El Azar Determinista y “La Tentación de lo Imposible” de Mario Vargas Llosa
DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA
El 30 de diciembre del año 2010 mí amigo y Académico Adolfo De Francisco Zea en una visita a mi casa me habló de algo que le había ocurrido en el mes de diciembre con respecto a una obra de Mario Vargas Llosa.
El Celta
Resulta que le habían regalado la última obra del Premio Nobel llamada “El Celta”, al terminar de leerlo tomó el libro y yendo a su biblioteca lo puso en un estante e inconscientemente tomó un libro que estaba al lado y resultó ser “La tentación de lo imposible” del mismo autor y al azar abrió el libro y encontró en la página 53 en el capítulo II titulado: “La vena negra del destino” lo que él había escrito en el año 2005 (cinco años atrás) de puño y letra que decía: “consideraciones sobre el destino humano y el azar determinista de G. Sánchez Medina”.
Mi amigo me comentó que Vargas Llosa planteaba en ese libro el pensamiento en el cual yo también venía trabajando años atrás.Al día siguiente el día 31 me envío la obra mencionada con una serie de subrayados de temas que a él le habían interesado. Días después adquirí la obra para hacerle un estudio y encontré con lo que voy a relatar.
La obra en mención de Vargas Llosa es un estudio escrito en el año 2004, como un ensayo en un curso que dictó en la Universidad de Oxford en abril y mayo de ese año, sobre el libro: “Los miserables de Víctor Hugo”.
Recapacitando sobre todo este hecho no puedo dejar de señalar cómo estos hechos pertenecen al “azar determinista” que operaron tanto en mi amigo Adolfo como en mí para encontrar la temática en la cual he centrado mi atención y estudio, en los últimos años, posiblemente con un tamiz o el lente y foco especial con lo cual se parcializa y sesga la observación viendo lo que queremos ver y encontrando de una u otra manera la presencia del fenómeno estudiado.
Figura 46. Carátula del libro: La tentación de lo imposible. Mario Vargas Llosa.
Vargas Llosa inicialmente refiriéndose a Víctor Hugo y a su obra escribe: “es difícil saber que las mentiras que urden la imaginación ayudan al hombre a vivir o contribuyen a su infortunio al revelarle el abismo entre la realidad y el sueño, si adormece a su voluntad o lo inducen a actuar”; aplíquese esto a todos los textos que en esta obra aparecen.
Sin embargo los estadios que presento sobre el azar determinista son de distinta índole que incluye una narración de ciertos hechos con “su riqueza psicológica, su complejidad anímica y social – la que también dependen – en dosis difíciles de determinar del factor numérico”. Obviamente el género literario en especial la novela, los hechos que se “cuentan no son la verdad, la vida, la historia. Son la ‘verdad’, la ‘vida’, la ‘historia’ de la novela de una mentira con ingredientes ficticios” que adquieren como lo escribe Vargas Llosa “un aire fantasmal para que la realidad se vuelva milagrosa” (Vargas Llosa, página 40-49).
En el capítulo ya mencionado en “La vena negra del destino” Vargas Llosa cita a Víctor Hugo con respecto al destino, al azar, a la causalidad, en la siguiente forma: “Por más que nos afanemos de tallar del mejor modo posible el bloque misterioso de que está hecha nuestra vida, la vena negra del destino reaparece siempre en él” (I, VI, I, p. 212)405. Cuando nos referimos a la vida lo hacemos también a la libertad de los humanos y a la vez a la felicidad, al bien y al mal y a la vez al destino, estas reflexiones se hacen en el capítulo XVIII.
La ley del azar o el orden de la casualidad
Volviendo a Vargas Llosa en el capítulo ya mencionado segundo, presenta “la ley del azar o el orden de la casualidad” en donde se presentan “una estructura invisible e inflexible en la que enlazan los sucesos innumerables y organiza a la muchedumbre…”. Cita a Víctor Hugo (III, III, CIII, p. 565. Los Miserables) “como el azar no es lo que su nombre indica, un accidente, algo imprevisto y excepcional, la ruptura de la normalidad, sino un fenómeno constante, que continuamente va interviniendo en la vida de los personajes, modelándolas y empujándolas hacia la felicidad hacia la desdicha”.
