Editorial: El Cuidar en la Adversidad
Patient Care Under Adversity
Pensar en género y todo lo que involucra nos sitúa en una práctica discursiva que genera tensiones, ubica relaciones de poder, sentimientos de desesperanza que se encuentran instituidos en diferentes contextos políticos, sociales, laborales y familiares, tal vez por las injusticias evidenciadas en un mundo constituido por normas del patriarcado, dominante, competitivo con temores infundados que no permiten de una manera abierta la referencia al tema, el discurso nos ubica en una posición excluyente dependiendo si eres hombre o mujer.
Afirma Boff, hablar de género es “hablar a partir de un modo de ser en el mundo”,(1) en la forma como muestra la historia el dominio del patriarcado desde hace cuatro mil años haciéndose poseedor de todas las cosas y que aún hoy encontramos en el mundo posmoderno el reflejo de esa dramática hegemonía la cual nos convoca a emprender un desafío de construcción sobre un nuevo paradigma donde la participación de las mujeres y hombres contribuyan a un trabajo cooperativo que devele otra forma de participación o como nos propone María Novo(2) una nueva masculinidad.
Evento que se puede contemplar, desde la posibilidad de los seres de seguir desarrollándose, abriéndose al otro y al mundo viviendo la experiencia de estar abierto a la totalidad.
Históricamente los movimientos feministas han reclamado la equidad en la participación:
La visibilización de sus actividades laborales, el reconocimiento igualitario del trabajo, pero sobre todo la invitación a la búsqueda de sin cronicidades que nos ayuden a construir un mundo mejor.
Es así como las pensadoras feministas han denunciado abiertamente que la ciencia desconoce la presencia de la mujer pues, entre otras, “asume que los problemas de los hombres son los de todo el mundo, dejando sin explicar muchas cosas que resultan problemáticas para la mujeres y que da por supuesto que las explicaciones de los hombres al respecto no están deformadas”.(3)
Desde esta perspectiva entiendo que los hombres y las mujeres definitivamente somos diferentes, pero la exclusión que ha hecho esta sociedad masculina de nuestros valores, del reconocimiento del trabajo, de ese vehículo liberador que es la educación, ha creado una sociedad basada en el dominio, sustentada en la fuerza, en el uso de la diferencia.
En Colombia la situación no es diferente nos enfrentamos a una serie de exclusiones, a una de las mayores crisis que experimenta la profesión de la enfermería, es la preocupación por el misticismo que se ha perdido frente al cuidado, en otros contextos lo llaman la deshumanización del cuidado.
La preocupación permanente de los que cuidamos al otro como formación de vida, donde unos por convencimiento de lo que hacen, otros porque fue lo único que pudieron estudiar, develan una serie de exclusiones que agudizan la crisis de la enfermería en Colombia y que si no nos centramos en un paradigma diferente, el futuro de la profesión avanza hacia la extinción.
El escenario es complejo al enfrentarse a una serie de exclusiones políticas y sociales debidas a:
- La flexibilización laboral, donde el profesional ha perdido todos los derechos de protección social,
- Al cambio de contratación, también enfrenta exclusiones culturales al no ser tenidas en cuenta por los organismos de poder, que legislan o toman decisiones frente a las políticas de salud del país, en un mundo ajustado a las leyes del poder masculino en una profesión históricamente considerada femenina, lo que redunda en una falta de empoderamiento de la profesión que lleva a la exclusión, incapaz de defender las actividades de cuidado si se deja llevar por el ajuste administrativo.
Aunque la inequidad se vive y se siente no se hace nada. Y peor que ello estamos reemplazando las actividades antes asignadas al cuidado por actividades administrativas que nos exige el sistema.
Adicional a esta situación encontramos que la profesión es ejercida en su mayoría por mujeres:
Que debido al doble rol familiar y laboral, es decir al trabajo público y al privado, el primero pobremente remunerado, el segundo desconocido, siguen siendo excluidas al mirar la profesión como “la economía del cuidado”(4) asignada a las mujeres como algo difícilmente mercantilizable, cuya finalidad es aumentar la calidad de la vida humana.
