Medicina, Raíces Históricas de la Institución Hospitalaria

Por: Alberto Amarís Mora

“Es la historia madre de la verdad, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado,
ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir”.

Miguel de Cervantes Saavedra

Raíces históricas

Introducción

El vocablo español “HOSPITAL” procede de dos voces latinas que significan cada una “huésped” (bien sea el que hospeda o el que es hospedado): hospes, itis y hospitalis,e.

Para satisfacer el título enunciado nos propusimos realizar una investigación de carácter bibliográfico e histórico, con el fin de conocer en lo posible, hasta donde lo permitiera la información disponible a nuestro alcance, las facetas que en el manejo de los enfermos y a través de los siglos pueden señalarse como similares, equivalentes o precursoras de cualquiera de las actividades que adelantan los hospitales de nuestros días.

Algunas de cuyas características principales lo presentan como punto de referencia y sitio de internamiento de los enfermos para su tratamiento, constituyéndose a la vez en columna fundamental del ejercicio de todas las profesiones atinentes a la salud, en especial de la Medicina en cuanto tiene que ver con su preservación, o con su recuperación cuando quiera que se ha perdido, y con la atención de las secuelas o limitaciones funcionales que en no pocas ocasiones quedan tras el ataque patológico. (Lea también: Institución Hospitalaria, Albergues de Peregrinos)

Además de las acciones específicas atrás relacionadas, el hospital es elemento insustituible en la enseñanza de la Medicina y otras profesiones de salud, apareándose codo a codo con las universidades, que necesitan más de él que él de ellas, sin que esta afirmación pretenda desconocer el muy importante aporte de la institución docente a la institución hospitalaria.

El Hospital tiene también las funciones de transmitir, actualizar y generar conocimientos, para lo cual ha de investigar, disponer de buena biblioteca y conexión sistematizada con otros centros del conocimiento, así como mantener una vida científica muy dinámica y atractiva. Toda actividad del hospital debe ser éticamente transparente.

Dado que el acto médico abarca información, exploración clínica y para clínica, diagnóstico, tratamiento, valoración terminal y pronóstico, nos detendremos cuando creamos encontrar en una determinada circunstancia alguna eventual analogía del pasado con cualquiera de esas etapas del proceso de la actividad sanatorial.

De ser posible, determinaremos en cada ocasión el tipo de exploración para el diagnóstico, de éste en sí mismo, del tratamiento y del enfoque de la situación post enfermedad. Igualmente, haremos mención de los diferentes personajes que a través de la historia se han ocupado en manejar al hombre enfermo en los procesos de diagnóstico y tratamiento.

Por todo lo expresado en las líneas precedentes, recogeremos en esta monografía aquellas modalidades de atención inmersas en modelos históricos que por alguna razón nos parezcan similares a las de los hospitales contemporáneos.

Eso es lo que buscamos: establecer similitudes o parecidos entre las prácticas antiguas relacionadas con la salud o la enfermedad, y las prácticas modernas de profunda ciencia y avanzada tecnología que hoy nos ayudan frente a las mismas. De ninguna manera nuestro propósito es la elaboración de una lista de hospitales antiguos.

Es preciso aclarar que el hecho de mencionar una práctica cualquiera, no significa que acogemos ni rechazamos las creencias de sus actores sobre la enfermedad en cuanto se refiere a su ambientación, su concepción etiopatogénica, su fisiopatología, su manejo profiláctico y rehabilitatorio, sus procedimientos semiológicos, sus criterios diagnósticos ni su manejo terapéutico.

La mención que eventualmente hagamos sólo significa un “hallazgo” de carácter antropológico y cultural, de alguna forma relacionado con la salud o enfermedad, y también de alguna forma análogo a la estructura o función de lo que hoy conocemos con el nombre de hospital.

y con el rótulo de “Sanador” o “Curador” nos referiremos a quienes de alguna manera y con diferentes nominaciones pretendían liberar al enfermo de sus padecimientos por culpa de la enfermedad. Los sanadores existen desde la más remota antigüedad.

Fueron especímenes que de manera ocasional o permanente se ocupaban en tratar de curar a los enfermos mediante el uso de elementos naturales en variadas presentaciones, obtenidos de la flora, fauna y minerales del entorno, o a través de procedimientos sobrenaturales cargados de ritualidades sorprendentes. Esta diferencia en su accionares, en verdad, esquemática, pues los procedimientos, lejos de ser excluyentes, se imbricaban.

En unos y otros el primitivo y gran objetivo del sanador era, en primer término, descubrir los malos espíritus o demonios que, habiéndose introducido al interior del cuerpo de la víctima a través de sus orificios naturales, le ocasionaban la enfermedad, para luego liberarlo de ellos con el procedimiento curativo mediante una pretendida expulsión de los mismos demonios a través del sudor, orina, vómito, excremento, moco nasal o pellizcos. Es curioso que no se mencione a las lágrimas como humor invocado para la expulsión.

Para la medicina actual, los contenidos de las precedentes líneas serían el equivalente del “diagnóstico etiológico” y del “tratamiento causal”.

Yerbateros y curanderos son denominaciones generalmente aplicadas para designar a quienes usaban agentes naturales para combatir a las enfermedades, al paso que los practicantes de procedimientos sobrenaturales o mágicos, se conocen como magos, hechiceros, mantis, conjuradores, adivinos, adivinadores, chamanes, brujos y sacerdotes, éstos con alcances teúrgicos.

Los curanderos y los yerbateros también hacían magia, y los magos y sacerdotes utilizaban en sus ritualidades los elementos naturales de aquéllos. Sin embargo, debemos registrar que en Grecia apareció (aparentemente con Hipócrates), el médico o iatros, como curador de condición pura, sin el halo mágico del adivino (mantis), ni la condición mediadora y suplicante, también mágica, del sacerdote (hiereus).

