Dirección correcta , pero…
Al finalizar el 2003 la avicultura colombiana tendrá definidas sus posibilidades de crecimiento y viabilidad de corto y mediano plazos. Dos aspectos de política pública determinarán la suerte de nuestra actividad. Por una parte, la definición e implementación de una medida que solucione la problemática originada por la pérdida de los vistos buenos de pollo entero. De otra, la decisión que se tome en el Congreso de la República en torno al proyecto de reforma tributaria presentado por el Ejecutivo.
Al momento de escribir esta nota, el trabajo realizado conjuntamente entre el Gobierno Nacional, representado por los ministerios de Agricultura, Comercio y Relaciones Exteriores, los gremios de la cadena (Fenalce, Coagro, Andi, Federal, ACP y Fenavi) y la SAC, y que contó con el acompañamiento y apoyo desprendido de diferentes senadores y representantes, empezaba a dar sus primeros frutos. La amenaza originada por la pérdida de los vistos buenos para el pollo entero pareciera tener una salida técnica. A menos de dos meses de la fecha límite (31/12/03) la voluntad política del gobierno generaba optimismo entre los productores avícolas del país.
Desafortunadamente, este optimismo se ve empañado por el proyecto de reforma tributaria, que genera una nube impositiva sobre la cadena avícola y el consumidor final.
La iniciativa busca no gravar la canasta básica de los colombianos mediante la exclusión del IVA a productos como el pollo y los huevos y a algunas de las materias primas, entre ellos, el maíz amarillo y el fríjol soya. No obstante, en la medida en que a insumos como el alimento balanceado, la torta de soya y el sorgo se les aplicaría la tarifa general (17%), el mayor costo de producción no podría ser absorbido en su totalidad por el productor pecuario.
De esta forma, el consumidor también vería reducido su poder adquisitivo y en la práctica la disposición de la Corte Constitucional de no gravar la canasta básica quedaría en pura retórica. Los efectos económicos de la reforma sobre la actividad y el consumidor hablan por sí solos: el incremento en los costos de producción estaría por encima de 13%, mientras que los precios finales (pollo y huevo) aumentarían en más de 9%.
Por si lo anterior fuera poco, la competitividad de la cadena estaría en juego y bastaría una leve recuperación de la avicultura de nuestros vecinos para empezar a ver pollo y huevo entrando a Colombia. En un país con un problema generalizado de desempleo y pobreza, gravar indirectamente a dos de los más baratos productos de la canasta de alimentos de los colombianos sería un error histórico. Dos estrategias surgen como alternativas válidas para corregir la situación generada por el proyecto de reforma tributaria:
1) Llevar a la categoría de exentos al pollo, huevo, pollito de un día y huevo fértil, y aplicar la tarifa general que se determine a los servicios de comercialización y a los demás productos que hacen parte del proceso de producción (alimento balanceado, torta de soya, fríjol soya, maíz amarillo, sorgo, etc.).
2) Llevar a la categoría de excluidos, adicionalmente a los que se plantean en el proyecto, al alimento concentrado, la torta de soya, el sorgo y otros.
La discusión en torno a las bondades tanto políticas como económicas de cada una de las propuestas podría ser extensa. Sin embargo y ante la imperiosa necesidad de defender el bolsillo de los consumidores y los más de 270 mil empleos que genera nuestra cadena productiva, es necesario que Congreso y Gobierno estudien y tomen decisiones sobre estas dos alternativas.
Es claro que el país enfrenta una severa crisis fiscal que debe ser solucionada. Sin embargo, gravar directa o indirectamente el consumo de alimentos, en la búsqueda de mayores recursos, generaría una contracción en la demanda, que se llevaría consigo el crecimiento de las empresas productoras de alimentos y, por tanto, parte del recaudo impositivo esperado por el Gobierno.
En resumen, la avicultura colombiana y todas aquellas actividades que de ella dependen cuentan con menos de dos meses para ver definida su viabilidad futura. En el plano del comercio exterior, vemos la luz al final del túnel, y aun cuando no estamos lejos, todavía nos faltan algunos días para poder verla totalmente de cerca. En el plano tributario, el camino es más corto pero enlodado y corremos el riesgo de quedarnos enterrados en él.
Sin la asistencia de Gobierno y Congreso es posible que en el 2004 la avicultura colombiana abandone la senda de crecimiento que la ha caracterizado durante la última década y pierda la oportunidad de continuar generando empleo y opciones de alimentación básica para todos los colombianos. Sin embargo, somos optimistas y esperamos que en la próxima edición de esta revista, podamos dar un parte de tranquilidad y optimismo para iniciar labores el próximo año. Amanecerá y veremos.
Jorge Enrique Bedoya Vizcaya
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