Letras, Gonzalo Esguerra Gómez y los Rayos X

Por Adolfo de Francisco Zea

La Junta Directiva de la Academia Nacional de Medicina, presidida por el Académico Gilberto Rueda Pérez, ha tenido el acierto de organizar esta sesión solemne para conmemorarle centenario del descubrimiento de los Rayos X por el profesor de física de la Universidad de Wurzburg, Alemania, el doctor Konrad Wilhem Roentgen.

Y al mismo tiempo rendir un cálido homenaje de admiración y de cariño a la memoria del profesor Gonzalo Esguerra Gómez quien dedicó su meritoria existencia al estudios de los rayos X en sus aplicaciones médicas y se constituyó en el más importante de los radiólogos de su época y en el creador de la especialidad de la Radiología en nuestro país.

Mc ha conferido la Junta Directiva de la Academia el alto honor de tomar la palabra en esta noche, distinción que he aceptado con agrado ya que se me concede la oportunidad de hablar ante ustedes sobre la personalidad particularmente atractiva del profesor Esguerra Gómez quien fuera mi maestro de medicina y me distinguiera a través de muchos años con el valioso don de su amistad.

Ya el académico Rueda Pérez se ha referido a los pormenores del descubrimiento de los rayos X en esa noche del 8 de Noviembre de 1895, en el salón 119A del Colegio Técnico de Wurzburg en donde funcionaba el laboratorio de Física cuyos ventanales dan hacia los jardines botánicos y al hoy llamado Círculo de Roentgen.

Roentgen tenía en ese entonces 43 años y un bien cimentado prestigio científico. Había hecho estudios cuidadosos sobre el comportamiento de la materia y había sido por ejemplo el primero en demostrar, utilizando un termómetro de fabricación casera, que era más fácil calentar el aire húmedo que el aire seco.

Otros aspectos de su trabajo dieron fuerte apoyo a la teoría unificada del magnetismo y la electricidad que había sido formulada hacia los años de 1870, por el físico matemático escocés James Maxwell.

Desde mediados del año anterior, se había interesado también por los rayos catódicos, un tópico de investigación extremadamente popular por esos días. Sabía bien que esos rayos copiosamente producidos en un tubo al vacío cargado con electricidad de alto voltaje solamente podían penetrar unos pocos centímetros en el aire exterior al tubo. (Lea también: Letras, Homenaje a su Memoria César Augusto Pantoja)

De allí su asombro al observar en esa tarde memorable de un viernes, una imagen luminosa oscilante en una pantalla impregnada de solución de platinocianuro de bario, colocada tan lejos del tubo que no podía ser producida por los rayos catódicos, pero que solamente se iluminaba cuando estaba operando el tubo al vacío al paso de la corriente eléctrica.

La tenue fluorescencia característicamente verde que se producía era difícil de apreciar con facilidad en razón a que Roentgen era parcialmente daltónico al color verde.

Vinieron después sus experimentos en la habitación totalmente oscurecida, sin que en ella penetrara la más mínima luz de gas de la calle vecina y los que hizo con el tubo totalmente cubierto con cartones oscuros de manera tal que ninguna luz visible pudiera escapar del interior del mismo.

Dedujo entonces que la fluorescencia verdosa observada en la pantalla de platinocianuro de bario era produc1da por una nueva radiación mucho más penetrante que los rayos catódicos y llamó a los nuevos rayos, Rayos X por lo desconocido de su naturaleza.

Encontró luego que la silueta de sus libros y la de su caja de madera que contenía sus diferentes pesas, se delineaba con claridad, presagiando la futura aplicación de los rayos X en las medidas de seguridad que se utilizan en los aeropuertos.

Después obtuvo radiografías de su rifle de cacería en el que encontró defectos estructurales y finalmente tomó la primera radiografía de la mano izquierda de Bertha, su esposa, para lograr la cual la expuso a una dosis alta de rayos X durante quince minutos completos, tiempo de exposición que se consideraría hoy como altamente peligroso.

Las noticias del descubrimiento llegaron a la prensa mundial con prontitud y dieron origen a situaciones curiosas. Una firma londinense, por ejemplo, hizo publicidad sobre prendas interiores de señora a prueba de Rayos X.

Los periodos franceses, más espirituales, se mostraron entusiastas acerca de la posibilidad de fotografiar el alma y un granjero norteamericano pragmático afirmó haber transformado una moneda de 10 centavos en otra de oro con valor de 150 dólares.

