17 de octubre llegan los soldados a El Santuario a las seis de la mañana, luego de una marcha nocturna a través de la lluvia. A las nueve de la mañana le informan a Córdova que el enemigo esta a la vista. Los soldados de la legitimidad, luego de la larga travesía vienen cansados, hambrientos, con los uniformes hechos trizas y los ánimos muy caldeados. El número de efectivos contra Córdova se aumena al unirse pobladores de Marinilla al ejército de O’Leary.
Divide entonces sus fuerzas en tres grupos: Derecho, comandado por Benedicto González y Ramón Escalante. Izquierdo, al mando de su hermano Salvador Córdova y Anselmo Pineda. Y Centro, dirigido personalmente por el General Córdova.
En un pequeño descanso de la batalla Córdova le grita a O’Learvi “… General O’Leary, convido a usted a salvar la república…”
O’Leary responde: “…General Córdova, yo no trato de otra cosa…”
Córdova le dice: “…Pues bien, Viva la Libertad…”
O’Leary: “…Viva el Libertador…”
O’Leary le grita a Córdova en medio de los soldados: “Córdova, entrégate. No sacrifiques a esos pobres reclutas!”
El rebelde contesta: “Córdova no se entrega a un vil extranjero, mercenario y asalariado. Primero sucumbe!..”
Comienza entonces la descarga de fusilería. La columna central del ejército, encargada de tomar la colina y dirigida por el mismo Córdova, hace retroceder a los gobiernistas. El General se enardece en medio del combate y con su propia lanza atraviesa a un soldado que intenta huir del campo. Luego de dos horas de combate, O’Leary ya angustiado ordena el ataque de todos los efectivos. El ejército de Córdova retrocede.
Entonces recibe una herida de bala en el hombro, que muy seguramente comprometió el tórax a juzgar por ulteriores declaraciones de otros soldados y que se suma a una primera que presentaba en el muslo. Al tiempo sucumben sus oficiales Benedicto González y Ramón Escalante.
Caen gravemente heridos Francisco Giraldo y Anselmo Pineda, junto, a doscientos hombres más de su tropa. Los novecientos veteranos de guerra del gobierno, que solamente sufren 13 bajas y 26 heridos, despedazan al improvisado ejército de Córdova, ya entonces malherido.
Giraldo le ofrece su montura a Córdova y le ruega: Monte, Usía v sálvese. Vamos a quedar encerrados.
El General responde: Sálvense ustedes, cobardes. Con su herida sangrando profusamente se dirige al Hospital de Campaña y dice:
“…Hombre, hemos perdido la batalla pero en regla, porque han peleado con mucho valor los reclutas…”
Quienes ven a Córdova, entre ellos el Capitán Francisco Escalante, declaran que el general presenta dos heridas, una en el hombro y la otra en el pecho “por la cual respiraba”.
El asesinato de Córdova
De acuerdo a las declaraciones de Francisco Urdaneta, testigo presencial de los hechos, cuando el general O’Learv se entera que Córdova se encuentra herido en el Hospital de Campaña, llama al Coronel Castelli y le da una orden directa: “Mate usted a Córdova”. Horrorizado, el coronel europeo se niega a obedecer. Enfurecido O’Leary, le da la misma orden al coronel Crofston, quien con extrañeza tampoco obedece.
Encuentra entonces el Jefe de la tropas del Gobierno al Comandante Ruperto Hand, hombre sanguinario y vicioso, quien además se encuentra borracho y le da la misma orden. Este hecho, que habría de ser confirmado en las propias declaraciones de Hand en su ulterior juicio, especialmente en su declaración del 23 de agosto de 1831, cuando es juzgado, precipita una de las mayores infamias de la historia colombiana. Recibe una orden perentoria de O’Leary:
“…Si Córdova esta ahí, mátelo…”
Uno de los primeros oficiales en encontrar a Córdova en el Hospital es el Coronel Tomás Murray, quien le ofrece al herido lo que necesite. Córdova responde que solamente quiere alguien que le cure la herida de bala del hombro. Murray le pregunta oficialmente si esta rendido.
Córdova dice que si y que necesita hablar con O’Leary. Simultáneamente se encuentra el mismo edecán de O’Leary, el Teniente Dabrey O’Car, quien también presencia los hechos.
Ambos se dirigen a la salida del Hospital y encuentran a Ruperto Hand, quien pregunta:
“¿Dónde esta Córdova?”. Murray le responde: “En la casa, herido y rendído”. Hand expresa entonces: “Por el ser supremo, yo le quitaré la vida”. Murray le inquiere: “¿Es usted británico y va a manchar sus manos con la sangre de un hombre rendido?” Hand replica: “Sí y con la del que se atreva a oponerse”. El Teniente O’car desenvaina su espada para enfrentar a Hand. El asesino grita entonces: “Yo tengo orden de matarlo”.