Es así como se presentan: “esos arreglos misteriosos tan frecuentes del azar”. Es por eso por lo que los “encuentros fortuitos, coincidencias, extraordinarias, intuiciones y adivinaciones sobrenaturales, un instinto que, por encima o por debajo de la razón proyecta a los hombres hacia el bien o el mal y, además, una preposición congénita […] coexisten el determinismo simplista… con un complejo planteamiento del eterno dilema entre el azar y la necesidad, o, en otros términos, de la responsabilidad humana sobre los destinos individuales”; al leer estos textos parecen provenientes de textos propios ya expuestos en capítulos anteriores.
Vargas Llosa plantea sin explicar una ley del azar, un sino cómplice por “el cual las cosas ocurren siempre del modo que más conviene a la acción…”; “… con total prescindencia de la voluntad del ser humano”, el cual “no elige la vida, la padece o la goza de acuerdo a un libreto que no ha escrito y no tiene más remedio que interpretar fielmente”.
El autor cita a Víctor Hugo y da el ejemplo de cómo el amor de Marius y Cosette nace así:
“El destino, con su paciencia misteriosa y fatal acercaba lentamente uno de otro a esos dos seres lánguidos y cargados de la tormentosa electricidad de la pasión” (IV, III, VI, P. 914). Nótese aquí cómo el amor, la vida, la muerte, la fortuna, el infortunio son achacados al destino, a la vez que a la “prodigiosa habilidad del azar”. Así Víctor Hugo interpreta la tragedia de Waterloo y la revolución como un acontecimiento “providencial y absolutamente fatal” (II, I, XVI, P. 362).
El autor Vargas Llosa piensa que el azar actúa no solamente en los individuos sino en las sociedades y aún con las repercusiones en los hechos históricos e incluye la “voluntad divina que se manifiesta mediante el azar” con “bruscos exabruptos ininteligibles” para quienes sufren sus consecuencias.
En la obra de Los Miserables de Víctor Hugo, Vargas Llosa descubre la coincidencia de cómo “el padre del pilluelo en la vida Gavroche, los dos niños desamparados son los propios hermanos como si fuera una casualidad en ese abigarrado laberinto de hechos en donde aparece la amistad o enemistad, situaciones irritantes, insólitas, tiernas o angustiosas”; así mismo en la misma obra de Los Miserables el personaje “Marius descubre que el infame Jondrette planificador de secuestro de Cosette y del probable asesinato de Leblanc, a quien va a entregar a la policía, es el hombre que salvó a su padre en Watherloo y a quien el coronel George Pont Mercy le ha pedido en su testamento referenciar y gratificar”; véase aquí el azar determinista en la obra de Víctor Hugo.
Y, agrega Vargas Llosa: “por abundantes que sean las casualidades en el mundo del lector, este sabe positivamente que el azar no actúa en la realidad real con tanta oportunidad y precisión. La coincidencia es una de las maneras primordiales cómo se organiza la vida en la realidad ficticia, la forma preferida del destino para manifestarse. Más aún que en los incontables ejemplos aislados que se podrían dar de la ley del azar, esta aparece como el elemento clave del núcleo mismo de tres cráteres (406) activos de la novela: las ratoneras imanes”.
Continúa el autor citado:
“A diferencia de lo que suele ocurrir en un poema o en un cuento, géneros que por su forma breve y ceñida llegan a veces a constituir unidades de extraordinaria homogeneidad, en las que todos los elementos tienen la misma riqueza conceptual y retórica, en la novela, género imperfecto debido a su extensión, sus elencos populosos, y a la influencia en ella del factor temporal…”; todos estos son “meros puente destinados a relacionar entre sí los hechos capitales y a asegurar la fluidez del tiempo narrativo, la ilusión de un transcurrir”. Todo esto no es sino otra clase de construcción pertinente al azar determinista.
Citando al autor, “estas encrucijadas” pertenecen como “imanes del azar, que, multiplicando las casualidades hasta el vértigo, acercan y enfrentan a seres que se odian o temen y cuyas vidas, a partir de ese encuentro, quedan profundamente alteradas.
