El Bonding: Un Debate a Terminar

Psi. Marta Cristo
Psicóloga Fundación Canguro
Psi. Stella Vélez
Psicóloga Fundación Canguro
Psi. Pascale Mercier
Psicóloga, Escuela de Psicología,
Universidad Laval, Quebec, Canadá.
Psi. Rejean Tessier
PhD Psicólogo y Epidemiológo, Escuela de Psicología, Universidad Laval, Quebec, Canadá.

Introducción

El vínculo afectivo madre-hijo constituye un tema de investigación que apasiona a buena parte de los investigadores y esto continua siendo así después de numerosos años. Hoy se ha demostrado y aceptado que el tipo de vínculo afectivo que el niño desarrolla con su madre (seguro vs inseguro) contribuyen a formar su comportamiento y sus reacciones ante las diferentes situaciones sociales. Por consiguiente, numerosos esfuerzos se han desarrollado con el correr de los años con el fin de comprender el proceso por el cual se forma la relación de apego.

Partiendo de este mismo tipo de razonamientos, ciertos autores han propuesto que lo recíproco de este tipo de relación, el vínculo afectivo de la madre por su hijo (conocido con el nombre de bonding), ejercería el mismo tipo de influencia sobre el comportamiento de las madres, que la ejercida por el tipo de apego sobre los niños, de igual forma que para el apego del niño por su madre numerosos estudios se han realizado con el fin de comprender ese fenómeno. Sin embargo, la acogida favorable que se reserva para la teoría del vínculo afectivo hijo-madre no se repite con respecto al apego madre-hijo. En efecto, las teorías que postulan la hipótesis del bonding son todas refutadas por cierto número de investigadores que trabajan en el campo de las relaciones madre-hijo.

El debate que rodea al bonding se inició en 1972, cuando los pediatras Marshall H Klaus y John Kennell afirmaron que la alta tasa de abuso observada entre los niños que habían tenido una larga estadía en la unidad de cuidados intensivos neonatales podría ser la resultante de una separación postparto prolongada (Eyers, 1992) Ellos proponen la hipótesis de que existe, inmediatamente después del parto, un período durante el cual el apego de la madre hacia su hijo se desarrolla. Durante este periodo tan particular, cuya duración se estima entre pocos minutos y pocas horas, la probabilidad que ciertos acontecimientos den origen a los lazos afectivos madre-hijo será más fuerte en este período que en cualquier otro momento de la vida del niño. Más especificamente, entre la madre y el hijo se desarrollan interacciones complejas y crean una unión permanente entre ellos. Klaus y Kennell afirman que un contacto entre la madre y el infante durante este período es esencial para que el desarrollo ulterior del niño sea óptimo.

La Hipótesis del Bonding

La hipótesis del bonding tiene sus raíces en dos campos de investigación distintos. Por un lado, Klaus y Kennell, para elaborar su teoría, se inspiraron en investigaciones sobre el apego de los animales. Del otro lado, sus reflexiones fueron alimentadas por las numerosas observaciones realizadas a propósito de los problemas del apego presentes en las madres de niños que sufrieron una larga estadía en la unidad de cuidados intensivos neonatales.

El Bonding en los animales

En ciertas especies animales, tales como las ratas, los chivos, las ovejas, el comportamiento materno es fuertemente afectado por la separación de la madre de sus recién nacidos inmediatamente después del nacimiento. En efecto el impacto de esta separación sería tal que la madre puede rechazar la presencia de sus pequeños (Collias;1956, Hersher, Richmond y Moore 1963a, Klopfer 1971; Rosenblatt y Lehrman 1963; Sackett y Ruppenthal 1974, citados por Klaus y Kennell 1976) Por ejemplo, Collias (1956) y Klopfer (1971) demostraron que una chiva separada de sus pequeños por un periodo de una hora no los aceptó, al llevárselos nuevamente. Por el contrario, como lo demostró Hersher y cols (1963a) si la madre se beneficia de un contacto de 5 minutos con los pequeños antes de ser separada de ellos, prácticamente todos los pequeños serán aceptados de nuevo por la madre aún después de tres horas de separación. Así la separación más pronto ocurra la separación los afectos serán más importantes, drásticos e irreversibles. Hay un corto período, inmediatamente después del parto, durante el cual la madre identifica a los pequeños y comienza a comportarse con ellos en forma maternal.

