Editorial: Etica, ¿para qué?

Colegaje médico: ¿probidad o corrupción?
Hipócrates

La Etica es en la actualidad, un tema del mundo. Las diferentes especialidades de la Medicina, incluyendo a la Ortopedia se familiarizan con este tema, y los artículos de las diferentes revistas médicas hacen elogio a la actualización sobre conceptos morales del ejercicio médico. ¿Estaremos recordando algo que habremos perdido?, o tal vez el mundo en todas sus expresiones habrá olvidado el discernimiento entre lo bueno y lo malo? Piensa Robert E. Leach, que “algunos hombres de la vida moderna, algunas veces, creen que la ética está fuera de moda”. (Editorial. The American Journal of Sports Medicine, Vol. 26, Nº 3, May-june 1998).

La Etica es la ciencia que fundamenta el comportamiento moral del ser humano para adecuarlo al bien del universo, la sociedad y el individuo. Es ciencia, porque esto le da validez racional y universalidad. La ética debe dar argumentos racionales para sustentar el comportamiento moral del ser humano; de lo contrario se reduciría a una exclusiva opinión de tipo emocional. Es de comportamiento moral, pues la ética se ocupa del comportamiento humano siempre referido a un valor moral. Es del ser humano, pues es éste quien en la naturaleza necesita de una ética; no existe ética para los animales, porque ellos obran por instinto y no necesitan regular su conducta. Es un bien, pues el valor de lo bueno podría definirse como lo que ayuda o promueve al desarrollo de un ser. Es universal, dado que la ética indica al hombre cómo armonizar su comportamiento moral con el bien del universo. Es social, sin ética es imposible tener un tejido social sano. La vida se vuelve invivible en una sociedad donde no hay acuerdo en las normas morales. Hace referencia al individuo, porque la ética no sólo es útil para vivir en sociedad sino que también logra que el individuo adecúe su comportamiento para el bien de sí mismo.

Quizás este tema busca reorientar el quehacer diario del médico frente a su paciente, frente a la familia frente a su colega, frente a la sociedad y frente a las instituciones prestadoras de salud. Es decir, busca redireccionar el quehacer médico en todas sus dimensiones, para lograr con el concurso de todos realizar el bien común, ahora cuando las leyes y con ellas las reglamentaciones del ejercicio profesional, su remuneración y la jerarquía del profesional se ven menoscabados día a día, sin encuentro inmediato de soluciones tranquilizadoras y prometedoras, de una vida justa, equivalente y digna para nuestra profesión.

Nadie corrompe a nadie sin haberse corrompido previamente a sí mismo. El único antídoto contra la corrupción es el esplendor de la verdad, esa verdad que nos permite reconocernos como prójimos y compañeros de un destino común.

Es necesario poner fin a la corrupción tanto de los fines como de los medios, porque el acto médico, en cualquiera de sus expresiones termina por sí mismo, siendo corrompido. Las doctrinas enseñan que existen dos grandes valores como umbral a la esperanza de modificar nuestro pensamiento y por lo tanto, nuestros actos, a pesar de las presiones diarias, permanentes e incontenibles; éstas son la solidaridad y la verdad. Nos movemos en estos valores, porque el médico requiere de su colega para sentar juicios de procedimiento, analizar, discutir y en ocasiones compartir decisiones de manejo, por el último bien, el bienestar de nuestro paciente, que es el bienestar nuestro y el de nuestro colega. Estos dos valores permiten sugerir, que no hay verdad si no es para la solidaridad y no hay solidaridad si no es para la verdad.

Reflexionemos un momento en estas consideraciones:

