Algunas Consideraciones Acerca de la Mente y el Aparato Mental

Efraín Noguera Alfonso*

Resumen

El propósito de este artículo es reflexionar sobre la mente y la conciencia como una consecuencia de la evolución biológica del cerebro del Homo sapiens sapiens. Se revisan algunas de las teorías a cerca del problema mente-cuerpo (o bien, mente-cerebro) a partir de la primera dicotomización de Descartes. En seguida se pasa revista a los conceptos del aparato mental desde la psicología conductista, el psicoanálisis y la psicología de la evolución.

Palabras clave: mente, problema mente-cerebro, aparato mental.

Abstract

The pourpose of this article is to think about the mind and the councious as a consequence of biological evolution of Homo sapiens sapiens’s brain. Some of the theories regarding the mind-brain problem are revised since the first dichotomic theory of Descartes. Then concepts of mental apparatus are revised from behavioural psychology, psychoanalysis and evolutionary psychology.

Key words: Mind, mind-brain problem, mental apparatus.

La mente, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua (1) tiene tres acepciones: 1. la potencia intelectual del alma, 2. designio, pensamiento, propósito o voluntad, y 3. conjunto de actividades y procesos psíquicos conscientes e inconscientes, especialmente de carácter cognitivo. Como podemos ver estas definiciones no ayudan por cuanto son muy subjetivas o son circulares como la tercera de ellas, ya que al definir la mente como los procesos psíquicos no avanzamos mucho. Además resaltar de manera especial lo cognitivo sobre lo emocional me parece que atenta contra el sentido común. Anthony Smith (2) dice que la mente es un concepto más amplio que el de cerebro al que de hecho engloba, ya que alude a la actividad cerebral, a la función del órgano. En la época de Pavlov se utilizaba el término “actividad nerviosa superior” para no comprometerse con las confusiones existentes entre mente y cerebro.

Sinónimos de mente han sido utilizados y se siguen utilizando, tanto en el lenguaje científico como en el lenguaje popular, ejemplos son los siguientes: espíritu, alma, conciencia, pensamiento, psique, psiquismo, personalidad, etc.

Linda Davidoff (3) hace una definición más pragmática al escribir que la psicología es la ciencia que estudia la conducta y los procesos mentales, que incluyen las bases fisiológicas de la conducta, aprendizaje, pensamiento, lenguaje, motivación, emoción, inteligencia, percepción, conciencia, memoria, personalidad, adaptación, entre otros.

Esta autora incluye en la definición tanto a la conducta como a los procesos mentales, o sea a lo observable, lo objetivo, como a lo no observable lo subjetivo o sea los procesos internos que sólo podemos conocer en otra persona por inferencia o en nosotros mismos por introspección.

Lo que queda claro es que no ha sido fácil definir qué es la mente. Generalmente los libros de psicología sustituyen la definición por un listado de funciones mentales o cerebrales y en muchos libros que hablan de la mente no aparece por ningún lado una definición.

Sin embargo, hace poco escuché a alguien decir que el espíritu –léase la mente- es la más fina y elaborada de las manifestaciones de la biología y yo acoté que la mente es la función del cerebro humano que más me gusta. El tema no está agotado y sigue habiendo polémica al respecto. Para algunos, como veremos más adelante, el concepto de mente tiende a desaparecer ya que sobrará cuando entendamos completamente el funcionamiento del cerebro.

El Problema Mente-Cuerpo

El problema mente-cuerpo fue enunciado inicialmente por René Descartes hacia el siglo XVII. Él afirmaba que existían dos sustancias en el universo, una era finita, la materia (res extensa porque su característica principal es tener extensión en el espacio) y otra infinita, el alma o la mente (rescogitans porque su principal característica es el pensamiento).

El punto del cerebro en el que estas dos sustancias entraban en contacto era la glándula pineal. A este enunciado se le llama dualismo. A partir de Descartes la filosofía y en especial la filosofía de la mente ha estado permanentemente en la tarea de revaluar y revisar la relación existente entre la mente y el cerebro. Existen en la actualidad y desde el siglo pasado varias visiones y explicaciones para tratar de resolver el problema mente-cerebro. Las teorías que más acogida han tenido en el ámbito científico son las explicaciones monistas materialistas (monistas porque plantean que existe una sola sustancia y materialistas porque esa sustancia es física) que tienden en general a eliminar de alguna manera la existencia de los fenómenos mentales, bien sea porque se los considera epifenómenos o porque se los reduce a su sustrato neurobiológico.

