Narrativa de enfermería

De Frente a la Muerte por una Enfermedad Inmunoprevenible

Estefanía Neira Jaimes 1

Nursing Narrative: Facing Death from a Vaccine-Preventable Disease

Haber perdido a mi hija a causa de la tos ferina y con tan solo 24 días de nacida, ha sido una de las experiencias más difíciles de mi vida. Como profesional en el área de la salud, sentir la impotencia al no poder intervenir durante su atención; y como madre, la frustración y culpa por no haberme vacunado contra la DTaP (difteria, tétanos, tos ferina- vacuna que en el año 2011 no estaba disponible como hoy lo está para todas las gestantes) la cual le hubiese podido salvar la vida. Aprendí la importancia de la vacunación y conocí la estrategia capullo como herramientas para la reducción de la morbilidad secundaria a esta enfermedad.

Durante el ejercicio de nuestra profesión, hemos enfrentado situaciones complejas con nuestros pacientes. Logrando ser partícipes del dolor y de la impotencia que ellos viven.

Sin embargo, no estamos exentos de vivir estas situaciones en carne propia. Como por ejemplo la muerte de un hijo. Sin duda, una de las experiencias más dolorosas que un ser humano puede vivir, y por la que ninguno de nosotros quisiera pasar.   

Decidimos con mi esposo tener nuestro segundo hijo

En marzo del año 2011 éramos una familia de tres, decidimos con mi esposo tener nuestro segundo hijo, comenzamos a preparar todo para poder cumplir nuestro sueño.

La noticia llegó pronto, le dábamos gracias a Dios por darnos la oportunidad de ser padres de nuevo. El embarazo transcurrió dentro de la normalidad, Isabella (nombre real) nació el 30 de diciembre de 2011. Fue un momento maravilloso, estaba completamente sana, eso nos aliviaba enormemente.

Ella llegó a completar nuestra familia, nuestro hogar y a darnos felicidad.

Sin embargo, en sus primeras semanas de vida, exactamente cuando tenía 21 días de nacida su condición de salud comenzó a cambiar, presentó síntomas respiratorios, mi corazón de mamá me decía que algo no estaba bien. Lo que inicio como una inocente tos en cuestión de segundos evolucionó a movilización de secreciones en sus vías respiratorias altas, decidimos llevarla a consulta de urgencias para evitar que se complicara.

Al ser valorada por el médico de turno su diagnóstico fue bronquiolitis y la dejaron en observación por requerimientos de oxígeno.

La situación cada vez fue más compleja, durante dos días nuestra hija estuvo en observación en el área de urgencias, con suministro de oxígeno y terapia respiratoria, queríamos sentirnos tranquilos y esperanzados en que ella se podría recuperar, pero Isabella se iba complicando, sin que pudiéramos darnos cuenta de su real estado de salud.

Al tomar la radiografía de control, su diagnóstico fue de neumonía multilobar, se remitió a unidad de cuidado intermedio donde comenzó a recibir tratamiento antibiótico, pero, era demasiado tarde, este no hizo el efecto esperado, nuestra hija pronto pasó a ser paciente de la unidad de cuidado intensivo neonatal, ya que su deterioro fue muy rápido, su evolución era tórpida.

Los especialistas hacían lo mejor que podían:

Pero nosotros como padres y trabajadores de la salud nos sentíamos impotentes al ver de frente como se iba apagando la vida de nuestra hija, nuestra amada, deseada y planeada hija, un sueño convertido en pesadilla.

Como profesionales del área de la salud sabemos que, aunque hay un manejo integral en la atención del paciente, hay situaciones difíciles de controlar, enfermedades muy agresivas que dejan secuelas graves, pero como mamá tenía mucha fe, le rogaba a Dios y a la pediatra a cargo que sanaran a mi hija, que no la dejaran morir, pero todos los exámenes de laboratorio mostraban que mi hija tenía una sepsis, de la cual no se recuperaría.

Comenzó a tener un retroceso en su condición de salud, hizo por lo menos 10 paros respiratorios e incluso en uno de ellos mi esposo llego a darle masaje cardiaco. Sin duda, el momento más difícil para él, quien con el corazón roto veía la impotencia que sentía, él siendo médico y que no podía hacer nada por salvar la vida de su hija.

Finalmente:

El 23 de enero de 2012 a las 13:05 Isabella falleció, inevitablemente nosotros éramos los protagonistas de la peor tragedia que un padre puede vivir, nuestra hija, nuestra ilusión se había ido para siempre, en frente de nuestros ojos, sin poder hacer nada.

Fue difícil recibir la noticia de parte del personal de salud, ellos cuidaron cada detalle, nos brindaron apoyo psicológico y emocional, sin embargo, quería desaparecer y poderme quitar ese dolor del alma y del corazón, pero nada podía remediarlo, nuestro mundo se estaba desplomando.

 Como profesionales del área de la salud sabemos que, aunque hay un manejo inte hay situaciones difíciles de controlar, enfermedades muy agresivas que dejan secuelas graves. Pero como mamá tenía mucha fe, le rogaba a Dios y a la pediatra a cargo que sanaran a mi hija, que no la dejaran morir” 
(Lea También: LTos ferina, una enfermedad reemergente )

 Duelo por la pérdida de un hijo 

Ha sido difícil vivir con su ausencia, también ha sido difícil aceptarlo, creo que nunca lo haré. Pero esta situación nos ha permitido ejercer nuestras profesiones con más compasión hacia los demás, especialmente hacia los que pierden un hijo porque sabemos lo que se siente.

Cuando una persona fallece hay un calificativo para el doliente.  Por ejemplo, si mueren los padres te conviertes en huérfano, si muere tu esposa te conviertes en viudo. Pero no hay forma de calificar a un padre que pierde a su hijo.

El dolor que genera esta pérdida es incalculable, esperas dar todo de ti a una persona que se fue más rápido de lo esperado y cada día imaginas y dices: “así estaría mi bebé”.

Independientemente del momento o de la edad que tenga, perder un hijo genera un gran dolor y un vacío en el corazón, surgen interrogantes como:

¿Por qué a nosotros? ¿Qué hicimos mal?, o peor aún, ¿hubiéramos podido hacer algo diferente para que nuestra hija este vivo?

Todas estas preguntas aún no tienen respuesta y creo que nunca la tendrán.

Con el pasar de los días comenzamos a indagar acerca de cuál pudo haber sido la causa de la muerte de nuestra hija. Pero nosotros estábamos lejos de imaginarnos que nos estábamos enfrentando a la bacteria Bordetella Pertussis. Tristemente nuestra hija tenía tos Ferina.

Autor


1 Estefanía Neira Jaimes. Enfermera egresada de la Fundación Universitaria del Área Andina, profesional asistencial de la Unidad Obstétrica, Fundación Santa Fe de Bogotá, estefanianeira@hotmail.es

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