El 15 de enero de 1896, el Káiser Guillermo 11,que habría de conducir a Alemania a la primera guerra mundial, le condecoró con la Cruz de la Corona de Prusia a tiempo que comisionó a otros tres científicos para que estudiaran las potencialidades bélicas del descubrimiento.

Además de su intervención ante la corte, hizo Roentgen una segunda conferencia ante los estudiantes de la Universidad, en la cual tomó la radiografía de la mano de su colega Albert van Külliker, unodelos fundadores de la Histología, quien contra los deseos de Roentgen propuso que se diera su nombre a los Rayos X, apelativo con el que aún se les conoce en los países de habla alemana.

En 1901 fue galardonado con el primer premio Nobel de Física y dedicó el dinero obtenido por el premio a financiar y apoyar a los estudiantes de la Universidad de WurLburg; los intereses de esos fondos se emplean aún para esos propósitos.

Pasaron 20 años más antes de que los científicos pudieran determinar la verdadera naturaleza de los Rayos X. En una conferencia dictada en 1938 en Bogotá, el profesor Esguerra, en su elegante prosa científica decía lo siguiente: “Esa naturaleza desconocida de los Rayos X ya no lo es para nosotros.

El hombre en su deseo de investigación y de análisis, no se contentó con demostrar que la luz solar aparentemente tan simple puede reducirse a siete radiaciones diferentes entre sí que forman los colores fundamentales del arco iris.

Buscó más allá de las radiaciones luminosas visibles, y con sorpresa pudo demostrar que allende las radiaciones rojas del espectro existían otras que no apreciaban nuestros ojos pero que se manifestaba por fenómenos caloríficos y que denominaron rayos infrarrojos.

Y poco tiempo después buscó más allá de las radiaciones violeta de ese mismo espectro y halló otras radiaciones invisibles que se manifestaban por efectos químicos y que se denominaron radiaciones ultravioleta.

Y ya en ese camino continuaron investigando y ese campo de la luz creció momento por momento: mucho más allá de las radiaciones infrarrojas encontraron otras radiaciones, otras ondas, cuya longitud no se medía ya en micrones ni en milímetros, sino en centímetros, en metros, en kilómetros, y que fueron nada menos que las ondas maravillosas de Hertz, las ondas de la telegrafía inalámbrica y del radio.

Y mucho más allá de las radiaciones ultravioleta y ya en longitudes de onda de amgstroms, de décimas, centésimas y milésimas de esta unidad, hallaron aquellas radiaciones productoras de los Rayos X y las no menos maravillosas de ese precioso metal que es el radium.

La escala luminosa había crecido intensamente y la naturaleza de los Rayos X estaba descubierta; esas radiaciones no eran sino una forma de luz”.

Casi simultáneamente con el descubrim iento de Roentgen, que señaló el amanecer de la era nuclear, se produjo el hallazgo de la radioactividad natural descubierta en las sales de uranio por Henri Becquerel en 1898, y del radium y el polonio encontradas por Pierre Curie y María Landowska, su esposa.

Tanto el descubrimiento de Becquerel como el de Roentgen habían sido accidentales pero ambos ilustran la validez de la afirmación de Louis Pasteur acerca de que la suerte favorece a las mentes bien preparadas. Madame Curie, ganadora de dos premios Nobel, falleció de los efectos de la radiación contraídos en varios años de investigación experimental con isótopos radioactivos.

A partir de finales de la segunda guerra mundial, de 1945 en adelante, los desarrollos de la física atómica y de la mecánica quántica permitieron establecer con precisión las cuatro grandes fuerzas fundamentales del universo, que gobiernan su estructura y su comportamiento, desde lo infinitamente pequeño hasta lo inmensamente grande de que hablara Pascal.

De estas cuatro grandes fuerzas, el electromagnetismo, que expresa la atracción de partículas con cargas eléctricas o magnéticas opuestas, produce la luz visible y las demás manifestaciones electromagnéticas que antes señalara el profesor Esguerra.

La ciencia y la tecnología de nuestro siglo han desarrollado las concepciones teóricas y las aplicaciones prácticas que se derivan del amplio espectro luminoso y algunos de sus más espectaculares resultados se han obtenido en el terreno de la moderna astronomía que ya no se limita a la observación visual de los astros sino que se extiende a otras áreas del panorama luminoso.

A la astronomía convencional o visual se agregó luego la radioastronomía, la astronomía de los rayos X y de los rayos gamma, la de los rayos cósmicos, y la astronomía de los rayos infrarrojos y los ultravioleta.