Ejemplos de estas tendencias filosóficas son el fisicalismo, el conductismo, el materialismo eliminativo. La ciencia es materialista por tanto solo se ocupa de los fenómenos físicos y deja de lado o niega la existencia de fenómenos metafísicos. El espíritu que es sinónimo de mente no tendría cabida en el mundo científico. De manera muy resumida se puede decir que en general estos planteamientos materialistas en la filosofía moderna tienden en mayor o menor grado a reducir lo mental a lo físico. Es decir, que lo mental en tanto que una función del cerebro es un concepto innecesario por cuanto lo que importa estudiar es el cerebro y su funcionamiento, y que cuando se logre entenderlo completamente no habrá necesidad de referirse a lo mental. Este tipo de planteamientos filosóficos tienen mucha fuerza en la actualidad y se sustentan en el gran avance de las neurociencias en los últimos cincuenta años, casi se podría decir que es el postulado de la “ciencia oficial”. En este punto vale la pena introducir el tema de las ciencias “duras” versus las ciencias “blandas”.

En la historia de la ciencia siempre han tenido mayor credibilidad las ciencias que tienen a las matemáticas como lenguaje, por ejemplo la física, la química y la biología. Es evidente que el lenguaje matemático le impone orden a los hallazgos que hacemos en la naturaleza. John Ba rrow (4) dice que un profano no distingue entre las matemáticas y la ciencia moderna. Y es que el desarrollo de la ciencia está estrecha mente ligado a los números, porque las matemáticas funcionan bien para describir el mundo. Sin embargo también plantea que los humanos necesitamos la predictibilidad de las matemáticas, porque en otros ámbitos las cosas no salen como las planeamos, “la realidad tiene la costumbre de desviarse del camino que las fantasías humanas habían planea do para ella” y la matemática es la excepción.

La pregunta que se hace este autor es si la naturaleza realmente “habla” el lenguaje matemático. Esta disgregación tiene la intención de cuestionar esta creencia de que las ciencias alejadas de las matemáticas como las sociales y las humanas (ciencias blandas) son menos serias o menos rigurosas. Quienes piensan que el único lenguaje científico es el matemático han optado por rechazar todo lo que no es mensurable o no es predecible y por tanto lo mental tendría que ser reducido a lo cerebral o neuronal que es estudiado por la biología molecular, la bioquímica, etc.
También se han propuesto algunas teorías que insisten en el dualismo, como el dualismo neurofisiológico de Eccles y Popper. Estos dos autores, el primero neurofisiólogo y el segundo filósofo, escribieron un libro titulado “La mente y su cerebro” que es la trascripción de sus conversaciones en torno a este tema. Popper incluso planteó la existencia de tres “sustancias” que llamó mundos, en donde incluía la existencia de un mundo tres que era el de las ideas que adquieren independencia de quien la expuso inicialmente (lo cultural, el arte, los mitos, etc). El naturalismo biológico es la postura del filósofo norteamericano John Searle( 5) que plantea que una solución al problema mente-cerebro tiene que explicar adecuadamente cuatro rasgos propios de lo mental, la conciencia, la intencionalidad, la causación mental y la subjetividad. Estos son rasgos reales de la vida mental del ser humano.

En este caso la condición de realidad de estos rasgos la otorga el hecho contundente de que todos los seres humanos experimentan estados mentales que tienen esas características. En este planteamiento la mente no es un concepto metafísico, sino que hace parte del mundo material y por tanto vale la pena estudiarlo.

En primer lugar aclara que no hay tal exclusión entre lo mental y lo físico, que lo mental es una característica de lo biológico al ser un rasgo del cerebro y por lo tanto hace parte del mundo físico. Entonces no hay necesidad de volver al dualismo. El universo es físico y lo mental hace parte de ese universo. Con respecto a la subjetividad de los fenómenos mentales este autor explica que los estados mentales solo existen para la persona que los experimenta, a esto le llama ontología subjetiva, pero esto no quiere decir que por el hecho de ser subjetivos no puedan ser estudiados científicamente, objetivamente.

