Historia de la Medicina, Enfermedad y Creatividad de Luis A. Calvo

Dr. Germán Rodríguez Rodríguez

” Nunca pudimos imaginar que el dolor y la inspiración
pudieran llegar a producir un resultado tan perentorio
en el arte musical nacional”
Emilio Murillo

Generalidades

Luis A. CalvoLuis A. Calvo, fue uno de los valores musicales más grandes que produjo el país durante el siglo XX. Con Emilio Murillo (1880- 1942), Pedro Morales Pino (1863- 1926), Fulgencio García (1880- 1945), Carlos Escamilla (1879- 1913) y Alejandro Wills (1882- 1942) caracterizaron una época de la historia de Colombia que fue considerada por Jorge Añez, como la época de oro de la música colombiana.

Los artistas formaron grupos musicales entre los años 1890 y 1930 y generaron un repertorio y un perfil musical de gran calidad y típicamente colombiano. El maestro y precursor del movimiento fue Pedro Morales Pino y entre sus alumnos se destacaron Murillo, quien fundó su propia estudiantina y Wills otro abanderado en la formación de conjuntos, que imitó a la “Lira colombiana”, iniciada por Morales Pino[1].

Calvo fue alumno de Morales Pino y su inquietud musical lo llevó a buscar una educación más formal en la Academia Nacional de Música, donde tuvo profesores de la talla de Rafael Vasquez Florez y especialmente del maestro Guillermo Uribe Holguín.

Otra ventaja de Calvo radica en que aprendió un buen número de instrumentos, pero especialmente logró un buen desarrollo con el piano. Para algunos autores contemporáneos dos de sus obras “Malvaloca” y “Lejano azul” se pueden considerar como paradigmas de la música para piano en Colombia.

En la obra pianística de Calvo se puede apreciar un talento musical natural, con pocas influencias externas[2]. (Ver: Notas de Interés, Programa Nacional de Farmacovigilancia INVIMA)

Nacimiento e infancia

Luis A. Calvo nació en la población santandereana de Santafé de Gámbita y fue bautizado el 7 de septiembre de 1882. Dice la fe de bautismo:

“En Gámbita a siete de septiembre de 1882, bauticé solemnemente a un niño de diez días de nacido a quien llamé LUIS ANTONIO, hijo natural de Marcelina Calvo; abuelos: Fernando Calvo y Teresa Rondón. Padrinos Andrés Acevedo. Doy fe, Wenceslao Serrano.

El párroco: Jenaro Perico García”[3].

Dijo al respecto Calvo: “El año de 1882, se meció mi cuna al suave impulso de las brisas perfumadas y fui arrullado por el lejano rumor de la cascada de Santa fe de Gámbita, pequeño pueblecito de Santander del Sur”[4].

El territorio de Gambita perteneció a la tribu de los guanes, que era una población muisca. Su nombre traduce en chibcha Gam =la parte de atrás y bita = la cumbre o el fin del cerro. Y hay otros toponímicos con raíces análogas; Combita, Co= fuerte o grande y bita = cumbre; Umbita; tu cumbre y Guatavita = la labranza en la cumbre del cerro.

El padre del niño fue Félix Serrano, natural de Zapatoca, y quien llegó a la población en pos del general Leonidas Torres, durante la guerra de 1876. Serrano era el corneta de órdenes del general y además hermano del cura párroco del lugar. Al poco tiempo entró en amores con la joven Marcelina Calvo, la agraciada muchacha que dirigía la única panadería en el pueblo.

Los amoríos produjeron primero un hijo y luego una hija, todo “con palabra de matrimonio”, pero al final el novio desapareció y nunca volvió a verse por el lugar.

¡El amor del guerrero es flor de un día!. Marcelina aceptando el engaño redobló sus fuerzas y dedicó todas las energías y sus exiguos ingresos para poder levantar su prole. Sus primeros profesores en la escuela del pueblo fueron Don Nepomuceno Salgado y Doña Virginia Agudelo de Ortíz, pero ninguno de los dos pudo observar sus grandes dotes musicales[5].

Donde si comenzó a notarse su gran sentido musical fue en la Iglesia parroquial de Gámbita; fue cantor del coro, donde se empezó a desarrollar la bella voz que siempre tuvo. Allí su mayor deseo era que se durmiera el sacristán de la iglesia, quien tocaba el armonio y entonces el niño entre 7 y 9 años, observaba donde ponía los dedos el sacristán y Luis A. repetía los movimientos y trataba de obtener los mismos sonidos del instrumento.

Al final se prolongaron tanto las siestas que terminó Calvo tocando el armonio. Sin embargo un día en que ensayaba nuevas melodías omitió el “Incarnatus” lo que le produjo una gran antipatía al cura.

El hecho de remplazar al armonista a tan corta edad mostraba ya las grandes capacidades musicales que tenía y que si se hubieran desarrollado en toda magnitud posiblemente habrían producido un músico de categoría universal[6].

Al cumplir los nueve años, Marcelina, observando que la pequeña población no podía ofrecerle mayores perspectivas a su hijo decidió vender su casita y sus pocas pertenencias y dirigirse en busca de mejores oportunidades a la ciudad de Tunja, La ambición parece corresponder a una característica propia del pueblo guane.

