Psicología de la Vida Cotidiana

XIII.

(Hechos psíquicos, azar determinista y el inconsciente)

DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA

Introducción

Los hechos que a continuación traigo se basan en los trabajos de S. Freud, en especial los que parecen en la obra “Psicopatología de la vida Cotidiana” (1901) y otros de mi experien­cia.

Fácilmente el lector se dará cuenta cómo el título que propongo no se refiere a lo “psico­patológico” sino más bien a “lo cotidiano” del ser humano en su psicología en que participan el conciente y el inconsciente, el azar y el determinismo.

Psicología de la vida cotidiana y el azar determinista

¿Qué entendemos por la psicología de la vida cotidiana?

La respuesta se refiere a lo que la persona vive a diario de acuerdo a su género, edad, desarrollo, capacidades, motiva­ciones e intereses; es así como el sujeto inicia su despertar y luego con el arreglo personal en general y después del desayuno o va al estudio, al trabajo cualquiera que este sea hasta volver a su hábitat.

En la cotidianidad incluimos las relaciones interpersonales especialmente con los familiares (padres, hijos, hermanos, primos, tíos, abuelos, amigos, parejas); obsérvese que en estas relaciones “se puede observar la proyección de los vínculos” afectivos primarios o secundarios en los personajes de la vida cotidiana (maestros, jefes, compañeros, etc.) repi­tiéndose en ellos positiva o negativamente vínculos afectivos; cotidianamente observamos que el sujeto se desplaza de un lugar a otro, luego se recrea, descansa y se entrega al sueño y en medio toma sus alimentos solo o acompañado.

En todos hay diferentes momentos nuevos y otros de rutina, y, siempre está la mente actuando con el “estímulo-respuesta”; y, aquí aparecen muchos hechos que se suceden au­tomáticamente (automatismos y funciones fisiológicos, psicológicos y sociales) y otros que están determinados, pero que no se es consciente de ello o que pueden ubicarse dentro de las categorías del azar, mas cuando en la vida cotidiana siempre está presente el azar, a la vez que el determinismo.

Si bien la vida social, la cultura ha tenido la tendencia al orden, a la rutina, al trabajo programado para la supervivencia, y al mismo tiempo participa la auto-conservación acompañada de los mecanismos ya dispuestos de autocontrol, autorregulación para el orden biopsicosocial con diferentes actos.

En estos actos puede haber errores en la senso-percepción en el pensamiento, en la visión, en la lectura, en la escritura y aún en la misma conducta organizada o en la marcha (cualquiera da un tropezón) más cuando existen innumerables e inundantes estímulos respuestas que el sujeto aprende y debe seleccionar; es por esto por lo que denominamos a los errores verbales “lapsus linguae” y a los de escritura “lapsus calami”, a los de pensar “lapsus pensare”, al de hacer “lapsus facere”; siempre al ser le acompaña alguna falla o error en su vida cotidiana.

Sigmund Freud de 1886 a 1898 ya había publicado 20 obras en las que se había consigna­do la temática sobre “La Hemianestesia en un histérico”, “La Histeria”, “La Hipnosis”, “El Tratamiento Mediante Hipnosis”, “Una teoría de los ataques histéricos” y “Un estudio com­parativo de los mismos con sus fenómenos”, “Las neuro-psicosis de defensa”, “El proyecto para una psicología científica” en donde hace una conexión con las neurociencias, “La neu­rosis de angustia”, la herencia en “La etiología de las neurosis”, “Las obsesiones y fobias”, “El estudio sobre la histeria” y “Críticas a las neurosis de angustia”, “Un caso de paranoia crónica”, y “La sexualidad en la etiología de la histeria y de las neurosis”. Así se llegó al año 1898 en que escribió El mecanismo psíquico del olvido, para luego en años siguientes “Recuerdos retrospectivos”, la Interpretación de los sueños”, “Nota autobiográfica y sobre los sueños”, entre otras obras.