El estudio de las radiaciones luminosas mediante telescopios específicamente diseñados para cada tipo de radiación luminosa proveniente de galaxias lejanas, de nubes de polvo estelar, de quasares, de pulsares y de agujeros negros, han ampliado las dimensiones del universo conocido que ya no se estiman en unos cuantos miles de parsecs sino que se elevan a cifras cercanas a los veinte mil millones de años luz.

La astronomía cambió entonces para aquellos de nosotros que aprendimos de niños a recitar los nombres de las estrellas de primera magnitud y sus correspondientes constelaciones; para los que leíamos con cuidado la “Astronomía Popular” y las “Tierras del cielo” de Camille Flammarion.

Y con nuestros modestos telescopios nos extasiábamos ante el resplandor de los satélites de Júpiter, las fases menguante y creciente de Venus y los mares secos de la luna, cuyos nombres poéticos de Mar de la Tranquilidad, Mar de la Serenidad y Océano Procelario nos llevaban a entender el porqué Kant afirmaba que solamente sobre dos cosas no tenía dudas su espíritu selecto: la moral de su corazón y el universo estrellado que brillaba sobre su cabeza.

Las estrellas binarias que en otras épocas descubríamos por azar y con alegría en cielos más luminosos que los actuales, nos dejan ahora cuando volvemos a encontrarlas, un infinito sentimiento de nostalgia, frente a una ciencia fría y una tecnología avasalladora que ha hecho que los astrónomos profesionales ya no miren los cielos, sino que escudriñen sus espléndidas fotografías de galaxias cada vez más distantes, analicen sus espectrogramas y las combinaciones de gran colorido que producen los modelos de sus computadores.

La poesía de esa astronomía anterior a la segunda mitad de este siglo perdió vigencia cuando la luna fue hollada por la planta del hombre.

Sin embargo, la mente humana inquieta como siempre, buscó nuevas direcciones para los hechos que paulatinamente descubría: hoy se especula sobre la edad del universo; si éste es abierto y siempre en expansión o si es cerrado pero sin límites; si es infinito en el tiempo o es limitado, y si ha sido único o es múltiple.

Las especulaciones de los científicos los han llevado a puntos de convergencia con las inquietudes de los filósofos y ya no es admisible que un físico no tenga sus propias concepciones filosóficas o que un filósofo ignore o haga caso omiso de los hallazgos de la ciencia.

Quienquiera que se interese por las radiaciones universales como los rayos X, necesariamente habrá de reflexionar filosóficamente sobre el universo, como tantas veces lo hizo el profesor Esguerra.

Gonzalo Esguerra Gómez nació en Bogotá el 24 de enero de 1902, siete años después del descubrimiento de los Rayos X, y provenía de una estirpe de médicos yabogados que tuvo su origen en el país vasco y que se prolonga en el ticmpo hasta nuestros días.

El primer Esguerra que llegó a la Nueva Granada, según lo señala el profesor Luis López de Mesa en su artículo sobre el Dr. Carlos Esguerra publicado en 1963, fue el Alférez don Miguel Esguerra y Rosas, casado con doña Isabel Valero de Tapia.

Después viene una serie de patricios que culmina en la época de la independencia con el prócer don Sebastián Esguerra Galves; se continúa con Domingo Esguerra Galves, militardelliberalismo, y Domingo Esguerra Ortiz, galeno así mismo, quien fuera el primero en identificar como pandemia definida las fiebres del Alto Magdalena, tal como lo señala el académico José Francisco Socarrás en su espléndido estudio “La familia Esguerra en la Historia de Colombia”, publicado en nuestra revista de la Academia en 1991.

Fue su abuelo el doctor Nicolás Esguerra Ortiz, célebre abogado, académico y hombre público a quien Carlos Martínez Silva consideró como gran ciudadano y de quien dijo el expresidente López Michelsen que había sido el último de los radicales.

“Ser radical, dice López Michelsen, no era solamente una cuestión de militancia política, de servir bajo determinada bandera. Ser radical era, ante todo, un estado del alma, un modo de ser, una actitud ante la vida.

Al radical se le reconocía más por su comportamiento que por sus doctrinas en materia económica o social. Significaba ser austero, tolerante, enérgico ante cualquier atropello contra sus derechos o contra los de los demás y por sobre todo, no vacilar en asumir cualquier riesgo en defensa de su ideal”.

