Alfonso Esguerra Gomez: Su Personalidad y Su Obra

Dr.  ALFONSO AGUSTI PASTOR

Comenzaba el año de 1928 cuando una tarde se presentó al Consejo de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional el Profesor Julio Aparicio para anunciar su retiro de la cátedra de Fisiología y candidatizar para ese cargo, al joven médico Dr. Alfonso Esguerra Gómez, quien lo había asesorado en París en la adquisición de un laboratorio para su cátedra; consideraba el dimitente que no había nadie en el país tan preparado como su candidato para dar un vuelco en la enseñanza de las ciencias básicas, sacándolas de la enseñanza netamente teórica y dándole un carácter más moderno, pragmático y experimental a la docencia.

Muy afortunada fue la designación porque el novel profesor resultó que había heredado la facilidad de dicción y las dotes pedagógicas de su ilustre padre el Prof. Carlos Esguerra.

Además de ello exhibió desde el primer momento un dinamismo realmente asombroso: en muy corto tiempo instaló, superando dificultades de toda índole, el laboratorio por él escogido y logró la colaboración de un grupo selecto de médicos jóvenes entre los cuales se destacaban Ramón Atalaya, Juan Pablo Llinás, Daniel Brigard Herrera, Ernesto asomo, para no citar sino unos pocos.

Allí se pusieron en práctica por la primera vez en el país vivisecciones sobre ranas para demostrar a los alumnos el hecho básicamente elemental de transmisión de la ex-citación eléctrica del nervio ciático a la musculatura estriada correspondiente.

Se inició la cirugía animal sobre perros, principalmente, familiarizando a sus discípulos con las teorías de Pavlov y verificando las pruebas respectivas, se aplicaron las corrientes eléctricas directamente sobre el cerebro descubierto, sobre las zonas motoras para observar su propagación por las neuronas hasta alcanzar la musculatura estriada y la consiguiente contracción; se inició el método gráfico con registros del pulso y de la tensión arterial.

Se tomaron los primeros electrocardiogramas los cuales constituyeron después la base para la magnífica tesis de grado de Ramón Atalaya; por la primera vez los alumnos tomábamos parte activa en el desarrollo del curso y concurríamos periódicamente a simposios en que se discutían temas relacionados con la asignatura. (Vea también: Don Jose Hilario Lopez y Sus Médicos)

Allí se practicaron por primera vez en Colombia las técnicas y procedimientos para determinar el metabolismo basal, pues no en vano el Profesor ESGUERRA fue el pionero de la endocrinología entre nosotros y siempre recalcó a sus alumnos la importancia de tales disciplinas y divulgó ampliamente los trabajos de Marañón.

Desde entonces sostenía el Profesor Esguerra que no debíamos atenernos a las constantes biológicas consignadas en los tratados extranjeros porque ellas eran la resultante de múltiples factores tales como alimentación, clima, raza, etc; en consonancia con tal hipótesis elaboró un trabajo experimental extraordinariamente laborioso y que no ha sido suficientemente relievado; efectivamente en ese estudio se pudo comprobar plenamente que tales puntos de vista eran exactos y que las constantes biológicas del hombre colombiano eran cuantitativamente diferentes de las de los individuos de otros medios.

Otro estudio de enorme interés es aquel que intituló “Biotipo del universitario colombiano” en que por primera vez también se emplearon las mediciones y técnicas antropológicas de Viola, Pende y Kretschmer en el desarrollo y en las conclusiones de tan importante trabajo. Igualmente en función de su cátedra escribió, en colaboración con dos de sus discípulos (G. Montes y R. Paredes), un estudio que denominó “El curare como elemento terapéutico”.

Así mismo, y también en colaboración con Montes y Paredes, elaboró una monografía intitulada “Estudio experimental de la asociación de extractos de timo y post-hipófisis como ocitócico”.

También es digna de mención la memoria que en colaboración con Montes y Matallana, elaboró y que fue publicada bajo el mote de “Bases fisiológicas experimentales para el estudio de la patogenia de los temblores en la enfermedad de Parkinson”. Otra investigación de extraordinaria repercusión clínica y quirúrgica es la consignada en el trabajo intitulado “La circulación en la zona de la vena porta” .

Alfonso Esguerra Gomez

Como si toda esa intensa actividad fuera poca, solía el Praf. Esguerra invitar a su cátedra a destacados profesionales, entre los que recuerdo al Prof. Maximiliano Rueda a la sazón profesor de Psiquiatría de la Facultad. Hizo entonces el Prof. Rueda una brillante disertación sobre sensopercepciones y asociaciones psíquicas en el hombre normal, llegando a la conclusión de que todas estas funciones eran eminentemente orgánicas y por en-de netamente fisiológicas, recalcando la imposibilidad de disociar el fenómeno fisiológico del psíquico a la luz de la ciencia moderna. El Prof. Esguerra desde esa época se interesaba grande-mente por las ciencias psicológicas y psiquiátricas y extrañaba, con sobra de razón la poca importancia que por aquel entonces se concedía a tales materias. Pensaba, y tal criterio persistíó toda su vida, que a las experiencias verificadas en animales se les concedía una importancia exagerada, que ellas no son estrictamente aplicables al hombre porque el psiquismo humano imprime variaciones a las reacciones personales en razón de la idiosincrasia individual. Sus inclinaciones y simpatía por las ciencias psicológicas explican ampliamente su conducta cuando residió por corto tiempo en la Argentina, pues al mismo tiempo que se codeaba con fisiólogos de la talla de Bernardo Houssay, frecuentaba psiquiatras y psicoanalistas en cuyos círculos era ampliamente conocido y admirado. Fue por esas aficiones justamente por lo que solicitó mi colaboración en su cátedra y fue por tal circunstancia que pude apreciar en su plenitud la interesantísima personalidad del profesor Esguerra.

