Coincidencia, Azar y Determinismo

DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA

Coincidencias que han pasado y pasan en la cotidianidad de la vida

Son miles y miles de coincidencias que han pasado y pasan en la cotidianidad de la vida y cada uno de nosotros ha experimentado de alguna forma trivial o no; algunas aparecen desafiar la lógica y resulta imposible atribuirlas a la mera suerte o a la casualidad, más bien las interpretamos como unas fuerzas del destino o del azar determinista.

Como ya se ha expli­citado en otra parte, se han construido teorías de la coincidencia por científicos, filósofos y matemáticos o por psicólogos dedicados al estudio de la sensación, la percepción extrasenso­rial, planteándose ellos el interrogante de si esos fenómenos contienen mensajes escondidos u ocasionados por fuerzas desconocidas544.

De una u otra manera, las respuestas entran en conflicto y chocan con las raíces de la ciencia; de ahí la pregunta: ¿existen fuerzas u ordena­ciones provenientes de poderes universales, desconocidos? La respuesta no es taxativa; más sin embargo, sí existen todavía fuerzas conocidas y desconocidas que manejan el cosmos. El mismo Hipócrates (460 a.C.), padre de la medicina, creía que el universo estaba unido por afinidades ocultas, así como movimientos comunes y cómo todas las cosas están equilibradas unas con otras.

De acuerdo con estas teorías habrían elementos afines, solidarios, interrela­cionados unos con otros. El filósofo renacentista Pico Della Mirandolla en 1557, escribió: “en primer lugar hay un lugar en las cosas por la cual cada una forma un conjunto consigo misma; en segundo lugar, existe la unidad por la cual una criatura está unida a las otras y to­das las partes del universo constituyen un mundo”.

A la vez el filósofo Arthur Schopenhauer (1788-1860):

Fue un filósofo que se opuso al optimismo de Hegel juzgado como “académico mercenario” y “sicario de la verdad” –sostuvo que la vida es dolor, la historia un azar ciego, y el progreso una ilusión y se refirió a cómo existía una simultaneidad de acontecimientos causalmente desconectados, pero en forma paralela y “el mismo acontecimiento representa el eslabón de cadenas totalmente diferentes; de tal forma, el destino de un individuo se ajusta invariablemente al destino de otro, y cada uno es el protagonista de su propio drama, mientras que simultáneamente está figurando en un drama ajeno a él.

Esto es algo que sobrepasa nuestros poderes de comprensión y sólo puede concebirse como posible en vir­tud de la maravillosa armonía preestablecida. Todos debemos participar en ella. Por tanto, todo está interrelacionado y mutuamente armonizado”, (Reale G., Antiseri D., 1995).

¿Existe el inconsciente colectivo?

Freud en la obra “Psicología del grupo análisis del Yo”, (1921), trae el examen descriptivo de Le Bon referente a la “mente grupal”, planteándose como los individuos pueden unir, jun­tarse para formar una unidad; para lo cual debe haber algo que lo reúna, ese vínculo puede ser precisamente lo que caracteriza al grupo. Le Bon considera que las adquisiciones particulares de los individuos se borran en él, por lo cual su carácter instintivo se desvanece.

Así surge el inconsciente racial y lo heterogéneo queda aplastado por lo homogéneo. Se elimina la superestructura mental cuyo desarrollo en los individuos pone de manifiesto tales diferencias, junto con el fundamento inconsciente, el cual es el mismo en todos los hombres. En el grupo humano hay tendencias o condiciones que deben reprimirse en forma inconsciente. De una u otra manera, en el grupo los individuos exhiben características los cuales no poseen antes, existiendo factores que los explican:

1). El sentimiento de poder que les permite entregarse a un instinto; 2). El contagio y 3). La sugestión. Recordemos aquí el poder de los líderes; por ejemplo, en Rusia con Stalin, en Alemania con Hitler y en Italia con Mussolini, en Cuba Castro y al llegar al siglo XXI nos encontramos con los personajes como Carter y los que se identifican y le siguen en búsqueda de la democracia y la paz; por otra parte está Castro, Chaves, Ortega, Correa y Evo Morales y posiblemente otros que podrán seguirlos, los cuales se apartan de alguna manera de la democracia participativa.

Los grupos arriba mencionados (rusos, alemanes, italianos) reaccionaron impulsivamente idealizando su líder y obedecién­dole sin ninguna crítica y razonamiento y otros los opositores fueron anulados o perseguidos; de tal manera, existen los crédulos y los escépticos o los abiertos a cualquier influencia de su líder quedándose sometidos en forma mágica y omnipotente de la palabra.