La vida en la ciudad de Tunja

A la noble ciudad de Suarez Rendón consagro mi más ferviente recuerdo, porque fue allá donde sentí los primeros hálitos de la inspiración” Luis A. Calvo.

Marcelina y sus dos hijos viajaron a Tunja el año de 1891, cuando Luis A. Tenía 9 años y Florinda unos 7. El viaje en aquellos tiempos era bastante difícil para una madre y sus dos pequeños hijos. No había carreteras y los viajeros tenían que hacer el recorrido en caballos; los niños viajaban a caballo en cajones, uno a cada lado de la cabalgadura y la madre en otro animal.

Con grandes necesidades el muchacho tuvo que buscar algún trabajo para poder subsistir. Esto lo obligó a abandonar su niñez y tomar un comportamiento de adulto. Esta carencia de infancia produce dificultades para el desarrollo psicológico.

Lo primero que hizo fue volverse aprendiz de sastrería, pero los resultados fueron deplorables. Por fortuna su madre consiguió un puesto de portera en el colegio del Sagrado Corazón y su hermanita buscó un trabajo en una casa de una familia de la ciudad.

Luis Antonio se colocó de “mandadero en la tienda de un abarrotero de nombre Pedro Gómez León”. Por buena suerte el empleador era de profesión músico y en especial violinista y en los años en que estuvo con él aprendió nociones de música y se dedicó al violín.

Pero por mala suerte su maestro y jefe era una persona maltratante, que castigaba al muchacho azotándolo con mucha frecuencia y dejándole hematomas en gran parte de su cuerpo. Y dice el Dr. Perico en su libro, ya citado:

“Buscaba entonces (Luis Antonio ) consuelo en la ternura de su madre… Ella lo retornaba al patrón y le aconsejaba paciencia, Y a los niños:

“Piense hijito que en usted y en su hermanita, después de Dios tenemos puestas nuestras esperanzas”.

Otras veces Luis A. recurría donde su hermanita buscando a la bondadosa señora donde trabajaba y en ella encontraba atención y cariño”[7].

Hacemos énfasis en estos aspectos porque los modernos estudios psicoanalíticos muestran la importancia tan grande de los maltratos infantiles en la formación de la personalidad del niño[8]. Sabemos por el mismo Calvo, que muchos años después, cuando era condecorado en el teatro de Colón por su obra musical, al recibir la medalla, inclinó la cabeza y volvió a recordar que de niño la inclinaba para que Pedro Gómez León lo golpeara[9].

O sea que la situación traumática infantil seguía activa en su psiquismo y esto es lo que ocurre porque estos recuerdos son atemporales (Se “eternizan”).

Un año más tarde, en 1892 ( a los 10 años) trabajó en la banda departamental como músico platillero; luego dejó el platillo, para tocar el bombo, cuya pesada carga tuvo que llevar durante 4 años, siendo aun un chiquillo (hasta 1896), tenía 14 años. Para descansar del gran esfuerzo físico estudió el bombardino (1897) y practicó durante 2 años el violín y el piano (1899), esto a los 16 años y bajo la dirección del profesor Tomás Posada.

Un detalle musical muy importante, ya que nos muestra que había avanzado bastante en el solfeo y en la ejecución del piano fue el siguiente:

“La superiora del colegio de la Presentación de la ciudad y excelente pianista recibió una partitura para piano bastante difícil, que no pudo interpretar. Le consultó al maestro Posada y este sugirió que lo tratara de ejecutar Luis Antonio. Y este lo tocó perfectamente a la primera lectura”[10].

Por aquellos años entre 1900 y 1904 (entre 18 y 22 años) Calvo ya empezaba a componer música popular.

Al parecer la primera obra que escribió fue la danza Livia, que dedicó a su madre Marcelina[11].

Calvo en Bogotá

“…Es asombroso el caso de Luis A. Calvo, que dando cara a la más dura de las adversidades, ha logrado imponer su nombre como símbolo vivo de nuestra naciente música ..”. Otto de Greiff.

En el afán de la buena Marcelina de continuar con la formación artística de su hijo, decidieron con su hijo radicarse en la ciudad de Bogotá, a continuar sus estudios musicales. Viajaron a la capital y llegaron el 11 de mayo de 1905 (23 años).

Los atrajo mucho la determinación del general Rafael Reyes de colocar en la Academia Musical de Bogotá a todos los músicos que formaran parte de las bandas. Calvo ingresó el 1° de junio a la segunda banda del ejército como músico de tercera clase, desempeñando el tercer pistón. Dijo así:

“Devengaba cincuenta pesos, suma que me proporcionaba un pequeño bienestar”[12]. Pero a los pocos días salió un nuevo decreto y el sueldo quedó reducido a $ 25,oo. La falta de influencias políticas le impidió ingresar a la Academia.

Sin embargo se le presentó un acontecimiento muy favorable. Se le ocurrió al artista hacer la instrumentación de su danza Livia y de esta manera pudo tocarlo toda la banda. El resultado de la ejecución tuvo mucho éxito.