El Coronel Murray sale entonces al encuentro de O’Leary y le dice: “Allí está Hand asesinando al general Córdova”.
O’Leary le responde con una gran cantidad de palabras soeces y se va, para luego volver y espetarle a Murray: “…Ha hecho usted muy mal en interponerse en este asunto. Yo dí la orden para matarlo. Pero no hay que decírselo a nadie…”
Lo que sucede en el interior del Hospital es narrado luego por el va General Francisco Giraldo, años después, recordando que en aquel entonces no solamente era el Edecán del héroe de Ayacucho, sino que también se encontraba herido y cerca a su jefe, presenciando lo que pasó:
“…Yo estaba tendido en una camita de palos redondos, algo así como las que usan los campesinos pobres, cuando Córdova entro, va herido, a la casa del Santuario.
No bien me vió se dirigió a mi, y se dejó caer en mi cama, de modo que el cuerpo le quedó atravesado sobre mis piernas y la cabeza apoyada en mi brazo derecho; la sangre le chorreaba al suelo por los intersticios de la cama, confundida con la mía; en esta posición lo encontró Hand”.
Como perro de presa que husmea, apareció… armado de un sable: Estaba beodo.
Dirigiendo una mirada siniestra sobre los que allí estabamos tendidos dijo: ¿Aquí está Córdova? Enderezóse este al punto, como sacudido por conmoción eléctrica.
¿Qué me quieres? Le respondió.
“Verlo el mercenario, arrojarse sobre él y abrirle la cabeza de un sablazo, todo fue uno. La víctima se llevó la mano a la herida para protegerla y un segundo sablazo le voló los dedos; el tercero, que sonó opaco como embotado por la sangre, lo trajo a tierra…”
Al cabo de algún espacio de tiempo, oí como un delirio en que se percibían estas palabras entrecortadas por el estertor: Ah, Cobardes! Ah, Cobardes!.” Medio me incorpore en el lecho y entonces se me ofreció a la vista la cosa más horrorosa, por aquel suelo terroso y desigual, lleno de charcas de sangre, estaba tendido el General, ya agonizante, con los ojos empanados, el cabello hecho mechones sangrientos y cruzado por ríos de sangre medio congelada aquel rostro…”
Un oficial enemigo le brinda agua y Córdova, en su agonía y agradecido, le regala sus dos pistolas.
Ya agonizante, recibe la asistencia del cura de Marinilla, quien le dice: “Pepillo, ¿quieres confesarte?” El General le contesta un simple: “No seas majadero”.
Luego del cobarde evento, se acerca al Hospital el coronel Ricardo Crofston y Pregunta: “¿Dónde esta Córdova?” El asesino Hand levanta su mano con el sable y grita: “He aquí su sangre”.
Posteriormente, al finalizar por completo el combate, marchando hacia la ciudad de Rionegro, O’Learv se dirige a Hand y le dice:
“…Vuelva y dígale al jefe de la tropa que Córdova debe ser fusilado de acuerdo a mis ordenes…”
Hand le responde: “…Córdova no vivirá ni media hora…” Hand es premiado por O’leary con un ascenso.a primer Comandante efectivo.
O’Leary, enemigo mortal de Santander, del Almirante Padilla y de José María Córdova, recordado más como escritor de memorias que como valeroso militar, encarna parte del salvajismo europeo de la época. En una carta a su propio hijo Carlos, aconsejándole patrones de conducta, le dice: “…Si el bien público lo requiere, que no se ahorre tampoco la sangre…”
Tan venal como mentiroso, el 17 de octubre de 1829 le escribe a Bolívar refiriéndose a Córdova:
“…El pobre diablo me dió lástima, porque mi corazón es compasivo. Su última petición fue que le diera un poco de opio.
A esta hora ya habrá expirado…”
Años después, en 1833, un grupo de personas dirigidas por Salvador Córdova (Hermano del General) y Manuel Jaramillo (Cuñado), exhuman los restos del ilustre colombiano y confirman su cráneo partido y los dedos seccionados y lo llevan a Rionegro, a la capilla del cementerio, en donde se erigirá un monumento en 1870.
Todavía parecen resonar allí sus últimas palabras: “…Avancen, cornetas. Toque paso de ataque. Muchachos, a la bayoneta, que los enemigos son pocos y cobardes. ¡Viva la Libertad!…”
El proceso contra el asesino Ruperto Hand
Ruperto Hand, ascendido a Coronel por el General Espinar, cae en manos del Coronel Herrera, quien lo apresa por conducta licenciosa y antiética, acusando de ser indigno de ser un oficial. Ya en prisión le cae la acusación del asesinato de Córdova y su proceso se inicia el 26 de septiembre de 1831. El Secretario de la Corte es el Subteniente Primero Joaquín Carazo y el Juez Fiscal Fernando Lozada.
