Concepto de Salud y el de Salud Mental

DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA

Siglo XXI el ser humano

Actualmente en este inicio del siglo XXI el ser humano está concebido como una unidad global en la que interactúan todos los sistemas y sus funciones; aquí se incluyen los bio-psico-económico-político-histórico y culturales. He aquí el concepto de interrelación y multicausalidad. Es por esto por lo que la OMS (2004) se pronunció sobre la Salud “como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” y es aquí cómo aparece la definición de salud Mental “como la adecuada interrelación y funcionamiento de los diferentes sis­temas que participan en la vida”; otra definición de salud mental es la que se refiere a cómo aquella es “el equilibrio dinámico adaptativo a la realidad del ser en sus necesidades con sus potenciales y su propia identidad e instintividad” aquí se incluye el desarrollo de la individualidad y colectividad dentro de los derechos, deberes, libertades y poderes que nos dicta la ley natural y humana para pensar, sentir, actuar con ética en el campo del conocimiento, el trabajo y las vivencias, con la cons­ciencia individual y colectiva, con tolerancia democrática, respeto a las diferencias, amor a la vida cambiante y a la creatividad.

Dentro de esta última definición, ustedes podrán sentirse confundidos pues aparecen distintos conceptos como el de:

“De completo bienestar y equilibrio dinámico adaptativo”; el “completo bien­estar y equilibrio” pueden ser utópicos y por ende idealistas; a la vez, en las distintas definiciones surge lo fundamental que es lo individual y colectivo. Por ejemplo, cuando se define que la salud mental “es un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacida­des…”, esto se logra mediante un proceso de descubrimiento y de enseñanza aprendizaje; además, habría que agregar que “el fin sería, para vincularse adecuada y ordenadamente a la familia y co­munidad en general, y a la vez que pueda afrontar tensiones de la realidad”. Todo esto nos conduce a reafirmar los conceptos de la formación de vínculos familiares, de las capacidades en general para aprender, y conocer con consciencia. He aquí cómo nos enfrentamos a los aspectos cognitivos, psicodinámicos y sociales.

¿En qué se diferencia el concepto de salud y salud mental?

La respuesta es que la salud com­prende lo físico y lo mental, y la, segunda sólo hace referencia a lo psíquico; sin embargo, no puede haber salud mental si hay un trastorno físico o social o ambiental mayor. La salud hace referencia a todo el ser; además los dos atañen a la salud pública.

¿En dónde opera el campo de la salud mental?

Según mi saber y entender, la respuesta es sim­ple, el campo de la salud mental es el de la vida desde su inicio hasta el fin.

¿Cómo influye la salud mental en la corrupción y ésta en la salud mental?

La respuesta debe iniciarse, con el hecho de que la corrupción no hace parte de ninguna clasificación de los desórde­nes o trastornos mentales y sólo se refiere a los diagnósticos de “trastorno antisocial de la perso­nalidad”, y “trastorno disocial” éste último se presenta en la infancia, niñez y adolescencia; en el primero se hace referencia “al patrón general de desprecio y violación de los derechos de los de­más…, fracaso para adaptarse a las normas sociales en los que respecta al comportamiento legal…, deshonestidad indicada por mentir repetidamente, utilizar un alias, estafar a otros para beneficio personal o por placer…, incapacidad para planificar el futuro, incapacidad para hacerse cargo de obligaciones económicas…, falta de remordimiento, como lo indica la indiferencia (carencia de culpa) o la justificación de haber dañado o maltratado a otros”. (21).

La persona corrupta padece un trastorno de personalidad y por lo tanto afecta su buena salud mental; y, ¿que produce el trastorno de la personalidad? El principio de causalidad en éste caso se explica por dos caminos: uno el de la genética y otro de la educación y el medio ambiente; por lo tan­to, es allí en donde tenemos que operar. De tal manera, si no existen trastornos psico-emocionales o de la personalidad que son los que influyen en la corrupción, esta conducta no se presenta. Aquí recuérdese que el país menos corrupto es Nueva Zelandia en donde se cumplen las normatividades y el más corrupto es el Somalia en donde no se cumplen.

(Lea También: Proyecto del Hombre del Siglo XXI)

¿En dónde y cuándo se originan estos trastornos?

Así como el niño aprende y se le ayuda a ca­minar, se le enseña el lenguaje, la escritura y múltiples actos, también se le educa a respetar al otro; es lo que denominamos socialización. De una u otra manera, el sujeto con una buena estructuración de su personalidad, va a tener una adecuada salud mental respetando los límites de los derechos, deberes, libertades y poderes de sí mismo y de los demás, de lo contrario puede caer en programas corruptos, los cuales a la vez, pueden influir en el individuo y en la colectividad, prohijando conduc­tas antisociales. De esto se infiere que un sujeto con una buena salud mental no cae en estos actos; lo contrario afecta la salud mental pues se crean ambientes o sociedades corruptas que perturban la salud psico-social. He ahí la doble vía: salud mental y corrupción.

En todo este campo existe la falla en la educación de los padres a los hijos por ser demasiados permisivos o rígidos punitivos sin la intervención de la verdad, la realidad, la capacidad de renun­cia, el perdón, el amor y el orden. Existen en muchas ocasiones los dobles mensajes, el mal ejemplo en la conducta; y, también obra el maltrato efectuado inconscientemente por las figuras paternas provocado por causas personales en donde aparece lo negativo proyectado en el menor, más cuando los primeros (los padres) fueron maltratados en la infancia.

Aquí es necesario plantear las relaciones del ser humano con el medio ambiente que es la co­lectividad.