En esas ratoneras-imanes, obedeciendo la convocatoria de la ley de la casualidad, los hechos sueltos de la historia se traban, la dispersión desaparece y surge un orden, el caos adquiere lógica. La sorpresa, la violencia, el heroísmo, la ignominia que chisporrotean en esos episodios hacen que en esas páginas la novela alcance su mayor poder de persuasión”, todo esto es lo que ocurre en el inconsciente.
Vale aquí hacer alusión a cómo el destino se vale de distintos instrumentos de la vida del ser humano en el que participan múltiples motivaciones desde la fecundación, la educación, la cultura multiplicando todas ellas de acuerdo a las diferentes incidencias de la historia individual y colectiva acercándonos también a la vez a la paradoja del ya nombrado azar determinista en donde se puede encontrar la fortuna o la miseria, lo misterioso, siniestro y sublime, el desorden o el orden, los diferentes conflictos que inundan a nuestra consciencia y que se incluye también la fatalidad a la cual hace mención Vargas Llosa en la obra estudiada “Los Miserables”.
Víctor Hugo escribe a Juliette Drouet: “yo no soy como los otros hombres; en mí se ensaña la fatalidad”.
El mismo autor citado Vargas Llosa escribe: “En un discurso sobre la prostitución, que iba a figurar en la tercera parte de Los Miserables y que fue luego suprimido, el divino estenógrafo distingue entre la historia, responsabilidad de los hombres, y la fatalidad, que el ser humano debe aceptar con resignación ya que contra ella es impotente.
‘La cantidad de fatalidad que depende del hombre se llama Miseria y puede ser abolida; la cantidad de fatalidad que depende de lo desconocido se llama Dolor y debe ser contemplada y explorada con temblor. Mejoremos lo que se puede mejorar y aceptemos el resto’”. (Op. cit. pág. 137, Vargas Llosa).
Víctor Hugo fue un hombre que a los 20 años “llegó virgen al matrimonio, no solamente era novelista, poeta, periodista, político, académico, padre de familia, amante múltiple, dibujante, espiritista, revolucionario de la ética y costumbres, filósofo de la libertad, dueño de su destino, previsor de lo imprevisto, protestante contra lo inexorable, denunciador, monárquico, constitucionalista y liberal que pasó a ser republicano con ribetes radicales y socializante, lo que se refleja en los cambios, que de una u otra versión surgen las ideas políticas” (pág. 28 y 29), a la vez, teñido de grandeza, y de complejidades, y regido por el orden de la casualidad, pregonando la libertad pero atrapado por el inexorable destino y del azar y creyendo “sentir que un ser invisible lo guiaba” con un azar, una historia y un destino.
Así Víctor Hugo escribe: “Si no hubiera llovido en la noche del 17 al 18 de junio de 1815, el porvenir de Europa habría cambiado. Algunas gotas de agua de más o de menos, hicieron actuar de determinada manera a Napoleón. Para que Waterloo fuese el fin de Austerlitz, la providencia sólo necesitó un poco de lluvia y una nube cruzando el cielo fuera de estación bastó para el desmoronamiento de un mundo (II, I, III, p.313)”.
Unas páginas más adelante repitiendo que la llegada de Blücher en vez de Grouychy al campo de batalla, decidió el resultado final, el narrador exclama: “Tales son esas inmensas casualidades, proporcionales a un infinito que se nos escapa” (II, I, XI, p. 350), (Op. cit., pág. 76, Vargas Llosa).
Sin embargo, Vargas Llosa hace alusión a cómo en la obra de Víctor Hugo: “Se comprende que en una realidad así conformada, en la que la libertad-el poder de decisión que tiene le hombre sobre los acontecimientos que conciernen a su vida- es algo tan aleatorio, escurridizo, pasajero, arbitrario y volátil; el ser humano se sienta, como Jean Valjean en la prisión, un cero a la izquierda, un grano de arena que el viento zarandea: ‘todo eso, leyes, prejuicios, hechos, hombres, cosas, iba y venía sobre él, según el movimiento complicado y misterioso que Dios imprime a la civilización, marchando sobre él y aplastándolo, con algo de apacible en la crueldad y de inexorable en la indiferencia’” (I, II, VII, p. 99). (Op. cit. Vargas Llosa, pág. 76 y 77).
