Ciertos Principios de Causalidad u orígenes del Prejuicio

DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA

Causalidad u orígenes del pre­juicio

En párrafos anteriores ya se mencionó ciertos principios de causalidad u orígenes del pre­juicio; sin embargo, existen múltiples variables complejas necesarias de considerar; aún más, téngase presente que el pensamiento de por sí es complejo; por ejemplo, los prejuicios que se originan y operan complementándose con la historia de la cultura.

El prejuicio en la cultura, en los clanes y grupos podemos estudiarlos también en el trabajo de Sigmund Freud: “Tótem y Tabú” en el cual se plantea que cuando se trasgrede las prohibiciones del incesto, se desafía el poder y aparece el complejo de Edipo (la muerte del padre, la culpa por ello y la castra­ción); he ahí toda una psicodinamia del origen del prejuicio en donde participa, la envidia, la rivalidad, los celos, los factores edípicos y narcisísticos con ataques envidiosos, selectivos y a la vez con el temor a perder el poder individual y grupal. “Hay que reconocer, sin embargo, que la igualdad no ha existido nunca, incluso en los regímenes comunistas”, (De Francisco, 2012)

Los prejuicios han estado y están presentes en la elaboración de las leyes en la historia de la humanidad:

Esto lo observamos en las culturas sumerio babilónica y la egipcia; las dos con cierto paralelismo, más cuando esos pueblos emigraron unos al sur y otros al norte; en el norte 5000 a.C. hicieron sus asentamientos a las orillas de los ríos Tigris y Éufrates y provocaron estructuras políticas basadas en la autoridad del rey sacerdote con la conexión divina de Dios; y, fue allí en donde aparecieron los primeros códigos, normas, preceptos, contratos, pactos.

De la misma manera, aparecen en los escritos del Antiguo Testamento en el Génesis los pre­ceptos de Dios al hombre con las consecuencias de la trasgresión del mandato divino (salida del paraíso y más adelante el diluvio universal); estas consecuencias fueron relacionadas por la trasgresión y rompimiento al pacto y promesa considerada una obligación.

En la marcha de la historia se repiten estos hechos y por ende se crean prejuicios, normas que aparecen y conllevan la tendencia al equilibrio y con ello al bien. Cuando un sujeto transgredía más de una vez, ya se producía un prejuicio.

Las normas y leyes fueron transmitiéndose por costum­bre oral y transformándose en derechos y deberes que fueron emigrando en los diferentes pueblos; así mismo, la leyes tuvieron sus reformas, cambios, basadas en valores por ejemplo al amor y al respeto más que al temor y al castigo y el fin sería proteger a la familia, al débil, conseguir la paz, arreglar diferencias y conseguir un bienestar social. En la historia aparece el primer rey de llamado Ur-Nummu quien instauró el primer código jurídico describiendo los delitos, las multas y penas.

Código Hammurabi

A este le siguieron una serie para llegar al Código Hammurabi (1792-1750 a.C.); sin embargo, 3000 a.C. ya habían procedimientos mágicos oraculares y de brujerías cuando no habían pruebas suficientes y se quería comprobar culpabilidad o ino­cencia y por lo tanto, también se recurría al juramento a Dios.

En la mitología egipcia 5500 a 4000 a.C. también aparecen los códigos y a la vez, como se explicita en otra parte de la obra el pensamiento mágico omnipotente en los sacerdotes, en el sol encarnado en Osiris y los otros dioses. Todo esto estaba amalgamado con prejuicios; ¿por qué este hecho? La respuesta es porque las necesidades individuales se van transformando en colectivas, y cuando el grupo lo requiere construye para su protección las leyes que lo con­ducen a la realidad y a la verdad o a los prejuicios para poder adaptarse.

Es necesario aquí entender que a través de los milenios, los prejuicios también han servido para la construcción de las leyes; por ejemplo, una ley es escrita, luego es discutida en grupo para ser aceptado, y, en muchas ocasiones la aceptación grupal, se realiza por la autoridad o paradigma de los líderes que manejan los grupos y/o también por las argumentaciones lógicas que se aducen para justificar la norma o la ley que es aceptada o rechazada.

De una u otra manera, los gru­pos tienen una consciencia colectiva, en la que también participa el inconsciente colectivo, y así mismo las características que le imprime el líder grupal en el cual no dejan de aparecer tendencias narcisísticas y necesidades conscientes e inconscientes del grupo.

Nótese que los sujetos con prejuicios se hacen arrogantes manifestando más su narcisismo, y, obviamente de la misma manera, denotándose las fragilidades o debilidades del Yo del sujeto.

