¿Creación, Azar o Determinismo?

(Un acercamiento a la mente creadora. Breve explicación de los hechos)

DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA

¿Azar o Determinismo? Todos estos hechos que están expuestos anteriormente más otros, han ocurrido en analiza­dos, conocidos y los personales; esto sólo es una pequeña muestra también puesta de acuerdo con el recuerdo acompañado del azar y determinismo con el deseo y necesidad de mostrarlos.

Por todos es bien conocido que algunos de ellos acontecen especialmente en personas con las cuales se tienen vínculos amorosos profundos y con los que se está viviendo una relación vin­cular o estados psíquicos especiales en los cuales hay una relación consciente e inconsciente con ruptura de la barrera o frontera témporo-espacial y en donde se crea o se vive en un nuevo espacio y temporalidad con libertad sin represión; esto ocurre no por capacidades superiores sino por liberación de aptitudes y de funciones en que se requiere vencer la represión.

Es así también como se produce el “fenómeno del asombro”, tanto en el que vive esta experiencia como el que la presencia (espectador o lector).

Azar o Determinismo. Por lo general lo anterior acontece:

En los artistas o creadores que no saben cómo surgen ideas, conceptos, asociaciones, analogías y semejanzas, palabras, escenas, partituras, imá­genes, formas, colores, y es por esto por lo que se dice que al sujeto le acompaña y visita la “musa” o que “tiene estrella” y aún se le cataloga de “genio”.

Es, en esta franja en donde se producen los vínculos y se relacionan los sujetos con los objetos o con el mundo de la realidad en un mundo subreal del denominado “proceso intermedio” o “terciario” ya mencionado en la obra: “Tiempo, Espacio y Psicoanálisis” (1987), “Cerebro-mente.

El pensamiento Cuánti­co” (2009), en que la sensopercepción y el sentimiento funcionan a “dimensiones cuánticas”, con señalizaciones visuales o acústicas u otras, para oír, ver, pensar, escribir lo que aparece en la pantalla de la imaginación; es así también como se puede comprender los llamados mensajes telepáticos, sueños premonitores, el “déja-vu”, las sensaciones de clarividencia, o la supuesta lectura del futuro o el conocimiento del pasado, los eventos fortuitos, las premoniciones en vigilia.

Es de la misma manera como se le ha dado a estos fenómenos el nombre de “extrasensoriales”; en realidad no lo son, puesto que la “palabra extra-sensorial” implicaría que no pertenece al sensorio mismo; más esto no es así, porque lo que ocurre es que “el sensorio opera a una dimensión completamente distinta de lo usual no concebida y no usual; cuando nos referimos a la partícula gramatical, “extra” se refiere a que está fuera del sensorio y esto lo decimos porque no lo captamos o detectamos con tecnologías común y corrientes.

Estímulos (visuales, acústicos y otros que “se ubican en un pre o extra sensorio”)

Sin embargo, existen estímulos (visuales, acústicos y otros que “se ubican en un pre o extra sensorio”) y que son factibles de recibirse cotidianamente del medo ambiente cercano o lejano; de ahí que la comunicación a distancia, también es posible sin la necesidad de línea telefónica o Internet, vía satélite o de conocimiento de la información por comuni­cación extraverbal o extrasensorial consciente puesto que pertenece a funciones de onda de partículas cuánticas todavía no medibles.

Estos fenómenos pertenecen a los hechos incons­cientes, los cuales podrían entenderse a través de la física-cuántica (partículas que señalizan la información); lo que falta son instrumentos de medición y de cálculo con observaciones e investigaciones rigurosas a la vez que con otros modelos de pensamiento para entender los hechos todavía no bien explicados y comprendidos y menos verificados.

(Lea También: Sueño Premonitor)

Cuando nos referimos al asombro por percepciones o por el darnos cuenta, o ser cons­cientes, por ejemplo, en la “visión de sí mismo” que con frecuencia es diferente a la que tienen los demás.