De tal suerte llegó al año de 1901 cuando publicó la obra: Psicopatología de la vida cotidiana. Traigo esta secuencia temática de Freud para que el lector comprenda cómo la mente de aquel genio iba evolucionando y cambiando, cada vez más profundamente, en la concepción de los mecanismos psicopatológicos y fue así como concibió la explicación de los síntomas.

Sin embargo, al título de este capítulo en ésta obra presentada le he dado el nombre “Psicología de la vida cotidiana”, pues si bien considero que Freud partió de la patología para explicar el pathos”, lo anormal, el trastorno, el desor­den, los errores, también los incluyo en la cotidianidad.

Personalmente pienso que la “vida cotidiana” está plena de aciertos, y desaciertos, nor­malidades y anormalidades, equilibrios y desequilibrios, dudas y certezas, fallas y éxitos, verdades y mentiras, comprensión e incomprensión, lo completo y lo incompleto, compatible e incompatible, lo cómodo e incómodo, lo conocido y lo incógnito, las ordenaciones y des­ordenaciones; esto nos lleva a pensar que la mente continuamente vive en una dinámica de simetría, asimetría, equilibrio y desequilibrio que ya está enunciado en otras partes de esta obra; sin embargo, transcribo los tres primeros párrafos de la obra ya citada en su primer capítulo “El Olvido de Nombres Propios” (Hace 110 años): “Psicopatología de la Vida Co­tidiana 1900-1901 [1901].

Sigmund Freud. “Nun ist die Luft von solchem Spuk so voll, Daß niemand weiß, wie er ihn meiden soll”, cuya traducción podría ser esta: “actualmente está el aire tan lleno de tales apariciones (fenómenos) que nadie sabe cómo poder evitarlas”.

I. –Olvido de Nombres Propios
Sigmund Freud escribe:

En el año 1898 publiqué en Monatsschrift für Psychiatrie und Neurologie un pequeño trabajo, titulado «Sobre el mecanismo psíquico del olvido», que quiero reproducir aquí, utilizándolo como punto de partida para más amplias investigaciones.

Examinaba en dicho ensayo, sometido al análi­sis psicológico, un ejemplo observado directamente por mí mismo, el frecuente caso de olvido tem­poral de un nombre propio, y llegaba a la conclusión de que estos casos de falla de una función psíquica -de la memoria-, nada gratos ni importantes en la práctica408, admitían una explicación que iba más allá de la usual valoración atribuida a tales fenómenos.

“Si no estoy muy equivocado, un psicólogo a quien se pregunta cómo es que con mucha frecuen­cia no conseguimos recordar un nombre propio que, sin embargo, estamos ciertos de conocer, se contentaría con responder que los nombres propios son más susceptibles de ser olvidados que otro cualquier contenido de la memoria, y expondría luego plausibles razones para fundamentar esta preferencia del olvido; pero no sospecharía más amplia determinación de tal hecho.

“Por mi parte he tenido ocasión de observar, en minuciosas investigaciones sobre el fenómeno del olvido temporal de los nombres, determinadas particularidades que no en todos, pero sí en muchos de los casos, se manifiestan con claridad suficiente.

En tales casos sucede que no sólo se olvida, sino que, además, se recuerda erróneamente. A la consciencia del sujeto que se esfuerza en re­cordar el nombre olvidado acuden otros -nombres sustitutivos- que son rechazados en el acto como falsos, pero que, sin embargo, continúan presentándose en la memoria con gran tenacidad.

El proceso que os había de conducir a la reproducción del nombre buscado se ha desplazado, por decirlo así, y nos ha llevado hacia un sustitutivo erróneo.

Mi opinión es que tal desplazamiento no se halla a merced de un mero capricho psíquico cualquiera, sino que sigue determinadas trayecto­rias regulares y perfectamente calculables, o, por decirlo de otro modo, presumo que los nombres sustitutivos están en visible conexión con el buscado, y si consigo demostrar la existencia de esta conexión, espero quedará hecha la luz sobre el proceso y origen del olvido de nombres.”, (Sigmund Freud, 1901), (409).