El premio Nobel de Literatura del año 2010 con respecto a la miseria escribe: “El resultado es que hay miseria material y moral, aberraciones como la pena de muerte, un sistema judicial y penitenciario inhumano e inmensos prejuicios religiosos, morales y sociales. Todo ello debe ser reformado, por supuesto, y lo será, tarde o temprano, pues el Progreso es el destino inevitable de la civilización humana.
¿Qué destruirá la miseria? La enseñanza, la educación, las escuelas. ¿Qué acabará con la pobreza? La caridad, la solidaridad, el espíritu de justicia y el avance de la ciencia. En la sociedad del futuro, impregnada por el espíritu cristiano auténtico, desaparecerán los pobres –no los ricos-, los prejuicios, la pena capital y se humanizarán las cárceles.
Todo el mundo tendrá acceso a la escuela y con la cultura aprendida en sus aulas irá desapareciendo la noche del error y el horror en la historia del hombre. Porque ‘La verdadera división humana es ésta: los luminosos y los tenebrosos. Disminuir el número de los tenebrosos, aumentar el número de los luminosos: he ahí el objetivo.
Por eso, exclamamos: ¡Enseñanza! ¡Ciencia! Aprender a leer es encender el fuego; toda sílaba deletreada echa chispas’” (VI, VII, I, p. 1.009). Lo que enfureció tanto a los conservadores de la época no era un libro anarquista, ni socialista, sino tímidamente liberal y socialdemócrata”. (Op. cit., pág. 143, Vargas Llosa).
“¿Cuáles son exactamente los crímenes, los desmanes cometidos por el poder contra los que los rebeldes se sublevan? ¿Qué medidas, leyes, disposiciones, reglamentos, quieren abolir? ¿Qué atropellos reparar? ¿Qué culpables castigar? – No es gratuito que nada de eso sea explicado en las páginas vibrantes y multitudinarias de la novela”. (Op. cit. pág. 171, Vargas Llosa).
En la enumeración del infinito escribe así: “Dios, el tiempo, el destino, la vida, son temas más vastos que la circunstancia histórico-social, una problemática, en efecto, ‘infinita’.
La impresión que produce el Prefacio es la de una empresa enciclopédica, imposible de resumir: la formación de la materia, la creación los astros, el despertar de la vida, la evolución de los reinos mineral, animal, vegetal, el desenvolvimiento de las ciencias y el conocimiento de la naturaleza, el brote de la filosofía, la aparición y evolución de las religiones y la manera como han dado respuesta a los interrogantes del hombre sobre su origen, el principio de la vida y su destino” (Op. cit., pág. 189, Vargas Llosa).
Vargas Llosa termina su obra haciendo alusión a una serie de hechos con varias sentencias como las que voy a mencionar “cómo el terror sagrado hizo crear las religiones de las cuales brotaron las supersticiones”… “moralmente es más fácil quebrar una piedra que partir un árbol, que matar un animal, que matar a un hombre”…;… “el hombre trata de reproducir en la sociedad la ‘solidaridad’ que vincula todo con todo”.
“El hombre es solidario del planeta, el planeta lo es del sol, el sol de las estrellas, etc.”. Ahora bien “lo que permite reconocer el íntimo parentesco entre lo existente es ‘una visión interior’, una guía, con que cuenta el hombre para conducirlo más allá de las fronteras que encuentran siempre razonamientos”.
¿Significa esto que, a diferencia de la razón, que suele equivocarse, la intuición es infalible? No, también puede errar, pero, a diferencia del conocimiento racional, ella ‘jamás pierde de vista la realidad ideal… El absoluto es su visión’ […] Los malvados no siempre pagan sus crímenes – ‘no siempre la indigestión castiga la orgía’ – y a veces los inocentes cargan con faltas que no han cometido” (pág. 195).
En resumen “la meta y sentido de Los Miserables: ‘¿Es este libro el cielo? No, es la tierra. ¿Es el alma?, no, es la vida, ¿Es la plegaria?, no, es la miseria y ¿Es el sepulcro?, no, es la sociedad” (pág. 196). En síntesis la novela no es la historia sino “un drama cuyo primer personaje es el infinito. El hombre es el segundo” (II, VII, I, p. 526). Y “desde esa perspectiva, todo es importante, todo es igualmente necesario, y la primera obligación de un narrador así colocado no es sintonizar los materiales entre sí, sino reunir el mayor número de ellos a fin de acercarse a esa visión divina ‘totalizadora’ y sugerirla”. (pág. 201).
