El Caso Eppinger

Uno de los médicos más eminentes de Europa, consultado incluso por personajes como Stalin y la reina María de Rumania, el doctor Hans Eppinger fue también frío, agresivo y nazi. En 1946, esperando ser juzgado en Nuremberg, se suicidó ingiriendo un veneno.

En la pre-guerra prestó sus servicios en Colonia y Viena; inteligente y hábil clínico, perseguía objetivos de “pura “ ciencia y por esto, por ejemplo, no tenía inconveniente en hacer autopsias sin permisos legales. Fue amigo de Hans Popper, eminente, hepatólogo del Hospital Monte Sinaí de Nueva York, habiéndole salvado la vida en Viena cuando le informo que la Gestapo iba a detenerlo por judío.

Uno de sus proyectos de experimentación durante la guerra fue el de hacer bebible el agua de mar por medio de la adición de una sustancia química, el Berkatit, que le quitaba el sabor salado sin remover el cloruro de sodio; como sujetos de experimentación fueron escogidos 44 prisioneros de Dachau, la mayoría gitanos. En defensa de Eppinger habría que decir que se hubiera preferido incluir soldados alemanes voluntarios por aquel tiempo escasos, para recibir el agua con Berkatit; que no hubo muertos en el ensayo aunque sí efectos colaterales como cólicos, diarrea y deshidratación; y que él esperaba que la sustancia, que contiene vitaminas, ayudara al riñón sobrecargado por el sodio.

Esta historia y la vida toda del profesor Eppinger habrían pasado al olvido (este tipo de cosas son pálido reflejo de lo que hizo Mengele), si no hubiese sido porque la Fundación Falk de Friburgo, Alemania occidental, decidió hace algunos años instituir un premio de ciencias en su nombre; destacados investigadores, incluyendo laureados con Nóbel, lo recibieron.

Hasta que un profesor de Yale, Howard Spiro, armó un revuelo a través del “New York Times” y de la revista “Time”. “Eppinger de Viena: ¿científico y villano”, se preguntó Spiro al considerar que su nombre no debía ponerse de ejemplo para las nuevas generaciones. Y con la ayuda del Centro Wiesenthal de Los Ángeles (que conduce investigaciones sobre el holocausto judío), logró que el susodicho premio se cancelara.

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