Problema de la Fiebre Amarilla

Bogotá. Dada la gravedad del reciente brote de fiebre amarilla observado en la región norte del país es oportuno recordar algunos de los aspectos epidemiológicos más importantes de esta temible enfermedad viral para apreciar así la razón de las estrictas medidas que deben aplicarse para su control. En la actualidad se conocen dos aspectos epidemiológicos de la fiebre amarilla: la urbana y la selvática. El ciclo de la primera es sencillo: el virus se transmite de hombre a hombre por medio de la picadura de un mosquito que vive fundamentalmente en las ciudades de las zonas tropicales, el Aedes aegypti. En cuanto a la fiebre amarilla selvática, en las Américas el virus se mantiene en los bosques tropicales transmitiéndose de mono a mono por medio de la picadura del mosquito del género Haemagogus. En estas circunstancias el hombre sólo se infecta al recibir la picadura de un Haemagogus previamente infectado por haberse alimentado sobre un mono con virus en su sangre. Debe advertirse que, en la selva, otros vertebrados pueden infectarse también, particularmente marsupiales. Existe asimismo la posibilidad de que el virus sea hereditario en los Haemagogus, asunto probado en el laboratorio más no en la naturaleza, hasta donde nuestros conocimientos van.

La fiebre amarilla urbana, conocida en muchos puertos del Caribe desde el siglo XVII, fue causa de serias epidemias, entre ellas la muy recordada de 1741 que acabó con dos tercios de los doce mil hombres que traía Edward Vernon para apoderarse de Cartagena. En épocas más recientes en el siglo XIX, la enfermedad fue azote permanente de nuestros puertos., tanto del litoral Atlántico como del Pacífico y también de diversas localidades del interior del país en la hoya del río Magdalena, tales como Honda, Ambalema y Neiva. Las dos últimas epidemias urbanas que sufrió Colombia fueron la de Bucaramanga en 1923 y la de El Socorro en 1929.

La fiebre amarilla selvática, reconocida por primera vez en Muzo en 1906, ha sido particularmente estudiada a partir de 1930 y hoy se sabe que existe en distintos lugares de los bosques de la parte derecha del valle del Magdalena, en el pie de monte de los Llanos Orientales, en las selvas de la Orinoquia y de la Amazonia, en el valle del Catatumbo y en algún lugar del Chocó. Estas son las zonas denominadas enzoóticas, donde el virus de la fiebre amarilla se muestra activo, no necesariamente todo el tiempo en un mismo sitio, sino migrando de uno a otro lugar, probablemente con los cambios de las poblaciones de primates. A las anteriores zonas enzoóticas habría que añadir ahora las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta pues hay evidencia de que ya en 1941 el virus allí se encontraba. Si bien en un principio se creyó que tal hecho representaba sólo una extensión fugaz de otra zona enzoótica, las epidemias de 1979 y esta de 2003 así como las condiciones ecológicas generales de los bosques de las estribaciones, hacen pensar que esta región en verdad es una zona enzoótica permanente, hasta donde van nuestros conocimientos. Todos los casos de fiebre amarilla que han ocurrido en Colombia después de 1929 hasta Enero de 2004 han sido clasificados como selváticos.

La situación actual de Colombia con altas infestaciones de Aedes aegypti en prácticamente todas las comunidades urbanas (y frecuentemente algunas rurales) situadas por debajo de los 1.500 metros sobre el nivel del mar y la presencia del virus de la fiebre amarilla selvática en bosques vecinos es inquietante porque, en teoría por lo menos, de introducirse el virus a la ciudad en la sangre de algún enfermo proveniente de la selva podrían infectarse los Aedes locales y ocasionar epidemias en la población susceptible. Si bien hay noticia de que en algunos casos la llegada de tales enfermos a las ciudades con imprecisas infestaciones de Aedes no ha producido epidemias, no es menos cierto que muchos brotes urbanos de la enfermedad ocurridos a fines del siglo XIX y a principios del siglo XX sólo pueden explicarse por la urbanización del virus selvático: tal el caso de Ocaña en 1888 y los mencionados atrás de Bucaramanga y El Socorro. Frecuentes situaciones análogas se han observado también en otros países suramericanos. Así pues, el riesgo del estallido de epidemias urbanas como consecuencia de la introducción del virus selvático sigue vigente con todas sus dramáticas consecuencias. Más ahora con la actividad viral en la Sierra de Santa Marta que llega hasta la propia orilla del mar Caribe donde se asientan importantes poblaciones urbanas.

De todo esto resulta que las actividades de las autoridades de salud del país ante esta emergencia hayan sido las correctas: vacunación contra la fiebre amarilla de quienes ingresan a la zona enzoótica y de quienes viven en poblaciones vecinas, así como en estas últimas, lucha frontal contra el Aedes, lucha que de paso, acaba también con el dengue. Sin embargo, queda para el futuro el desarrollo de las medidas permanentes para evitar estas emergencias. .

* El Profesor Groot Liévano es experto en virología y medicina tropical y actualmente es Secretario Perpetuo de la Academia Nacional de Medicina de Colombia.

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