  • En la antesala al siglo XXI, debemos contribuir los médicos a la construcción de una sociedad justa y solidaria.
  • El auténtico progreso de nuestra medicina y para nosotros de nuestra especialidad, se mide por la equidad en la distribución del bienestar, por la igualdad de oportunidades y la calidad de vida para todos, lo cual es fruto de una mentalidad y práctica solidarias que llevan a preocuparse de todos y por todos; colegaje habremos llamado a esta solidaridad por tanto tiempo, ¿pero habremos reflexionado sobre su importancia, para procurarnos nosotros mismos a través de ella una mejor calidad de vida personal y profesional?
  • El ejercicio no ético de nuestra medicina, proviene entre otros, de presiones externas que han ido desfigurando nuestro sentir y nuestros profundos deseos. Las mismas circunstancias sociales y políticas que vive no sólo nuestro país, sino el mundo entero, han hecho, que desprevenidamente, nos ensimismemos. En nuestros países latinoamericanos, la cultura predominante está marcada por el progresivo individualismo, el consumismo, la hegemonía de los principios del mercado, el débil compromiso con lo público, una cierta mentalidad política que prescinde del horizonte ético de los valores, el afán por el poder, la codicia por obtener bienes materiales en forma atropellada y a cualquier costo, todo lo cual es fuente de corrupción. Esta se encuentra asociada con la obtención de beneficios, mediante la utilización de la influencia otorgada por cargos públicos o privados.

Si por probidad entendemos la rectitud, la integridad y la honradez en el obrar, la corrupción atenta contra la probidad, porque es un vicio, desorden o abuso introducido en las actividades humanas.

El colegaje médico ha existido desde siempre. Los médicos han estado unidos por lazos más fuertes que los de una simple amistad y han constituido un cuerpo colegiado, casi una secta. En el Juramento Hipocrático se dice: “Tendré a quien me haya enseñado este arte de la medicina, igual que a mis padres y viviré junto a él, y si necesitaré de dinero, compartiré con él mi dinero, tendré a sus hijos como igual a mis hermanos y si ellos desearen, les enseñaré el arte de la medicina sin cobrarles. Comunicaré los preceptos e instrucciones orales y todos los conocimientos a mis hijos, a los hijos de quien me ha instruido, y a quienes hayan jurado de acuerdo a las leyes médicas, pero a nadie más”. La declaración de Ginebra adoptada por la Asamblea General de la Asociación Médica Mundial en 1948, establece que todo médico al recibir su título debe prometer: “Otorgar a mis maestros los respetos, gratitud y consideración que merecen y considerar como hermanos a mis colegas”.

La Ley de Etica Medica regula los deberes del médico para con sus colegas estableciendo que “la lealtad y consideración mutuas constituyen el fundamento esencial de las relaciones entre los médicos”, (artículos Nº 27, 28, 29, 30, 31, 32, 45).

Los cambios de la medicina moderna han hecho variar el concepto de colegaje médico. Hasta la primera mitad del presente siglo la medicina era una profesión liberal, ejercida privadamente y el médico sólo tenía relación con su paciente y la familia; ahora se interponen más personas y entidades. Al asumir el Estado la financiación y distribución de la salud para la sociedad, la medicina toma un carácter de socialización. A esto se agrega los crecientes costos, lo cual obligó al paciente a ingresar a sistemas de seguros de salud para poder tener acceso a la atención. Por lo anterior el médico, de ser un profesional independiente, pasó a ser un asalariado y un empleado de servicio público. Lo anterior obligó a modificar la relación entre los colegas, debiendo los médicos unirse en agremiaciones y sindicatos para defender los derechos de los pacientes frente al Estado u otras entidades dispensadoras de salud, a la vez que propender por el mejor logro de los fines de la medicina y buscar el bienestar intelectual y material de los mismos médicos.

Etica, ¿para qué? El médico debe brindar ayuda personal a sus colegas. El establecer fondos mutuos para el profesional necesitado es una noble acción. Todo aquello que promueva el bienestar material y humano de los profesionales médicos debe ser fomentado.

Cuando un colega solicita apoyo, éste debe prestarse con gusto. La medicina moderna no es posible ejercerla solo. Se necesita la ayuda de otros para practicarla; por esto los grupos médicos son necesarios para el ejercicio idóneo, calibrado y prudente de la profesión.

No debe denigrarse del colega. Esta falta es común en reuniones de médicos, donde se establece una verdadera iatrofagia. En ocasiones la murmuración de los colegas frente al paciente, se convierte en una acción imprudente y riesgosa. Se desacredita al colega con intención de ganar prestigio o pacientes. Al denigrarse del colega se está perjudicando uno mismo, pues con ello, el paciente no sólo pierde la confianza en un médico, sino en todos.