Sacerdotes y magos pisaron el común terreno de las prácticas sobrenaturales, apelando a poderes igualmente sobrenaturales. Sus prácticas curativas mantienen las mismas diferencias que distinguen a la magia de la religión: esta parte del reconocimiento y aceptación de la inferioridad del hombre frente a los poderes de los dioses; la magia por el contrario practica la superioridad del hombre para pretender imponer su voluntad.

Mientras el sacerdote intercede, suplica, ruega o impetra ante el ser superior, el mago ordena coactivamente con la pretensión de que todo se conjugue para que se cumpla el deseo contenido en su ordenamiento.

La culminación del culto religioso a cargo del sacerdote es el sacrificio, que conlleva lo expiatorio y lo propiciatorio, mientras en el aparato mágico es la expresión ritual de lucha altiva para interrumpir la realización de los hechos desfavorables.

Se acepta que esos patrones de identidad para el sacerdote y el mago, tan diferentes, se perfilaron entre los griegos en el siglo V a C, época de Hipócrates, quien instituyó la imagen del médico y la medicina libres de todo lo sobrenatural, bien sea que esto fuera magia o religiosidad, originándose así el médico puro que debía corresponder a una medicina también pura, sin contaminaciones mágicas.

Luis Gil (1) pone en duda que este avance hacia el médico o iatros puro sea de génesis hipocrática, pues lo remonta al epas homérico, y más atrás aún, a la época Micénica. Antes de aparecer esta nueva figura del sanador puro, atribuida a Hipócrates, los sanadores empíricos podían ser al tiempo magos, sacerdotes y yerbateros.

Se ordenó la presentación de este trabajo utilizando una cronología agrupada por centurias, que de ninguna manera puede ser exacta, no sólo por la distancia cronológica, sino porque un fenómeno histórico, deslizándose en el tiempo, puede imbricarse con otro que ocurra en el mismo lapso.

Nuestras observaciones van hasta la Edad Media, época de la consolidación hospitalaria.

Capítulo Primero

Prehistoria

No hemos encontrado en la información prehistórica dato alguno que pueda relacionarse con cualquier tipo de actividad parecida al quehacer hospitalario. Sabemos que en esos remotísimos tiempos se hicieron trepanaciones y se practicó la acupuntura, pero ignoramos las condiciones que rodearon la realización de tales procedimientos.

De otra parte, las acciones curativas derivadas del instinto y de la observación-imitación de lo que nuestros antepasados veían hacer a los animales enfermos, tampoco fueron suficientes para generar algo parecido a ninguna de las actividades de un hospital.

Capitulo Segundo Siglo XXXV aC a Siglo VIII aC

La Casa de la Vida

En la cronología posterior a la prehistoria, ya en la historia, encontramos que en el antiguo Egipto la nación vivía pendiente de la salud de su gobernante, la cual, mientras fuera plena, era prenda de seguridad, tranquilidad y progreso de sus súbditos. Por el contrario, la enfermedad de ese gobernante, el Faraón, quien encamaba al dios de ellos, rompía todos los órdenes del equilibrio social de su pueblo.

Para proteger al Faraón mediante las prácticas sobrenaturales que tan familiares les eran, contra la perversidad de los demonios y de la magia negra que llevaban a las enfermedades, se instituyó un ente estatal a la manera de un centro de documentación informativa que se llamó Casa de la Vida (Per-Ankh)(2), ubicada cerca de los templos, a la que si bien es cierto concurrían los personajes más destacados por su saber en las diferentes áreas del conocimiento, tenía una repartición médica que debió encargarse específicamente del aspecto salud.

Todos los esfuerzos que pudieran manejarse en la Casa de la Vida convergían de manera fundamental hacia el fin último que era la preservación de la salud del Faraón, o la restauración de la misma si enfermaba, por parte del Sanador o grupo de Sanadores. Paralelamente, entre otras eosas, la Casa de la Vida contribuía a la preparación de momias para dar curso a la idea escatológica tan arraigada en los egipcios.

Pero la Casa de la Vida también tenía una misión en la enseñanza de la medicina, como quiera que, según la inscripción de Udjahorresnet, era sitio de concurrencia de los estudiantes de medicina (2) en la segunda etapa de sus estudios. Recordemos que la primera etapa de los mismos se daba en el medio familiar porque las profesiones eran hereditarias según Diódoro, y la tercera y última etapa se cumplía en los templos, reservadamente.

Conocido todo lo anterior, ninguna duda puede quedarnos respecto de la Casa de la Vida del milenario Egipto, en el sentido de que ella introduce históricamente, en buena parte, la noción de hospital. Aunque no contemplaba, al parecer, el internamiento de los enfermos, sí tenía otras actividades propias de ese ente y de la medicina de nuestros días.

En efecto, se destaca en ella una prioritaria actividad preventiva, cual era la preservación de la salud del Faraón, actividad que se desarrollaba tratando el Sanador de neutralizar en la fuente la acción etiológica de la magia negra y de los malos espíritus o demonios. Y si estos elementos, triunfantes, generaban la enfermedad del gobernante, la actividad del Sanador se tomaba restauradora, tratando de restablecerle su comprometida salud.

Otra función docente de la Casa de la Vida, como el hospital de nuestros días, estaba en su condición de ser Centro de Documentación Informativa, que indudablemente es rol de biblioteca.

El origen y condición estatales de la Casa de la Vida afianzan aún más el aporte como antecedente hospitalario que le otorgamos.

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