Su paso por los cargos que ocupó, en el período del radicalismo en el poder, como miembro de las tres ramas del Poder Público, fueron fecundos. En 1885, cuando Núñez no permitía ya abrigar ninguna duda sobre cual iba a ser su camino y a qué expedientes iba a recurrir para coronar sus propósitos, el Doctor Nicolás Esguerra, exponiéndose a las peores represalias le dirigió una carta airada y digna, de la cual es conveniente recordar aquella sabia admonición que dice así: “El dinero que hoy se pierde puede recuperarse más tarde por el mismo camino que se adquirió, con honradez y laboriosidad; pero el carácter que se abate, abatido se queda”.

Esta noble enseñanza de honorabilidad y de firmeza de carácter del abuelo, propias de su ascendencia vasca, se transmitieron sin cambio alguno a la generación de su padre, a la suya propia y las de sus hijos y nietos, sobrinos y sobrinos nietos.

Fue el doctor Nicolás Esguerra candidato a la Presidencia de la República en 1913, en oposición al doctor José Vicente Concha quien fue elegido. Sus dotes oratorias fueron tan eximias, que a propósito de ellas escribió don Antonio Gómez Restrepo: “Firme la actitud, arrogante la hermosa cabeza, fulgurantes los ojos, dejaba correr sin esfuerzo de sus labios la tumultuosa corriente de su palabra encendida, que en los momentos de gran pasión tenía resonancia como de descarga cerrada en medio de un combate”.

Su padre, el doctor Carlos Esguerra Gaitán, nacido en 1862, obtuvo su grado de Medicina en Bogotá y por segunda vez en Caracas en donde vivió por algún tiempo acompañando a su padre. Posteriormente en París y bajo la dirección de su profesor de Medicina Interna, el doctor Georges Dieulafoy, cuyas 14 ediciones de su Tratado de Medicina fueron estudiadas por varias generaciones de médicos colombianos, se graduó por tercera vez con sus estudios sobre la Fiebre del Magdalena y la Fiebre Amarilla de Honda.

Como profesor universitario sostuvo interesantes polémicas con el doctor José María Lombana Barreneche acerca del diagnóstico diferencial entre la Fiebre Tifoidea y el Tifo Exantemático, sobre cuya existencia en el país no creía el profesor Lombana.

Los estudios mediante inoculación de sangre de enfermos diagnosticados de tifo exantemático a curíes demostraron fácilmente la validez de las tesis sostenidas por el doctor Carlos Esguerra, que fueron brillantemente ampliadas después por el doctor Luis Patiño Camargo. Intervino luego con estudios y propuestas sobre el aislamiento de enfermos leprosos y fue titular de la cátedra de Medicina Interna de la Universidad, de la cual se retiró cuando la Junta de Beneficencia de Cundinamarca vetó el nombre del doctor Edmundo Rico como su Jefe de Clínica.

Su renuncia irrevocable, en la cual fue acompañado por sus hijos Alfonso y Gonzalo, fue una demostración de su firme carácter. Posteriormente, fue nombrado Profesor Honorario de la Facultad de Medicina y luego Rector de la misma institución.

En los primeros años del siglo el espíritu emprendedor del Doctor Carlos Esguerra lo condujo a la Fundación de la Clínica de Marly, en cuyo laboratorio de Rayos X habría de transcurrir la mayor parte de la vida científica de Gonzalo Esguerra Gómez.

“Era Marly, dice en su relato el doctor López de Mesa, primorosa casaquinta entre jardines, un parque de eucalipto al lado y gran potrero hacia el oriente con dos cuadras por la carrera 13 e igual límite sobre la 7a. No olvidaré la pareja de sietecueros altos copudos que escudan la escalinata de acceso en el patio fronterizo… ni el esbelto roble que al lado del portalón de fuera, alto y recto rebrillaba de luces en su follaje verdegay a los primeros albores del día, ni la sabana abierta a la inmensidad de enfrente, ni los nevados bellísimos del Tolima y del Ruiz, que en los diáfanos amaneceres marcábanse en la azulina cordillera remota.

Tampoco olvidaré a la extraordinaria Madre San Lorenzo, sostén indefectible de bondad y precisión de aquel pequeño mundo … ni a la breve e inclinada figura de Carlos Esguerra a su exacto arribo a las 8 a.m. para pasar visita de enfermos, atender los urgentes problemas de la casa y en todos nosotros dejar certera lumbre de amistad o de saber, sencillamente, sosegadamente, cordialísimamente, como un suceso espontáneo de la naturaleza”. Al igual que su padre en la bella semblanza de Luis López de Mesa, Gonzalo Esguerra Gómez fue siempre puntual, sencillo, sosegado y cordial y sus actos brotaban como sucesos espontáneos de la naturaleza.