Un aspecto a considera aquí es de cómo el sujeto necesita afianzar su Yo, asegurarlo y sentirse superior al otro, y así aparece el prejuicio como una respuesta primitiva y no basada en la realidad, más sí afianzada en el narcisismo defensivo manifestando la intolerancia, la desconfianza y rigidez, con las reglas sociales que le protegen del temor a la libertad, toleran­cia y aceptación de todos.

Por lo general el o los prejuicios son el resultado de frustraciones, y, como ya se expresó, revelan temores e inseguridades individuales o grupales con un conflicto de intereses protegiéndose así de fuerzas y fantasías inconscientes que lo puedan ubicar por fuera del grupo y apareciendo la categorización o clases sociales que se desea, se idealiza y se identifica.

Aquí pienso que en la misma evolución del ser humano ha participado esta selectividad; por ejemplo, del homo ramidus pasó al erectus y de éste al homo sapiens y luego al sapiens sapiens, en los cuales existe una base de diferenciación real en los diferentes homínidos, dejando la connotación negativa atrás en grupos; fue así como se conquistó la habilidad para llegar al trabajo y al pensamiento, así como a la capacidad de expresión verbal; he ahí tam­bién una gran necesidad de reafirmarse individual y grupalmente.

Las mismas sociedades e instituciones científicas tiene la diferenciación de la clase de sus miembros, según el conoci­miento o la producción científica de los mismos; entre más poder, conocimiento y liderazgo aparezca, más altas posiciones logra, (por ejemplo como Presidente, Director, Profesor, etc.); esto está presente en todas las instituciones religiosas, militares, gubernamentales, adminis­trativas y aún científicas.

Por lo tanto todo esto está de acuerdo a que o quien se lo otorgue, lo confirme y más cuando el sujeto demuestre sus capacidades intelectuales, su genialidad y su pensamiento e información que puede manejar; por lo tanto, este sujeto, se vuelve el paradig­ma prejuiciado por todo su bagaje de realizaciones a distintos niveles en que opera (científico, histórico, etc.); así mismo se crean prejuicios en el grupo en donde funciona; de la misma ma­nera ocurre en las instituciones que se les da un prestigio y el poder con credibilidad de acuer­do con la historia de cada organización; por ejemplo la científica, la cual ha tenido sus líderes que han realizado investigaciones, estudios, con una gran calidad y evidencia y rigurosidad científica en forma profunda siguiendo toda la metodología y vigencia del conocimiento en el cual también se incluyen la revisión de todas las anteriores.

Es necesario tener en cuenta cómo un líder puede conformarse por el conocimiento en tal o cual área; sin embargo, una cosa es el conocimiento y otra la capacidad de mando y organización; por ejemplo, un sujeto puede no ser un sabio o técnico especializado y sí tener la capacidad de liderazgo; he ahí toda una psicología del líder, la cual no presento aquí. (“El adagio popular dice: hasta en el cielo hay jerarquías”, (De Francisco, 2012).

Por lo anteriormente expresado es necesario ser muy crítico y tener un pensamiento claro, y, a la vez, con cierta flexibilidad más con un análisis continuo para emitir juicios sin llenar vacios de información con estereotipos y con fantasías reprimidas que puedan ubicar y/o ca­tegorizar lo bueno o lo malo afuera en el otro al cual se debe valorar y evaluar sin permitir la inflexibilidad cognitiva por necesidad de conformidades sociales o socio científicas sesgadas de acuerdo a los prejuicios.

He aquí cómo las personas pueden volverse víctimas o victima­rios, incluyendo o excluyendo, segregando o integrando a sujetos sin la evaluación objetiva.

Aquí también puede caerse en una defensa aislacionista del conocimiento y volviéndose cie­gos a la objetividad de la realidad.

Así mismo se puede producir un pensamiento cada vez más profundo, de lo que ocurre o ha ocurrido en el pasado y poder llegar a un juicio de valor más objetivo sin empobrecer el sujeto u objeto de valoración.

Aquí surge una pregunta: ¿se pueden eliminar los prejuicios? La respuesta es negativa; lo que sí es factible es reducirlos pudiéndose reforzar la capacidad empática para ponerse en el lugar del otro con la reflexión y críticas antes mencionadas para cambiar roles y auspiciar que los medios de comunicación participen en la disminución de los prejuicios, develándolos o haciéndolos presentes y aquellos que son particulares faciliten la relación intragrupal e in­tergrupal para que participe la ya mencionada crítica que lleve a la verdad, sin imposiciones y sí con análisis y nuevos aprendizajes, reconociendo los problemas para suprimir creencias prejuiciadas, dando cabida a la vez a las personas no prejuiciadas y a la vez creando espacios de discusión.

He aquí cómo la educación con el conocimiento, es la que nos puede hacer fac­tible una liberación de lo negativo de los prejuicios.

