Várices Esofágicas

Según estudio realizado en el Hospital de La Samaritana en Bogotá, Diego Gómez, Martín Garzón y colaboradores lograron control endoscòpico de sangrado digestivo en un 97.5% de cincuenta pacientes (de los cuales a veintiséis se les realizó endoscopias simples y a veinticuatro, terapéuticas, con un total de ochenta y tres endoscopias). Los procedimientos empleados fueron ligadura (63%), escleroterapia (29%) y mixto (8%). Se presentó nuevo sangrado en 46% con ligadura, en 57% con escleroterapia y en 50% con mixta. La mortalidad en el grupo terapéutico fue de 30% y ninguno murió en el grupo diagnóstico. El 70% de la mortalidad ocurrió en pacientes con várices grado III; 86% tenían infección del líquido ascítico y todos tenían una clasificación C de Child, lo que demuestra una relación directa de la mortalidad con estos factores. El promedio de edad fue de 52 años y el 55% eran hombres. El grado de várices fue mayor en pacientes en quienes se realizaron procedimientos terapéuticos (grado III versus grado I de la clasificación NIEC). La infección del líquido ascítico se presentó en 5% del grupo diagnóstico y en 25% del grupo terapéutico.

El sangrado gastrointestinal secundario a várices esofágicas es una de las complicaciones más serias de los pacientes con hipertensión portal, cirróticos y no cirróticos, constituyendo una de las primeras causas de muerte en los pacientes cirróticos. La endoscopia muestra que la prevalencia de várices esofágicas en la cirrosis es de cerca de 60%, mientras que la probabilidad de desarrollarlas durante el seguimiento alcanza el 83% de los casos. De los pacientes con várices, 20% experimentan el primer episodio de sangrado al año, el cual se acompaña de una mortalidad superior en un 30% a 50%. Se estima que cerca de 40% de los pacientes cirróticos fallece a consecuencia de una hemorragia por várices esofágicas, comentan los especialistas del hospital colombiano en su publicación en la Revista Colombiana de Gastroenterología (2003. 18: 20-23). Los principales factores que determinan el pronóstico son la magnitud de la hemorragia, el grado de insuficiencia hepática y la aparición de complicaciones en el transcurso de la misma como las infecciones y la recidiva hemorrágica precoz. La mayor parte de muertes se produce después de la recidiva hemorrágica precoz –concluyen los expertos- que aparece entre un 30% a 50% de los enfermos en la primera semana o en algunos días más después del control del episodio inicial.

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