¿Cuáles son los riesgos y efectos secundarios de los tratamientos?

Efectos secundarios de los tratamientos, la prostatectomía radical

Prostatectomía radical

La prostatectomía radical es una cirugía mayor, es decir, puede tener compli­caciones serias que comprometan la supervivencia o dejar secuelas permanen­tes.

Los riesgos de la prostatectomía radical, ya sea con técnicas convencionales (abierta) o laparoscópica asistida por robot, se pueden dividir en inmediatos y tardíos.

Los inmediatos hacen referencia a situaciones derivadas de la operación y es­tarán determinados por su condición física al momento de la cirugía; el proceso anestésico, el proceso quirúrgico, la experiencia del cirujano y la hospitalización.

Dentro de los riesgos inmediatos que usted debe conocer se encuentran las he­morragias, que de ser masivas pueden requerir la reposición de sangre mediante transfusiones.

La hemorragia por sí misma es una situación de alto estrés para su corazón y pulmones; por lo cual, si esta se presenta, usted puede estar sometido a un esfuerzo mayor; que en ocasiones podría conducir a situaciones como infartos cardiacos, insuficiencia cardiaca e insuficiencia respiratoria.

Otro riesgo inmediato es la lesión de órganos vecinos a la próstata; entre los que se destacan la vejiga, los uréteres, el recto, los nervios y los vasos sanguíneos de la pelvis.

Dichos riesgos se minimizan con una técnica quirúrgica rigurosa, metódica y experimentada.

Dado que la prostatectomía radical implica la pérdida de la continui­dad de su tracto urinario desde la vejiga hasta la uretra; se requiere una reconstruc­ción de esta mediante uniones con puntos o suturas que deberán cicatrizar lo mejor posible; gracias a una buena técnica quirúrgica y condiciones del paciente, como un adecuado estado nutricional.

Si esta cicatrización no es adecuada, se manifiesta como fugas de orina permanentes por sitios como la herida, conocidas como fístu­las.

Las cuales, la mayoría de las veces, cierran espontáneamente; pero seguramente requerirá más tiempo del programado con los tubos de drenaje (drenes) y la sonda o catéter uretral.

De lo anterior se deduce que la sonda uretral es un elemento fun­damental para la adecuada recuperación del proceso postoperatorio de la prostatectomía radical, y sus cuidados son de suma importancia para evitar riesgos innecesarios.

Finalmente, el reposo durante el postoperatorio es una condición que, sumada a la presencia de obesidad y el cáncer mismo, aumenta el riesgo de la formación de coágulos o trombos en sus piernas, los cuales, una vez formados, podrían des­plazarse a sus pulmones, obstruir vasos importantes y llevar a un cuadro de in­suficiencia respiratoria secundaria, llamado tromboembolismo pulmonar.

Dicho riesgo se disminuye si la persona permanece en reposo el menor tiempo necesa­rio y con medicamentos anticoagulantes a bajas dosis, las cuales se aplican en el postoperatorio mediato.

Dentro de las complicaciones tardías de la prostatectomía radical se resaltan tres.

Primero, la incontinencia urinaria, es decir, el escape o fuga involuntaria de orina que se relaciona con la pérdida de un segmento de la uretra; al ser removida la próstata y la lesión parcial del esfínter urinario, como consecuencia de la remo­ción de la próstata.

La mayoría de las veces dicha situación es transitoria, es decir, tiende a mejorar durante el primer año después de la cirugía y su permanencia a largo plazo no supera el 20% de los casos.

Este riesgo se minimiza gracias a una técnica quirúrgica depurada y experimentada, por lo cual la experiencia de su ci­rujano tendrá un papel fundamental.

En caso de ser permanente, es posible que usted deba usar por el resto de su vida algún tipo de protección externa, tomar medicamentos e incluso usar dispositivos externos o internos para su tratamiento.

Segundo, la disfunción eréctil o impotencia, que se produce como consecuen­cia de la lesión de los nervios y vasos que permiten la erección y que; al estar en estrecha vecindad con la próstata, se lesionan, al ser esta removida.

Dicha lesión no siempre puede ser evitada y algunas veces, aun evitándola, se produce disfun­ción eréctil; condicionada por el proceso inflamatorio del postoperatorio, la salud general del paciente y la calidad de la erección previa a la cirugía.

El riesgo de disfunción eréctil en forma parcial o total supera el 70%; y por ello seguramente deberá ser sometido, si así lo desea, a un proceso de rehabilitación después de la cirugía; que puede implicar el uso de medicamentos de por vida o algunas cirugías adicionales.

Finalmente, la tercera complicación a largo plazo, que es poco frecuente (me­nor al 5%); pero que de presentarse puede ser devastadora, es la estrechez de la unión de la vejiga y la uretra; que puede manifestarse por una disminución im­portante del calibre y la fuerza del chorro, hasta la incapacidad para la micción, es decir, la retención urinaria.

De presentarse, es posible que se requiera un proceso de dilataciones de la uretra y ocasionalmente alguna cirugía adicional.

En general, la mortalidad relacionada con la prostatectomía radical no supera el 1%; por lo cual se considera una cirugía segura y eficaz para el manejo del cán­cer de próstata.

Radioterapia

La radioterapia puede ocasionar efectos secundarios no deseados que afectan la salud del hombre tratado por cáncer de próstata. No obstante, esto también ocu­rre con otros tratamientos, como la cirugía, la quimioterapia o la terapia hormonal.

La diferencia se encuentra en el tipo de efectos adversos y la frecuencia con que ocurren en esta clase de tratamiento.

La radioterapia, a diferencia de la quimioterapia y de la terapia hormonal, sola­mente causa efectos secundarios sobre la región pélvica, que es la zona del cuerpo a la que está dirigida la radiación utilizada para tratar el cáncer de próstata.