Fue su madre doña Carlina Gómez Cuéllar, hija del notable abogado boyacense Ramón Gómez, litigante perspicaz y astuto, conocido en la época como el sapo Gómez y de doña Virginia Cuéllar, bella dama bogotana hija del doctor Patrocinio Cuéllar. Ramón a su vez había nacido en el seno del matrimonio patriarcal formado por don Ambrosio Gómez y doña Juana Bohórquez en ese rincón privilegiado del Valle de Tenza, donde la suavidad del clima corre parejas con la belleza del paisaje.

A la muerte de su esposo, dofia Juana que era mujer de armas tomar y gran visión, se trasladó a Bogotá en busca de una educación mejor para sus hijos Ramón y Proto Gómez que eran, según ella, una promesa y que más tarde fueron una realidad.

Es interesante destacar el hecho de que la relación de Ramón con su madre doña Juana fue de extrema veneración y afecto, al igual que la de su nieto Gonzalo por doña Carlina en quien encontraba características de personalidad excepcionales que complementaban muy bien las de su padre.

Su hermano Alfonso, 10 años mayor, fue licenciado en filosofía de la Universidad Gregoriana de Roma donde siguió estudios debido a su inclinación juvenil por el sacerdocio. Se graduó de Médico en nuestra Facultad de Ciencias Naturales y Medicina con una tesis sobre el “Cáncer del Cuello Uterino” y adquirió fama mundial con su invento de la “Pasta Colombia” y sus estudios sobre el cáncer.

Lo recuerdo con inmenso cariño como profesor de Fisiología; no es posible olvidar su sonrisa cordial, su constante estímulo a los estudiantes a los que dirigía en pequeños trabajos de investigación que premiaba con la Medalla de Fisiología, su permanente cigarro en la boca, su bondadosa actitud nunca alterada.

En su laboratorio estudió el Biotipo Universitario Colombiano, bautizado por él con los nombres de Jorge Luis Gómez Rodríguez, de acuerdo con la frecuencia mayor de esos nombres y apellidos en la época de su estudio. De su matrimonio con doña Saturia Samper, nacieron sus hijos Carlina Esguerra, José María Esguerra, brillante magistrado ya fallecido y Carlos Esguerra Samper, vinculado a nuestra Academia desde hace largos años como su experto Revisor Fiscal.

La relación de Gonzalo con su hermano Alfonso fue siempre excelente pero ambos siguieron paralelos y diferentes, el uno en el campo de la cancerología y la fisiología, el otro en los terrenos del radiodiagnóstico.

Gonzalo Esguerra cursó la enseñanza secundaria en la Escuela de Comercio, 10 que parecería extraño para un estudiante de alta sociedad que bien hubiera podido ingresar al Gimnasio Moderno. En sus años de secundaria ocupó siempre los primeros puestos como lo atestiguan sus altas calificaciones que conserva con cariño su hija Paulina en el archivo de la familia.

En esa época se distinguió como gran deportista; fue aficionado al fútbol y luego al tenis, para continuar luego con el golf, ya en sus años mayores, deporte que yo me temo que hacía, más que como ejercicio físico, por la oportunidad que se le daba de practicar el arte de la conversación en la cual era maestro, con sus compañeros de juego Bernardo Pizano y Rafael Iriarte, su yema y amigo invariable.

Cuenta Paulina que al ingresar a la facultad de Medicina aún era aficionado al fútbol y lo jugaba en los entonces amplios predios de Marly. En alguna ocasión hizo una brillante jugada obteniendo un gol desde el medio campo, lo que le permitió entonces cerrar con broche de oro su época de deportista y dejar para siempre airosa y orgullosamente ese deporte.

Quiso inicialmente matricularse en ingeniería por su buena disposición hacia las matemáticas, pero una afortunada circunstancia lo llevó a abandonar su idea inicial de dedicarse a esa disciplina. Había llegado a Bogotá, el doctor André Richard, ciudadano francés traído por el entonces Rector de la Facultad de Medicina doctor Pompilio Martínez para poner en buen funcionamiento el equipo de Rayos X del Hospital de San Juan de Dios.