Nótese en este escrito cómo se llega a la conclusión sobre “la función psíquica de la memoria”, puesto que con “frecuencia no recordamos un nombre propio…” debido a razones que se asocian con el sujeto y a la vez con los hechos que conllevan el fenómeno del olvido; este último a la vez, pertenece a lo cotidiano y también a fallas en los registros numéricos (memoria).

Sin embargo no todo es claro puesto que aparecen las deformaciones; de tal ma­nera “no sólo se olvida, sino que además se recuerda erróneamente…” (Aquí me atrevo a sugerir que el error puede conllevar una determinación, es decir, una indicación errónea para recordar), lo que significa que la consciencia selecciona, elige y se esfuerza por recor­dar lo que le conviene psicológicamente y por ende aquello para lo cual dispone de mayor número de conexiones interneuronales; sin embargo, “he ahí el proceso y origen del olvido de los nombres”, según la obra citada, a la vez que un determinismo psíquico y la presencia del azar para elegir y/o seleccionar un nombre o parte de él para sustituir el otro original, el cual se olvida.

De esto podemos concluir cómo en lo cotidiano presenta la falla o el error humano que se vuelve o convierte en una habitualidad, sin considerarlo en la clase definitiva de la psicopatología.

Además como ya se muestra atrás todos estamos sujetos al olvido y a los avatares de la memoria, determinada esta por mecanismos físico-eléctricos y sus diferentes procesos. Si bien la hipótesis de Freud de hace aproximadamente más de 100 años, es que en el proceso del recuerdo correcto o incorrecto pueden participar mecanismo de desplazamiento y a la vez, la mente no deja a la selección psíquica arbitraria, sino que sigue caminos que pue­den ser predeterminados y que conforman sus leyes.

De esto podemos también concluir que existe cierta disposición especial para olvidar, para abolir o suprimir recuerdos y establecer asociaciones externas por desplazamiento, negación o sustitución, acelerando o frenando al­gún proceso o mecanismo y seleccionando otro; es así como el mismo Freud nos trae en su capítulo segundo de la obra: “el olvido de las palabras extranjeras”, en donde se encuentran “perturbaciones funcionales por fluctuaciones sobre el control de nuestro caudal de palabras extrañas”.

Dentro de todo este contexto podríamos agregar aquí, que así le pasa a la humanidad que olvida su propia historia y aún llega a encubrir hechos. Freud en el capítulo III trae la temática del “olvido de nombres y juego de palabras”, lo cual es producido por alguna vía asociativa entre conexiones con algún pensamiento de los contenidos inconscientes que es el origen del afecto y aquí se manifiesta en la forma de olvidar, recordar y seleccionar. 

Aquí Freud trae cinco razones para que ocurran estos “olvidos y juegos”: sublimaciones contra su portador; complejo profesional o familiar; referencia personal; consciencia de culpa y complejo perso­nal.

En general, se pueden distinguir dentro de este contexto, dos tipos principales de olvido de nombre, por desagrado o por que entran en conexión con otro nombre que también tiene efecto desagradable. Por su parte en la “vía asociativa entre conexiones” estaría la partici­pación del “azar determinista”, al cual hago referencia a través de la obra.

En el capítulo IV Freud trae los “recuerdos infantiles y encubridores”:

Los cuales perte­necen a un hecho acontecido, pero que se deforma, se invierte, se desplaza, se falsifica en tiempo y en lugar o en el hecho mismo, lo que implica un deseo inconsciente que el material psíquico consciente ubica en imágenes visuales.

De la misma manera, ocurre con los “lapsos linguaeque se observa en gente normal, en la vida cotidiana, y que por decir una palabra dice otra.

Por ejemplo, en la República de Colombia, en el gobierno de la Unión Nacional del Conservador el Presidente Guillermo León Valencia, cuando el Presidente francés Charles De Gaulle visitaba Bogotá en su discurso de bienvenida, dijo: “viva De Gaulle, viva España”, (en lugar de decir viva De Gaulle, viva Francia) puesto que él había sido embajador en Espa­ña y en el tiempo de Franco se acostumbraba decir, “viva Franco, viva España”. He aquí en ese lapsos linguae la fuerza psíquica motivacional dirigida en sentido opuesto a la expresión pertinente.