Se reciben las siguientes declaraciones de testigos presenciales de los hechos, quienes además acusan a O’Leary de ser el asesino intelectual del General Córdova:
Comandante Francisco Giraldo
Capitán Miguel Hoyos
Subteniente Juan Duque
Teniente José María Ochoa
Señor Juan A Montoya
Dr. Antonio Mendoza
Teniente Antonio Navarro
Capitán Francisco Escalante
Teniente Gregorio Naranjo
Sargento José María Yepes
Sargento Nepomuceno Isaza
Cabo Manuel Acevedo
Señor Gabriel Salom
Las acusaciones directas contra O’Leary provienen del Coronel Murray:
En declaración del 24 de octubre de 1831, de los coroneles Crofston y Catelli, en diciembre de 1831 y del mismo Ruperto Hand, en declaración de enero 3 de 1832 y en varias cartas a la Alcaldía y a la Comandancia del Ejército, en donde repite una y otra vez sin contradecirse, que la orden de O’Leary fue: “…En esa casa esta Cordova. Acométalo y mátelo al momento…” Una vez se confirman los hechos es condenado a muerte, pero esta pena se le conmuta por 10 años de prisión.
En un gesto de generosidad inmensa, la madre del General Córdoba intercede por el asesino de su hijo: “…Nos atrevemos a dirigir a V.E. nuestras humildes súplicas, pidiendo que la pena que se le imponga al delincuente sea la más benigna y compatible con la justicia y la vindicta pública. Si los vínculos con que la naturaleza nos ligó a la víctima, nos dan hoy algún derecho para pedir la pena del verdugo, nosotros lo renunciamos, y antes bien interponemos en su favor el sacrificio de aquella misma vida; y rogamos a V.E. con encarecimiento se muestra indulgente al tiempo de fallar en esta causa…”
En agosto de 1833 se escapa de la prisión y se va a Venezuela, de donde es requerido en extradición por el Secretario del Interior, don Lino de Pombo. Esta solicitud es denegada por el gobierno venezolano.
¿Qué dice el libertador simón bolívar de la muerte de córdova?
La acción contra Córdova es ordenada por el General Urdaneta, Ministro de Guerra de ese entonces, cuando Bolívar se encuentra en Guayaquil.
Revisemos algunas de las cartas de Bolívár antes de la batalla que costara la vida a Córdova, en donde se muestra partidario de la acción militar contra quien había sido uno de sus más brillantes generales.
Octubre 25 de 1829 (Carta al General Mariano Montilla) “…Las locuras de Córdova serán sofocadas por más de cinco mil hombres que han marchado contra ese enemigo de su patria…”
Octubre 26 de 1829 (Carta al Dr. José María del Castillo y Rada) “…Las locuras de Córdova serán bien pronto sofocadas…”
Cuando le llegan las noticias de la Batalla y la muerte de Córdova, el Libertador no siente el más mínimo pesar
Octubre 26 de 1829 (carta al general urdaneta) “… Estoy muy satisfecho de la actividad y del acierto con que ustedes se han manejado con las ocurrencias de Córdova; todos los movimientos de tropa y demás medidas que se han tomado, y hasta elección del Jefe que hubiese de mandar a aquellas están muy de acuerdo con las providencias que yo había tomado desde acá; y las tropas del Cauca y las demás que están en marcha coincidirán muy oportunamente a exterminar a los facciosos…”
Noviembre 10 de 1829. “…También estoy impuesto de los últimos sucesos contra Córdova y del miserable y trágico fin de su caída. O’Leary me escribió desde Marinilla dándome parte de su victoria contra los facciosos en El Santuario y, sin duda…son muy dignos de la gratitud nacional…”
Noviembre 10 de 1829 (Al General Pedro Alcántara Herrán) “…Muy acreedor es usted como otros, a la gratitud nacional y a que yo le tribute las gracias por el término felá de la insurrección atolondrada del desgraciado Córdova…”
Incluso se muestra orgulloso de la suerte de Córdova.
Noviembre 22 de 1829 (A José Manuel Restrepo) “…Mucha ha sido la utilidad y mucho el acierto con que se han manejado los negocios contra Córdova, y a ello se debe la pronta y feliz terminación de la rebeldía…”
Noviembre 22 de 1829 (A Estanislao Vergara) “…El brillante triunfo adquirido sobre Córdova…”
Noviembre 22 de 1829 (Al General Rafael Urdaneta) “… En todo el negocio de Antioquia se ha obrado con mucha actividad y celo, por consiguiente, todo ha salido maravillosamente bien…”
Obviamente, O’Leary es premiado por Bolívar, cuando es nombrado embajador ante los Estados Unidos. En carta al Presidente de esa nación en febrero 12 de 1830 escribe:
“…Hemos nombrado de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario…al Señor General de brigada Daniel Rorencio O’Leary, uno de nuestros más distinguidos conciudadanos…”
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