Gonzalo, a petición de Alfonso acompañó al profesor Richard en calidad de traductor porque éste no hablaba español y fue allí cuando inició su estupenda carrera; dos meses más tarde la Facultad lo nombró ayudante del Laboratorio de Rayos X.

El relato del propio doctor Esguerra es el siguiente: “oO. Pero como el doctor Richard se enojaba con cualquier cosa que no le gustara, en el mes de abril resolvió no seguir en el Laboratorio y volverse a los Estados Unidos.

Ante esa circunstancia y teniendo en cuenta que yo estaba encantado con el radiodiagnóstico mi padre solicitó a la Facultad de Medicina que por estar trabajando en la Facultad y por cerrar el laboratorio por la ida del doctor Richard, pedía que me concedieran una matrícula extra para entrar a primer año. La Facultad aceptó y entré a la Facultad en el mes de abril”.

José Francisco Socarrás, en el estudio antes mencionado dice lo siguiente: “Yo me inicié en la misma escuela en 1924, y la persona del doctor Gonzalo se me hizo inolvidable desde entonces. El era el único alumno de la institución que tenía automóvil. Un pequeño carro de color rojo, si mi memoria no me falla, en el cual llegaba a la facultad, siempre acompañado por su condiscípulo Juan Pablo L1inás. Pero eso era lo menos importante.

Donde quiera que sus condiscípulos, así fuéramos principiantes los encontráramos, nos saludaba amistosamente, invaluable lección sobre la estima y respeto mutuos que deben primar entre quienes nos dedicamos a una profesión como la nuestra, tan agobiante y tan necesitada de intercambiar conocimientos”.

Al año siguiente regresó el doctor Richard a Bogotá y Gonzalo Esguerra aprovechó el tiempo libre que le daban sus estudios para “trabajar y tratar de aprender algo del doctor Richard”. Al terminar su tercer año hizo un corto viaje a París en donde diariamente visitaba el servicio del profesor Claude Belcere en el Hospital Veaugirard, en donde pudo asistir a la primera urografía que se realizara en París. Aprovechó también esos tres meses de su viaje para conseguir un aparato de diagnóstico de Rayos X para la Clínica de Marly que comenzó a funcionar bajo su dirección el 7 de Junio de 1923.

Ese aparato que le sirvió por cinco años, a la muerte de su hermana Paulina quien falleció de apendicitis aguda a los 21 años, fue regalado al Hospital de la Misericordia, en donde lo bautizaron con el nombre de Laboratorio Paulina Esguerra Gómez.

Cursaba aún el quinto año de sus estudios médicos, cuando fue llamado a trabajar como ayudante del doctor Martin Weiser en el Laboratorio de Radiología de San Juan de Dios. El doctor Weiser volvió por un tiempo a Alemania y Esguerra pidió que se le permitiera dar conferencias de radiología a los estudiantes.

Lo relata en la siguiente forma: “Así pues, en los meses de enero y febrero me dediqué a preparar proyecciones radiográficas para poder hacer esas conferencias y les dije a los doctores Pompilio Martínez y Juan N. Corpas, quienes eran los profesores de Clínica Quirúrgica, que cada uno me prestara sus alumnos de sexto año, que eran mis condiscípulos para iniciarlos en el radiodiagnóstico. No solo aceptaron sino que resolvieron que ellos mismos asistirían a las conferencias, ya que para ellos era novedad el Radiodiagnóstico.

Así se hizo hasta que regresó el doctor Weiser a mediados del año, pero él me suplicó que yo siguiera haciendo las conferencias hasta noviembre, ya que para él era muy difícil dominar el español, y en la misma forma continué el año siguiente…”.

Y continuó así durante largo tiempo enseñando un aspecto de la ciencia médica, novedoso y extremadamente útil, que el mismo iba aprendiendo a tiempo que enseñaba. Su carrera avanzaba entonces en el campo de la enseñanza, en donde había incursionado desde muchos años antes de graduarse de médico el19 de noviembre de 1927, hace 68 años.

Dictó su clase hasta 1946 cuando viaj6 con su familia a Boston en donde estuvo vinculado al Laboratorio de Radiología del Massachusetts General Hospital, que dirigía en ese entonces el doctor Merril Sossman. Regreso al país en 1948.

En la medida en que avanzaba en su trabajos iba estimando el valor de la Radiología en el diagnóstico médico. Fue en la siguiente forma como se expresó sobre el particular: “Es urgente recordar e insistieren que la radiología es simplemente un procedimiento de examen, sin duda alguna el más valioso, que presta invaluables servicios a la clínica, pero de la cual no es posible separarlo.