“Nadie es un buen historiador de la vida patente, visible, estallante y pública de los pueblos si no es, al mismo tiempo, en cierta medida, historiador de su vida profunda y oculta; y nadie es buen historiador de lo interior si no sabe ser, cada vez que haga falta, historiador de lo exterior” (pág. 204).
(Lea También: Psicología de la Vida Cotidiana)
Mario Vargas Llosa termina su estudio de la obra: “La tentación de lo imposible” así: “… la civilización no es un mero simulacro retórico sino una realidad que va haciendo retroceder la barbarie, algo del ímpetu que hizo aquello posible debió de venir –sigue viniendo todavía- de la nostalgia y el entusiasmo que contagian a los lectores las gestas de Jean Valjen y monseñor Bienvenu, de Fantine y Cosette, de Marius y Javert y de quienes los secundan en su viaje en pos de lo imposible”, Lima 3 de febrero del 2004.
Qué podemos concluir de este corto estudio y ejercicio sobre el azar determinista en la obra “La tentación de lo imposible” de Mario Vargas Llosa y que estudia Los Miserables de Víctor Hugo? La respuesta es que nos encontramos nuevamente con el azar determinista, que para Vargas Llosa el azar es una ley; los lectores ya habrán podido determinar a través de la lectura de los diferentes capítulos, en especial el séptimo, cómo se configuran los conceptos de azar y determinismo o el azar determinista en los distintos puntos de vista científicos.
Sin embargo, todavía no podemos considerar este concepto como una ley sino solamente como un supuesto teórico, el cual sigue la ley del orden y desorden, el consciente y el inconsciente, la tendencia a la unidad, la verdad y la mentira, el bien y el mal, la miseria y la fortuna y todas las fatalidades, así como los defectos humanos en donde aparece el robo, el secuestro, el asesinato, la casualidad, el imán de las encrucijadas de lo incógnito en que el ser humano se ve atrapado.
Así mismo aparece con toda la evidencia el azar, la intuición, las coincidencias, el instinto proyectado hacia el bien y el mal, la preposición congénita, el determinismo simplista, el dilema entre el azar y la necesidad y a la vez la responsabilidad sobre el destino individual y colectivo; además Vargas Llosa explicita cómo hay que respetar la ley, el rito, la costumbre, los tabús, para poder vivir en comunidad teniendo en cuenta también cómo “es fácil ser bueno y difícil ser justo”.
Otro de los aspectos es la libertad, como la felicidad son transitorios por periodos o por momentos, puesto que si fueran perennes (perpetuos) no habrían seres humanos, pues no siempre tenemos la capacidad de decidir libremente y todas las condiciones para sentir la felicidad completa.
Sin embargo, una y otra, unidos a diferentes variables (positivas y negativas) hacen al hombre dueño de su destino. Si bien el Premio Nobel no lo explicita, podemos inferir cuando se sufre o se tiene dolor, no hay libertad y el pensamiento es precario; sin embargo, quien no conoce el dolor (frustración) no puede madurar para conocer y crear.
¿Ahora qué podemos pensar del autor? La respuesta es la que se deduce de su producción la cual no solo es analítica, humanista, creativa, acertada, crítica, atemporal, intuitiva y sobre todo con cierto apasionamiento por el descubrimiento de las esencias y asombros que provoca la obra estudiada por el premio Nobel quien deja evidente lo individual y colectivo, lo socio político, económico, produciendo una sensación de ecuanimidad, unidad y equilibrio como si por él hubiera pasado un trabajo psicoanalítico dejando en él toda la comprensión humana más allá de los equilibrios conceptuales, y, sí más bien tocando las puertas de la ciencia en la cual se conjuga lo subjetivo con lo objetivo para presentar la historia y sus posibilidades
de cambio en forma evolutiva y equilibrada. Tal vez, podríamos catalogar al autor como un estudioso rastreador de los hechos y realidades, teniendo en cuenta la profundidad consciente e inconsciente, acompañándolo la búsqueda de nuevas organizaciones individuales y sociales que manejan la integridad necesaria para la convivencia. El autor aparece también con una transparencia conceptual y respetuosa con dignidad y decencia humana. Todo esto para llegar a los deberes de la responsabilidad y solidaridad social que hacen parte en una sociedad de derecho. Es así también que el azar determinista lo llevó a obtener el Premio Nobel, como un hecho merecido de su destino.
