El Mercosur….
Entre lo que resta de este año y parte del que viene, se definirá el futuro de nuestra avicultura. Los negociadores colombianos tienen la responsabilidad histórica de conservar a esta industria y su cadena, de las cuales dependen casi 300 mil personas.
Nadie discute la bondad del libre comercio en el plano teórico, en el que el mercado se encarga, con su mano invisible, de asignar de forma eficiente los recursos productivos. Allí, los beneficios se extienden tanto a consumidores como a productores. La tasa de crecimiento de las economías es mayor, el conocimiento y la tecnología se extienden a todas las fronteras y se puede alcanzar la tan deseada senda del desarrollo.
PELLETS
• PODEMOS RENUNCIAR A: acuerdos con Surinam, Angola o Barbados, pero imposible con EU.
• EL ACUERDO CON MERCOSUR: Se convierte en una oportunidad para sentar precedentes de negociación en la mayoría de los temas centrales del bilateral con EU, que permitan obtener un mayor margen de maniobra en la negociación del Alca.
• UNA NEGOCIACIÓN CON BRASIL: implica enfrentar nuestra avicultura, que tiene costos de producción por kg de pollo en granja, de US$0.75, al pollo de ese país, cuyos costos son de Us$0.35.
Sin embargo, y a pesar de convertirse en los mayores promotores del libre comercio, los países desarrollados protegen, vía subsidios y ayudas internas, a sus aparatos productivos primarios. Los países en desarrollo a su turno y en razón a restricciones presupuestales, han optado por la protección vía aranceles.
Esta disyuntiva entre la retórica de los países desarrollados y la implementación de sus políticas proteccionistas, genera serios cuestionamientos sobre los verdaderos efectos de la globalización en los países en desarrollo. Pareciera que el espíritu de la Ronda Doha, que es la ronda del desarrollo, no se cumplirá mientras los países desarrollados no renuncien a sus pretensiones de mantener subsidios y ayudas internas a la producción agropecuaria.
Entre los diversos argumentos que se presentan para justificar la presencia de barreras en los países desarrollados se encuentran los siguientes: la seguridad alimentaria; la economía de guerra, que implica tener la capacidad de abastecimiento de reserva; la multifuncionalidad, que hace parte de un estado ideal del hombre, en el que se busca armonizar el medioambiente y el bienestar de los animales, entre otros.
Las economías en desarrollo realizaron un gran esfuerzo en la Ronda de Uruguay que terminó en año 94 [1], y en la que se acordó convertir en arancel todo tipo de ayudas y subsidios que los países otorgaban, con el compromiso de iniciar una reducción progresiva de desde aquel momento. Al tiempo, las economías desarrolladas, con capacidad fiscal para preservar tales mecanismos de estímulo a la producción, desarrollaron otros instrumentos que les permitían preservarlos, hoy conocidos como las “cajas verde, ámbar y azul”. Estos países asumieron el compromiso de avanzar en la reducción de los esquemas proteccionistas consignados en las dos últimas “cajas”.
De aquel tiempo a la fecha, los países de menor grado de desarrollo, a pesar de la reducción progresiva de los aranceles iniciada hace una década, tan sólo tienen ese instrumento de protección. Por su parte, los de mayor grado de desarrollo, si bien manejan estructuras arancelarias muy bajas, conservan esquemas de protección más desarrollados.
Hacia el futuro, el tema es bien singular. En la reunión de la Organización Mundial de Comercio, OMC, en Cancún (México), fracasó el intento por definir un acuerdo global que permitiera materializar los compromisos de desmontar los subsidios y ayudas internas en el sector agropecuario, quizás el principal interés de los países en desarrollo. Si bien las negociaciones no terminan allí, se pospone el propósito inicial de finalizar dicho proceso en el año 2006.
Así las cosas, la negociación del Area de Libre Comercio de las Américas, Alca, que encaja en la negociación de la Ronda Doha, entró en una paradoja. En efecto, Estados Unidos y Canadá habían reiterado tratar el tema de los subsidios y ayudas internas en el marco multilateral, es decir, en la OMC, habida cuenta de que las dos negociaciones se efectuaban en paralelo y culminaban en el mismo año, y con el argumento que negociar dicho asunto en el Alca ponía en desventaja a éstos países con Europa y Japón.
