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La utilización del explosivo nitroglicerina en la medicina se debió a que un médico en el siglo XIX -que atendía a los trabajadores de una fábrica de nitroglicerina, cuyo propietario era Alfred Nobel -se dio cuenta que ninguno de ellos padecía hipertensión. Así descubrió de forma accidental que ese producto sirve para reducir la tensión arterial y para el manejo de la angina de pecho; hoy día se sigue utilizando en forma de parches adhesivos y también para uso sublingual. Los médicos parisinos del propio Nóbel le ofrecieron este tratamiento cuando se encontraba en la Ciudad Luz padeciendo un angor pectoris, pero este lo rechazó aterrado pues bien conocía los riesgos del explosivo, aunque en cantidades notoriamente mayores.