Benjamín Herrera “Nunca Consumí Drogas”
En un ameno diálogo con Tv y novelas, Benjamín Herrera aseguró que jamás estuvo en la calle del Cartucho, aunque sí tuvo problemas de alcohol y ya los superó. Ahora trabaja en una fundación para ayudar a personas con problemas similares.
Elegante y sonriente, así recibió Benjamín Herrera, el inolvidable Ramoncito de Dejémonos de vainas, a Tv y novelas en la fundación Narconon (Narcóticos no), donde actualmente trabaja tras haber superado inconvenientes de alcoholismo que tuvo en su adolescencia: «Quiero decir la verdad porque ya superé el problema de alcohol y no quiero que piensen que sigo tomando trago». Tiene ahora 25 años y con un pensamiento mucho más maduro atendió a la revista en la finca Alejandría, situada en Santandercito, Cundinamarca, y habló de su crisis del pasado.
Viene de una familia numerosa, compuesta por sus padres y ocho hermanos; él es el segundo de cuatro hombres, terminó bachillerato y desde los 16 comenzó a beber. Salió de Dejémonos de vainas por incumplir horarios y faltar a grabaciones; un día, para sorpresa suya, leyó un libreto donde decía que Ramoncito se iba de viaje. Ya lo presentía, pero los amigos y las cosas que lo rodeaban le parecieron más emocionantes que su trabajo. Además, tenía ahorros y creyó que nada le faltaría: «Creo que es una época por la que todos pasamos. Tenía fama y sin darme cuenta el alcohol se volvió social. A cualquier parte donde iba me recibían con trago y la verdad es que empecé sin pensarlo. La rumba comenzaba los viernes, continuaba los domingos y seguía y seguía y seguía…»
Así, Benjamín comenzó a recordar.
Cuando dejó la televisión, ¿a qué mundo se enfrentó?
Al mundo de la rumba y ese mundo es tenaz: hay alcohol, drogas (que gracias a Dios nunca las llegué a probar). Me dediqué a pasear y a darme la buena vida, entre comillas, ¿no?.
¿Después de su salida de Dejémonos de vainas tuvo algún otro trabajo?
No, porque no me importaba, pensaba que no lo necesitaba. Pero llegó un momento en el que me dije: «¡Dios mío!, se me está acabando lo que tengo, necesito trabajo». Pero no quería volver a la televisión porque en el medio se difundió que había salido por alcohol. Preferí buscar amigos que tuvieran almacenes, pero nadie quería darme una mano por lo de la bebida. Cuando me vi mal económicamente me dije: «¡No más!» Y aunque mi mamá tenía algunos ahorros míos, no me los quiso dar, y me advirtió: «El día que saque ese dinero es para que usted salga de ese problema».
Aunque no tocó fondo, su fuerza de voluntad lo sacó del problema de alcoholismo que padeció por unos años.
¿A qué grado de alcoholismo llegó?
Considero que no llegué a ser una persona que tenía que vivir con la botella debajo del brazo, pero cuando tomaba lo hacía durante dos o más días seguidos y me enlagunaba.
¿Su imagen física se degeneró?
Hubo un momento en que no me importaba qué ropa me colocaba, pero nunca se me vio sucio o pidiendo comida o cosas por la calle.
¿De qué manera se vio afectada su familia?
Emocionalmente. Mi madre sobre todo se daba cuenta de cómo llegaba a la casa, con guayabos muy tenaces. Otras veces llegaba a formar problemas y entonces ella no me dejaba salir.
¿Y su padre?
Él murió cuando mi mamá estaba embarazada de mí. Creo que mi mamá hizo un buen papel como madre y padre, pero lo ideal sería que uno pudiera hablar con el padre de cosas que generalmente uno no les cuenta a las mamás. Cuando tomaba, me deprimía por no tenerlo al lado, pero eso no justifica nada.
¿Todavía conserva sus amigos de rumba?
No los volví a ver. Ahora ya me rehabilité y eso me llena de alegría y de satisfacción.
¿Cómo se dio cuenta de que no iba por buen camino?
Precisamente esas lagunas mentales me hicieron ver que estaba destruyendo a mi familia y que estaba en un error muy grande. Además me enfermé, no sé si por los nervios, pero se me empezaron a dormir las manos y el cuerpo. Fue ahí cuando me dije que no podía seguir más. Mi hermana conocía un sitio de rehabilitación y le dije que fuéramos. Aunque siempre fui apático a estos lugares, me trataron muy bien. De eso ya hace tres años.
¿Qué ambiente encontró allí?
Al principio me encontré con un mundo desolado, sentí nostalgia de ver hasta dónde había llegado después de tener tanta fama. Pensé que esto era de locos por la clase de ejercicios que tocaba hacer.
¿En algún momento sintió desfallecer?
Sí, claro. Me decía: «Yo estoy bien, no soy ningún alcohólico tenaz para estar acá». Pero aquí tratan a la persona tan bien que uno comprende por qué debe quedarse.
¿Cómo fue que pasó de alumno a director del departamento de servicios de apoyo del programa?
Por unos ejercicios que deben hacerse en parejas. Cuando los hice, me di cuenta de que esto realmente era lo mío. Sentí satisfacción al ver cómo esa persona que tenía enfrente surgía y podía llegar a cambiar su forma de ser. Entonces, le dije al director ejecutivo que me quería quedar y así fue. Mi función es tener mucho contacto con los estudiantes, estar atento a los inconvenientes que tengan y estar pendiente de las visitas que reciban porque no se admiten personas que los puedan afectar. Debo hacer que los alumnos se entusiasmen con lo que hacen.
¿Ha vuelto a tomar?
No, cero alcohol. El programa está tan bien hecho que uno ya no siente la necesidad de hacerlo. Estar en una fiesta o en una rumba no me hace sentir ansiedad porque ya no lo necesito.
Dicen que usted vivió en la calle del Cartucho…
!Jamás!, ¡jamás! El solo hecho de ver cómo vive esa gente me da pavor y uno se degrada mucho. En este centro hay mucha gente que viene de allá y son de muy buena familia. Yo mismo les digo: «¿Cómo es que usted se metió allá?»
¿Extraña la popularidad?
Un poco, para mí era rico que me reconocieran en todos lados; ahora no, lo que me interesa es que reconozcan la misión que emprendí.
¿Le gustaría volver a la televisión?
Yo siento que esto es lo mío y ya firmé un contrato con una organización en Estados Unidos para trabajar allá; pero si me propusieran trabajar en una programadora, aceptaría. Eso sí, sin descuidar en absoluto lo que estoy haciendo acá
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