En consecuencia, al quedar en el limbo lo relacionado con los subsidios y ayudas, no sería fácil para los países menos desarrollados del hemisferio otorgar condiciones de acceso preferencial sin conocer cómo se disciplinarían los factores que distorsionan el comercio mundial agropecuario. De allí que países como Brasil y Argentina impulsaran el desarrollo de un Alca light, es decir, negociar lo agrícola de forma bilateral en éste acuerdo y posponer la negociación en los asuntos relacionados con propiedad intelectual, servicios y compras públicas, temas que son de especial trascendencia para Estados Unidos y Canadá.
¿Cómo queda el país?
La situación para el país no es la más ideal. Entre otras cosas, porque Colombia, actor con moderada capacidad de negociación en el Alca e incluso en un bilateral, hubiere sido beneficiada con la posición de las mayorías, en el sentido de que éstas avalaran y fueran efectivas, en el inicio de un proceso de desmonte o moderación de los subsidios y ayudas internas.
Sin embargo, el intento por hacer parte de un grupo de países que reclamaba que el asunto se tratara con profundidad en Cancún, denominado como el G22, terminó en un hecho que era previsible: el retiro de Colombia de este grupo, así como el de Perú, Ecuador, Guatemala, todos con un estrecho vínculo político y comercial con Estados Unidos. En efecto, carecía de sentido impugnar los subsidios y ayudas internas que otorga Estados Unidos si a la vez se le ha solicitado que le confiera una preferencia especial para negociar un tratado bilateral.
Ante los acontecimientos de Cancún, la negociación adquirió un giro político de mayor importancia con el anuncio de Estados Unidos, de impulsar negociaciones bilaterales en el mundo. Si bien el Alca es en esencia un acuerdo bilateral, éste adquirió mayor relevancia después de los sucesos acaecidos en México. No obstante, habrá que esperar los resultados de la reunión ministerial de Miami (noviembre 17-21), en la que lo máximo que podrá resultar será la continuidad de las negociaciones con un mayor espacio en los temas de interés para Estados Unidos, y conviviendo con los subsidios y ayudas internas hasta que las mismas sean tratadas en la OMC.
¿Tenemos acaso opción de elegir? La realidad es que el país no puede sustraerse de participar en un acuerdo comercial de la magnitud que entraña el Alca. Podemos renunciar a acuerdos con Surinam, Angola, Barbados u otros países, pero es impensable hacerlo con el país con el que tenemos un cordón umbilical en lo comercial y político. Un costo alto afrontó Ecuador al momento de solicitar su ingreso a la OMC, luego de haberse marginado en las negociaciones del Gatt. Quizás algo similar afronte Venezuela al cabo de unos años, si no entra en la negociación. Es un acuerdo de largo plazo que superará a los gobiernos que hoy participan en ella.
Es un imposible político no participar en la negociación Alca. Se argumentan los criterios de reciprocidad, equidad y conveniencia nacional, aspectos consignados en la Constitución Nacional de 1991 y contemplados en Plan Nacional de Desarrollo, como soportes para alcanzar una negociación positiva. No obstante, es preciso dimensionar la magnitud de los jugadores: Colombia representa para Estados Unidos cerca de 0.5% del comercio, mientras que ellos para nosotros vienen a ser más de 50% de nuestro intercambio. Bajo está perspectiva y sin violentar los preceptos antes indicados, la negociación se podría adelantar bajo los siguientes argumentos que justifican el interés nacional:
Conveniencia nacional. El soporte de la política de erradicación de los cultivos ilícitos; recursos para fortalecer a las fuerzas armadas, en la política de gobernabilidad, y necesidad de obtener financiación de organismos multilaterales, son asuntos en los que se cuenta con el apoyo de Estados Unidos y por ello se convierte en un asunto de conveniencia nacional.
Equidad. El cumplimiento de la política de seguridad, financiada con recursos no reembolsables del gobierno americano, permitirá, una vez solucionado el problema interno, que la distribución de la riqueza y el desarrollo de oportunidades en el campo se presente para todos colombianos por igual.
Reciprocidad. En la negociación comercial se ofrecerá como reciprocidad el acceso preferencial a los productos que hoy gozan de la preferencia unilateral que otorga el Aptdea. Así mismo, cabe la posibilidad de incluir nuevos productos con preferencia especial, particularmente allí en donde se contribuya a la recuperación de la gobernabilidad.
El anterior esquema plantea una alternativa de interpretación de los principios constitucionales bajo los cuales se deben enmarcar las negociaciones. En consecuencia, si la sumatoria de comercio antes y después de firmado el bilateral es positivo, desde la perspectiva agregada habrá ganado el país. Faltaría establecer cuáles son los desequilibrios domésticos, particularmente allí donde las alternativas de producción son restringidas.