Un sujeto que está sometido a un ambiente malsano en donde se violan las normas, se falsea la realidad, va a introyectar e identificarse con esos patrones y como consecuencia se crean realidades internas o creencias corruptas. Por ejemplo si los padres mienten, roban, sobornan, el niño también lo va hacer y lo va a sentir normal; por lo tanto, se puede deducir que una familia con una adecuada salud mental no va a crear familias con trastornos de conducta al no ser que rodee en un ambiente malsano.

Sin embargo, ocurre que en familias sanas mentalmente pueden aparecer hijos delincuentes, ¿por qué ocurre? Porque existe una predisposición genética, como ya se anotó, y también la presen­cia de aspectos psicodinámicos inconsciente que el sujeto guarda desde la vida intrauterina hasta su adolescencia para luego manifestarse en ella.

Entonces, ¿el niño nace o se hace corrupto?

La respuesta es doble: nace y se hace, así como el ser humano puede heredar genes cancerígenos, o genes (o circuitos o interruptores) con muertes prematuras y otros con genes longevos, o discapacitados mentales o genios; de la misma manera, lo puede hacer con las tendencias psicopáticas o trastornos psíquicos y sociales.

Aquí es necesario hacer énfasis en cómo la niñez y la juventud “arriesgada y vulnerable” están atrapadas en la “perversa cultura del consumo a través de los medios de comunicación y sujeta a una tendencia de los medios para sufrir la perversión y la corrupción”, (Carvajal, G. 2012).

Por todo lo expuesto pienso que cuando decimos que la salud mental nos atañe a todos, incluyo también a los tres poderes o ramas estatales: legislativo, judicial y ejecutivo, con todos sus ministe­rios y entidades de vigilancia y control, pues en todas las leyes, de alguna manera, se relaciona con la salud mental. De todas formas son los constitucionalistas los que pueden darnos luces y guiarnos en la viabilidad o no de los proyectos de ley y en los vacíos que pueden existir en el “Estatuto an­ticorrupción”. Es importante anotar que nuestra preocupación es el ser humano en su relación consigo mismo y con los demás.

Conclusión

Ya no se trata de hacer diagnósticos, ni pronósticos sino llegar a una prescriptiva y prospectiva de los Estados para buscar los medios que nos permitan hacer cambios estructurales o fundamen­tales en dos o tres generaciones para disminuir al máximo este flagelo psicosocial que nos ubica dentro de la crisis actual. Todo esto significa la aplicación de la Salud Pública.

Por años se ha debatido cómo es fundamental la educación en la familia, primer grupo social, el cual se nutre de la educación del medio ambiente, el que a su vez, construye patrones de creencias y costumbres o comportamientos y con ello lo que denominamos las instancias de la personalidad (instintos [eros-tánatos], realidad [Yo] y consciencia moral [Superyó]) que permiten el funciona­miento psíquico. He ahí cómo se llega al núcleo o centro de la persona, al “sí mismo” o mismidad, en donde se debe operar para prevenir o aliviar los desórdenes psíquicos producidos por los trastor­nos psico-neuro-bio-químico-físico-sistémicos y socio-económicos.

Aquí podría hacerse la pregunta ¿cómo debemos prevenir la corrupción?

La respuesta ya está planteada, a través de la pedagogía, en que no se permita la impunidad, los pactos y alianzas co­rruptas, la politización de la justicia y más bien reforzar los ideales, los valores, la humildad contra la arrogancia, la autocrítica, la autoestima y reflexión; y, en especial la pedagogía del amor intrafa­miliar versus la violencia; la lucha contra el desamor, el abandono y la ausencia de las figuras pa­ternas, las cuales son las primeras y más fundamentales para la introyección e identificación de los valores: la libertad, igualdad, dignidad, tolerancia, generosidad, renuncia, solidaridad, respeto por su cuerpo y mente, y por las diferencias, la justicia, la equidad, la reparación y creación, el pensar antes de actuar, el permitirse soñar, ilusionar y fantasear sin dejarse atrapar por la informática en red para ser libre, creer y decidir con conocimiento.

Esperamos que hoy al final de esta jornada salga un compromiso no solo en cada uno de noso­tros y nuestras familias, sino en todas las instituciones, para la lucha contra la corrupción la cual afecta sólo a una minoría más hace daño a la mayoría, rompe la organización social desde sus orí­genes: la familia, a la cual debemos respetar, proteger, darle cohesión, modelos para manejo de la violencia inconsciente y que predomine la cultura del amor con consciencia y realidad, en este país rico en pensamientos, en bienes ecológicos, en la pluralidad de sangre y en la fuerza que surge en esta tierra de vida. Es así también como se construye la paz que todos deseamos.

Al releer esta ponencia presentada en un Foro sobre “Corrupción y Salud Mental” (2012), pienso cómo en ese mismo año (2012) se aprobó la Ley 1616 de diciembre (de ese año) sobre la salud mental. Hoy día 2014, ya con su reglamentación en progreso, todavía nos falta la reforma a la ley de salud en general; además, la salud mental no debe reglamentarse sólo para tratar a los enfermos sino para prevenir a los desórdenes mentales que se originan debido a la genética y a la formación en la primera y segunda infancia y luego aparecen los trastornos con más frecuencia en la pubertad y adolescencia.

Uno de los primeros instrumentos para la prevención de la salud es la educación; los desórdenes emocionales operan como la luz que aparece tenuamente en la madrugada y que brilla con todo su explendor al medio día. Esto es sólo una metáfora.


21 DSM IV TR Criterios diagnósticos, 2002 Ed. Masson, página 61, 279, Barcelona Madrid, ..

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