Hormona del Crecimiento y Corazón

Las funciones de la hormona del crecimiento incluyen la regulación del crecimiento somático, el mantenimiento de la masa y fuerza musculares y la oposición a la acción de la insulina sobre carbohidratos y lípidos como hormona contra-reguladora, lo que usualmente logra a través de la producción hepática de un factor insulino-símil de crecimiento llamado IGF-1, que antiguamente se llamó somatomedina C.

Se ha informado mala función y crecimiento cardiaco disminuido en enanos hipofisiarios, anomalías que revierten al tratarlos con hormona del crecimiento; por otro lado se ha descrito una verdadera cardiomiopatía en acromegalia, con hipertrofia ventricular, corazón hipercinético con alto gasto y baja resistencia periférica. La producción local cardiaca de IGF-I induce crecimiento de miocitos adicionales por mecanismos paracrinos y autocrinos, lo que mejora la insuficiencia cardiaca experimental. Un estudio preliminar realizado hace algún tiempo por Fazio y Sabatini sobre 7 pacientes con cardiomiopatía dilatada idiopática mostró una mejoría de varios parámetros cardiacos al administrarles hormona del crecimiento por 3 meses en dosis de 14 U.I. por semana. Estos parámetros fueron crecimiento miocárdico, fuerza de contracción, requerimientos de oxígeno con el miocardio, capacidad para el ejercicio y estado clínico general. Se diseñaron estudios controlados para comprobar estos datos. El primer uso de la hormona del crecimiento en esta indicación fue en una paciente con cardiomiopatía postparto, en quien el tratamiento con hormona del crecimiento produjo una mejoría clínica en función cardiaca, masa miocárdica y contenido miofibrilar de miocito, según se documentó por microscopía electrónica.

En las épocas en que la hormona del crecimiento se extraía de hipófisis cadavéricas humanas, purificándose por sucesivos procesos cromatrográficos, la disponibilidad mundial era tan poca que a duras penas alcanzaba para tratar algunos casos de enanismo hipofisiario que se ven en los grandes centros médicos.

Hace muchos años se produjo el retiro del mercado de este preparado, por las sucesivas muertes de pacientes contaminados con los priones, que producen la encefalopatía espongiforme de Creutzfeldt-Jakobs; este preparado era costoso y generaba anticuerpos después de sucesivas aplicaciones. Pero coincidió este suceso con la aparición de una nueva hormona, obtenida a través de la técnica del DNA recombinante en el colibacilo, que aunque es costosa tiene una disponibilidad ilimitada.

También llamada somatotropina, la hormona del crecimiento humano es un polipéptido de 188 aminoácidos dispuestos en una sola cadena en su forma natural en el hombre, que con el producido por la placenta (antiguo “lactógeno placentario”) y la prolactina, pertenecen al grupo de hormonas somato-mamotrópicas. Tiene dos asas, una grande y otra pequeña. Aunque fisiológicamente destinada a producir el crecimiento en niños, se segrega por igual en viejos, pues juega un papel hiperglicemiante y lipolítico, pero es ante todo anabólica, por su papel en la síntesis proteica. La administración de aminoácidos intravenosos por ejemplo estimula su liberación, al igual que el ejercicio. Además de estos efectos, favorece la retención nitrogenada, crecimiento cartilaginoso, transporte de aminoácidos a través de las membranas celulares y la síntesis proteica a partir de estos aminoácidos. Retiene sodio, potasio, fosfato y aumenta la calcemia. Es anabólica por excelencia.

Su indicación primordial es la deficiencia de hormona del crecimiento que causa enanismo; pero también se ha recomendado en niños que tienen marcado retardo en el crecimiento y en la pubertad. Se ha usado en ancianos pues aumenta la masa muscular y la fuerza por lo que la persona se siente “rejuvenecida” y en otras indicaciones como quemaduras.

Posteriormente se le encontró la nueva y promisoria aplicación que hemos mencionado. Administrada en forma abierta durante 3 meses a 7 pacientes con cardiomiopatía dilatada idiopática y falla cardiaca de moderada a severa, activó el crecimiento miocárdico, mejoró la fuerza de contracción, redujo los requerimientos miocárdicos de oxígeno, mejoró la capacidad para hacer ejercicio y en general el estado clínico; la dosis usada fue de 14 U.I. por semana y el mecanismo por el que funcionó fue probablemente indirecto en sus efectos sobre el crecimiento de la fibra miocárdica mas no por un efecto metabólico. Esta acción se había observado en modelos patológicos, ya que los enanos hormono-deficientes tienen un mal crecimiento cardiaco y función, pero al darles la suplencia se incrementa el grosor miocárdico y se normaliza la función. Al contrario, en los que tienen acromegalia, con un exceso de hormona del crecimiento por largo tiempo se produce hipertrofia cardiaca y un síndrome hipercinético con aumentos del gasto cardiaco y reducción de la resistencia vascular periférica. En modelos experimentales de falla cardiaca, el IGF I indujo crecimiento adicional de los miocitos, lo que se asoció a mejora de la función cardiaca.

En la cardiomiopatía dilatada, donde el crecimiento del corazón no va asociado con una hipertrofia ventricular concomitante, se produjo un optimismo cauteloso –como lo llamó el editorial del New England- con estos resultados, si se tiene en cuenta que realmente no hay un tratamiento adecuado para esta entidad.

Recientemente Maison y Chanson publicaron en Circulation un meta-análisis de los estudios doblemente ciegos, aleatorizados y controlados con placebo -además de estudios abiertos- en pacientes deficientes de hormona del crecimiento, en donde los parámetros cardiacos se valoraron por eco cardiografía. 468 pacientes pertenecientes a 9 estudios ciegos y 7 abiertos se identificaron, encontrándose que la dosis, duración del tratamiento y población de los estudios, fueron variables.

Radiografía de paciente con falla cardiaca.

Sin embargo al conducir un análisis combinado de los efectos, encontraron un aumento significantemente positivo sobre la masa ventricular izquierda, grosor del septum interventricular, la pared posterior del ventrículo izquierdo, el diámetro del ventrículo izquierdo al final de la diástole y el volumen eyectado después de cada contracción o stroke volume. Estos datos permiten pensar que –si datos más firmes lo demuestran- la terapia con hormona del crecimiento va a jugar un papel importante en el manejo de la cardiomiopatìa dilatada.

N Eng J Med 1996. 334: 809-814
N Eng J Med 1996. 334: 856
Circulation 2003. 108: 2648.

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