En todo esto, la cadena avícola, ¿qué?
El contexto en el cual giran las negociaciones, ha llevado a Brasil a impulsar una negociación, a través del Mercado Común del Sur, Mercosur, con la Comunidad Andina de Naciones, CAN, particularmente con Ecuador, Colombia y Venezuela, pues Perú acaba de firmar un acuerdo y Bolivia ya tiene el suyo de tiempo atrás. Desde la óptica política para el país más grande de Latinoamérica, este acuerdo le confiere una mayor fuerza en las negociaciones del Alca. Lo particular de ésta situación, es que nuestro país no tiene comercio significativo con Brasil, lo que a primera vista no genera ningún valor aparente a un acuerdo como el que se pretende firmar.
No obstante lo anterior, el acuerdo con Mercosur se convierte en una oportunidad para sentar precedentes de negociación en la mayoría de los temas centrales del acuerdo y obviamente en lo que corresponde al sector agropecuario, que permitan obtener un mayor margen de maniobra en la negociación del Alca.
Bajo el espectro político de las negociaciones, la avicultura nacional afronta la negociación Alca en tres tiempos: el primero, con Mercosur; el segundo, en un bilateral con Estados Unidos, y el tercero sería la sumatoria de las dos, con lo cual se llegaría al Alca.
Primer tiempo. En este, la negociación CAN-Mercosur, que se inició hace varios años pero que entró en la fase final en el 2003, seguramente culminará en diciembre. De hecho, Venezuela ha señalado su objetivo de cumplir con el cronograma de la negociación hace unos meses. En este escenario, la avicultura nacional se enfrenta al principal exportador de pollo entero del mundo (Brasil), país con una estructura competitiva en su cadena de producción, desde lo agrícola hasta lo pecuario. Si bien Colombia ostenta niveles similares de competitividad, esto es, en conversión de alimento en carne, y días de engorde (1.9 kilogramos de alimento se convierten en un kilogramo carne en cuarenta y dos días), la diferencia competitiva radica en la producción de materias primas y en las economías de escala en la producción de bienes finales.
Mientras que en Colombia el precio de la tonelada de maíz amarillo es de US$175, en Brasil es de US$90, aproximadamente. Este país alcanzó un nivel de desarrollo avícola considerable como resultado de una política orientada a explorar y desarrollar la competitividad en la producción de granos, soportada en la investigación de semillas mejoradas, infraestructura de comunicación, modernización tecnológica en la producción de bienes de capital y estímulos productivos orientados al costo y la competitividad de la cadena. Modelo contrario al que tenemos Colombia actualmente, en el que, por la vía de precios, se induce a un reajuste de los factores de producción. Así las cosas, una negociación con Brasil implica enfrentar nuestra avicultura, que tiene costos de producción por kilogramo de pollo en granja, de US$0.75, al pollo brasilero, cuyos costos son de US$0.35. Con una diferencia de US$0.40 por kilogramo es claro el efecto que ello puede traer al eslabonamiento productivo avícola, que genera cerca de 270 mil empleos.
El hecho se agrava si en el marco de negociación previsto para los productos sensibles, tanto en el Alca como en Mercosur, la oferta de desgravación a más de quince años termina siendo inmediata. Esto ocurriría en el evento de que no se implemente una política que sustituya el efecto del desmonte a los vistos buenos a la importación de pollo entero antes del 31 de diciembre del 2003. Con aranceles a la importación de pollo entero de 20%, la industria está condenada a desaparecer.
Lo que está en riesgo, entonces, es el futuro de una actividad productiva que ha mantenido una tasa de crecimiento promedio anual de 7.1% en la última década. La avicultura colombiana ha alcanzado un avance progresivo en los niveles de productividad en granja, hasta situarse en los parámetros de los países más competitivos. Ha multiplicado por tres la producción registrada en 1990 (276 mil toneladas) y ha contribuido sustancialmente al abaratamiento de la canasta familiar de los colombianos, pues su dinámica ha permitido mantener una tendencia decreciente en precios, hasta situar en el nivel más bajo de la oferta de proteína animal que existe en el mercado.
La percepción popular de que el pollo era un producto costoso salió del léxico colombiano. El viejo adagio de “¿Quién pidió pollo?” es cosa del pasado. Bajo el escenario de una liberación del pollo a partir de enero del 2004, el efecto de las importaciones masivas se trasladaría necesariamente a las carnes rojas. Dado el grado de sustitución que existe entre éstas y la sensibilidad de la demanda al precio, cualquier efecto en el mercado de carnes, producto de una apertura que no consulte la realidad sectorial, se transmite hacia la oferta total.