En la misma obra Freud habla de la vida mental colectiva, de la sugestión y la libido, de los dos grupos radicales, la iglesia y el ejército, los cuales están presentes, así como el linea­miento de trabajo, la identificación, el enamoramiento y la hipnosis, el instinto de rebaño, el grupo y la horda primitiva, los grados de diferenciación del Yo. En todas estas temáticas podemos encontrar el fenómeno de la información inconsciente colectiva y aún de almacena­mientos de recuerdos colectivamente a la vez que el fenómeno de la comunicación intragru­pal e intergrupal que no pertenecen a casualidad o coincidencias sino a determinantes de comunicaciones inconscientes y en todo ello el demonio de las colectividades.

El matemático británico Adriám Dobbs por los años 60 inventó la palabra “psitrón” para describir la fuerza desconocida que registraba, como el radar, otra dimensión temporal pro­babilística y determinística. El psitrón según el matemático absorbía probabilidades futuras y las transmitía al presente, desviándose de los sentidos humanos corrientes y transmitiendo de alguna forma la información directamente al cerebro. He aquí una materialización y energiza­ción de una función llamada comunicación interpersonal e intragrupal.

Esta temática ya está desarrollada en el próximo libro: “Ciencia, magia y pensamiento”. Personalmente propongo para los campos, los fenómenos y función Psi y sus partículas operantes funcionantes, darle el nombre de “psidones” (por los dones psíquicos que tienen). Estas partículas cuánticas, de­rivadas de las frecuencias todavía no bien estudiadas e identificadas serían las que operarían en las funciones psíquicas y por lo tanto responsables del sistema consciente e inconsciente, de la recepción y transmisión de mensajes.

Nuevamente nos encontramos con los trabajados de Paul Kammerer (Director del Insti­tuto de Biología Experimental de Viena).

El citado autor escribió un diario en que aparecían hechos triviales, nombres de personas inesperadas, números de recibos, frases de un libro que se repetían en la vida real, observaciones desde un banco del parque de las personas que pasaban anotando el sexo, la edad, el vestido, sus bastones y paraguas, hora, época del año, etc.

Esta observación obsesiva y pormenorizada lo llevó a una clasificación en grupos de nú­meros, sin mirar a los que usan los estadísticos, o los jugadores o las compañías de seguros u organizadores de encuestas, y fue así como encontró fenómenos ya descritos anteriormente con secuencias y series, las cuales denominó de la “serialidadconstruyéndose así una ley y a la vez encontrando “coincidencias” que él consideró pertenecían a principios cósmicos que la humanidad todavía desconoce, así como no se entiende completamente el principio de la gravedad.

Cincuenta años más tarde Wolfang Pauli (Nobel de Física) y Karl Gustav Jung (famoso psicoanalista) (ya mencionados); el primero postuló el “principio de exclusión” y el segundo la “ley de sincronicidad” como un “principio de conexión” “no causal” ampliando la teoría de Kammerer. Dentro de la sincronicidad estaría obviamente lo sincrónico, lo discró­nico, lo acrónico.

Dentro de estos conceptos, según Pauli las coincidencias eran: “las huellas visibles de principios desconocidos” y para Jung “series de manifestaciones de principios universales que operan independientemente de las leyes físicas”. Pauli y Jung concluyeron que “la telepatía, la precognición y las mismas coincidencias son todas manifestaciones de una única fuerza misteriosa que opera en el universo y que está tratando de imponer su propia disciplina sobre la total confusión que rige la vida humana” (Jung CG., 1983) (ver capítulo sobre “Psicología de la vida cotidiana” y la obra “Ciencia, magia y pensamiento”; en preparación).

Personalmente pienso que todos estos fenómenos del inconsciente colectivo, de las coin­cidencias y casualidades, de la telepatía, de la intuición, pertenecen a un hecho natural puesto que el conocimiento está ahí y solamente hay que develarlo, comunicarlo; en ese ahí, es algo témporo-espacial del aparecer y percibir sin consciencia o que no pasa por ella, luego que pertenece al “sistema inconsciente”; de ahí que Freud le diera una connotación de instancia psíquica con el concepto tópico y dinámico.

Existen muchos ejemplos personales de casualidades o de sujetos provenientes del azar o de lo que llamo “azar deterministay que se enlaza con el destino. Lacan refiriéndose a esta temática escribió: “es en relación a los azares que un sujeto puede llegar a amar”, lo que Freud denominó “Neurosis del Destino”, más no está exento de fracasar por un azar o por mala fortuna, o lo contrario que la tenga buena.

Aquí una pregunta: “¿Cómo puede ser que sucesos exteriores, del azar, funcionen con tal determinismo en el aparato psíquico? El psicoanálisis da una respuesta y esta tiene que ver con la manera de pensar y de actuar el trauma psíquico. El gran enigma es que el mejor modelo posible para un aparato psíquico tendrá que ser un aparato que evite la repetición del hecho traumático. Pero el descubrimien­to freudiano increíble es que el aparato queda ligado a una repetición del trauma” (S. Freud, Más allá del Principio del placer, 1920).

