Medicina: Drogas Psicoactivas y Violencia

 Violencia, Sociedad y Salud Foro del 25 de Mayo

Doctor Harold Sandoval Bernal *

Se ha asumido con carácter de axioma y como producto de la percepción simplista que hasta hace poco prevaleció, una inseparable relación de causa efecto entre el consumo de drogas psicoactivas y la generación de violencia, habiendo reducido el análisis de esos dos fenómenos y desconocido la compleja naturaleza que les es propia.

De igual forma, al aludir a las repercusiones de la adicción, opera en el imaginario colectivo una asociación casi automática con la violencia que genera la actividad del narcotráfico.

Si bien existen nexos que vinculan esos fenómenos, es preciso aproximamos a un análisis menos apriorístico y más riguroso. (Lea también: Medicina: La Carga de la Violencia sobre la Salud)

Al superar la perspectiva unidimensional con la cual se abordó por largo tiempo la problemática de las drogas, para dar paso a una concepción holística que la asume de manera integral, como un fenómeno polimorfo que es más síntoma que origen de los grandes conflictos que agobian al hombre contemporáneo, es preciso atender y conjurar las verdaderas causas que conducen a la drogadicción y las que sirven, por su parte, de origen o incitan a la violencia.

El inusitado incremento del consumo de estupefacientes en sociedades altamente industrializadas, en las que se ha logrado superar la polarización social y la extrema pobreza, con una significativa realización del hoy revaluado Estado del Bienestar, pone de manifiesto.

Sin embargo, la honda crisis de valores, la desarticulación de los lazos afectivos y en general el extrañamiento del individuo frente a una sociedad que lo cosifica, inhibiendo el despliegue de sus mejores potencialidades.

Se trata entonces de una sentida crisis de la cultura, un intrincado momento histórico en el que si bien la tecnología ha ido liberando las manos del hombre, permitiéndole mejorar su nivel de vida material en relación con épocas precedentes, le ha conducido, por otra parte, a concentrar la energía que antes canalizaba en el trabajo físico y que hoy represa en esos laberintos de concreto en los que se han convertido las megalópolis de nuestro tiempo, verdaderos centros de hacinamiento y soledad, que no ofrecen reales alternativas e idóneas válvulas de escape a su tensión.

Si la cultura del éxito y la eficiencia, improntas del nuevo orden mundial, sirve de acicate al acuciante fenómeno del consumo, en el mundo subdesarrollado las extremas condiciones de pobreza, el agudo desempleo, la escasa movilidad social y la débil presencia institucional, exacerban generalmente la violencia en el orden familiar, en el ámbito de la educación, en el espacio laboral y en el universo social y son causa, también, de una creciente demanda de drogas, sean éstas ilícitas o socialmente aceptadas.

Conviene abordar la fenomenología de las drogas, no como un contaminante exógeno que invade súbitamente el tejido social y corroe las entrañas de la civilización, porque ello sería asumir que la droga es el problema que genera el consumo.

Con lo cual se estaría desconociendo la grave crisis estructural que amenaza al individuo y lo insta a buscar evasores o atajos, para distanciarse o adaptarse a una realidad que no comprende porque le es ajena, constreñido como está por el frenesí del consumismo, la avidez compulsiva por el poder y el éxito, cuando no a tratar simplemente de sobrevivir en una sociedad que bloquea la espiral, por la que circulan los individuos, en la necesaria dinámica de la movilidad social.

El verdadero problema es la relación asimétrica del hombre y su entorno, la inconexidad entre sus expectativas y las posibilidades reales que su medio cultural le ofrece, la desarticulación de los lazos afectivos que lo vinculan con la especie.

Un predicamento similar puede aplicarse a la etiología de la violencia. A ésta se le ha percibido a lo largo de la historia, como simple manifestación de instintos aún no domeñados por la civilización. Al hombre violento y a la violencia en general, nos hemos limitado en situarlos como antítesis del modelo del bien, dejando de lado las complejas causas que activan o exasperan nuestras tendencias agresoras.

La violencia está presente en nuestra condición natural, como de igual forma se hallan en el sustrato humano tendencias opuestas que la sopesan y que son finalmente las que se deben fortalecer, a través de procesos de humanización y solidaridad.

imágenes propias de una jungla en la que no existen hitos o medidas a la hora de actuar, se descarta la posibilidad de la solución racional, decantada, en últimas, del consenso violencia es el comportamiento de alguien incapaz de imaginar otra solución a un problema que le atormenta o de concebir un recurso distinto para conseguir un objetivo.

