Dengue y Embarazo

Las mujeres que desarrollaron una infección por dengue durante la gestación, tuvieron riesgo de hemorragia vaginal y presentaron con mayor frecuencia actividad uterina desencadenada por la infección, acontecimientos con efectos negativos sobre el binomio madre – hijo, aseveraron las investigadoras antioqueñas Berta Nelly Restrepo, Diana María Isaza y colaboradores en una publicación reciente (Infectio 2002; 6: 197-203). Se evaluaron, mediante estudio descriptivo retrospectivo, 24 gestantes que presentaron dengue durante la epidemia ocurrida en Medellín en 1998 y se compararon con 24 embarazadas sin dengue. Se consideró caso de dengue toda paciente con presencia de anticuerpos IgM contra el virus del dengue o con clínica compatible y asociación epidemiológica. Como se sabe, el riesgo de infección durante la gestación aumenta ante mayores y más severas epidemias de dengue; sus consecuencias sobre el embarazo y el feto han sido poco estudiadas o muestran resultados contradictorios.

Al final del año 1960 Colombia fue declarada oficialmente libre de infestación por Aedes aegypti, pero el descenso de la campaña de control permitió la reinfestación en los años 70 y el dengue siguió en ascenso continuo, llegándose a registrar 57.688 casos de dengue clásico y 5 276 de dengue hemorrágico, con 63 defunciones, en el país, en 1998. En los últimos años han circulado los serotipos 1, 2 y 4, y desde el año 2001, después de tres décadas de ausencia, se aisló el serotipo 3 del dengue en el departamento de Santander. En Antioquia, el riesgo de sufrir dengue clásico en 1998 fue ocho veces mayor que en 1980 y la tasa de infección por dengue hemorrágico aumentó de 0.02 por 100 000 habitantes en 1989 a 4.27 por 100.000 en 1998 En ese año se presentaron 6.119 casos de dengue clásico y 119 de dengue hemorrágico, lo que supone una tasa de 310,5 casos de dengue por cien mil habitantes para el municipio de Medellín. En Colombia se empieza a utilizar una novedosa arma biológica para controlar el Aedes aegypti o mosquito transmisor del dengue. Se trata del notonecta, un insecto acuático depredador de las larvas del mosquito, cuyo control biológico se considera tecnología ‘limpia’ porque no causa ningún tipo de daño ambiental, informa NotiCyT en su boletín (encolombia.com) Conocido también con el nombre de ‘nadador de espaldas’ por su hábito de nadar boca arriba, se encuentra comúnmente desde los cero hasta los 2.600 metros sobre el nivel del mar en lagunas, estanques y quebradas de todo el país. Desde el comienzo de este siglo, el notonecta ha sido estudiado por la Corporación para Investigaciones Biológicas de Medellín.

Otro de los graves problemas que trae el mosquito A. Aegypti es la transmisión de la fiebre amarilla. La tala de árboles provoca en los raspachines de coca –que llegan sin vacunación previa a regiones como el Catatumbo- la picadura del mosquito que cohabita en los árboles con el mico portador del virus, por lo que periódicamente se observan epidemias. Hace un cuarto de siglo hubo decenas de muertos en esta zona, y recientemente se ha observado una exacerbación que ha causado la muerte de al menos once personas en dos semanas, 59 sospechosos de estar enfermos y 22 de ellos confirmados. Este número supera ampliamente los informados en años anteriores.

La fiebre amarilla causa fiebre, escalofríos, mialgias, cefalea, anorexia, náusea y vómito, lo que no es característico de nada y puede confundirse con una simple gripe o “virosis”. Pero cuando el cuadro clínico de la enfermedad se manifiesta claramente, ya puede ser demasiado tarde para hacer algo: se presenta falla hepática con ictericia severa, trastornos hemorragìparos y falla renal y en las zonas endémicas se le conoce como “vómito negro”. Como el manejo es sintomático y busca estabilizar a la persona mientras el hígado se regenera, lo mejor es prevenirla con la vacunación, que debe hacerse rutinariamente en estas áreas y obviamente, cuando se viaja a países como Brasil que exigen este certificado en inmigración. Por esta razón este redactor ha sido vacunado tres veces, y la inmunidad dura diez años, o toda la vida, en caso de contraer (y sobrevivir) la enfermedad.

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