En esta conceptualización se entiende cómo primero deviene la percepción, el trauma inconsciente, los elementos significativos positivos, y sus señalizaciones, el deseo o los ne­gativos que operan como trauma y luego se repiten para volverse los negativos positivos en el deseo y así convertirse en significantes positivos.

La repetición se pone en juego y lo importante sería la percepción negativa que se marca como un elemento dentro del orden de los significantes y a partir de allí el propio aparato psíquico lo repite; de ahí que el sujeto diga: “es algo que en mi me lleva a ser tal o cual cosa”, “es algo que siento de mi interior”, “ es de la voz de mi consciencia que me nace de mi naturaleza”; esto puede ser sentimientos positivos o negativos con explicaciones o sin ellas, con recuerdos o sin ellos, o simplemente percepciones, o presentimientos.

La función de la repetición es algo que el sujeto tiene en su naturaleza a través de la vida cotidiana; más aún, cuando el sujeto duerme, el inconsciente está trabajando en el sueño y lo conduce en ocasiones a repetir masoquísticamente los traumas para repararlos; en esa re­petición es como aparece la “función de la repetición”, pero no todo se explica de tal forma.

Freud la llevó al concepto de “pulsión de muerte” en “Mas allá del Instinto del Placer” (S. Freud 1921); sin embargo, la repetición no es lo mismo que el retorno de un recuerdo signifi­cativo. La “compulsión de la repetición” de Freud indefectiblemente implica que esté al lado de lo actuado. Téngase aquí en cuenta que bien podemos repetir para recordar y tratar de resolver y deshacer el problema o el conflicto, como también se repite para repetirlo maso­quísticamente y quedarse sufriendo con él o se repite para reparar.

Lacan introduce a Aristóteles para desmenuzar el término de “azar” y toma el vocablo de” tyché y automatón”; ambos conceptos para Aristóteles tienen un lugar en la teoría de las causas y por lo tanto son determinísticos y se encuentra dentro de lo probabilístico que ocurre siempre e innecesariamente en la mayoría de los casos, más cuando se llama accidental se ubica en el automatón y la tyché, (545).

Aquí vale la pena traer cierta idea del ensayo de Lacan (1984) sobre la “Carta Robada” cuento escrito por Edgard Allan Poe (“The purloined letter”). El cuento en sí trata de como en una carta aparece un texto impreso en la cual se habla de la relación de la reina con su rey y posiblemente la de un amante (obviamente prohibido) lo que significa una carta de amor. La escena de robo de la carta de un presunto amante y de la aparición del rey que surge en el cuento no advierte la existencia de la misma.

Aquí nos preguntamos ¿qué decía la carta? ¿era verdad o mentira? ¿por qué se esconde para no ser encontrada cuando se ubica simplemente en un sitio evidente encima del escritorio que cualquiera la puede hallar?; los presupuestos y los prejuicios están presentes; si es robada es algo malo y algo malo se consigna en ella y algún provecho o beneficio se saca de esto (con la posesión de la carta); podría ser el escalar posiciones políticas, y el mismo prefecto que la busca no la encuentra en ningún sitio; sin embargo, la carta se halla y la policía no la encuentra. Aquí la policía es el “superyó” que no encuentra lo reprimido, el contenido latente y lo prohibido, “la verdad oculta”.

Haciendo una relación con las ideas de Schlegel y los filósofos de Jena. Dupin amigo del prefecto señala que “el razonamiento matemático no es otra cosa que la lógica aplicada a la observación de la forma y la cantidad.

El error consiste en suponer que las verdades de lo que llamamos algebra pura son verdades abstractas o generales” (Poe, 1989). Aquí vemos cómo la ciencia, la literatura y la intuición se entrelazan, y así mismo nos preguntamos si la carta fue dejada a propósito en un sitio evidente o al azar y estaba determinado no encontrar­la. El mismo prefecto de la policía deplora la necesidad de usar anteojos; sin embargo, en el momento de la recuperación “le permitieron que siguiera como un lunático o un ebrio: el supuesto lunático era, naturalmente, un empleado mío” (Poe, A., 1987).