Y de allí surge también la conclusión elemental y de gran trascendencia, de que el radiólogo debe ser ante todo un clínico …” En el fondo, Gonzalo Esguerra fue ante todo un Clínico Radiólogo, prolongando la clínica que tan brillantemente habían practicado Carlos su padre y Domingo su tío abuelo.

El curriculum profesional del profesor Esguerra Gómez es realmente impresionante. En la lista de sus trabajos científicos publicada en 1993 en nuestra revista de la Academia, figuran apenas cincuenta de cerca de un centenar de sus publicaciones científicas en revistas médicas de Colombia y del exterior. Se paseó por todos los campos de la radiología médica y contribuyó en forma original en muchos de ellos.

Algunos de los títulos de su producción científica confirman la verdad de mi aseveraci6n: “Radiodiagnóstico. Física de los Rayos X”; “La Radiología de la Vesícula Biliar”, en 1930; “El Control Radiográfico de la Curieterapia Uterina”, en colaboración con su hermano Alfonso, en 1930; “Radiología y Neurocirugía. Comentarios sobre 3000 casos neurológicos examinados en el Laboratorio de Radiología de la Clínica de Marly en 25 años”, presentado en 1966 ante la Sociedad de Neurocirugía de Colombia, al ingresar como Miembro Honorario.

“Valor actual del diagnóstico Radiológico en las apendicitis”, trabajo presentado en Buenos Aires en 1943; “Estado actual de la Colecistocolangiografía por eliminación. 4000 casos”, presentado en Caracas en 1964. Su espléndido estudio sobre “El lndice Antropométrico y el diámetro transverso del corazón”, de 1950, seguido por varios trabajos sobre la Hipertrofia Cardiaca en los habitantes de las alturas.

“Los primeros casos de Angiocardiografía realizados en el Hospital de la Misericordia de Bogotá”, en 1952; “El Primer caso de Toxoplasmosis Infantil comprobado en Colombia”, en 1950; “Los primeros cuatro casos de Microlitiasis alveolar pulmonar familiar señalados en Colombia”, en 1958; “Pasado, presente y futuro del Radio diagnóstico en Gastroenterología”, en 1962.

“Observaciones sobre radio pelviometría”, en 1954; “Televisión y Cineradiología”, en 1967, “Tumores óseos” y “Lesiones Óseas y articulares de la Lepra”, y sus excelentes estudios sobre Konrad Roentgen, su tío el doctor Proto Gómez y los doctores Fernando Troconis y Rafael Ucrós”.

Fue miembro de todas nuestras sociedades científicas, que en una u otra forma tenían que ver con la radiología, la mayor parte de las veces en calidad de Miembro Honorario. Más de 20 sociedades científicas del exterior lo hicieron también Miembro Honorario. Participó muchas veces como invitado especial, en reuniones internacionales sobre radiología y recibió como condecoraciones la Orden de Boyacá, la Orden de la Cruz Roja Alemana, la Orden de la Estrella Negra de Francia, la Orden Andrés Bello de Venezuela y la Orden Bernardo O’Higgins de Chile.

Al final de su Curriculum Vitae hay una nota que dice así: “En el Laboratorio de Radiología de la Clínica de Marly, se han examinado hasta el 24 de enero de 1984,358.344 enfermos cuyos diagnósticos e historias clínicas están cuidadosamente archivadas”. En amplios anaqueles y muy bien empastados están esos informes que cuidó con esmero, cubriéndolos siempre con ese sigilo profesional tan admirablemente suyo.

Debe mencionarse con especial relevancia su vinculación a la Academia Nacional de Medicina, que se inició en 1930 cuando fue elegido como Miembro de Número. El día 11 de marzo de 1965 se posesionó de la presidencia de la institución, sucediendo al doctor Pedro José Almanzar. De inmediato anunció una política de puertas abiertas a todas la inquietudes científicas y la incorporación efectiva en calidad de correspondientes, de los miembros de la Academia de Medicina de Medellín y de la Sociedad de Medicina del Cauca, acto que se cumplió tres meses más tarde.

Por otra parte, de acuerdo con la nueva reglamentación sobre afiliación de sociedades científicas, y en calidad de asociados, la corporación recibió a los presidentes de veintiséis de ellas. Por su iniciativa se incrementó el cupo inicial de la Academia de solo 40 miembros de número para dar cabida a muchos más, de acuerdo con normas estatutarias, con 10 cual se amplió el campo de visión y de acción de la corporación.

