Adriana Arango defiende a su Marido “Robin no es mi Policía”
La actriz que encarna a Susana en Alicia en el país de las mercancías, tiene muy claro que desea triunfar en su carrera, y ni su esposo, Robinson Díaz, ni Juan José, el hijo de ambos, serán un obstáculo para poder realizarlo.
Adriana es una mujer rebelde, lucha por lo que quiere, no le gusta que le digan lo que debe hacer y no es de las que piden consejo a la hora de tomar decisiones laborales; ella simplemente escoge lo que le dicta su instinto, sin reparar en qué tan fácil o complicado le pueda resultar combinar su determinación con sus papeles de esposa y madre. Está dispuesta a ser feliz y sabe que lo único que se lo puede impedir es estar metida todo un día en su casa. Por eso, cualquier sacrificio que deba hacer para desarrollar su profesión, la tiene sin cuidado. Actualmente trabaja en la obra de teatro Frankestein y es Susana en Alicia en el país de las mercancías, una mujer fuerte que sacrificó su matrimonio por el trabajo.
¿No teme que, al igual que Susana, pueda sacrificar a su familia por ser actriz?
Obviamente es difícil mantener el trabajo y el amor. Mi lucha también es esa. No al extremo de pensar en divorcio, porque yo quiero mi casa, quiero a mi hijo, a mi esposo y a mi trabajo, y por conservarlos fue que decidí entregar toda mi energía y sacrificarme.
¿Y esos sacrificios han sido recompensados?
Realmente lo que hago no lo siento como sacrificio. Vivir intensamente se ha vuelto cotidiano; me acuesto muy tarde, me levanto muy temprano, me la paso corriendo, pero me he vuelto mucho más organizada con el tiempo. Mi vida se ha vuelto más concreta y pienso como el viejo refrán: «No es que no nos alcance el tiempo, sino que no lo sabemos aprovechar».
¿Se siente una mujer feliz con el ritmo de vida que lleva?
Sí, me siento feliz. Lo que pasa es que amo mi trabajo y en la medida en que lo tenga todo, me siento bien. Sería triste si no tuviera a mi hijo o si tuviera que quedarme todo un día en la casa, porque no me siento capaz de ser una mujer de hogar. Si eso pasara, me dedicaría a escribir historias o mis propias películas, lo cual espero hacer algún día.
¿Y sí le queda tiempo para su hijo?
Paso mucho tiempo con él. Por las mañanas y por las noches, antes de irme a función, trato de estar en casa antes de que él se acueste para llevarlo yo misma a la cama.
¿Y tiene tiempo para Robinson o la relación ya solo se basa en el trabajo?
La relación ha crecido. Desde que tengo 17 años vivo con él y con él viví de ser bailarina; luego estudié teatro, que es mi carrera, y con él me volví actriz profesional. Ahora me toca poner más de mí para que hablemos o estemos juntos, pero siempre encontramos el momento; un poco tarde, pero lo hacemos. Y desde que soy actriz, los temas ya no se basan en el trabajo porque ya no hay tantas cosas que explicar; ahora entiendo más.
¿Qué tan bueno es para la relación de pareja trabajar con el esposo?
Es bueno porque nos vemos, porque hacemos algo que los dos amamos. Pero cuando trabajo con Robin nos ponemos límites como compañeros. Cuando él trata de meterse mucho en mis cosas, yo lo paro, o viceversa. Es muy molesto estar como un mosco detrás del otro. Tratamos de respetar al máximo nuestros espacios. Robin no es mi policía, él quiere que me vaya bien y yo también. Así que cuando trabajamos juntos, nos exigimos, pero nos respetamos porque cada cual tiene un estilo y un espacio diferentes.
¿Si la pusieran a escoger entre el teatro, la televisión o la danza, ¿con qué se quedaría?
Escojo lo mejor, no me importa lo que sea. En cuanto a actuación, lo único que me interesa es que sea una buena historia con un buen personaje.
¿Aceptaría un desnudo?
Depende: si le encuentro respuestas interesantes a las preguntas por qué y para qué, lo hago.
¿Y Robinson lo aceptaría?
No lo sé, no nos lo hemos preguntado, eso es decisión mía. Las decisiones profesionales las tomo yo.
¿Y si esa decisión pusiera en riesgo su matrimonio…?
Esas decisiones las asumo con todos los riesgos que traigan; igual me he equivocado. Creo que la carrera es eso: aprender a tomar decisiones. Yo soy rebelde y tengo mis sueños, y soy yo la que decide qué hacer o qué no, independientemente de que esté casada o no.
¿Estaría dispuesta a asumir un divorcio si esa decisión pusiera en riesgo la relación?
Responder sí o no sería tonto. Depende del valor de la decisión que haya de por medio. Creo que el amor no es a prueba de todo, pero creo que si es muy fuerte se pueden romper algunas reglas y estoy dispuesta a luchar hasta donde se pueda.
¿Cuál es su pecado más frecuente?
Confiar demasiado, abrir el corazón a todo. A veces me reprocho el hacerlo.
¿Tiene algún tipo de frustración o se arrepiente de algo?
Siempre digo que no me arrepiento de nada, pero no es verdad. Me arrepiento de no haber sido algunas veces honesta conmigo misma y de haber tomado decisiones impulsada por las circunstancias y no por lo que realmente quería. Me gustaría ser más fría y menos pasional.
“Yo quiero mi casa, quiero mi hijo, a mi esposo, y a mi trabajo, y por conservarlos fue que decidí entregar toda mi energía y sacrificarme”.
¿Quiere tener más hijos?
No, estoy feliz con el mío. Además, Robin no quiere porque mi hijo es un ser demasiado grande y complejo que merece toda nuestra atención, y la situación del país no es la mejor y no creemos que la solución sea irnos.
¿Qué ha aprendido de la vida?
Creo que la vida es más sencilla de lo que siempre pensé, y en el aparente desorden del mundo hay una fuerza que mueve todo y uno puede ser más feliz si se une a esa dinámica que estando contra ella. No quiero decir con esto que tengamos que pertenecer a las masas y no hacer nada, sino que muchas veces hay que ser más generoso con uno mismo y darse la oportunidad de entender las oportunidades que la misma vida nos ponga. Yo siempre quise ser bailarina, pero la vida me ofreció otras cosas que no quería ver, y cuando me di cuenta, estaba estudiando teatro. Ahora, actuar es el instante más feliz del mundo.
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