La polución de imágenes que subliman el ideal del lujo y el poder, son atractivos indiscutibles que seducen especialmente a aquellos que distan mucho de esos codiciados fetiches. La frustrada búsqueda de sus objetivos los puede precipitar y de hecho los aboca al recurso de la violencia, porque en la cumbre de la escala de valores se ha enseñoreado despóticamente un modelo de riqueza y prestigio generalmente inaccesible.

Se puede afirmar, en consecuencia, que el binomio drogas- violencia, está caracterizado más por una correlación que por una causalidad. Una y otra, son parte de una compleja red de problemas conexos, antes que causa y efecto entre sí.

La criminalidad según estudios efectuados, no siempre tiene como fuente primaria u originaria el consumo de drogas ilícitas. Para los expertos, drogas socialmente aceptadas como el alcohol, de hecho, pueden ser causantes de un mayor número de actos violentos.

No se puede desconocer, por supuesto, el círculo pernicioso que genera, en la mayoría de los casos, la angustiosa necesidad del adicto que en su afán de proveerse de droga se involucra en una cadena delictiva que agrava su situación conflictiva, así como la frecuente presencia del consumo de estupefacientes en subculturas al margen de la ley.

Sin embargo, la realidad parece superar ese cuadro al que es preciso incorporar aquellas sustancias consideradas socialmente aceptables que, como el alcohol, son factores desencadenantes de suicidios, homicidios y otros actos violentos.

Con esto quiero llamar la atención en el sentido de abordar en sus causas la drogodependencia y la violencia, para conjurar estos fenómenos que son en esencia efectos antes que móviles, a los que frecuentemente se les asocia en una íntima e indivorciable relación, desconociendo un conjunto de factores sociales, económicos y culturales. Por esto, es preciso encontrar respuestas que no sean exclusivamente jurídicas o médicas.

La perspectiva con la que asume y encara el Gobierno Nacional el problema de la droga busca atender ese fenómeno, a partir de una visión global, al entender su compleja naturaleza, su intrincada etiología y sus múltiples manifestaciones, con el fin de poder asumir su superación en forma integral.

Para el logro de ese cometido se ha diseñado y adoptado un sistema coherente y estructurado contenido en el Plan Naciomil para la Superación del Problema de la Droga, que tiene como puntal primario la prevención, a través de un proceso de acciones coordinadas, en el cual las entidades públicas y privadas, las Organizaciones No Gubernamentales y otras de índole comunitaria, aúnan esfuerzos en aras de un diagnóstico acertado.

La política de prevención es de carácter integral para abordar y conjurar las causas del problema de las drogas y superar todas y cada una de sus manifestaciones, las cuales están estrechamente vinculadas entre sí.

La problemática de la producción, el tráfico, y el consumo de estupefacientes no puede afrontarse por separado, pues todas concurren para asegurar la dinámica de esa actividad ilícita y aislar alguna de ellas inmediatamente limita su concepción y nos desvía a una atención sectorializada y limitada.

La prevención, así entendida, se considera en un contexto más amplio donde la visión parcial del modelo médico- sanitario se ha superado por un enfoque más complejo, para que las causas bio-psico-sociales, de las cuales las biológicas y psicológicas han sido constantemente evaluadas, se nivelen con las sociales, económicas y culturales.

Desde el punto de vista macro, a la prevención concierne el mejoramiento de la condición humana en general, que se relaciona con los aspectos sociales, culturales y económicos.

Y desde el punto de vista micro, implica una atención referida a los grupos de riesgo y a sectores de población expuestos o afectados por alguna de las manifestaciones del problema.

En este nivel se concibe la educación, como un proceso de identificación, promoción y desarrollo de las potencialidades en su camino hacia un crecimiento equilibrado.

Con una educación que desborde los tradicionales parámetros de la Academia, permita traducir inteligentemente los fines de nuestro quehacer cotidiano, atisbar en el gran abanico de oportunidades que la vida nos ofrece y aprovechar las propias con la seguridad de alcanzar así el mejoramiento del entorno social.

Como una de las causas que ha tenido mayor incidencia en el desafortunado apogeo de la industria ilícita de las drogas y en los agudos problemas de violencia que aquejan al país, ha sido el marcado distanciamiento entre el Estado y la sociedad civil.