Cada uno tiene sus dificultades para ser consciente del sí mismo y saber en realidad quién es, aún si se mira al espejo que refleja la propia imagen o la que se obtiene a través de otro; por ejemplo, en el psicoanálisis personal, o la que se tiene o se vive con su pareja o la de un amigo o hermano, para conocerse. Siempre quedan vacíos, incógnitas que todos tenemos, muchas veces por toda la vida. Tengamos en cuenta que todos estos hechos psíquicos ocurren en la vida de la psicología cotidiana.

Dentro de todo esto nos preguntamos: ¿si el pensamiento no estará regido o lo acompaña una señal o unas ondas especiales, por ahora no determinadas, y que pueden viajar con una rapidez mayor que la luz, puesto que en la imaginación uno puede inmediatamente trasla­darse en el espacio?; ahora bien ¿acaso ese viajar en el espacio implica que hay un receptor que lo detecta más allá de la velocidad de los fotones?

La respuesta no la tengo, más lo que sí sucede es que esa “comunicación extrasensorial o subliminal o suprasensorial a distancia”, rompe la barrera tiempo-espacio, sin tener que considerar como causas (principio de causa­lidad) a la clarividencia, la adivinación o las capacidades paranormales mágicas, más sí las aptitudes intuitivas que implican muchas percepciones y funcionamientos cerebrales para dar origen a múltiples hechos cotidianos, de la psicología cotidiana y del mundo creativo y que provienen de aquella dimensión inconsciente en donde funciona el ya nombrado “determi­nismo psíquico”, el “azar determinista” y el “pensamiento cuántico”, todos ellos correspon­dientes al proceso terciario o intermedio al cual se ubica entre el consciente y el inconsciente y que pertenece al proceso creativo (Ver obras: “Creación, Arte y Psiquis”, 2003; “Cerebro Mente” El pensamiento cuántico, 2009).

Yendo a la experiencia clínica psicoanalítica, voy a transcribir lo ocurrido con mi primer paciente en supervisión en el año 1953 y que aparece en el libro Técnica y clínica psicoana­lítica, (1994).

Traigo estos textos para entrelazar los conceptos de la vida cotidiana con los que se producen en el proceso analítico y que comprenden la transferencia (lo que el paciente vive, pone o ubica en el terapeuta) y la contratransferencia (lo que el terapéutica capta, vive, y resuena del analizado); ambos procesos pertenecen a la relación diádica inconsciente-cons­ciente entre esa relación dual terapéutica; es así como el terapeuta capta, recibe (receptor) y es captado por el preconsciente que envía (emite) mensajes al primero mediando o no la simbolización; por eso llamamos a ese tipo de comunicación extra o preverbal y al lenguaje “la comunicación inconsciente” que se realiza en esa dimensión en donde también participa el determinismo psíquico y el azar.

Caso Clínico. (Mi primer paciente) (1953-1954)

Al año de entrar en análisis y durante mi entrenamiento neuro-psiquiátrico que realizaba en Madrid, España, (de sep. 1951 a diciembre de 1954) se me autorizó para tomar mi primer paciente de psicoanálisis en el año 1952, el cual sería supervisado por mi propio analista, lo que era y es hoy día muy discutible y no bien aceptado. Recuerdo que este tipo de supervi­sión me produjo una ansiedad, al mismo tiempo que la satisfacción de “recibir” del analis­ta una “enseñanza”.

Reconstruyendo el evento de ese entonces, venía a mí el sentimiento ambivalente pues también deseaba delimitar claramente los campos (analítico y enseñanza) que me confundían al unirlos, más cuando en la enseñanza estaba, por parte de mi analista el o los señalamientos de errores y en el diván no; es decir, tanto mi analista como yo nos disociábamos, muy posiblemente más yo que ella pues estaba involucrado todo el vínculo transferencial.