Algunos otros autores interesados en este fenómeno han intentado descubrir mecanismo responsable de este (Myers 1984) Rosenblatt y Siegel (1980) después de analizar más estudios en este campo ( Leblond y Nelson 1937; Noirot 1972; Poindron y LeNeindre 1979, 1980; Rosemblatt y col 1979; Rosenblatt y Siegel 1981: Siegel y Rosenblatt 1978) sugieren que existen dos fases en la génesis del comportamiento materno. Durante la primera fase, el comportamiento materno sería producto de la transformación hormonal que caracteriza el embarazo, el alumbramiento y el parto, los cuales prepararían a la madre para interactuar con su hijo. Posteriormente estos cambios a nivel hormonal no se darán más, y será la estimulación proveniente del niño lo que facilitaría a la madre a interactuar en forma apropiada con él.

Así, si los pequeños se mantienen separados de la madre durante la primera fase, el proceso se perturba, la madre no estará mal preparada para interactuar con su pequeño, de tal manera que puede presentar comportamientos desadaptados.

Este tipo de resultados constituyen el punto de partida de la teoría del bonding. En afecto, es sobre la comprobación de los déficits que puede provocar una separación madre-hijo a nivel del comportamiento materno en los animales, que Klaus y Kennell han emitido la hipótesis que este mismo tipo de fenómeno podría producirse en los humanos. Una serie de observaciones, realizadas dentro del marco de su práctica profesional, fueron la base para que haya ido consolidando la hipótesis.

Los efectos de una separación madre-hijo prolongada:

Las observaciones que reportan Klaus y Kennell (1976) para apoyar la teoría se refieren a las madres separadas de sus hijos del nacimiento. Según los dos pediatras, estas madres son miedosas y no saben cuidar adecuadamente a su bebé. Posterior a la salida del Hospital, algunas madres reportaban que sentían que su hijo no era de ellas, que pertenecía a otra. De otra parte la situación se hacía más problemática si la separación se prolongaba, ya que la mayoría de madres mencionaban haberse olvidado momentáneamente que ellas tenían un hijo. Finalmente Klaus y Kennell (1976) reportaron que en la mayoría de estudios comparativos con niños que no habían sido separados de sus padres, se demostró que había una gran cantidad de niños: o prematuros o que habían sido hospitalizados durante el periodo neonatal, que retornaban al hospital poco después y parecían haber sido maltratados (Elemer y Gregg 1967; Klein y Stern 1971; Olivier, Cox, Taylos y Baldwin 1974; Skinner y Castle 1969) o cuyo desarrollo no era el adecuado (sin tener problemas orgánicos) (Ambuel y Harris 1963; Evans, Reinhart y Succop 1972; Shaheen, Alexander, Truskowsky y Barbero 1968).

Es este tipo de observaciones, unido con los resultados de las investigaciones que sustentan la hipótesis del bonding en los animales sobre las cuales se basaron Klaus y Kennell para postular la hipótesis de que tanto en los humanos como en los animales existe un periodo propicio para el establecimiento de la relación afectiva madre-hijo. Este periodo no se producirá más que una vez por diada y su impacto sobre la relación madre-hijo sería muy importante. El término bonding es entonces utilizado para describir un proceso rápido que se produce inmediatamente después del nacimiento y durante el cual la madre dirige su comportamiento de apego hacia su hijo. Este apego se facilitaría por el contacto piel a piel, y las miradas mutuas entre la madre y su recién nacido que ocurren durante el primer amamantamiento posterior al nacimiento (Klaus y Kennell 1976).

