La Constante Molecular

Para continuar al lado de las Neurociencias analicemos, brevemente, el concepto de consciencia molecular de Antonio Cutinho y el “Gnoti seuton” de Stratis Avrameas.

Estos autores, aparentemente en forma independiente, coinciden en la propuesta de que el sistema inmune, a través del sistema de cadenas variables (anticuerpos, receptor del linfocito T y antígenos del complejo mayo de histocompatibilidad) tiene por objetivo reconocer lo propio y es, justamente, por este reconocimiento de lo propio, que emerge la posibilidad de reconocer lo extraño.

Esta propuesta llena el vacío semiótico del presupuesto clásico y ofrece un principio de explicación a los anticuerpos naturales o autoanticuerpos.

Los linfocitos, recombinados al azar, como bellamente lo explicó Tonegawa, se referencian en el yo molecular.

Y dice Cutinho que:

Como el sistema puede reconocer el exterior y el interior de las células y el exterior y el interior de las moléculas, el sistema inmune representa la consciencia molecular del organismo y es por el reconocimiento activo de lo propio, que emerge la posibilidad de respuesta a lo extraño (llámese varicela, polio o viruela) , en forma local o controlada (unas pocas clonas) y no en una forma masiva (policlonal), como cuando rechazamos el riñón del hermano (¡que viéndolo bien, no es tan extraño!).

Todo esto estaría indicando, que no somos idénticos al mundo exterior (entorno antigénico), pero en algo nos parecemos (respuesta clonal); y no somos idénticos al hermano, pero nos parecemos mucho (respuesta policlonal).

De paso tendremos que reevaluar el concepto de antígeno, pues parece que respondemos más contra aquello que se nos parece, que contra aquello que se nos parece menos; pero lo que es más interesante, la respuesta sería nula contra aquello que verdaderamente sea extraño (otro mundo filogenético o el mundo de lo sintético).

En resumen, se cambia diametralmente la visión del sistema inmune. Nacido de la mente de los infectólogos (viruela, rabia, pasteurelas), se pensó que el telos del sistema inmune era la defensa antiinfecciosa, mientras que la autoinmunidad era un imposible nocivo.

Ahora podemos imaginar que la función del sistema inmune es el reconocimiento de lo propio, es decir, la autoinmunidad; mientras que la defensa contra lo extraño es una consecuencia de lo anterior.

Cuando llega el antígeno, se confronta con linfocitos que han sido seleccionados por lo propio y se produce una expansión clonal (¡que tal vez no debería llamarse respuesta primaria, sino de segundo orden!) con los efectos que conocemos.

El Supersistema Inmune

Para terminar, quiero referirme a Tomio Tada, un importante científico japonés, quien en 1997, nos sorprendió con un artículo titulado “El sistema inmune como un supersistema”.

Este autor, inmunológo desde los años 60, sin mencionar a Avrameas ni a Cutinho, ni a Edgar Morin, introduce el concepto del sistema inmune como un sistema dinámico y complejo, comparable al sistema nervioso y a la embriogénesis, y diferente a los sistemas mecanicistas (no complejos) que cumplen una única función.

Los supersistemas engendran sus propios elementos a partir de un solo elemento progenitor y la organización es el producto de la selección de esos elementos mediante la coadaptación, de esta manera se crea una nueva individualidad, un sistema dinámico, autorregulado (autoorganización es el principio fundamental de la complejidad, en la filosofía de Edgar Morin).

Estos supersistemas no tienen un propósito determinado y sus funciones o productos son el resultado de su comportamiento que, como se dijo antes, está determinado por su autoorganización.

Otra característica de los sistemas complejos es su impredecibilidad, su no linearidad; esto es, no hay leyes que se puedan resumir en fórmulas matemáticas, como si puede ocurrir en la física (los biólogos siempre hemos tenido envidia de la física; pero es que la biología es un nivel de organización de mayor complejidad).

En los supersistemas un pequeño estímulo puede resultar en un gran efecto y viceversa:

Múltiples estímulos pueden causar el mismo efecto y viceversa. Dice el autor: “estas nociones me han hecho cambiar la visión que tenía del sistema inmune 30 años atrás”.

Los supersistemas, en un principio, son cerrados al ambiente externo (durante la generación de los elementos diversos y la selección) pero luego se abren al exterior para relacionarse con los elementos del entorno (a través de los elementos previamente generados y seleccionados al interior). “Por ejemplo – dice T. Tada – el sistema inmune utiliza el mismo repertorio de receptores de linfocitos T para reconocer los antígenos externos y los antígenos propios”.

Ninguno de los autores afirma (mucho menos podría hacerlo yo) que esta es la última visión del sistema inmune; es decir que esta sea la realidad misma. Es una propuesta que permite pensar pensamientos nuevos; y, en cierta forma, nos da la oportunidad de ser nuevos nosotros mismos.

Pocas personas en el mundo tienen la oportunidad de experimentar un cambio mayor en su disciplina; nosotros, no solamente por el cambio del siglo, sino por la era de aceleración del crecimiento del conocimiento científico en que nos ha tocado vivir, debemos vivir en forma consciente y alegre esta ocasión.