De todas formas encontramos que el hombre crea sus enigmas, los hace por que oculta la verdad real; la carta robada está en un lugar real, sencillo, obvio, a la vista, pero el hombre no la ve porque no quiere verla y así ocurre con tantas verdades y realidades, prejuicios en los dimes y diretes y a la vez el azar determinista. (Poe, A., 2002)

Dentro de toda esta contextualización, del azar, de la causalidad, de la coincidencia, ¿cómo puede ubicarse como causa de buena o mala suerte?; ¿acaso tiene que ver con el cam­po intencional e inconsciente donde aparece la sorpresa de lo bueno o lo malo?, ¿pertenece todo esto al deseo inconsciente individual y colectivo?. ¿Tiene que ver con algo articulado con el deseo, del instinto o de la necesidad?; ¿pertenece como ya se explicitó anteriormente a la compulsión a la repetición proveniente de la propia naturaleza?; o ¿son varios de estos ele­mentos que participan o todos a la vez?; ¿qué significa que aparezca en determinado momen­to de la existencia del ser humano algo bueno o algo malo?

Esta última pregunta obviamente tiene su respuesta que es posible conectarla con los otros cuestionamiento, y es que siempre el hombre trata de significar y dar significado a lo positivo y negativo y aún a lo neutro que no le toca, y trata de buscar el principio de causalidad o el origen de lo que pasa a través de un análisis; el hombre necesita explicar, significar, conocer, interpretar, responderse para con­trolar sus ansiedades, su ignorancia, su incertidumbre teniendo un significado a través de su capacidad de razonamiento analítico; cuando no es capaz de analizar, de conocer, tampoco es capaz de darle sentido a lo que ocurre.

De una u otra manera, el hombre está predestinado por la naturaleza para realizar la signi­ficación, satisfacer sus necesidades, prepararse probabilísticamente aún con cálculos incons­cientes cerebrales de su propio destino. El análisis es también una búsqueda y se busca en el campo significante todas las combinaciones posibles para encontrar razones al deseo y a lo que aparece en la pantalla de la consciencia que viene del inconsciente. He aquí la relación del azar, el destino y el inconsciente psicoanalítico.

Estos últimos textos nos llevan a la pregunta de lo “acausal” y a sus conexiones con los postulados ya citados de Jung, Rhine y Kammerer de la sincronicidad. ¿Qué se entiende por sincronicidad? Jung nos lleva a pensar que aquella es “la manifestación de una coincidencia significativa, de una conexión acasual”.

Aquí nos preguntamos ¿existen coincidencias sig­nificativas y no significativas? ¿Es o son varios hechos psicofísicos que ocurren al mismo tiempo por la presencia de un paralelismo y/o de una conexión entre uno y otro y por lo tanto puede aparecer la coincidencia significante? La respuesta puede ser afirmativa; sin embar­go, entramos a un mundo de especulaciones más cuando no hay realmente una prueba o un estudio probabilístico matemático cuantificado de la coincidencia de un hecho con otro; sin embargo, sí existen la observación de la sincronicidad. 

El concepto de coincidencia nos lleva a unos márgenes de errores porque muy fácilmente caemos en que muchos hechos pueden coincidir y que coinciden temporalmente. Sin embargo, la sincronicidad planteada por Jung desde el punto de vista psíquico interno del individuo, asociado con un proceso externo a su psique, nos lleva a pensar en la simultaneidad de los hechos y a cierta sincronicidad psíquica y física en la relación vincular de dos personas; por ejemplo de parejas o de padres e hijos o de vínculos muy estrechos que se establecen después de un encuentro, supuesto al azar, que determina toda una historia.

Téngase en cuenta que todos los acontecimientos tienen su ritmo cronológico y con los seres con que nos vinculamos afectivamente con los cuales nos sincronizamos en el acon­tecer del otro (por ejemplo como ya se enunció parejas, padres, hijos, amigos, pacientes en psicoanálisis), o, dicho de otra forma, el aparato mental se sincroniza con el conocimiento en general o en particular cuando se conecta en un punto y penetra en él; es como si se su­mergiera en otro espacio atemporal y/o en la atemporo-espacialidad en que la que se encuen­tran las consciencias y el inconsciente.

Aquí nos enfrentamos a una visión interna del sujeto atemporo-espacial; dicho de otra manera, es otra dimensión o dimensión “psi” (Ψ) en la que se reciben (todas las informaciones). Aquí se incluye la telepatía, la precognición o adivina­ción, el presentimiento, la genialidad, la intuición, el descubrimiento y la creatividad. (Ver “Ciencia, magia y pensamiento”, en preparación). Jung clasifica a la sincronicidad en tres tiposel primero pertenece al proceso de simul­taneidad ocurrido en una témporo-espacialidad cercana, el segundo tipo la simultaneidad a distancia (témporo-espacial) y el tercero se refiere a la sincronicidad.

En estos hechos simultáneos de Jung considero que debe tenerse en cuenta cómo aquellos aparecen o se ponen en evidencia porque la información pertenece a la “consciencia o al inconsciente colectivos; puesto que las ideas como se dice vulgarmente, “están en el aire”, y, lo que ocurre es que se realizan o aparecen en un momento dado y están presentes en actos conscientes o inconscientes en sueños.