Esta es una situación crítica que en pleno siglo XXI sigue existiendo y es inherente al modelo moderno del mundo, “el conflicto entre las sociedades modernas patriarcales y los valores ambientales y femeninos”.(2)
Por siglos la ciencia y su desarrollo es la que ha conducido:
La “evolución del mundo”, pero, es una ciencia centrada en el paradigma racionalista, tradicional, donde el pensamiento es androcéntrico como señala Harding(3).
Solo a finales del siglo XIX y en el siglo XX la mujer aporta al desarrollo de la ciencia con posturas de avanzada frente al reconocimiento de lo que puede contribuir.
Es prioritario resignificar el cuidado como una actitud de vida:
Como una acción que protege la vida, asumirlo como un derecho fundamental conexo al derecho de la vida, una visualización de la acción femenina, es adquirir una nueva conciencia de la noción de cuidado, de solidaridad, de compartir la vida y los bienes de la naturaleza, creando para eso nuevas estructuras socioeconómicas políticas y espirituales.
Promover un cambio de paradigma en la concepción del cuidado, resignificar la imagen social del profesional en enfermería que genere acciones que los transforme ya sea en el ámbito individual o colectivo.
Las condiciones adversas pueden generar un cuidado deshumanizado:
Por ello la resignificación del cuidado es un compromiso que desde la docencia y la asistencia se debe asumir, como diría Novo “Hay que difundir y defender, por tanto, el valor del cuidado (tan distinto del valor del dominio, típicamente masculino).(2)
El cuidado, un valor destinado a proteger la vida donde a través de la cooperación y la compasión se convierta en el hilo conductor que transforme el pensamiento a un pensamiento holístico para vivir la vida.
El que cuida de sí, es capaz de cuidar al otro.
El planteamiento de transitar con el cuidado a través de la adversidad, desde una visión que genere cambios en ese transitar, comenzando por el reconocimiento de sí mismo para luego reconocer al otro, nos brinda los elementos para visualizarnos en esta sociedad que por siglos ha vivido en las acciones del poderío masculino en acciones tan profundas como son el cuidado y la invitación a la participación de la religación del cuidado a todos los profesionales de la salud, desde la formación académica hasta el ejercicio profesional que visibilicen una imagen real del ser, del pensar y del quehacer.
El reto es entender toda esta pluralidad y cambiar hacia un mundo común entre los seres humanos y entre estos y todas las formas de vida, una visión multifocal e integradora, que respalde directamente “mi chifladura” de transformar el cuidado para preservar la vida, desarrollar la compasión por el que sufre, religación del cuidado de la vida por la vida.
Referencias Bibliográficas
- Boff L, Muraro R. Femenino y masculino. Una nueva conciencia para el encuentro de las diferencias. Original 2002. Traducción de María José Gavito Milano. Madrid: U. Javeriana. 2004.
- Novo M, Montes C, Núñez J y col. Mujer y medio ambiente: los caminos de la visibilidad. Utopías, educación y nuevo paradigma. Madrid. 2007.
- Harding S. Ciencia y feminismo. Madrid. 1996. Traducción de Pablo Manzano. Original The Science Question in Feminism (1993).
- Boff L. El cuidado esencial. Ética de lo humano, compasión por la tierra. Traducción de Juan Valverde. Madrid: Trotta. 2002.
Autor:
Luisa María Luengas Ramírez. Enfermera de la Universidad Nacional. Especialista en Cuidado Crítico, Pontificia Universidad Javeriana.
Black Belt en la Metodología Seis Sigma. Fundación Santa Fe de Bogotá.
Auditora. Paciente trazador. Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas.
Candidata a Doctorado en Educación. Universidad de la Salle. Costa Rica.
Coordinadora de educación al paciente y su familia del Centro de Innovación y Educación en Salud.
Fundación Santa Fe de Bogotá, Colombia.
Correspondencia: luisa.luengas@fsfb.org.co
Recibido: febrero de 2012
Aceptado para publicación: febrero de 2012
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