El 22 de noviembre del mismo año, la Academia con motivo de los 75 afios de la Ley 71 de 1890, recibió del gobierno nacional, representado por el Presidente de la República, doctor Guillermo León Valencia y su ministro de salud doctor Juan Jacobo Muñoz, la Cruz de Plata de la Orden de Boyacá.

Dos años más tarde fue reelegido en el cargo y anunció la creación de la Asociación Latinoamericana de Academias Nacionales de Medicina, que impulsó a nuestra Academia en el plano internacional y que fue integrada por Colombia, Argentina, Brasil, Chile, México, Perú y Venezuela. Contó para este inmenso trabajo con la permanente dedicación del doctor Alberto Cárdenas Escobar, distinguido académico fallecido recientemente. Desde entonces, la Asociación se ha venido reuniendo periódicamente para estudiar temas de trascendencia en la Medicina, la Educación y la Salud Pública, inspirándose siempre en las nobles directrices que le señalara su fundador.

Gonzalo Esguerra Gómez se caracterizó por haber poseído las excelencias de carácter y virtudes morales y las excelencias intelectuales de que hablara Aristóteles, entre las cuales se incluye la sabiduría, la prudencia y la razón intuitiva que Santo Tomás llamó más tarde el entendimiento. Fue Gonzalo Esguerra un hombre bueno y un hombre prudente. Se trazó como una directriz de su vida la ética en sus pensamientos y en sus acciones y jamás se desvió de la senda que se había señalado.

De allí que su vida mirada con la perspectiva de 10 ancho y de 10 profundo se nos presente como un cuadro renacentista de Benozzo Gozzoli: todo está allí, sus aspiraciones, sus ilusiones, sus desencantos y sus realizaciones, todo nítidamente dibujado, sin sombras, con los claros colores propios de su sensibilidad y los perfiles precisos de inteligencia.

Mi relación con él, que inicialmente fue la del estudiante con su maestro, pasó con el correr del tiempo a la del estudiante convertido en su médico y en el de su esposa, lo que fue generando una magnífica amistad. Y si es cierto el aforismo del filósofo chino Meng-Tse de que contraer amistad con alguien es aliarse con su virtud, a mí se me permitió sentir el influjo benéfico de las características admirables de su modo de ser. Mucho le debo a sus consejos atinados siempre entregados con prudencia, a sus sabias y oportunas observaciones y a la forma elegante que tenía de expresar sus puntos de vista.

Se casó en París en 1930 con doña Marí a Fajardo Esco bar, hija del doctor y académico Ricardo Fajardo Vega y de doña Silveria Escobar. Era Maruja un ser excepcional, inteligente y sensible, de donosura y gentileza sin par, dotada de un excelente sentido del humor que unido al de su esposo hacía que las reuniones sociales de su casa estuvieran salpicadas de anécdota interesante y el gracejo oportuno.

Recuerdo con especial placer los almuerzos de los viernes a los que en muchas ocasiones fui invitado a asistir con mi señora. Maruja y Gonzalo escogían muy bien la lista de los comensales: Gonzalo dirigía la conversación con amable habilidad y en medio de viandas espléndidas y vinos franceses, se trataban los más diversos temas en el cálido ambiente de la familia Esguerra.

Fue Maruja su compañera constante en todos los momentos de su vida; por ella sintió devoción ilimitada y cuando las sombras de su larga y penosa enfermedad fueron presentándose, él estaba allí para cuidarla con amor e infinita ternura.

Cuando finalmente terminó su vida esa mujer inigualable que tanto había servido al prójimo, el profesor Esguerra inició la etapa (inal de su existencia, con la misma elegancia con que la había vivido, con ese sentido estético con que impregnó todos sus actos. Falleció rinalmente en Bogotá, el día 21 de diciembre de 1989.

Hermosa herencia de rectitud y de decoro la que recibió Gonzalo Esguerra de sus mayores y que supo entregar acrecentada a sus hijos Paulina, Alfonso y Fernando, a través del ejemplo y de una educación de excelencia.

Herencia de un carácter firme pero a la vez bondadoso, herencia de amor por el estudio y el trabajo, de libertad espiritual y tolerancia. Ellos a su vez la han incrementado y como fuerza creativa la transmiten a sus hijos y a cuantos les rodean. Noble ejemplo para quienes nos bendiciamos de las sabias enseñanzas del doctor Esguerra y amable recuerdo para sus innumerables pacientes.

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