El tercer tipo de sincronicidad de Jung es el acontecer percibido por el sujeto del hecho que ocurre en el futuro y está representando en el presente, y, la representación precede al hecho; es decir, los sucesos se adelantan o como vulgarmente se adivinan y predicen. La investigación de Jung en el campo de la sincronicidad está hecha con una lista de casos de ejemplificaciones que no pueden ser bien sustentados desde el punto de vista científico.

La ley de la serialidad de Paul Kammerer, enunciada en textos anteriores, son coinciden­cias de la vida que el biólogo austriaco consignó a finales del Siglo XIX en sus registros de cientos de coincidencias.

Kammerer, como se indica en otra parte, anotaba cuidadosamente (como ya se enunció) sus observaciones en el parque o cuando en el trabajo cuando caminaba y viajaba en el tren y clasificaba la edad, el sexo, la ropa, la hora, los objetos, las actitudes y los agrupaba y mostraba afinidad de unos sucesos causalmente inconexos pero, que sin embargo, tenían un patrón formal y global común; la interconexión de sucesos fortuitos constituían por lo tanto patrones y de ahí la ley de la serialidad de acontecimientos por relación entre el mundo interno y el externo. Aquí coincidían con la teoría de sincronicidad de Jung.

Los experimentos de J.B. Rhine, ya citado, sobre la existencia de conexiones acausales de sucesos, que nadie había podido emitir ningún argumento crítico en contra.

El experimento consistía en una serie de naipes enumerados y presentados, con diseños geométricos; al sujeto se le solicitaba señalar cuál era el diseño (estrella de seis puntas, cuadrados, círculo o cruz); 800 veces se pasaba el naipe y hubo 6.5 aciertos sobre 25; es decir, 1.5 más de probabilidad que la matemática; cierto joven enumeró los experimentos y alcanzó un promedio de 10 aciertos sobre 25 e indicó una sola vez correctamente los 25 naipes; luego se fue aumentando la distancia espacial entre el experimentador y el sujeto de experimentación hasta llegar a 350 kilómetros; el resultado arrojó en este caso 10.1 sobre 25 cartas (546).

Por su parte Jung le interesó esta observación pues confirmaba la relación entre la imagen interna de la carta que iba a salir y la carta que se levantaba.

La relación que se vio confirma­ba por el hecho de que en todos los experimentos el número de aciertos comenzaba a decre­cer después del primer ensayo volviendo a aumentar, si por algún motivo interno o externo el interés del sujeto en el experimento volvía a crecer”, (547). En este caso de los intereses de cada sujeto y las motivaciones que les lleva pueden ser sincronicidades psicofísicas que per­tenecen a la intuición o a la percepción extrasensorial o la que podríamos llamar percepción cuántica.

La sincronicidad, simultaneidad y las coincidencias se han conectado también con la astrología en la posición de los astros, para determinar principios de causalidad en la per­sonalidad con atractores o retractores, y todas esas elucubraciones que los astrólogos, no científicos, realizan tratando de buscar coincidencias de los ángulos y posiciones de los astros en el momento del nacimiento de cada sujeto.

Lo que no se ha hecho es hacer un estudio estadístico de los casi 7 mil millones de habitantes de la tierra, ¿cuántos nacieron al mismo tiempo el mismo día a la misma hora en distintos lugares y ¿qué coincidencias hay? Cual­quiera puede argumentar que cada sujeto nace en un ciclo específico y nadie puede hacer a la misma hora en el mismo lugar, en el mismo lecho, al mismo tiempo. Es así como se corren grandes peligros de entrar en la magia y omnipotencia y elucubraciones no científicas. (Ver obra: “Ciencia, magia y pensamiento”, en preparación).

Curiosamente los Egipcios, los mesopotámicos, luego los griegos y las culturas más pri­mitivas llegaron a conclusiones de que existe un espacio en donde se produce los fenómenos sincrónicos que no han podido explicarse, dentro del marco de las leyes de la causalidad (causa-efecto) o el efecto precedido por una causa; de ahí que se ha elucubrado y se le dio en la antigüedad la causa a la omnipotencia divina de Dios o a algo venido del cielo.

Han pasado los tiempos y todo lo llevamos al principio de causalidad, acostumbrándonos al encadena­miento de los hechos; sin embargo, actualmente en el año 2011, todavía no somos capaces de dar todas las interpretaciones a los hechos, más cuando nos acompaña una gran ignorancia y conocimiento de muchos fenómenos que aparecen en el ser humano. Sin embargo, todavía en la India existe la acción de la ley del Karma (causa efecto), en la relación tiempo espacio vital del ser humano, con sus efectos en la reencarnación pero relacionados con este principio que se integra a una creencia y aún a la propia naturaleza.