Con base en la hipótesis que explican el bonding en los animales, Klaus y Kennell propusieron que las transformaciones hormonales que caracterizan el embarazo, alumbramiento y el trabajo de parto preparan a la madre a actuar en forma maternal al momento del nacimiento. Si ella esta en contacto con el bebé durante este período, o está preparada, ella desarrollará un comportamiento materno apropiado más fácilmente y se sentirá más competente y más sensible. Por el contrario, si tal contacto no se produce el comportamiento materno subsecuente será probablemente deficiente y la mujer estará en riesgo de fracasar en su rol de madre (cita de Lamb y Hwang 1982).

De forma más precisa, Klaus y Kennell (1976) formularon siete principios que son componentes cruciales en el proceso de apego:

1. Hay un período sensible dentro de los primeros minutos u horas de vida durante el cual es necesario que los padres estén en contacto íntimo con el niño para que su desarrollo ulterior sea óptimo.
2. Los padres poseen respuestas específicas de la especie, que se presentan cuando les entregan al niño por primera vez
3. El proceso de apego es estructurado de tal forma que el padre y la madre solo establecen vínculo afectivo con un niño a la vez.
4. Durante el proceso de apego madre-hijo, es necesario que el niño responda a la madre, con ciertas señales tales como los movimientos del cuerpo o de los ojos.
5. Las personas que observan el proceso de nacimiento, adquieren un fuerte vínculo afectivo con el niño.
6. Para ciertos adultos, es dificil vivir simultáneamente el proceso de apego y de desapego, es decir apegarse a un bebé mientras que la vida del otro está en grave peligro.
7. Ciertos acontecimientos que suceden inmediatamente después del nacimiento, tienen efectos perdurables. Por ejemplo, Los primeros días de ansiedad a propósito de un desorden temporal, podrían provocar inquietud de larga duración que pondría en riesgo la orientación del desarrollo del niño.

Los Trabajos Empíricos de Klaus y Kennell:

A fin de obtener apoyo empírico para la hipótesis del bonding, Klaus, Jerauld, Kreger, McAlpine, Steffa y Kenell (1972) realizaron un estudio que implicaba a dos grupos de madres; Las madres del primer grupo se beneficiaban de una hora de contacto piel a piel con sus niños dentro de las tres primeras horas después del nacimiento y de 5 horas adicionales de contacto cada tarde por tres días consecutivos después del parto. El segundo grupo, era manejado con las pautas regulares, se permitía un breve contacto entre madre e hijo 6-12 horas después del nacimiento y dos visitas de 20-30 minutos cada cuatro horas para alimentarlo. Los resultados obtenidos confirman las predicciones de los autores. En efecto, las madres del primer grupo, entrevistadas un mes después del parto, estaban aprehensivas para dejar a sus infantes con otra persona y tenían una tendencia más fuerte para alzar al niño cuando lloraba. Además durante la alimentación tenían más contactos visuales, pasaban una cantidad mayor de tiempo en posición cara a cara y acariciaban más a su hijo. De otra parte, durante un examen pediatrico, ellas manifestaban más comportamientos tranquilizadores en respuesta al llanto del niño y tendían a observar mejor y permanecer más tiempo cerca de la mesa de examen.

A causa de estos estudios iniciales, se realizó un seguimiento de estos niños hasta la edad de 5 años (citado por Klaus y Kennell 1976). Un año después del nacimiento, las tendencias observadas al mes se mantenían. Efectivamente, las madres del grupo experimental parecían más interesadas y atentas durante un examen pediátrico. Ellas también comentaban que se sentían más ansiosas y aprehensivas al dejar a su hijo con una niñera y les molestaba más tener que regresar al trabajo. Además cuando los niños lloraban, ellas mostraban la tendencia de alzarlos, abrazarlos y acariciarlos más. (Kennell y col 1974) Posteriormente, cuando los niños tenían dos años, las madres del grupo experimental preguntaban más (2 veces más), utilizaban más palabras por cada proposición, menos palabras de contenido, más adjetivos y menos órdenes (Ringler y col 1975) Tres años más tarde, estas medidas del lenguaje materno se correlacionaron significativamente con las medidas de competencia linguística y de inteligencia de los niños del grupo experimental (Ringler y col 1976).