Algunas conclusiones
Lo expuesto en otros capítulos como al inicio del presente nos permiten concluir cómo es útil la literatura para encontrar múltiples esencias del ser humano. Al pensar sobre estos temas me hicieron recordar las obras de Shakespeare, la Divina Comedia de Dante, el Fausto de Goethe, o las obras de Borges y Kafka, y tantas otras.
Si escudriñamos cada una de esas obras los autores plantearon la vida y la muerte, la tragedia, la vivencia del miedo o la angustia, la esperanza y desesperanza, el dolor y el placer, la verdad y la falsedad o la mentira, la virtud o la corrupción, el sueño, el juego, la justicia, la ley y la injusticia, la miseria, la fortuna y el teatro de la vida, la presencia y ausencia, la plenitud, la incompletud y el vacío, la esclavitud y la libertad, el honor y la dignidad, el mirarse al espejo de sí mismo y el aceptar nuestras debilidades sin caretas y negaciones.
A pesar de todas las contradicciones acompañadas del azar y el determinismo presente en la vida cotidiana y en el ambiente que nos rodea a través de la historia (407); así también es factible hacer una lectura de las obras literarias con el lente del azar determinista.
Algunos de estos pensamientos y textos aparecen en la obra del autor: “Creación, Arte y Psiquis”, (2003). ¿Todas estas consideraciones aparecen por una casualidad o coincidencia o están determinadas y/o algunas provienen del azar? La respuesta, a estas alturas de la obra, ya la podemos inferir pues la conocemos por simple deducción que las obras literarias tienen un fin intrínseco y es el de develar y/o descubrir las cualidades humanas positivas o negativas y resaltar los valores esenciales de la sociedad.
Al hacer ese ejercicio se valío del instrumento de la psicología y así denotar los rasgos psicopatológicos y caracterológicos, a la vez que la génesis de los personajes de las obras literarias pudiendo relacionar la obra con las características y vida del autor el cual indefectiblemente se proyecta de alguna manera en los textos.
De una u otra manera salen a flote la multiplicidad de facetas psicoemocionales que acompañan al ser y las características sociales de la época en la cual ocurren los hechos, y a la vez participa en la evolución de la historia teñida de neurosis, psicosis, psicopatías, situaciones morales e inmorales, virtudes, pasiones de distinta índole, perversiones, conflictos y complejos diversos teñidos de traumas o satisfacciones, carencias e ilusiones infantiles.
Aquí podríamos agregar que el hallazgo en el conocimiento también se realiza libremente, escoltado por así decirlo, de la necesidad, la determinación y el destino fraguado en lo que denomino azar determinista.
404 En el año 2009 al 2010 al revisar los textos del Quijote (Cervantes) y de Cien años de Soledad (García Márquez) y de Shakespeare se me ocurrió buscar el azar determinista y el ser y no ser en la obra de Vargas Llosa para lo cual tomé algunas obras y al fracasar en mi intento decidí posponer este trabajo no sin sentirme frustrado por no encontrar lo deseado.
405 Víctor Hugo en La Pléyade, Ed. Gallimard, 1951
406 Vargas Llosa trae la palabra “cráter” como un hueco explosivo, yo preferiría sustituir la palabra cráter por callejones, gargantas, encrucijadas, desfiladeros, cañones, caminos, por donde corre o fluye el aire, el viento, la lluvia, las avalanchas y en donde se producen saltos en una “insólita conjunción de circunstancias la vena negra del destino”
407 En cualquier autor que escojamos para estudiar podremos detectar no solo las temáticas mencionadas, sino las escrituras descritas por el psicoanálisis como Ello, Yo, Superyó e ideal del Yo, los mecanismos de defensa, las relaciones objetales, vinculares y sus vicisitudes con la participación de la fantasía consciente e inconsciente, de la magia (o realidad mágica), frente a la realidad interna y externa.
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