Finalmente, debemos recordar a Niels Jerne, quien, desde hace casi 30 años, nos legó una teoría dentro de la cual encajan todas estas nuevas propuestas; pero, como quizá tantas otras veces en la historia de las ciencias, parece que este pionero vivió demasiado tiempo antes de que pudiéramos comprender su mensaje de la red idiotípica.

Hacia la Síntesis: Información, Significado y Autoorganización

En 1998, fueron Henri Atlan y Irun Cohen quienes nos sorprendieron con una visión adicional o, como ellos mismos lo dicen, con una nueva metáfora.

Empiezan, los autores, indicando que la aproximación analítica al sistema inmune ha hecho posible la iniciación de la tarea de la síntesis; y, para el efecto, es necesario tomar un punto de vista más amplio para poder apreciar el panorama, entre el mar de estructuras moleculares en que está inmerso.

Los autores apelan a la teoría de la información de Shannon que, del problema de la telefonía, resultó útil para muchas otras disciplinas, incluida la biología.

El ruido (errores en la transmisión de la información) es contrarrestado con la redundancia (la repetición de pedazos de información) para asegurar la fidelidad.

Pero el sistema inmune, como el cerebro, son autoorganizados y por lo tanto no son meros vectores de información, sino generadores de información nueva, esto es son generadores de diversidad.

Es claro que el sistema inmune crea diversidad al azar, es reduntante y está organizado de tal manera que una mutación no necesariamente daña un receptor, sino que eventualmente crea una nueva especificidad; pero más allá de estos hechos, tenemos que encontrar la manera cómo el sistema inmune encuentra el sentido o significado.

El sentido no es interno a la molécula o al mensaje, sino que es la relación del mensaje con un punto de referencia externo.

Se preguntan los autores:

“Pero cómo puede, entonces, llevarse a cabo la distinción entre lo propio y lo no propio si un epítope antigénico es una mera y corta conformación molecular, incapaz de declarar su origen”? Así las cosas, la respuesta inmune es más un acto reflejo (no atacar lo propio, pero atacar todo lo demás), como si el sentido estuviera en la estructura misma y no en su relación con el entorno.

Hoy es claro que la autoinmunidad existe o sea que lo propio no se puede distinguir, de lo no propio, sólo con base en la selección; lo propio no es único y la completa remoción de lo “contra-lo-propio”, no es completa.

El otro hecho importante es que, todo parece indicar que la autoinmunidad es esencial para cosntruir el repertorio contra lo propio, pues las células en desarrollo no sebrevivirán a menos que hayan sido seleccionadas, positivamente (no por descarte) por su capacidad de reconocer epítopes propios. En resumen, la teoría de Burnet no resuelve el problema del “hecer sentido”.

Entonces se ha propuesto el reconocimiento con segundas señales y la teoría del “peligro”; pero el asunto sigue sin solución.

Cohen ha sugerido que el sistema inmune como un sistema cognitivo:

Es capaz de sopesar la situación y, a diferencia de un mecanismo reflejo, es capaz de hacer lecturas del entorno y transcribir la información a un lenguaje químico. “A pesar de nuestra autoestima, no parece haber forma de distinguir lo propio, del mundo químico de los parásitos. Todos somos eslabones en una cadena evolutiva común”.

Ninguno de los autores afirma (mucho menos podría hacerlo yo) que esta es la última visión del sistema inmune; es decir que esta sea la realidad misma. Es una propuesta que permite pensar pensamientos nuevos; y , en cierta forma, nos da la oportunidad de ser nuevos nosotros mismos.

Pocas personas en el mundo han tenido la oportunidad de experimentar un cambio mayor en su disciplina; nosotros, los inmunólogos de hoy, no solamente por el cambio del siglo, sino por la era de aceleración del conocimiento científico, en que nos ha tocado vivir, debemos disfrutar la ocasión en forma consciente y productiva.

Finalmente, debemos recordar a Niels Jerne, quien, desde hace casi 30 años, nos legó una teoría dentro de la cual encajan todas estas nuevas propuestas; pero, como quizá tantas otras veces en la historia de las ciencias, parece que este pionero vivió demasiado tiempo antes de que pudiéramos comprender su mensaje de la red idiotípica.

*Este texto fue, parcialmente, publicado en IATREIA 12 (supl 1): 117-120. 1999

Referencias Bibliográficas

  • 1. Weyand CN, Goronzy JJ. Mechanisms of disordered immune regulation. In: Medical Immunology. DP Stites, AL Terr, TGParslow, Eds. Appleton and Lange 9th ed. Stanford, Connecticut. 1997.
  • 2. Avrameas A. Natural autoantibodies: from ´horror autotoxicus´ to ´gnoti seauton´. Immunol Today 1991; 12: 154.
  • 3. Coutinho O. O sistema imune Consciencia molecular do organismo. Colóquio/Ciencias. Revista de Cultura Cientifica 1992; 3(9).
  • 4. Tada T. The immune system as a supersystem. Annu Rev Immunol 1997; 15: 1.
  • 5. Atlan H, Cohen IR. Immune information, self organization and meaning. Internat Immunol 10 (6):711-717.1998

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