De la Academia: Dr. Alejandro Jiménez Arango

Orden Cruz de Esculapio de La Federación Médica Colombiana

al Académico Honorario Dr. Alejandro Jiménez Arango1

En ocasión anterior, cuando fui honrado por esta misma corporación con la Medalla César Uribe Piedrahita, recordaba cómo, para la época de mi graduación, el grado solemne de doctor en medicina y cirugía era simultáneo con la afiliación a la Federación Médica Colombiana. Esto significa que estoy federado desde hace 65 años, poco menos que la edad que tiene la Federación misma. Desde entonces, y a todo lo largo de mi carrera profesional, he sido testigo de cómo la Federación, en representación legítima del cuerpo médico colombiano, ha luchado para lograr los más elevados niveles para el ejercicio profesional, para mantener la dignidad del cuerpo médico y para llegar a las condiciones óptimas de la práctica profesional, tanto desde el punto de vista ético como científico, no solamente para honra de los mismos médicos, sino muy especialmente para beneficio de los pacientes.

Dentro de estos logros quiero mencionar muy especialmente la Ley 23 de 1981, o Código de Ética Médica, para cuya iniciativa, perfeccionamiento y aprobación por el Congreso de la República fue decisiva la acción de la Federación Médica Colombiana.Este instrumento ha sido fundamental para mantener dentro de los más elevados niveles deontológicos el ejercicio de la medicina en Colombia. No solamente fija las normas y pautas que ha de seguir nuestra profesión, y cuya transgresión se considera reñida con la ética, sino que tipifica en términos amplios aunque definidos, aquellas conductas que pugnan, no solamente con la ética médica, propiamente dicha, sino con el correcto ejercicio de la medicina. Esta misma ley creó el Tribunal Nacional de Ética Médica y los Tribunales Seccionales, encargados de investigar la conducta profesional y de dar cumplimiento a las normas establecidas por la ley.

He traído esto a cuenta, porque he tenido la fortuna, gracias a la nominación del Colegio Médico de Cundinamarca, de desempeñar durante los últimos años la elevada y honrosa posición de Magistrado del Tribunal de Ética Médica de Cundinamarca, que tiene a su cargo velar por la ética en la medicina de cinco departamentos del país. Esta labor, que será la última que desempeñe dentro del ejercicio de la profesión, me ha sido profundamente grata. He trabajado al lado de muy eminentes colegas, he tenido la oportunidad de conocer hasta en sus menores detalles los logros, los éxitos, los tropiezos, las dificultades y los fracasos inherentes al ejercicio médico en Colombia desde los grandes centros urbanos hasta las más pobres y lejanas aldeas de nuestro territorio. Todo esto ha significado para mí una experiencia gratificante e instructiva y me ha mostrado facetas del ejercicio médico para mí hasta ahora desconocidas. Al mismo tiempo, me ha permitido conocer la actitud de nuestra población hacia los profesionales. Lamentablemente, a nuestros tribunales no llegan las manifestaciones de la gratitud y del reconocimiento por los esfuerzos que en forma abnegada y a veces heroica prestan nuestros colegas. Por el contrario, las más comunes son las manifestaciones de incomprensión y de desconocimiento de la labor médica y la atribución de culpa cuando los resultados han sido adversos, las que nos llegan en forma de quejas, las más de las veces injustificadas. Sin embargo, también se presentan casos de responsabilidad, la
mayor parte de las veces por actitudes omisivas, o por comportamientos imprudentes, desacertados o atrevidos, o transgresivas de la reglamentación existente, en los cuales los tribunales se ven precisados a imponer sanciones que más buscan un efecto educativo que punitivo. Afortunadamente, las faltas propiamente contra la ética médica son de escasísima ocurrencia.

Resulta muy significativo que este acto tenga ugar dentro del marco con que la ederación Médica Colombiana celebra sus 75 años de existencia. El congreso que con tal motivo se realizará próximamente y en el cual serán tratados temas de trascendental importancia para el sistema de salud colombiano y para el ejercicio científico y ético de nuestra profesión, es una demostración más de que la Federación Médica Colombiana y sus colegios Médicos, siguen con atención el desarrollo de la atención a la salud de los colombianos y muy especialmente el ejercicio de la profesión médica, y se encuentran permanentemente listas para hacer los análisis necesarios y para proponer los correctivos cuando quiera que ellos sean necesarios.

La condecoración que hoy tan generosamente se me impone, constituye una muy honrosa culminación de mi carrera profesional. La acepto con profundo agradecimiento y considero que representa, más que un premio a mis modestos méritos, el reconocimiento a largos años en el ejercicio de la medicina. La recibo complacido, en el entendimiento de que con ella la Federación está reconociendo los merecimientos que son comunes a muchos de mis colegas, particularmente a aquellos, lamentablemente muy pocos, que aún sobreviven desde cuando fueron mis compañeros en las aulas de la Universidad Nacional.


1 Discurso del Académico Dr. Alejandro Jiménez Arango. Bogotá 30 de noviembre de 2011.

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