Estos efectos son provocados porque los haces de radiación utilizados para erradicar un tumor afectan los órganos sanos que se encuentran alrededor de la próstata, como el recto y la vejiga.

Los efectos secundarios pueden ser de corto plazo, y aparecer durante el tra­tamiento o pocos días después de este; o de largo plazo, caso en el cual se pueden presentar meses o años después.

Los efectos secundarios de corto plazo pueden incluir diarrea, aumento de las ganas de orinar, dolor al orinar, molestias en la piel, ardor al orinar y cansancio.

Muchos de estos síntomas se controlan con medicamentos y usualmente se resuel­ven pocas semanas después de concluir el tratamiento.

Como parte de los efectos secundarios de largo plazo puede aparecer pro­gresivamente dificultad para tener erecciones; lo cual se conoce como disfunción eréctil, que se debe a una combinación entre la radioterapia y el paso de los años.

Para mejorar esta situación, el urólogo puede ofrecerle diferentes tratamientos, que van desde medicamentos hasta cirugías, dependiendo de su caso particular y su estado general de salud.

A largo plazo también pueden surgir alteraciones intestinales, como sangrado al defecar, o más raramente, dificultad para controlar la defecación, es decir, incon­tinencia fecal.

El sangrado usualmente deja de ocurrir cuando la terapia concluye. Aunque es menos frecuente, puede aparecer también dificultad para controlar la orina, conocido como incontinencia urinaria.

Rara vez aparecen otros tumores después de largo tiempo debido a la radioterapia.

Es importante tener en cuenta que después de la radioterapia, así como ocurre después de la cirugía, los hombres en tratamiento usualmente quedan estériles, lo que significa que no pueden tener más hijos.

Las técnicas modernas de radioterapia, como la radioterapia conformacional 3D y la radioterapia de intensidad modulada, aseguran que la radiación utilizada se dirija con mayor precisión hacia el tumor, disminuyendo el efecto sobre los ór­ganos que están alrededor y, por lo tanto, reduciendo la ocurrencia de los efectos secundarios mencionados.

Al momento de tomar una decisión acerca de recibir radioterapia como trata­miento para el cáncer de próstata, es importante que hable con su médico acerca de los beneficios y los posibles efectos secundarios de cada uno de los tratamien­tos que en su condición particular se pueden utilizar.

Hormonoterapia

Una vez discutidas las alternativas de manejo con su médico tratante, usted debe tomar un tiempo prudencial para entenderlas y tomar una decisión cons­ciente respecto a estas.

Cada conducta tiene diferentes aspectos que se reflejarán en efectos secundarios que podrán ser temporales o definitivos, algunos desapare­cen espontáneamente, pero otros requerirán terapias adicionales para superarlos.

Concretamente, cuando la decisión sea usar terapias hormonales, el objetivo de estas es llevarlo a un estado de supresión completa de la acción de la testosterona, hormona producida por los testículos y de la cual depende el tejido prostático para su desarrollo.

Desde hace más de 50 años se sabe que al suprimir la acción de la testosterona en pacientes con cáncer de próstata se logra disminuir la velocidad de progresión del tumor avanzado, mejorando así la calidad de vida del paciente afectado con un cáncer de próstata que es incurable.

La terapia hormonal requerida se logra mediante diferentes vías; una de ellas es retirando los testículos, en un procedimiento quirúrgico sencillo y sin mayores riesgos, conocido como orquidectomía.

Otras formas de manejo hor­monal son la aplicación de medicamentos por vía intramuscular, subcutánea e incluso por vía oral.

El estado de ausencia de testosterona en nuestro organismo se conoce como hipogonadismo y es lógico que tenga efectos colaterales indeseables, pero to­lerables.

Los más evidentes serán la pérdida del deseo sexual o libido, la dis­minución de la calidad de la erección, la disminución del volumen del semen eyaculado si aún se tiene eyaculación, las oleadas de calor, el aumento del tama­ño de las glándulas mamarias, llamado ginecomastia, y la obesidad.

Esta última puede condicionar estados no saludables adicionales, como el aumento de los niveles en sangre del colesterol, los triglicéridos y el azúcar, lo cual podría au­mentar el riesgo de eventos cardiovasculares, como hipertensión y enfermedad coronaria.

Por otro lado, la ausencia de testosterona en nuestra circulación con­lleva un efecto de pérdida de la mineralización ósea por pérdida del calcio en los huesos.

Inicialmente se conoce como osteopenia, pero que si progresa lleva a la osteoporosis; y es un factor de riesgo para fracturas de hueso con traumas o golpes leves.

La mejor forma de prevenir o disminuir los riesgos del uso del bloqueo hor­monal es usarlo el menor tiempo posible cuando este sea necesario o no usar bloqueo completo todo el tiempo.

Siempre que se use el bloqueo hormonal debemos tener una dieta rica en proteínas, calcio y vegetales, mantener una rutina de ejercicios permanentes —idealmente al aire libre— para favorecer, mediante la exposición a la luz solar, la fijación del calcio al hueso, y si ya hay osteopenia al inicio del tratamiento, debemos tomar un complemento farma­cológico de calcio y vitamina D diariamente.

La dieta debe ser baja en calorías para contrarrestar el efecto del bloqueo en la g anancia de peso.

Cuando se presenten lesiones metastásicas al hueso lo ideal es tener una valoración por un ortopedista que pueda iniciar el manejo preventivo de las fracturas patológicas con medicamentos tomados o inyectados, llamados bi­fosfonatos.

Finalmente, cuando la glándula mamaria crece y duele es posible recibir tratamiento para esta condición con medicamentos hormonales conocidos como estrógenos o con bajas dosis de radioterapia focalizados en las mamas.

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