Esta técnica era aprobada por las directivas de la Asociación Internacional de Psicoanálisis (IPA) y la misma Ana Freud y Melanie Klein conocían de este procedimiento, debido a la falta de analistas en ese entonces y en esa localidad (Madrid-España). Mi analista había hecho su formación en Berlín; anoto esto para mostrar ciertas tendencias y genealogías técnico analíticas y mis identificaciones.

Sirvan estas líneas como otro testimonio de la formación de un analista que inició su en­trenamiento a mediados del siglo XX.

La primera paciente que tuve era una mujer soltera de 25 años, de la provincia de Galicia, trabajadora del campo, que acudió al hospital Provincial de Madrid al servicio de neuro-psiquiatría del profesor Juan José López Ibor, donde se le dio un diagnóstico de histeria.

Cuando yo inicié su tratamiento, ella estaba confusa, con cierta disociación y se quejaba de dolores en la cabeza y abdominales, lo que no correspondía a ningún cuadro de patología médica.

El análisis se inició en el mismo hospital; utilizaba como diván una de las camas del servicio. Yo le propuse que hablara todo lo que se le ocurriera libremente (asociación libre ya mencionada) y le expliqué que la veía una hora cuatro veces por semana a las 11:00 a.m.; ella aceptó. Inició su discurso contándome de su vida en el campo, de su familia, padre, madre y sus hermanos y cómo eran sus costumbres en su casa.

Pasó a relatarme sus relaciones afectivas con los novios que en su casa no le dejaban tener; así pasaron dos o tres sesiones; luego la paciente al inicio de la sesión se quedaba en silencio y posteriormente comenzaba a hablar de lo que yo llamaba en ese entonces “trabada”, lo cual para mí no era muy inteligible. Fue después cuando supe que la paciente hablaba “gallego”, su forma y dialecto común y corriente; sin embargo, era algo inentendible.

La paciente entró luego a hablar entrecortadamente en forma disociada y confusa. Yo le mostré que así no le entendía. La paciente entonces habló más coherente y yo transcribía su relato, tal cual se presentaba, para llevarlo a la supervisión.

En la primera sensación contra-transferencial sentí que la paciente a lo que se refería, en su discurso, era a mi vida y a lo que yo estaba viviendo en mi análisis.

Con sorpresa yo seguía apuntando sus relatos y los llevaba tanto a mi análisis como a la supervisión. Por un momento me sentí confuso, sin embargo, mi analista me explicó cómo ella estaba captando mi inconsciente (como si lo leyera).

Estas sesiones no duraron mucho tiempo, porque la pa­ciente mejoró de sus síntomas y mis escasas intervenciones mostrándole sus ansiedades de abandono, los deseos de ser cuidada, protegida por mí, iniciaron su primer lenguaje infantil “gallego”. Yo alcancé a hacer interpretaciones en transferencia, mostrándole sus relaciones conmigo y el temor a que la dejara.

Finalmente ella fue dada de «alta» del hospital y regresó a su casa en la provincia. En la práctica clínica me he encontrado con múltiples vivencias que dentro de este contexto psicoanalítico, “las ubico en la relación transferencia-contra­transferencia”, la que nos indica las reacciones psíquicas que existe de parte del analista a la transferencia del analizado y así la intercomunicación en el campo inconsciente entre los dos participantes.

De esta temática me ocupo en parte en los textos de la obra: “Técnica y Clínica Psicoanalítica”, (1994); de todas formas es fundamental entenderla para comprender todo este fenómeno del “azar determinista” en la clínica psicológica y en la vida cotidia­na440.


440Recomiendo al lector referirse a la obra “Técnica y clínica psicoanalítica”, (1994) capítulo la Contratransferencia y la interpretación, clases y vicisitudes, usos de la contratransferencia, ejemplos clínicos. Allí se ve toda esta relación dual y cómo opera en el proceso terapéutico y es muy ilustrativo para comprender mejor estos postulados psicodinámicos y de las funciones cerebro-mente, la comunicación extra y preverbal, la relación dual y la lectura del inconsciente.

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