La conciencia o los estados conscientes son fenómenos reales del mundo real, es decir no son una ilusión, no se puede hacer una reducción eliminativa ni reducirla a su sustrato neurobiológico porque así pierde su característica esencial que es la de ser subjetiva. Sin embargo los estados conscientes son causados en su totalidad por procesos neurobiológicos con sede en el cerebro.

En vista de que los estados conscientes son causados en el cerebro y pertenecen al mundo real tienen un funcionamiento causal, es decir, producen efectos en el mundo real. Por ejemplo, la sed que se experimenta como un estado consciente causa el comportamiento de tomar un vaso de agua. La intencionalidad que es la otra característica de lo mental desde el punto de vista filosófico, no la vamos a explicar porque es un tema complejo que rebasa el propósito de este escrito.

Recapitulando, todos los fenómenos mentales están efectivamente causados por procesos que suceden en el cerebro, es más, los fenómenos mentales son rasgos del cerebro. Al parecer el hecho de que estas dos afirmaciones sean ciertas y además congruentes ha sido difícil de aceptar para los filósofos de la mente. La pregunta que surge es, si entre el cerebro y la mente hay una relación de causa efecto ¿Cómo es posible que la mente sea un rasgo del cerebro? O sea ¿que la mente se cause a sí misma?

La explicación que nos da Searle consiste en que la causación es algo a veces más complejo de lo que estamos acostumbrados a pensar. Él trae el ejemplo de la liquidez del agua, que es causada por las propiedades de las micropartículas que la componen, pero a su vez la liquidez es un rasgo superficial del agua. Hay una relación de causa efecto, el comportamiento de las partículas del micronivel causan el fenómeno superficial y al mismo tiempo el fenómeno superficial o del macronivel es un rasgo realizado en el sistema de los microelementos.

Si aplicamos este modelo a la mente y el cerebro queda más claro cómo la mente es al mismo tiempo causada por el cerebro y un rasgo que ocurre dentro del cerebro. Entonces, ya que los estados mentales son rasgos del cerebro, tienen dos niveles de descripción: un nivel superior en términos mentales y un nivel inferior en términos neurofisiológicos.

El Aparato Mental

La segunda parte quiero dedicarla a la posibilidad de pensar en un aparato mental. Éste tendría una serie de funciones que los psicólogos han categorizado y agrupado de diversas maneras, pero me interesa presentarles especialmente la concepción de la psicología psicoanalítica en contraste con la psicología conductista y terminar con un brevísimo resumen de algunas teorías de la psicología evolutiva y de la psicología de la evolución.
Conceptualizar un aparato mental es una tarea por un lado difícil y además arriesgada desde el punto de vista epistemológico, sin embargo no sobran los teóricos de la psicología que la han intentado. La dificultad radica en el hecho de que las observaciones sobre las cuales se construye un modelo de aparato mental son en mayor o menor grado subjetivas y es esto mismo lo que la hace susceptible de críticas por parte de los epistemólogos de la “ciencia dura”. Entonces hay que aclarar que cualquier construcción de un aparato mental es un modelo, o sea una representación que no aspira a ser verdad, sino a ser útil para pensar.

Esto se debe a que hasta ahora no se puede observar directa y objetivamente la mente, lo que hacemos es inferir un funcionamiento e imaginar unas “estructuras” que tienen una finalidad heurística. Esta es una de las razones por las cuales existen tantos modelos de aparato mental o de estructura mental, ya que cada teoría construye la suya propia. En lo que sigue de este artículo intentaré esbozar unos modelos y explicar con más detalle otros.

Para el conductismo puro el aparato mental sería como una caja negra que no podemos explorar o que no vale la pena hacerlo puesto que equivale al cerebro. Lo que si podemos observar son las entradas o estímulos (inputs) y las salidas o conductas (out puts). Esta visión permite hacer valoraciones más “objetivas” de lo mental, ya que no se mete en el “lío” de saber lo que pasa dentro de la mente, solo describe las conductas y trata de hacer relaciones de causa efecto entre inputs y outputs.

Las ciencias cognitivas modernas han influenciado de manera radical esta concepción conductista pura hasta el punto que actualmente se habla de psicología y de terapia cognitivo-conductual. La diferencia está en que los procesos internos o mentales comenzaron a interesar a los científicos de tal manera que se convirtieron en objeto digno de estudio científico. Por este camino las ciencias cognitivas han comenzado a tener acercamientos teóricos con el psicoanálisis que hasta hace poco era la única disciplina que teorizaba sobre los procesos intrapsíquicos e inclusive han comenzado a evidenciar la existencia de procesos mentales inconscientes.

El Ello, el Yo y el Superyo

El psicoanálisis es una disciplina que hace especial énfasis en los aspectos inconscientes del funcionamiento mental. Lleva ya cien años de fundado y en este tiempo ha crecido enorme mente en desarrollos teóricos y clínicos. Uno de estos desarrollos en los que han intervenido aportes de muchos psicoanalistas desde Freud,(6) es la teoría del “aparato mental”. Con respecto a la existencia de estados mentales inconscientes Searle(5) plantea que si bien no es cómoda para la ciencia, hasta ahora es la única forma de entender una parte del comportamiento humano, es decir que este concepto es necesario para el entendimiento de los fenómenos psicológicos. Este autor aclara que la única posibilidad de contemplar la existencia de estados mentales inconscientes es en la medida en que tengan la posibilidad de ser conscientes.

Es decir que lo que nunca será consciente no es un estado mental. Lo que sigue es mi resumen de este modelo que pretende traducir el funcionamiento de la mente en el marco de la concepción psicoanalítica que le da especial relevancia a los aspectos inconscientes del psiquismo. El Ello es como se denomina a los impulsos instintivos del ser humano. En la mente los impulsos instintivos aparecen en forma de “representaciones mentales”, o sea que se presentan en la conciencia como una idea de algo que deseamos o necesitamos.

El problema es cuando no aparecen en la conciencia a pesar de “existir” en la mente. A esos contenidos mentales que no se encuentran en la conciencia o que es difícil acceder a ellos Freud los llamó inconscientes, y describió ese estado de inconsciencia (que a veces se confunde con un lugar de la mente), como el primer paso por el que atraviesan los contenidos mentales antes de ser conscientes o de adquirir la capacidad de conciencia.

Aquí entonces hay que aclarar que Freud pensaba que en la mente existen representaciones mentales inconscientes y representaciones mentales conscientes. Dicho sea de paso, Freud pensaba que muchos contenidos mentales son inconscientes, especialmente en las personas que sufren de neurosis. Llamó represión a una especie de “fuerza mental” que se oponía al acceso de algunos contenidos mentales a la conciencia (véase la facilidad con que usamos metáforas de lugar para referirnos a estados mentales).

Esa represión es ejercida por el Yo, el problema es que con mucha frecuencia esta represión se ejerce también de manera inconsciente. O sea que no nos damos cuenta de que tenemos algunos contenidos mentales, y tampoco nos damos cuenta de que rechazamos esos contenidos mentales, ya que ambos son inconscientes, el contenido y el rechazo que ejercemos. Sin embargo, a veces somos conscientes de algún contenido mental que nos repugna y que hacemos un esfuerzo por rechazarlo y “sacarlo de la mente”, ejemplos de esto son algunas fantasías sexuales o de contenido agresivo. Otra idea importante del psicoanálisis que no ha perdido vigencia en relación con esto, es que esos contenidos mentales inconscientes “pugnan” por ser conscientes y constantemente están buscando la manera de llegar a la conciencia.

En esta especie de lucha las personas consumen “energía mental” y de vez en cuando esos contenidos mentales rechazados en lo inconsciente encuentran una salida en los lapsus y los actos fallidos o se vehiculizan más fácilmente en momentos de alteración de la conciencia como cuando se ha consumido alcohol. Cuando la represión falla, esos contenidos mentales inconscientes logran ser expresados de manera patológica en los síntomas de las enfermedades mentales (psicosis, neurosis y caracteropatías). Uno de los hallazgos más importantes de Freud fue desarrollar la manera de encontrar el significado de los síntomas mentales, o sea identificar el contenido mental o la idea que se está expresando en los síntomas de la enfermedad mental. Este es el método psicoanalítico que aún practicamos hoy en día, con algunas modificaciones, los psicoanalistas en todo el mundo.