Con el consecuente debilitamiento de la legitimidad institucional se contempla, a partir de la Constitución Política de 1991, el restablecimiento del Estado Social de Derecho, objetivo que exige el fortalecimiento de la justicia para recuperar su función mediadora y reguladora y su capacidad para sancionar el delito y combatir la impunidad.

En el cumplimiento de este cometido, el Plan Sectorial para la Justicia propende por una desjudicialización, a través de la implementación de métodos alternativos de solución de los conflictos y la asistencia legal popular, al tiempo que pretende la democratización de la ley y la jurisprudencia en desarrollo de los postulados constitucionales de equidad y participación ciudadana.

Desde una perspectiva integral, es prioritario conjurar la producción de materias primas aptas para el procesamiento de drogas ilícitas.

Para ello se ha adoptado, como implemento del programa de erradicación de cultivos ilícitos, el Plan Nacional de Desarrollo Alternativo, que se orienta a la creación y mejoramiento de la infraestructura básica, la extensión de servicios de educación y salud, sin olvidar una política de empleo que incentive fuentes alternas de ingresos a través de la sustitución de cultivos de supervivencia, con lo cual se ofrecen opciones económicas rentables que servirán de base para crear condiciones de pacífica convivencia en aquellas zonas afectadas tradicionalmente
por la violencia.

Estas estrategias se complementan con una activa política de control e interdicción a todas las fases del negocio del narcotráfico, compromiso que involucra a la comunidad internacional como un todo, pues si no existe simetría a nivel internacional en la lucha antinarcóticos, ésta será una confrontación cada vez más difícil de librar y el parte de victoria será sólo una remota ilusión.

Con estas políticas y estrategias, el Plan Nacional para la Superación del Problema de la Droga, concebido como resultado de un caudal de experiencias legado en la prolongada batalla contra las drogas, se erige como una respuesta sistemática e integral, que sitúa a Colombia a la vanguardia del nivel mundial y que constituye un indudable aporte a la paz.

Por una sociedad donde prosperen las mejores condiciones del hombre, renovemos el compromiso de solidaridad y humano progreso.

El Académico GUSTAVO MALAGÓN LONDOÑO felicita a los ponentes y les agradece por todas sus magníficas presentaciones y por el aporte sobre el tema. Por lo avanzado de la hora se omite el panel e interviene en los útimos minutos el exministro Antonio Ordóñez Plaja, quien ha trabajado intensamente en el tema de la violencia en la tercera edad, y ha hecho importantes aportes a la literatura colombiana sobre el particular.

El Académico ORDÓÑEZ PLAJA se refiere al origen de la violencia desde Adán y Eva, y señala que, dentro de todas las formas de violencia, la más sutil y la más cruel es el ignorar a la persona anciana. Se está practicando la eutanasia contra o sin la voluntad del viejo. Es tan grande el irrespeto hacia el viejo que este tipo de violencia es más grande que la otra violencia que existía antes.

Señala con mucha complacencia que por una feliz coincidencia se enteró que la Procuraduría General de la República había pedido a través de su comisión sobre la familia que se estudiara y solucionara la violencia en la vejez.

Eso es mucho más importante que las cuatro o cinco investigaciones que hemos hecho en particular, que nadie las lee y, si las lee, tampoco toma ninguna acción al respecto.Lo que diga la Procuraduría probablemente tendrá algún impacto. Se encontró en un estudio dermatológico que el 50% de los viejos llegaban con hematomas, por la violencia intrafamiliar. Por omisión, el viejo se va volviendo susceptible, sentimental.

El Académico GILBERTO RUEDA PÉREZ se refiere a una encuesta que se hizo a través de la Red de Solidaridad. La pregunta era ¿para usted en el hogar qué constituye el viejo? y el 90% contestaba que constituía un estorbo, entonces lo mandan a una casa muy elegante, si tienen con qué. De manera que la violencia también arranca ahí; cuando el individuo ya no produce se convierte en un estorbo.

FORO DEL 8 DE JUNIO PROGRAMACIÓN

l. La carga de la violencia sobre la salud. Doctor Francisco J. Mardones, Representante OPS en Colombia.
2, Violencia, racismo e insalubridad en Colombia. Doctor Hugo Sotomayor Tribín, Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina.
3. Panel. Intervenciones de miembros del auditorio, inscritas previamente.

Duración máxima de 5 minutos.

Comentarios de panelistas, duración máxima de 5 minutos.


* Asesor del Director Nacional de Estupefacientes. En represcntación del doctor Gabriel De Vega

CLIC AQUÍ Y DÉJANOS TU COMENTARIO

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *