Kelly, el Cirujano Ginecológico

Baltimore. Howard Atwood Kelly, también -como Welch- era de ascendencia irlandesa y perteneciente a una familia de profundas convicciones religiosas. Leía la Biblia a diario. Cuando llegó a su mayoría de edad, su madre le obsequió una bella edición de ésta que ocupaba el lugar más importante de su nutrida biblioteca. Nació en Camden, Nueva Jersey, en febrero de 1858 y fue el último de los cuatro fundadores de Johns Hopkins en ser requerido para iniciar las labores asistenciales y académicas del nuevo hospital. Durante sus estudios de primaria en la Universidad de Pensilvania, se destacaba por su gran afición a las ciencias naturales y al estudio de los idiomas, francés, italiano, español y latín. Igualmente se distinguió por la gran dedicación al piano. Inició muy joven sus estudios de medicina en 1877, también en la Universidad de Pensilvania, en donde el programa docente era extremadamente estricto. La escuela contaba con excelentes instalaciones, sofisticados laboratorios de química, histología y patología, lo que permitía a los estudiantes una sólida preparación en las ciencias básicas. Además tenía un cuerpo de profesores de la más alta calificación tales como Joseph Leidy de anatomía; Richard A. Penrose de obstetricia y enfermedades de la mujer; John Ashurs de cirugía, y William Goodel de ginecología. Esta escuela de medicina fue la primera que se abrió en los Estados Unidos de manera formal en 1763. Le siguieron el King’s College, más tarde Universidad de Columbia en 1767, y luego Harvard en 1782. Su gran dedicación al estudio y la investigación motiva a sus compañeros de clase, en 1880, a elegirlo presidente de curso. En mayo de 1882 recibió con honores el título de médico, para iniciar su entrenamiento de post grado en el Hospital de Kensington, cerca de Filadelfia, en donde se aficionó a la ginecología médica y quirúrgica, así como a la carrera docente que lo llevó a alcanzar el título de Profesor de la Universidad de Pensilvania.

Por la época se practicaban muchas intervenciones quirúrgicas en las residencias de los pacientes, en donde se habilitaban los quirófanos en el comedor que era desinfectado días antes con aerosoles de ácido carbólico. Los historiadores señalan que Kelly practicaba intervenciones en estos lugares en los que trabajaba con Mrs. Hellen Wood, una enfermera a quien había entrenado como su asistente (instrumentadora). En 1833, en Kensington, funda el Hospital Kelly para Mujeres, uno de los primeros en los Estados Unidos dedicados únicamente a la obstetricia y enfermedades de la mujer, que años después fue incorporado al Hospital de Kensington para mujeres. Sus preferencias quirúrgicas estaban en la cirugía vaginal y fue quien ideó los puntos de Kelly, que colocaba en la unión uretrovesical para la corrección de la incontinencia urinaria de esfuerzo, así como las pinzas hemostáticas que llevan su nombre, ampliamente empleadas todavía por muchos cirujanos. Pero también sobresalió en la cirugía por vía abdominal, desarrollando una técnica de útero-suspensión (histeropexia), en la que fijaba el fondo uterino a la cara posterior de la pared abdominal. En 1893 sus inquietudes científicas le llevaron a desarrollar el cistoscopio de aire (distendía la vejiga con aire), lo que le permitía no solamente visualizar el interior de la vejiga sino también cateterizar los ureteres colocando la paciente en posición genupectoral. Las experiencias en este campo las publica en asocio con Curtis F. Burnam en el libro titulado Diseases of the Kidneys, Ureters and Bladder en 1914 y así se constituyó en uno de los pioneros de la urología femenina.