El Yo corresponde a la parte del aparato mental que se encarga de las funciones ejecutivas y de relación con el entorno. Podemos enumerar sus funciones como sigue:

1. Acceso a la motricidad
2. La voluntad
3. La relación con la realidad, el medio o entorno
4. La mediación entre las exigencias instintivas (el Ello) y la realidad
5. La mediación con los mandatos del Superyo
6. Los mecanismos de defensa: represión, proyección,

a. Introyección
b. Identificación
c. Escisión
d. Desplazamiento
e. Negación
f. Racionalización
g. Formación reactiva, etc.

7. Las funciones de relación y las cognitivas:

a. Conciencia
b. Memoria
c. Atención
d. Percepción
e. Orientación
f. Funciones mentales superiores.

Se puede deducir entonces, que la personalidad casi en su totalidad se encuentra en las funciones del Yo. Existen aspectos del Yo que son conscientes y otros que son inconscientes (se ejercen de manera automática), por ejemplo los mecanismos defensa. Cuando nos estamos identificando con una persona importante para nosotros lo hacemos de manera automática y ese fenómeno ocurre sin que nos demos cuenta. Sin embargo, a veces alguien nos hace caer en la cuenta de que nos estamos pareciendo a fulano o fulana en este o aquel gesto y en ese momento hacemos conciencia de la identificación y algunas veces llegamos incluso a hacer consciente las razones para esa identificación.

El Yo se desarrolla a partir del nacimiento. El punto es que las funciones “yoicas” descritas no aparecen de la nada, sino que son adquisiciones que se alcanzan con el desarrollo normal. La fragilidad y dependencia afectiva y física del recién nacido humano es de tal magnitud y tan larga que debido a ella es posible la influencia tan marcada de los padres en el desarrollo de la mente.

En este sentido para un adecuado desarrollo del Yo es necesario de la presencia de unas adecuadas funciones parentales y especialmente maternas, ya que en función de la relación del bebé con su madre es como se van a generar las condiciones para la adquisición de las funciones yoicas. Inicialmente el bebé tiene un Yo primitivo y la madre le “presta” su Yo que luego el bebé va “incor porando” y desarrollando el suyo propio, en el contexto de las relaciones afectivas que se establecen desde el nacimiento.

El tercer elemento de este “aparato mental”, el Superyo, consiste en las funciones de juicio moral o ético de la conducta. El Superyo se desarrolla un poco más tardíamente que los dos anteriores en esta especie de embriología mental, ya que se piensa que la mayor parte de estas funciones corresponden a identificaciones con las figuras parentales. Tiende a pensarse erróneamente que el Superyo siempre castiga, pero efectivamente también premia.

Entonces las funciones a las que Freud denominó Superyo son:

1. El juicio moral o ético de la conducta, incluso antes de producirse (o sea el juicio de las fantasías)
2. El autocastigo cuando el juicio ha sido negativo
3. El premio cuando el juicio ha sido positivo
4. La autoestima
5. El pudor, el asco y la vergüenza son sus primeras manifestaciones.

Este Superyo como dije se desarrolla un poco más tarde. Se piensa que se establece aproximadamente entre los cinco y los siete años de edad, sin embargo esto puede variar con cada individuo.

En personas con tendencia a la depresión suele observarse que se critican mucho a sí mismas, se hacen autorreproches constantemente y ésta es una característica típica de los trastornos depresivos. De estos pacientes decimos que tienen un Super yo “punitivo”, en donde predomina el autocastigo en lugar de la autoestima. En estas personas depresivas se ha desarrollado, por diversas circunstancias, una alteración de las funciones mentales que denominamos Superyo y en esto influyen factores constitucionales, genéticos y ambientales, entendiendo lo ambiental en términos de las relaciones afectivas de la infancia con los padres principalmente.


* Médico, psiquiatra, psicoanalista. Hospital Universitario Fundación
Santa Fe de Bogotá. Docente Facultad de Medicina,
Universidad de los Andes.
Correspondencia: efrainnoguera@gmail.com
Recibido: septiembre de 2006
Aceptado para publicación: noviembre de 2006
Actual. Enferm. 2006; 9(4):20-25

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