La Investigación sobre el Bonding:

La publicación de los resultados de klaus y col (1972) ha sucitado el interés de la comunidad científica hasta el punto de que muchos grupos de investigadores han tratado de demostrar la hipótesis del bonding. Las investigaciones en esta área tienen diferentes formas y proponen cierta cantidad de objetivos diferentes.

Algunos autores adoptaron el procedimiento de Klaus y col (1972), es decir, estudiar los efectos combinados del contacto temprano y el contacto prolongado. El apoyo dado a hipótesis del bonding a través de estos estudio es débil. En efecto, Svejda, Campos y Emde (1980), Siegel, Bauman, Schaefet, Saunders y Ingram (1980, citados por Myers 1984a) así como Mehl (1978, citado por Myers 1984a) obtuvieron resultados que indican que la separación postparto no tiene los efectos desastrosos sobre el comportamiento materno previstos por la teoría.

Un procedimiento diferente fue propuesto por otros autores, quienes tenían como objetivo estudiar únicamente el impacto del contacto temprano. En general, se ofrecía a las madres del grupo experimental un contacto que iba desde cualquier minuto hasta una hora, mientras que las madres del grupo control recibían un trato regular. Los resultados de este grupo de estudios no son unilaterales, unos apoyan la hipótesis del bonding y otros no lo hacen De Chateau (1976a,b; De Chateau y Wiberg 1977a, 1977b, 1981 citados por de Chateau 1980) así como Anisfeld y Lipper (1983) obtuvieron resultados que confirman, al menos en parte, la hipótesis de Klaus y Kennell. Por el contrario, esta misma hipótesis es invalida por los estudios de Taylor, Taylor, Campbell, Maloni y Dickey (1982 citado por Myers 1984a), Curry (1979, citado por Lamb y Hwang 1982) y de Craig, Tyson, Samson y Lasky (1982, citado por Goldberg 1982). De este modo, el apoyo dado a la hipótesis del bonding, a través de este grupo de investigaciones es el menos moderado.

Otros investigadores, estuvieron solamente interesados en estudiar el efecto del contacto prolongado sobre la relación madre-hijo. En este tipo de estudios, el grupo experimental estaba formado de madres que cohabitaban con sus hijos (rooming-in) mientras que el grupo control estaba compuesto por madres que seguían el procedimiento normal. Los resultados obtenidos de este tipo de protocolo, parecen demostrar que el contacto prolongado después del nacimiento del niño, tendría un cierto efecto a corto término, sobre la actitud de la madre hacia su hijo. En efecto, Greenberg y col (1973 citados por Klaus y Kennell 1976), Jones y col (1980 citado por Herbert y col 1980) y Sostek, Scanlon y Abramson (1982, citado por Lamb y Hwang 1982) mostraron que las madres que cohabitan con su hijo tienen generalmente más confianza en si mismas y se sienten más competentes unos días después del nacimiento del niño. Por el contrario, los dos grupos no diferían en cuanto al comportamiento de las madres. De otro lado, O`Connor y col (1980 así como Whiten (1977 citado por Goldberg 1983) mostraron que hay cierta diferencia, a corto plazo, entre los grupos con respecto a la cantidad de sonrisas, miradas, vocalizaciones y sincronización de las interacciones madre-hijo.