(Lea También: Fines Individuales y Colectivos del Prejuicio)

Algunas consideraciones psicodinámicas

En toda la psicodinamia de los prejuicios hay que denotar cómo existe el sujeto que hace o tiene el prejuicio y el o los sujetos a quien se le achaca el prejuicio, (el prejuiciado y el prejuiciador).

El primero (el prejuiciado) tiene en y con el prejuicio, una defensa contra lo que siente o puede ser amenazado y/o se amenaza y/o se ensalza, en forma positiva o nega­tiva alternándose esa valencia la cual le es útil para afirmarse en uno u otro valor; entre lo positivo y negativo hay distintos grados para llegar a los polos extremos y entre ellos están prejuicios prematuros, parciales, persistentes, agudos, casi delirantes, continuos, notorios, que se convierten en paradigmas o casos típicos que cumplen o cumplieron un modelo de comportamiento (por ejemplo, el antisemitismo); lo contrario puede desconocerse y ser irre­levante.

Otro ejemplo es cómo los latinos se les considera revoltosos, apasionados que no cumplen las leyes y no son obsesivos; los italianos y los españoles se les achaca que hablan fuerte y manotean, a los vascos que son tercos, a los andaluces parlanchines, y los madrileños divertidos, a los argentinos se les considera narcisos, a los peruanos y bolivianos tímidos, a los brasileños danzarines y suaves, a los caribeños de fiesta y a los andinos depresivos, a los negros perezosos, a los burgueses aprovechados y a la clase obrera la sacrificada, cada uno de los pueblos tienen sus características y así sus prejuicios de acuerdo a su conducta o actitud.

Téngase en cuenta que el “prejuiciador” (el que crea el prejuicio), éste último le sirve para (como ya se anotó), defender sus debilidad o fragilidades ocultas además de las funciones que a continuación se plantean.

Por su parte el prejuicio cumple una función:

Por ejemplo, mantener la rigidez, la regla, la norma o lo que se llama en psicoanálisis el objeto persecutorio, el control. Así mismo tiene una economía mental, lo cual permite una misma respuesta y suceso a diversos hechos para protegerse en forma simple y categórica de otra realidad, la cual es reducida o asimilada a una categoría perceptiva conceptual y lingüística que facilite la comprensión del prejuicio.

Existen los prejuicios referidos al sexo, a las clases sociales, raciales, económicas y los ya nombrados en otra parte que están cargados de interpretaciones previas con sentidos de valor y con un lenguaje específico y obviamente que conllevan una historia y una cultura e irracionalidad, la cual descalifica arbitrariamente la víctima o víctimas del prejuicio; en otra parte de estos textos me he referido a que el ser humano a través de su evolución construyó prejuicios; por ejemplo, se supone que el “homo erectus” tuvo el prejuicio del “ramínidus” (el hombre de los árboles) y el “sapiens” del “ergaste” y el “sapiens sapiens” de sus antecesores, y así sucesivamente hasta llegar a la diferenciación (diferencias indudables de acuerdo a sus etapas evolutivas) de las razas o etnias y la evolución del pensamiento filosófico, teológico, científico, laboral económico, político, ético y estético.

Sobre entendidos

En los prejuicios participan los “sobre entendidos”, lo obvio, y éste sobre entendido no es igual a lo obvio o sobre entendido real, objetivo científico; más aún, sí se pueden mezclar las creencias, las convicciones de tipo real, más cuando ésta la consciencia moral tiene toda una codificación genética (6).

Nos debemos preguntar ¿cuáles son las expectativas que el ser humano tiene de sí mismo y de su comunidad?; aquí debe incluirse las costumbres, la ética, la corroboración empírica, la práctica individual y colectiva, los automatismos, heredados que a veces son difíciles de justificar racionalmente, pues el comportamiento está marcado por una pluralidad de codificaciones o códigos que carecen de verificación más construyen la solidez de la personalidad individual y colectiva y de la identidad grupal cualquiera que ella sea.

Sin embargo, existen los ya llamados “sobre entendidos”, los conocimientos ya verificados por la experiencia, y que proceden de la deducción que se ha conformado por la práctica en la evolución del hombre y que pertenecen a una evidencia de las leyes naturales; por ejemplo, el fuego o la llama quema, lo mismo que el hielo; la vida hay que preservarla; no se corre para arriba por la fuerza de la gravedad; el hombre camina y no vuela; la fuerza la tiene la masa o la colectividad; y, así sucesivamente, existen una serie de verdades científicas conocidas por nuestra sensopercepción o nuestro sistema nervioso central y periférico el cual fue evolucio­nando para adaptarse a la realidad.