Adicionalmente, la dinámica de la producción de materias primas nacionales (maíz amarillo y soya) se vería seriamente vulnerada, pues los agricultores colombianos no tendrían mercado para colocar estas materias primas. Y como si esto no fuera suficiente, el comercio con Estados Unidos en estos mismos productos se vería lesionado de manera considerable, generando complicaciones de orden político.
COLOMBIA: PRODUCCIÓN DE CARNES (TONELADAS)
Fuente: Fedegán, Asoporcícola, Fenavi.
¿Cómo afrontar el problema? En la medida en que restablecer el visto bueno es una opción totalmente descartada, la salida es de tipo arancelario. Ante esta situación, Fenavi y los demás integrantes de la cadena productiva le han propuesto al gobierno ajustar el mecanismo de franjas de precios, mediante una propuesta que no implica incrementar el ámbito de productos en el sistema y que no vulnera los compromisos asumidos por Colombia en las negociaciones del Alca y Mercosur. Otra alternativa consiste en aplicar los derechos adquiridos en la Ronda Uruguay en 1994, que al igual que la anterior no tiene inconveniente técnico y que requiere sólo del apoyo y decisión política del gobierno nacional.
Las cartas están jugadas, los riesgos y alternativas de solución son de conocimiento de los técnicos de las carteras de Agricultura y Comercio, el Departamento Nacional de Planeación, DNP, el Congreso de la República y el presidente Uribe.
El tiempo es el mayor limitante, pues el gobierno debe haber implementado una decisión al respecto antes del 31 de diciembre, y a la fecha de entrada a impresión de este número de Avicultores la situación continúa siendo incierta.
Segundo tiempo. En lo que respecta al segundo tiempo de las negociaciones, el bilateral con Estados Unidos, debemos entrar a la negociación con una visión de país con oportunidades y no enviándole señales negativas a la contraparte, aún antes de empezar la negociación. Los negociadores colombianos deberán hacer gala del temple del pueblo colombiano y no tener prevención a la reacción que puedan mostrar los americanos ante propuestas legítimas del sector agropecuario nacional.
Su responsabilidad con el país es histórica y el futuro del campo colombiano está en sus manos. En el bilateral, el problema de fondo del encadenamiento avícola se explica por la característica del mercado americano, con total preferencia por la carne blanca del pollo sobre la de los cuartos traseros (carnes oscuras). Este último producto es comercializado en el mundo con precios de realización o de saldos, pues no es relevante el costo de producción. El canje en una negociación no se puede llevar a escoger entre los cuartos traseros de pollo y las flores (por ejemplo). Por el contrario, el negocio debe orientarse a los intereses de la misma cadena en ambos países.
Estados Unidos abastece parte de nuestras necesidades de cereales y oleaginosas, lo que no riñe en lo absoluto con las posibilidades de desarrollar oferta competitiva de maíz amarillo y soya a escala nacional. Con consumos per cápita de pollo y huevo por debajo de la media continental, el potencial de crecimiento de la avicultura colombiana dará espacio para la convivencia de la materia prima nacional con la importada. El desarrollo estratégico de centros de producción tanto de cereales y oleaginosas como de planteles avícolas, generará las condiciones para que esta premisa se cumpla en el futuro.
Si los trozos de pollo americano entran a nuestro país, la locomotora de esta cadena agroalimentaria se descarrilará y se llevará consigo a los demás vagones que son jalonados por ella. Y en todo este tren productivo trabajan, como se dijo, más de 270 mil colombianos.
Tercer tiempo o ¿fin del partido? Del anterior análisis resulta evidente que el futuro de la cadena avícola es completamente incierto. Lo que queda del 2003 y la mayor parte del 2004 definirán las condiciones futuras de esta actividad. Por lo anterior y con la intención de no hacer especulaciones que puedan llevar a los empresarios y agricultores colombianos a tomar decisiones equívocas, consideramos pertinente finalizar este examen aquí.
Esperamos que en el próximo número de Avicultores podamos dar un parte de satisfacción, al menos a lo que corresponde al primer tiempo de las negociaciones para nuestro sector, porque sin un final feliz en el primer tiempo, no tendremos jugadores para el segundo.
Ronda de Negociaciones del acuerdo Generral de Aranceles y Comercio, Gatt, en el que los países definieron las reglas del Comercio mundial en 1994, momento en que nació la OMC.
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