Los estudios anteriormente enunciados constituyen para autores, una prueba suficientemente fuerte de la existencia de un periodo de sensibilidad materna inmediatamente después del nacimiento. Por consiguiente ellos se preocuparon por demostrar no su existencia, sino los límites de este periodo tan particular. Los estudios de Ali y Lowry (1981, citado por Kennel y Klaus 1984), de Gaulin-Kremer, Shaw y Thomas (1977, citado por Goldberg 1983) así como Hales, Lozoff, Sosa y Kenell (1977, citados por Myers 1984a) indican que las madres beneficiadas con un contacto piel a piel con sus hijos inmediatamente después del nacimiento manifiestan más comportamientos afectivos, que las madres que tuvieron un contacto piel a piel a las 9-12 horas postparto. De otra parte, Lamb y Hwang (1982) han tomado tres estudios donde los resultados pueden ser interpretados de dos formas diferentes: el periodo de sensibilidad materna que se origina inmediatamente después del nacimiento y que dura 15 minutos, no existe. En efecto, los estudios de Gewirt (1979), Hollenbeck (1970) y Sebris (1979) demostraron que no hay diferencias claras a nivel de medidas comportamentales, ni en la madre ni en el niño, entre los grupos que se benefician de 15 o de 60 minutos de contacto temprano después del nacimiento.

Los niños prematuros son igualmente objeto de estudios para probar la hipótesis del bonding. Estos estudios generalmente comparan las madres que tuvieron contacto con su hijo durante la estadía en la unidad de cuidados intensivos neonatal con las madres que no lo tuvieron

En general este tipo de contacto tranquiliza a las madres, pero éste no parece provocar una modificación real del comportamiento (Leiderman, 1981 citado por Myers, 1984a; Leifer Leiderman, Barnett y Williams, 1972; Seashore, Leifer, Barnett y Leiderman, 1973 citados por Lamb y Hwang, 1982). De hecho, sólo Kennell, Trause y Klaus (1975, citados por klaus y Kennell, 1976), obtienen diferencias significativas entre las madres de ambos grupos. En efecto, al momento de dejar el hospital, las madres del grupo experimental miran por más tiempo a su hijo durante la alimentación y además los niños muestran tener un QI más elevado a los 42 meses.

Desde el punto de vista del niño, la separación madre hijo no parece tener un efecto sobre la seguridad del vínculo (Ainsworth y Wittig´s, 1969; Grossman, Grossman Huber y Watner, 1981; Grossman, Thane y Grossman, 1981; Hock, Coady y Cordero, 1973; Ottaviono, Campbell y Taylor, 1979; Rode, Chang, Fish y Sroufe, 1981 citados por Myers, 1984a y Lamb y Hwang, 1982).

Finalmente, otros autores se interesaron sobre la relación postulada por Klaus y Kennell entre el “Bonding” y la lactancia materna y entre el “bonding” y el maltrato. Dicen, respecto a la lactancia materna que ciertos hechos apuntan a la idea de que un contacto inmediatamente después del nacimiento aumenta la frecuencia y la duración de la alimentación. (De Chateau, 1980a; Klaus y Kennell, 1976; Sosa, Klaus, Kennell y Urrutia, 1976; Winters, 1973 ciado por Myers, 1984a). En cambio en los grupos no se demostró ninguna relación (Carisson y col, 1979; Taylor y cols, 1979; Vietze, O´Connor, Falsey y Alteimeier, 1978 citados por Lamb y Hwang, 1982). En cuanto al maltrato, Herbert y cols (1981) reportaron muchos estudios que no establecen relación entre la duración de la permanencia del niño en la UCI y el maltrato (Cater y Easton, 1980; Collingwood y Alberman, 1979; Gaines y cols, 1978; Leiderman y Seashore, 1975). Sólo un estudio reportado por Myers (1984a), demostró esta relación (O`Connor, Vietza, Sherrod, Sandler y Alteimier, 1980). Así, otra vez, la hipótesis del “bonding”recibe solamente un apoyo parcial y fragmentario.

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