Todo esto pertenece a las presunciones o las llamadas verdades obvias. Por lo tanto para ser catalogado un juicio como prejuicio es preciso que cumpla otras condiciones más específicas y que tengan sesgo a favor o en contra de lo prejuzgado y el “estatus quo” que representa una ventaja para el ya mencionado grupo humano.

A estas alturas hay que tener en cuenta la importancia que existe en la utilización del prejui­cio cuando existen procesos judiciales puesto que en ellos participa el ser humano con todas sus vicisitudes y aún con los prejuicios que se anidan en la mente consciente e inconsciente del juez.

En el prejuicio puede participar la negación de los hechos, la tergiversación y aisla­miento de los mismos, la adicción u omisión de otros juicios que deforman el primero y así se construye un desconocimiento y falsedad de los conceptos apareciendo la pseudo valoración de hechos y pruebas.

La selección tendenciosa de partes de hechos desvirtúan la integridad del acontecimiento dentro de un contexto y proceso en conjunto; las consideraciones supuesta­mente francas y ausentes de realidad así como la violación de los derechos del otro obligan a valoraciones parciales con el desconocimiento de la historia del sujeto; es así como sellan acciones sin una evaluación objetiva y por lo tanto operando el desconocimiento de debilida­des y vulnerabilidades del momento, fundándose o construyéndose el concepto o juicio con dudas perturbadoras, confusionantes, para detectar evidencias de los hechos, argumentándose no con la claridad del acto, y, por lo tanto sin convicción posible para llegar a una conclusión verídica real, más cuando no se necesita, no se requiere, o no se desea porque obran fuerzas o tendencias retaliatorias inconscientes sadomasoquistas, o por el temor a la censura de los supuestos poderes superiores, los cuales rechazan la reivindicación de la víctima aún más cuando ha participado o detectado algún abuso o corrupción.

Además se supone que cuando el pensamiento y el juicio del sujeto vulnerable se conserva intacto, no se requiere una pro­tección, porque el intelecto (construcción lógica del discurso) se le considera suficientemente coherente para la supervivencia y por lo tanto, no tiene o no hay trastorno mental.

Es ahí en donde termina el juicio y el concepto final, y el buen juicio de realidad están perturbados Cada sociedad tiene sus prejuicios y en la vida cotidiana todos prejuiciamos, los socialis­tas, los nacionalistas, los marxistas, los demócratas, los conservadores o los de centro, los de izquierda; una de las funciones del prejuicio es la ayuda para la memoria, pues aquél, el prejuicio, facilita la anticipación de una conducta que termina en un comportamiento, el cual uno sabe a qué atenerse; y, el aprendizaje simplifica toda una elaboración en la relación con la realidad y a la vez obviamente todo un discurso.

Uno de los ejemplos de los prejuicios es el que se le indilga o al que sobresale constru­yéndole un prejuicio, desvalorizándolo se le ataca o lo contrario se le alaba con un prejuicio volviéndolo al sujeto paradigmático; y, así no se requiere pensar, razonar, reflexionar, analizar más, pues se puede uno equivocar; por lo tanto es mejor quedarse en el prejuicio.

El que posee el prejuicio ya tiene el veredicto, la sentencia y no admite duda o cambio, y así la justicia in­terior impera como legítima; sin embargo, cuando aparece proveniente de un sobreentendido, de lo obvio y además cuando se marca con un algo considerado secreto o con un principio de causalidad, el cual no se conoce (y queda en secreto), se considera que éste refuerza el prejui­cio o la legitimidad de la censura (superyoica o de la consciencia moral), no sin quedar para algunos la duda de lo oculto, obstinado; de todo esto se nutre el prejuicio.

Aquí en todo esto se aplica el dicho: “ver la paja en el ojo ajeno pero no viga en el pro­pio”.

Aquí opera el mecanismo de la identificación proyectiva, de la proyección, del rechazo, de lo malo persecutorio y culposo, para quedarse limpio sin culpa con virtudes éticas que jus­tifican todo el control y todo lo cual constituye un mecanismo de cobertura o protección de los impulsos y fantasías inconscientes tanáticas que comprenden el mal, lo perverso, la muerte, la crueldad, con morbosas actitudes y creencias, proyectándolas sobre el otro afuera, el cual una vez convertido en el malo y rechazando, sobreviene la aparente e imperiosa pseudo justicia quedando el sujeto que prejuicia (prejuiciador) supuestamente libre de sus tendencias.


6 Los prejuicios se enlazan con los enredos, murmuraciones, calumnias, chismes, cuentos, patrañas y corre ve y dile, a la vez con la mala información, ignorancia, desinformación y aún desocupación y pereza mental, la negación y deformación de la realidad para encontrar chivos expiatorios.

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