Obituario: Académico Correspondiente, Rafael Villota Villota1

Rafael Villota Villota

Por Jaime Eraso López2

Con estas palabras quiero destacar la vida del Dr. Rafael Villota Villota, el amigo de siempre, el compañero de nuestras faenas médicas en el Hospital San Pedro, en la Clínica Maridiaz del antiguo Seguro Social y en el Capítulo de la Academia, durante muchos años.

Lo suyo viene a ser una pérdida irreparable, lo es para su esposa Isabel, para sus hijos, nietos y familiares cercanos, para sus conciudadanos, para la Academia Nacional de Medicina, Capítulo de Nariño, a la cual sirvió de manera ejemplar.

Fue un ser humano excepcional, una verdadera gloria de la medicina nariñense. El honró a la Academia con la dignidad de su conducta ejemplar. Su vida estuvo plena de virtudes. Tan agradable era su compañía que en Navidad prendía corazones sin necesidad de mecha.

Consentido y cariñoso, su estirpe y su nobleza en llave con Isabelita, siempre los hizo ver como un matrimonio feliz. Alguna vez, en una noche incierta, en su casa, cuando el electrocardiograma no daba señales, contribuí a su alegría con la atropina, cuando Isabelita no estaba dispuesta a dejarlo solo.

Él fue uno de los más puros y radiantes valores, con unas convicciones éticas firmes en su paso por la vida. Ahora, está en el seno del Señor junto con Eduardo Trujillo, Ricardo Zarama, Wladimiro Álvarez, Néstor Moncayo, Alfonso Rebolledo, Luis Eduardo Martínez, Luis Carlos Moncayo Navarrete, fundadores del Capítulo de Nariño de la Academia Nacional de Medicina en 1996.

Con ellos, la confianza fue total, llena de naturalidad y afecto, dispuestos a encontrar nuevos horizontes para la Institución. Fueron en verdad, seres paradigmáticos, incomparables. (Lea también: Novedad Bibliográfica: Fisiología Respiratoria, Aplicación en la Práctica Clínica)

Su muerte, ocurrida ya hace más de dos meses, afecta en grado mayor a quienes tuvimos el privilegio de su amistad, empeñados en mejorar los servicios hospitalarios, tal como ocurrió en el Hospital San Pedro y en la Clínica del Seguro Social.

Bajo la Dirección del Dr. Luis Díaz del Castillo logramos, después de una lucha de dos años, cumplir con el Programa exigido por el Ministerio de Salud para establecer el funcionamiento del Internado Rotatorio. Con Rafico, como le decíamos cariñosamente, con Eduardo Trujillo, Gustavo Camargo, Jaime Gavilanes y tantos otros, se culminó este esfuerzo en 1972 cuando llegaron al San Pedro, ocho estudiantes de último año de Medicina, procedentes de diferentes lugares de Colombia, a quienes se les brindó la enseñanza hospitalaria de una medicina que fue punto de referencia para la llegada de nuevos jóvenes, especialmente de la Universidad de Cauca.

Fue también Director de la Clínica del Seguro en Maridiaz; lo nombré a sabiendas de su idoneidad profesional, su conducta intachable, su seriedad y firmeza para desdeñar presiones burocráticas. Allí mejoró los servicios de anestesia, la modernización del laboratorio y Rayos X, la reorganización de los servicios hospitalarios y tantas otras obras que luego fueron reconocidas como un verdadero ejemplo para todo el país, según documento de más de cien páginas de la Superintendencia de Salud, fruto de la permanencia en esta ciudad de un grupo de expertos durante 15 días, en 1989, que conservo en mi archivo.

En estos afanes hospitalarios se reveló como un gran administrador, sumado a ser un destacado ginecoobstetra, fundador de la Sociedad correspondiente junto con Eduardo Trujillo y Ricardo Zarama.

Nuestra generación médica –que se inicia desde los años cincuenta– carecía de los grandes adelantos de la tecnología que vemos hoy. Nos batíamos con las enseñanzas de los clásicos europeos y norteamericanos y en el caso de la especialidad de Rafico, él estaba presente en uno de los extremos de la vida, el nacimiento, porque, el otro es la muerte y al nacer, el ser humano es lanzado desde el mundo sombra, silencio y oscuridad a la luz, al ruido y al frío en presentación natural, de cabeza, de pies, de nalgas, transverso, dependiendo de las acrobacias del feto.

En cambio, morimos de modos distintos, de muerte natural por vejez o por una enfermedad o por accidente o violencia. En ambas estaciones de partida y de llegada en la vía férrea de la vida, el médico es el jefe de la estación que regula la salida del tren y su parada final y él sabe que si, más o menos todos nacimos del mismo modo, todos morimos de manera diferente.

Valgan estas palabras para destacar esta hermosa trayectoria. Es que el paso inexorable de los años descubre que esos seres son las razones más poderosas y amables que tiene el hombre para vivir y que cuando ellos se van yendo, se inicia para quienes quedamos, la más cruel de las soledades que es la soledad del corazón.


1 Miembro Correspondiente. Capítulo de Nariño. 2 Expresidente Academia Nacional de Medicina, Capítulo de Nariño.

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