Después de dos años (1907) otro decreto del general Reyes restableció los sueldos originales y Calvo fue ascendido a profesor de 2a categoría. Y aquí vino a presentarse otro suceso que le cambió su suerte.

Mientras la banda tocaba un valse que él había instrumentado, el profesor de armonía de la Academia,

Rafael Vásquez Flórez, ponía toda su atención a la obra y se sintió sorprendido de su estructura musical.

Al preguntar por el autor de la obra se produjo el siguiente diálogo:

“¿De quién es esa composición que acaban de interpretar y cómo se llama la obra?

“El valse lo compuse y lo instrumenté yo” contestó Calvo tímidamente.

“¿Está muy bien armonizado, lo felicito. ¿Dónde estudió usted armonía? Preguntó Vásquez.

“Yo no he hecho ningún estudio de “armonía” le contestó Calvo desconsolado.

“¡No es posible que usted pueda componer este valse tan bien estructurado sin conocimientos de armonía! le dijo Vásquez”.

“Y a continuación me invitó a ingresar a la Academia de música, donde él era el profesor de armonía y me podía enseñar la materia”.

¡Y esto fue lo que me permitió profundizar en los estudios de música![13].

El nacimiento del Intermezzo N. 1

“La gentil comunicación de usted del 8 de enero de 1935 me ha traído la grata nueva de que próximamente se celebran las bodas de plata del Intermezzo.

Es para mí motivo de especial complacencia acoger con beneplácito y entusiasmo la idea de la celebración

de fecha tan marcada en el arte colombiano, y hoy mismo daré la orden al señor inspector del Teatro Colón, para que lo ponga a disposición de usted el día y a hora que estime conveniente. Con sentimiento de distinguida consideración y aprecio de usted, adicto amigo y admirador.

Luis López de Mesa.

Para muchos autores y para el mismo autor el Intermezzo constituye la obra cumbre de la popularidad de Calvo, Julio Vives Guerra señaló:

“Cuando se ejecutó produjo una emoción tan grande.

Fue la obra que llegó más hondamente al alma del pueblo colombiano”[14].

De acuerdo con informaciones de su señora, Doña Ana de Calvo el Intermezzo N. 1 se generó así:

“Era una tarde del año 10 (1910) en Bogotá, una de esas tardes frías y melancólicas de la capital en que el cielo nublado, la helada brisa y los arreboles nostálgicos visten el paisaje de sombras y angustias”.

El artista se sintió invadido de insondable tristeza, quizá ya presentía los augurios que tornarían su vida en retablo de amarguras. Vuelto al hogar, se sentó al piano y como alelado fue desgranando las lúgubres notas de la música interior, que punzaban persistentes sobre las fibras de su sensible corazón.

La composición la hizo pública por primera vez en un restaurante que existía en la época y se llamaba “Patiasao“. En esa época estaba situado en la Cra. 7, con calle 85.

En el restaurante estaban varios de sus amigos:

Emilio Murillo, Alberto Escobar, Alejandro Wills, Helio Cavanzo y otros. Uno de los niños le solicitó que tocara el Intermezzo y el maestro se sentó al piano y tocó una pieza que dejó a todos sorprendidos[15].

Después escribió otras obras: “Eclipse de belleza”, “El lejano azul” que luego se catalogó como el intemezzo N. 2, “Anhelos”, considerado como uno de los más inspirados valses colombianos y la danza “Carmiña“.

Como música típica colombiana compuso el pasillo “Noel” y el bambuco “El republicano“.

Estas obras eran sencillas, sentimentales y muy diferentes de las que escribiría en la segunda época, en “Agua de Dios”.

De acuerdo con el músico Jorge Añez, Calvo vivía en 1911, acompañado de su madre y hermana en una pensión en la cra 9ª entre calles 10 y 11. Allí funcionaba una pensión donde también se alojaba otro músico: Alejandro Wills.

Se descubre la enfermedad

El año de 1916 Calvo presentó una serie de manifestaciones cutáneas al parecer en la región posterior del tórax: hubo manchas y algunos tubérculos. Inicialmente lo examinó el Dr. Carlos Tirado Macías, natural de Salamina, quien nació en 1879. Estudió en la Universidad Nacional y se graduó en 1905 y luego estudió en París, Ginecología, y falleció en Bogotá en 1942.

Este médico examinó a Luis A. Calvo y sospechó que su enfermedad era de naturaleza leprosa y lo envió al laboratorio del profesor Federico Lleras Acosta (1876-1938) quien le hizo un frotis de mucosa nasal y encontró el bacilo de Hansen.

Tirado Macías hizo una brillante carrera científica y fue uno de los fundadores de la moderna ginecología en Colombia.

Por la aparente evolución benigna de la enfermedad, la ausencia de elementos lepromatosos, al parecer Calvo desarrolló una variedad tuberculoide de lepra.

Infortunadamente las historias clínicas de la enfermedad, anteriores a 1950, las destruyeron en el leprocomio de “Agua de Dios” y los otros exámenes de laboratorio, controles, las reacciones de Mitsuda y el tratamiento que recibió se perdieron en forma definitiva.

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