Isótopos Radiactivos en Endocrinología

Una verdadera revolución en la tecnología diagnóstica –en tiroides y en la ciencia en general- fue el descubrimiento en los años treinta de lo isótopos radiactivos por los Nóbel franceses Joliot y su esposa, la hija de Madame Curie.

Estos isótopos artificiales se producían al bombardear los neutrones del elemento, y uno de los primeros en utilizarse en la clínica fue el todavía vigente yodo radiactivo (o I-131). Algunos de nuestros más distinguidos endocrinólogos colombianos, como Jaime Cortázar –discípulo de Stanbury en Boston- Efraim Otero Ruiz y Jaime Ahumada, entre otros, se vincularon al campo de las hormonas por esta vía, la de la medicina nuclear. En una conferencia dictada por la endocrinóloga Jean D. Wilson en 2004, esta médica americana mencionó lo siguiente:

El yodo 128 – con una vida media de treinta minutos- se suministró en 1938 por parte de Karl Compton de MIT a la consulta de tiroides del Mass General Hospital, donde Hertz, Roberts y Davis demostraron la capatación específica del isótopo en el tiroides de conejo. En 1939, Glenn Sebourg, de la Universidad de California en Berkeley , produjo el yodo 131 , ya con una media de ocho días. Hamilton y Soley usaron el isótopo en pacientes hipertiroideos, demostrando una hipercaptación que se usó como prueba diagnóstica, la que era particularmente buena en hipertiroidismo, pero algo dudosa en el hipotiroidismo. En1942, Hertz y Roberts por un lado y Hamilton y Lawrence por otro, curaron pacientes hipertiroideos con la administración de dosis terapéuticas de yodo 131; igual hicieron Seidlin y colaboradores, quienes indujeron una regresión de metástasis funcionantes del cáncer tiroideo. El desarrollo de otros isótopos (de carbon, hidrógeno, azufre y fósforo) hizo posible descubrir caminos metabólicos que incluían la síntesis de hormonas, su degradación, mediciones y caracterización de receptores hormonales.

Los bioensayos estuvieron de moda, algunos con éxito diagnóstico relativo, como las gonadotropinas en orina, que medían básicamente FSH. Bioensayos de otras hormonas proteicas como la TSH, la insulina o la PTH, resultaron dispendiosos y más bien inútiles.

Wilson JD. The evolution of endocrinology. Clin Endocrinol 2004. www.medscape.com
Büttner J. Impacts of Laboratory Methodology on Medical Thinking in the 19th Century. Clin Chem Lab Med 2000; 38: 57-64
Jácome-Roca A. Pruebas de function tiroidea, fundamentos e interpretación. 1981. Unión Impresores, Bogotá. Danowski TS. Clinical Endocrinology, Vol.II. Thyroid. Williams & Wilkins Co. 1962.

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