Capital Emocional y Capital Social en las Organizaciones

Capital Emocional

Después de muchos años desarrollando liderazgo en las organizaciones, sólo cuando inicié un trabajo con equipos de fútbol tomé conciencia que debía hacerlo desde su cimiento: la autoestima. Hoy soy un obstinado convencido que cualquier intento de desarrollo organizacional debe partir del desarrollo de los individuos y que éste debe partir de la autoestima, de la autoconfianza. Una persona presenta el máximo rendimiento cuando su autoestima (Capital Emocional) y su nivel de integración con el entorno (Capital Social) son altos y encuentra espacios de desarrollo (Capital Intelectual).

El resultado es coherente con el radio de autoestima. No puede haber compromiso cuando daño de autoestima. Estamos en un mundo de relaciones y antes que la comunicación es prerrequisito la confianza.

Al iniciar su estudio pude enterarme de dos hechos sorpresivos: que sólo desde 1980 se publicaron los primeros estudios sobre el tema; y segundo, que ya desde la época de Cristo, un sabio judío, Hillel, hacía estas tres preguntas a sus discípulos:

“Si tú no te amas; ¿quién lo hará?
Si sólo te amas a ti mismo; ¿quién eres?
Si no ahora; ¿cuándo?”

Comparto totalmente lo expresado por el Dr. Francisco Maturana, quien estando al frente de la Selección Colombiana de Fútbol, afirmó: “cuando uno mejora como persona, mejora lo que hace”,  por el escritor mexicano Carlos Cuauhtémoc en su libro “Un grito desesperado”: “antes de pretender ser un mejor padre se debía luchar por ser mejor persona“. De nada sirven unas habilidades funcionales si antes no existen unas actitudes soportadas en una sana autoestima.

¿Qué es, entonces, autoestima?, me preguntaba alguien en un seminario tan pronto inicié. “Valorarse ampliamente -sostiene David McNally- y tener un sentido de dignidad y de absoluto respeto por uno mismo“.

Es, dice Nathaniel Branden, “estar predispuesto a afrontar cualquier desafío de la vida como persona merecedora de la felicidad

Razón tenía el poeta “cuyabro”, Baudilio Montoya cuando afirmaba: “para aquellos golpes que suele dar el amor, no hay mejor traumatólogo que la autoestima“. Yo diría parodiándolo: Para aquellos golpes que nos dan los patronos, el mejor traumatólogo es la autoestima. Pero cuántos empleados prefieren tener trabajo en vez de ser felices. Por ser eficaces, por cumplir profesionalmente, nos hemos faltado al respeto al extremo de perder la salud física o mental, hemos perdido nuestra pareja  y hasta a nuestros hijos. Nos seguimos moviendo más por el “tener” cosas (trabajo, estabilidad, ingresos, hijos) sacrificando el “ser” una madre, ser felices. Nos mueven más los factores higiénicos que los factores motivantes.

En consecuencia la primera función de un líder, llámese padre, educador o jefe es: Preservar la autoestima de sus hijos, alumnos, y colaboradores. Las reacciones de la gente a un comunicación, no son gratuitas.

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