¿Colegaje versus Etica? Lo anterior en ningún momento significa que debamos encubrir al colega. Si éste hace algo inadecuado, debemos defender al paciente y a la sociedad. Ante el colega deshonesto o mal preparado es importante ayudarle a solucionar su problema; de no ser posible debe retirársele de la práctica para evitar el daño que pueda producir. Esto es conocido humanísticamente como Etica de la Responsabilidad.

Un conflicto común entre colegas es el surgido cuando el paciente o la familia quieren cambiar de médico. En tales casos, se debe cuidar de cumplir las normas que rigen el colegaje, respetando el derecho del paciente a escoger el médico tratante. No debe atenderse un paciente que está siendo tratado por un colega, sin el consentimiento de éste, a no ser en casos de estricta urgencia. Si el paciente desea cambiar de médico, antes de su atención, se debe estar seguro que el paciente o la familia han comunicado al médico tratante la decisión y de ser posible establecer entre colegas una vía abierta de comunicación y conocimiento mutuo del procedimiento que se lleva sobre el paciente.

El Error Médico. En la práctica de la medicina obviamente el médico está expuesto a cometer errores. La actitud de los colegas debe ser racional y benévola. Ante el error del colega, el médico debe hacérselo saber. Aunque esto, por lo general es difícil, siempre debe intentarse con respeto y benevolencia y siempre sustentando el concepto médico como un apoyo y una asesoría, que sea percibida como respetuosa y confiable. No es adecuado comentar el error con otros colegas, pues puede generar una prolongada e inexacta propagación de hechos no ciertos, que terminan en la denigración del colega. Si el error puede dejar una enseñanza, es conveniente presentar el caso clínico en reuniones médicas, guardándose el respeto y la consideración por él o los implicados en el error. La discusión debe ser amplia, franca y leal, pero nunca punitiva.

Puede suceder que el error sea repetitivo, de graves consecuencias o haya sido realizado por negligencia manifiesta. En estos casos el médico tiene obligación de darlo a conocer a los órganos de control y regímenes disciplinarios que contempla la Ley de Etica Médica (artículos 62 al 69).

Cuando el colega comete un error, ¿qué información debe suministrársele al paciente? Sin necesidad de encubrir al colega y conservando las normas que el colegaje médico exige, debe dársele la información suficiente que el paciente necesite para su salud. Es permitido no revelar una parte o la totalidad de la información, si con ello no hay perjuicio para el enfermo. A veces el revelar lo relativo al error cometido, es perjudicial para el paciente y se hace más daño a él y su familia. Aquí el juicio y la ecuanimidad del médico son indispensables y necesarios.

A finales de este siglo, las cuestiones éticas han ampliado mucho su ámbito tanto en el campo de la investigación médica como en su práctica. Además, en general la gente está más preparada e informada que antes y, a través de organismos legislativos o comités éticos, dispone del poder necesario para participar en la toma de decisiones éticas o morales. La profesión médica ya no puede confiar por entero en su propia conciencia, porque las cuestiones a las que sus miembros deben responder ya no están relacionadas simplemente por la clásica relación médico-paciente.

En conclusión, siempre han existido problemas éticos a los que los médicos se enfrentan en la práctica. Estos conflictos se han ido acentuando por los avances en la investigación y el rápido desarrollo de nuevas y costosas tecnologías. Los médicos se ven cada vez más arrastrados hacia diferentes direcciones: por un lado, por los intereses de pacientes individuales y, por otro, el compromiso con la sociedad y las generaciones no nacidas todavía. Las personas profanas, que forman la sociedad, están cada vez más interesadas en la ética médica. Los miembros de la profesión médica no pueden ya tomar por sí mismos las dicisiones morales. Pero aún y si nosotros no queremos, no nos podrían tocar en lo moral y en lo humano. Nuestra disposición leal, transparente y recia frente al enfermo, frente a la familia, frente a la sociedad, pero por sobre todo frente al colega, es la fuerza que defenderá nuestros actos, para cuando tengamos que cumplir con el derecho de la réplica y la rectificación. Seremos nosotros mismos, quienes juzgaremos, aunque no nos pronunciemos, de un cargo demandado.

“La corrupción comienza en el interés, cuando éste no está controlado por la ética, cuando hay un déficit en el sentido ético, que es el que nos permite ser dueños de la vida y la historia”.

DR. GABRIEL OCHOA DEL PORTILLO

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