Cuando fue llamado a Johns Hopkins en 1889 a desempeñarse como Profesor Asociado de Ginecología, tenía 33 años de edad, era ya un especialista de gran fama tanto en Norteamérica como también en algunos círculos científicos de Europa. Sus preocupaciones eran la asepsia y la antisepsia. Insistía a sus alumnos en el cuidadoso lavado de manos y aseo de las uñas que iniciaba con una solución de permanganato de potasio, luego con una solución de ácido oxálico que después lavaba con agua; finalmente cubría sus dedos con una tela previamente tratada con solución de ácido carbólico, que también recomendaba para la desinfección del instrumental. Uno de sus destacados discípulos, William T. Howard, anotaba que en la sala de cirugía, Kelly primero daba lectura a la historia clínica y los exámenes de laboratorio, para luego formular un diagnóstico y una propuesta de intervención quirúrgica. Antes de iniciar la cirugía, miraba el reloj de pared del quirófano para establecer la hora de iniciación del procedimiento, y seleccionaba dos de sus asistentes para que llevaran el conteo de las compresas. Howard recuerda que el acto quirúrgico de Kelly era “un libro abierto”, que sus intervenciones eran audaces, limpias, y que siempre les explicaba hasta el más mínimo detalle, cómo debía hacerse y por qué. Kelly siempre mantuvo la posición de que la ginecología debía ser una especialidad eminentemente quirúrgica y que por consiguiente debía anexarse a la cirugía general y no a la obstetricia, tesis que fue defendida también por sus eminentes discípulos Tomas S. Cullen, más tarde su sucesor, y Richard W. TeLinde; así que la ginecología con Kelly y la obstetricia con el famoso John W. Williams, en Hopkins, permanecían separadas. En 1950, Georgeana Seegar Jones, por entonces directora de la sección de endocrinología ginecológica, presentó un proyecto de integración que permaneció dormido por años hasta 1964, en que se vio la conveniencia de la fusión, estableciéndose formalmente el Departamento de Obstetricia y Ginecología, a la cabeza del cual fue puesto, Allan C. Barnes. Un buen número de libros publicó Kelly durante su exitosa trayectoria: The Vermiform Appendix and its Diseases, 1905; Gynecologic and Abdominal Surgery, dos volúmenes en asocio con Charles P. Noble, 1908-1909; Dr. Kelly’s Medical Gynecology; Operative Gynecology; Myomata of the Uterus (en asocio con Cullen en 1909) y varios otros de la más alta calidad. En las revistas de la especialidad de los Estados Unidos y de la Gran Bretaña, aparecían con frecuencia publicaciones del ilustre ginecólogo, que siempre fueron bien comentadas por su profundidad y claridad.

A sus ochenta años, por obvias razones, dejó la cirugía, pero continuó siendo un ginecólogo médico importante. Presentaba frecuentes episodios de infecciones respiratorias y al iniciar el año 1943 cuando contaba con ochenta y cinco años mostraba ya una notoria decadencia física. El 12 de febrero de ese año, con los diagnósticos de uremia y neumonía, fue internado en el Hospital Union Memorial de Baltimore, en donde falleció unas pocas horas antes que su esposa, quien se encontraba recluída en habitación contigua y muriera, posiblemente por una falla multisistémica de la edad avanzada. Luego de una sencilla ceremonia religiosa el Dr. Kelly de Hopkins, fue sepultado junto con su esposa en el Cementerio de Woodlawn de la misma ciudad. En su memoria la sección de oncología ginecológica del famoso hospital se llama Kelly Oncologic Service. Uno de sus amigos, el doctor Rudolph Matas, de Nueva Orleans, dijo a su fallecimiento: “Una vida con semejante actividad, tan vasta y fructuosa, no necesita premiarse para coronar sus logros. El doctor Kelly ha creado su propio monumento el cual está construido sobre fundamentos que son tan indestructibles como la roca de los tiempos”.

Ricardo Rueda-González, MD Ginecólogo, Fundación Santafé de Bogotá
(Apartes tomados de un artículo publicado en la revista Medicina –de la Academia Nacional- 2003; 25: No.2 encolombia.com )

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