Obrando de acuerdo con 10 anteriormente expresado, implantó por la primera vez en el país, con la colaboración de una distinguida psicóloga española, los exámenes psicométricos que, como es bien sabido, hoy están vigentes no sólo en los medios universitarios síno en otra multitud de ac-tividades constituyendo un sistema de selección realmente incomparable. Sin embargo esta medida desató contra él una campaña inicua, a la cual inclusive se le quisieron dar finalidades políticas, que supo soportar con un estoicismo desdeñoso no exento de elegancia.

Otros, con indiscutible autoridaó, han hecho énfasis en las contribuciones científicas de Esguerra Gómez en los campos de la cancerología, de manera que me he limitado a enhebrar unas apuntaciones referentes a sus características como hombre y como profesor.

El hombre morfológicamente era de constitución pícnica y tal vez por ello tuvo desde muy joven ten-dencia a la obesidad; de mediana estatura; de ademanes suavemente reposados. En concordancia con su biotipo en su psicología se engarzaban rasgos ciclotímicos en los que predominaba, como en Goethe, la fase caracterizada por la actividad. Era un hombre extrovertido, eminentemente sociable poseía un don de gentes difícilmente superable; su conversación fluida y sencilla era extraordinariamente amena y su vasta erudición la hacía sobremanera interesante e instructiva; transmitía a sus oyentes la fe en sus ideales lo cual lo hacía particularmente convincente.

Tenaz en sus empeños no se arredraba ante las dificultades poseyendo, dentro de la suavidad de sus maneras, energía y entereza poco comunes. Para hacer más compleja la personalidad de este auténtico hombre de ciencia es de anotar que en ella existían filones artísticos de indudable valor; es por ello que espigó fructuosamente en los campos literarios y pictóricos y esta formación humanística esmaltaba sus conferencias y sus simples conversaciones. Fue además un verdadero melómano que se deleitaba escuchando una sinfonía, asistiendo a conciertos e inclusive seleccionando temas musicales que en ocasiones fueron música de fondo suavemente asardinada, mientras se ejecutaban en el laboratorio trabajos estrictamente científícos. Gustaba de disertar sobre arte pictórico a este conocedor de las pinacotecas más importantes de Europa, y en este orden de ideas parece que su autor favorito fue Velázquez tal vez por el realismo de su arte. En literatura fue de los primeros que hablaron en el país sobre las obras de Lagerkvist y sus disertaciones sobre “El Enano”, “Barrabás” y “El Verdugo” embelesaban a sus oyentes.

El profesor. Llegaba a la sala de clases invariablemente a la hora fijada, con su atuendo indumentario impecable y generalmente oscuro; comenzaba enseguida su conferencia con voz pausada, con su voz asardinada en la cual nunca se apreciaban tonos estridentes de manera muy académica iniciaba la exposición con un introito, enseguida entraba en materia disertando sobre temas en ocasiones áridos como la coagulación sanguínea o las fases de la contracción muscular, pero que él tornaba amenos e interesantes en virtud de la magia que poseía para simplificarlo todo y tornarlo agradable finalmente remataba la conferencia con una síntesis admirable a manera de resumen.

Allí el maestro no sólo enseñaba la materia sino que educaba sus alumnos procurando formar una verdadera escuela de caballeros e iniciándolos en el humanismo. Aquí, como en otras muchas iniciativas, el Profesor Esguerra se anticipó a su época y hasta ahora estamos viendo como, bajo las in-fluencias de las Universidades estadinenses, se está tratando de dar a los universitarios lecciones de cultura general por medio de disertaciones extrañas al pensum mismo de los estudios profesionales.

Es cierto que el PraL Esguerra nunca exigió a sus alumnos que memorizaran demasiado los datos y cifras que fácilmente podían consultar en los libros, si no que procuraba que ellos asimilaran los conceptos y se formaran un criterio personal y cien-tífico sobre los diversos temas de la asignatura. Se le reprochó de ser demasiado benévolo en los exámenes, a lo que él respondía que ya era suficiente molestia soportar un mal estudiante durante un año para tener que soportarlo un año más; “me gustaría repetir el año pero con los mejores alumnos”, solía decir en frase no desprovista de humorismo.

Fue el Prof. Esguerra el primer catedrático que dedicó la totalidad de su tiempo a la enseñanza médica, prescindiendo de sus propios intereses económicos y abandonando el ejercicio de su profesión en el cual estaba cosechando abundantes y merecidos frutos. El, y el Profesor Rivas Merizal-de, constituyen dos casos de desinterés, de abnegación, de auténtico espíritu científico, de apostolado, que no tiene precedente en la medicina nacional. Está en mora la Universidad Nacional, y en particular la Facultad de Medicina, derendirle a este verdadero Maestro de las juventudes médicas, los honores que sus méritos, merecimientos y labor cumplida, merecen.


El doctor Agusti Pastor es Académico de número

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