El principio de sincronicidad en la naturaleza no es una ley nueva aunque algunos pue­den argumentarlo así, puesto que si observamos cuidadosamente todo en la naturaleza tiene su sincronicidad, sus ciclos, sus relaciones y significados y no es una opinión filosófica sino un conocimiento empírico comprobado con el conocimiento, y así también opera en la na­turaleza de la mente (psique); de ahí que cerebro-mente, materia-psique están relacionados y sincronizados para explicar los diferentes fenómenos y funciones mentales; mencionemos solamente unos pocos, la sincronicidad de la aparición de las hormonas en el hombre y en la mujer, y los periodos de fertilidad o la aparición de las capacidades sensoperceptivas, las de la inteligencia en sus relaciones cerebro mente y su desarrollo sincrónico con patrones espe­cíficos a través de los ciclos evolutivos para constituir un universo del ser y de su existencia.

Aún más se ha concebido la inteligencia, así como la consciencia y el inconsciente colectivo; sin embargo quedan todavía vacíos en los campos inexplorados por la ciencia y en especial en el campo de la intuición y sus hipótesis psicofísicas.

La misma física reconoce que no todo es causal, ni todo puede ser explicado en caso de cadenas causales; por ejemplo, el plutonio produce radiaciones a través de la descomposición de sus átomos y así se van degradando la materia. De tal manera, en 25 mil años el elemento plutonio va a disminuir su existencia a la mitad, puesto que su núcleo con carga positiva de 93 protones en un espacio pequeño genera fuerzas eléctricas repulsivas tan fuertes las cuales hacen que estos átomos se vayan desintegrando.

La ciencia tampoco puede explicar todavía el momento exacto en que el átomo se va a desintegrar puesto que el elemento pasa por campos específicos y variados donde ocurre esta descomposición.

Aquí nuevamente pensamos en el principio de incertidumbre de Heisenberg, de la impo­sibilidad de determinar simultáneamente posición de un electrón y la velocidad al tiempo, o se determina el instante tiempo o la velocidad o la posición.

Puesto que no se puede separar al observador del objeto que está observando; otra cosa sería tres observadores: uno que observa la velocidad, otro que mide el tiempo y el otro que determina la posición; esta experiencia nos van a dar resultados no iguales y por eso recurrimos a ecuaciones matemáticas para de­terminar las unidades.

Un experimento significativo que es mencionado en este estudio de la causalidad y de la acausalidad es la paradoja de Einstein, Podosky y Rosen (EPR) mencio­nada en otra parte, según la cual y debido a que los átomos tienen sus propiedades diluidas en el espacio y son medidas por medio de la ecuación de la función de onda; lo que ocurre a una partícula fluye instantemente a otra, aún cuando sean distantes. Este experimento nos lleva a la realidad de un orden acausal análogo al que tiene lugar a los fenómenos sincrónicos.

El experimento mencionado atrás es semejante al que ocurre en el psicoanálisis clínico en el fenómeno y proceso de la transferencia contratransferencia, cuando el paciente proyecta en el analista una serie de interpretaciones y vivencias emociones y el analista la recibe, se identifica o no con ellas, para ubicarlas en una posición más positivas y devolvérselas al analizado.

Análogamente esto se repite en la supervisión en lo que lleva el supervisado del material clínico, a su supervisor y cómo se relacionan los dos con respecto al material de ob­servación. La misma interpretación del hecho clínico es diferente en el analizado, en el ana­lista, en el supervisor o en otros supervisores; cada observador percibe a su manera y focaliza la observación de acuerdo a sus modelos de explicación e interpretación predominantes en ese momento de la actividad psíquica y demás del subjetivismo con participación de la física cuántica u ondulatoria.

Veamos ahora estas leyes de las conexiones acausales y causales dentro del orden de la naturaleza.

En primer término cuando nos referimos a lo “acausales sin causa, que no tiene un principio. Aquí entramos en la reflexión del origen del universo que es infinito, pero que tiene un orden y desorden al tiempo, y de la misma manera tienen un principio y un fin de ci­clos; y, la causa es el mismo ciclo y orden.

En la biología nos encontramos con la teoría de la evolución en donde las copias del ADN se van sucediendo; otra pregunta ¿cómo se pudieron realizar las mutaciones genéticas o producir “errores” causados por azar o lo que llamamos aleatoriedad o “por causas desconocidas de procesos incógnitos”? Podría pensarse que de ahí surge el nombre de factores desconocidos y acausales, y del destino, más esto no es exacto.

El mismo proceso de la selección natural en la teoría evolucionista va marcando los cambios genéticos que explican la evolución de las especies; sin embargo, las mutaciones no entrarían en la ley del orden sino de un desorden pero que lleva al orden.

Téngase en cuenta que la evolución significa una construcción de un orden cada vez más complejo dentro de procesos y sistemas no lineales sino complejos y caóticos. En este momento tenemos que introducir, dentro de esta contextualización, la ordenación de un “sui géneris”, en el orden de cada línea familiar, con caracteres o número incalculable de genes, al mismo tiempo y en un mismo sen­tido, sin que pueda existir un solo modelo matemático que lo justifique probabilísticamente.

La evolución, como ya se expresó anteriormente, pertenece a un orden sincrónico que incluye el modelo cuántico determinista en el cual participa el azar.

El estudio de la morfo­génesis o formación del feto es una de las pruebas de cómo el código genético, en ese ser, participa en su evolución y aún explica el desarrollo y el momento del orden adecuado; por ejemplo, en los códigos genéticos de las células madres. Sin embargo, no existe ninguna teoría exacta con un modelo matemático inteligente que explique la “acausalidad sincró­nica” y la elección y determinación en la conjunción de unos específicos espermatozoide y óvulo; obviamente hay circunstancias externas en la elección de pareja y múltiples causas que determina la unión en ese momento, entre ellos las fuerzas instintivas, inconscientes de la supervivencia, de la especie, la armonía y la búsqueda de equilibrio el cual debe repercutir en la prole, asumir una supuesta responsabilidad de su propia existencia y con ello de deter­minismo y posible azar, que confluyen en el destino.

(Lea También: Algunos Hechos y el Destino)

Téngase en cuenta que en pueblos primitivos se observa cómo la supervivencia está ba­sada en una cosmología que se basa en la armonía del individuo dentro del mundo vivo.

Así el “taoismo” construye toda su ideología como “patrón global de la naturaleza” y sus relaciones con el hombre. De la misma manera los Koguis (en Colombia Sur América) tienen esta misma ideología. Téngase en cuenta que naturaleza y hombre son complementarios para la supervivencia. Recuérdese aquí cómo no hay cazador sin cazado; el cazador planifica su caza y cuando la consigue la carga para llevarla a su prole y aún se canta la conquista que ha realizado. A la vez existen los tiempos de caza, de pesca, así como de recolección de frutos o productos de pan comer. Así mismo aparecen en los primitivos la creencia en los espíritus de fuego entre los huesos y el poder proveniente del más allá que presagia el futuro y el resultado de los hechos siempre buscando planificar y conocer de la supervivencia.

El presagio o la adivinación del nuevo fruto, también se interpreta y es una necesidad la cual se vive como una recompensa a las frustraciones ocurridas, al mismo tiempo para poder conseguir otra nueva armonía.

La supervivencia es algo particular que ha sido curiosidad de todo el ser humano a través de la historia de la humanidad; de ahí que aconteceres, hechos naturales u ocasionales específicos ubicados en objetos o ensueños son provistos de la capa­cidad de predicción recubriéndolos como oráculos para “re-conocer” (volver), adivinar lo que va a ocurrir (pre-decir) para saber vivir.

Muchos son los escritos sobre esta temática y más aún aceptamos que el hombre vive preocupado por conocer continuamente el mañana (futuro).

Actualmente la misma ciencia tiene sus oráculos en los grandes bien reputados y conocidos centros científicos en donde se ubica el gran conocimiento o el conocimiento superior científico; de la misma manera ocurre en tribus primitivas como ocurrió en el pasado; por ejemplo, la adivinación del oráculo de los huesos en la China o en la península de los indios Dog-Rid del norte del Canadá, o los indios de Chuckchi de Siberia y en otras partes del amazonas o de la Polinesia en donde se erigen oráculos que predicen o predecían el futuro y encuentran o puedan encontrar un patrón o principio de conexión de un acontecimiento con otro.

Así es como el hombre comunica su inquietud interna, su ignorancia y pone afuera la respuesta, en el hecho o en el objeto en la relación con la naturaleza.

Es así también como el hombre se ayuda a salir de la duda y trata de encontrar la respuesta del futuro basándola en una causalidad.

Es así como el hombre actual se siente seducido por prevenir acontecimientos y conocer lo que pueda ocurrir en nuestro planeta tierra o en el siste­ma solar o en la galaxia o fuera de ella en el universo. Para aliviar esa incertidumbre recurre a la ciencia, a la cosmología, a las fuerzas espirituales y se refugia en la supuesta paz que puede provenir en y de esa otra dimensión trascendental confundiéndose con el Todo.

Recordemos cómo los indios Shang del río Amarillo en La China (1700 a.C- 1000) tenían el oráculo ubicado en el caparazón de la tortuga; el emperador consultaba al oráculo de la tortuga todas las campañas militares, la órdenes de administración, el tiempo para sembrar; para ello preparaba de la concha de la tortuga, la cual se pintaba, limpiaba, cortaba y pulía cuidadosamente hasta conseguir su brillo, como un jade.

Las conchas preparadas para el em­perador, éste se ponía de pie delante de un altar frente del cual había varias conchas brillantes y pulidas; se elegía una de ellas y se le asignaba la consulta y luego se le aplicaba un hierro candente hasta que se oía un crujido agudo y aparecía una resquiebra dura en la concha que el emperador interpretaba.

En ese momento se producía el oráculo, al leer, al interpretar y al encontrar el significado, percibiendo a través de un trance, se leía el pronóstico y la predicción o adivinanza de lo que iba a ocurrir.

Esto se convirtió en un arte, y se creó una civilización en la cual se manejaba este ritual y paralelismo, entre sucesos de la naturaleza y los sociales en los cuales el hombre participaba en su interpretación, como un acto de adivinación, constituido por un espejo del macrocosmos; así caza, tiempo, cosecha, construcción, palacios, muerte y vida de emperado­res, armonía, desarrollo de toda una civilización, construcción de los muros, producción de cerámicas, hades y bronces, eran todo un producto de la armonía proveniente de ese pensa­miento mágico y omnipotente ubicado en un objeto, un ritual y una interpretación surgida por la perforación con el fuego candente en la tortuga.

De la misma manera como ocurría en ese entonces, ocurre actualmente, en diferente for­ma con análisis e instrumentos mágicos y omnipotentes, en la astrología o en toda esa cultura de la adivinación con las cuales, hasta líderes gubernamentales han hecho uso de ella.

No podemos descartar que toda esta visión del mundo de la dinastía Shang en la China o de otras áreas de la tierra tuviera una visión sincrónica del mundo oracular. Así fue como apa­reció en la China el I Ching (El libro de las mutaciones) que establece puentes significantes entre el hombre, el macro y el microcosmos.

Así como los poderes mágicos y omnipotentes de antaño sirvieron como un eje ideológico para el desarrollo de toda una civilización o cultura; actualmente puede ser una disciplina que basada en conocimientos de los últimos descubrimientos de la física, la biología, la tecnológi­ca, la psicología, la genética, la cosmología interrelacionando unas con otras es factible que de luces para poder entender el movimiento del universo y tener consciencia con una ética que nos mantenga en equilibrio entre el pensamiento, el sentimiento y la acción dentro del campo socio-político de convivencia para bien de la humanidad la cual es una.

También es nuestro sistema solar, nuestra galaxia y nuestro universo conocido que se mueve continua­mente y que también produce ruidos cósmicos y armonías en el macro y micro-universo. Es así como el azar también puede producir un orden que incluye el propio destino, (548).


544 Véase capítulo VIII: Física, determinismo y azar

545 Lacan, J., 1964, “El seminario, Libro 11 “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” (Título original: Le Seminarie de Jacques Lacan. Livre XI Les Quatre principes fondamentaux de la psychanalyse, 1964) Traducción de Juan Luis Delmont-Mauri y Julieta Sucre. La revisión de la traducción es de Diana Ra­vinovich con el acuerdo de Jacques-Alain Millar. Editions du Seúl París, 1973. Ed. Paidós, 8va. Reimpresión en argentina, 1997, pág. 48.

546 Todos los ejemplos señalados no son sustentados para establecer hipótesis.

547 Luis, P., (2008), “Jung y la sincronicidad como principio de conexión acausal”, Asociación Cultural Nueva Acropopolis, Barcelona, España. www.nueva-acropolis.es/barcelona(pagina.asp?art=862.

548 Jung CG., (1983). “La interpretación de la naturaleza y la psique. La sincronicidad como un principio de conexión acausal”, Barcelona: Editorial Paidós, Biblioteca de Psicología Profunda. F. David Peat: “Sincronicidad. Puente entre mente y materia”, Ediciones Kairós, 1995. H.Reeves, M.Cazenave, P.Solié, K.Pribram, H.F.Etter, M.L.Von Franz: “La sincronicidad, ¿existe un or­den acausal?”.

Ediciones Gedisa, Colección “Límites de la Ciencia”, 1987. C.G.Jung: “Recuerdos, sueños, pensamientos”, Editorial Seix Barral, 1991. Gerhard Wehr: “Carl Gustav Jung”, Collección Pere Vergés de Biografies, 1990. Eugene Pascal: “Jung para la vida cotidiana”. Ediciones Obelisco. 1998. Gabriel Paredes: “Introducción al estudio de la escuela Psicoanalítica de C.G.Jung”, Monografía de O.I.N.A.EC.

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