Es importante tener en cuenta cómo “el recuerdo encubridor” no siempre es infantil si consideramos la vivencia y recuerdos cercanos; sin embargo, si analizamos más profunda­mente; por ejemplo, el caso antes expuesto el presidente de Colombia Valencia, tenía una ambivalencia afectiva y de identificación con Francia y España debido a sus vivencias y elec­ciones favorables personales desde su primera infancia, a mas de los recuerdos gratos cuando poco antes había sido embajador ante el gobierno de Francisco Franco, con quien compartie­ron el deporte de la caza y con ello en forma inconsciente la actuación del complejo edípico.

Los “errores en la lectura y escritura”, son cotidianos en las personas y se producen tam­bién por los procesos ya nombrados debido a prioridades inconscientes, hábitos existentes, preparaciones profesionales en situaciones distintas en las que surgen defensas y motivos personales en que se incluyen las “dislexias”, las que bien se muestran en los errores de la escritura y a la que Freud hace alusión con 21 ejemplos de “lapsos cálami”; en todas ellas se pueden observar las expresiones de deseos, las motivaciones inconscientes, los hechos  subjetivos, las bromas, las que también tienen sus motivaciones inconscientes con tendencias hostiles.

Es así como también se presentan los olvidos de impresiones y conocimientos, los cuales son posibles de demostrar un comportamiento defensivo o no, por inhibiciones, o por deseos manifiestos en el propio olvido.

Tengamos en cuenta que ningún grupo de fenómenos está mejor calificado que el olvido de intenciones o propósitos, para demostrar la tesis de que la falta de intensión no es suficiente para explicar las parapraxias. Estas las definimos como la incapacidad para la correcta ejecución de movimientos intencionales (movimientos irracionales).

Existen por lo demás situaciones en la vida cotidiana en las cuales el sujeto pue­de tener conocimiento de que el olvido no es un fenómeno elemental e irreductible; así arribó a la conclusión de que existen varios motivos latentes, algunos desconocidos, otros antagóni­cos, algunos de gran importancia y otros de menos; entre uno y otro puede haber una gama o escala en que se categoriza no solo la intensión o la motivación consiente e inconsciente del olvido; recuérdese lo expuesto en un “lapsus” propio ocurrido mientras escribía estos textos y en especial el que se refiere al determinismo y el azar planteada en la obra “El puente de San Luis Rey” de T. Wilder, expuesto en el capítulo anterior.

De la misma manera que ocurren todos estos olvidos puede haber acciones organizadas y en conjunto factibles de tener elementos sado-masoquistas, culpígenos y de necesidad de castigo.

Las conductas fortuitas y sintomáticas difieren de las frustradas, porque no están apoyadas en una intensión consciente y no necesitan pretexto, apareciendo por su propia cuenta; aquella las hacemos sin pensar, sin voluntad y accidentalmente como para tener algo en qué ocuparnos terminando cuando nos cuestionamos sobre su significado.

Estas acciones dan la impresión de que el sujeto no sospecha nada de ellas y así mismo lo intenta trasmitir sin que por esto exista, en ellas, nada específico; sin embargo, son síntoma de que se obtiene algún beneficio casi siempre neurótico, más cuando están conectadas a través de un símbolo que realiza el acto.

Por lo general, todos estos errores, acciones sintomáticas, olvidos, se encuentran, como ya se expresó anteriormente, en la psicología de la vida cotidiana, pues pertenecen a errores de la vida en su actividad cotidiana usual.

Es así como nos encontramos con el dicho: “es humano errar”. Siempre que cometemos un error, al hablar, al escuchar, al escribir, al recordar, al actuar en sus múltiples modalidades, lugares y temporalidades, participan procesos mentales que subyacen más allá de nuestra intención consciente; sin embargo, deben (los errores) admitirse más cuando tenemos la capacidad de ser conscien­tes de nuestros propios errores.

A todas estas existen las “parapraxias” combinadas en las cuales se encuentran los extravíos de objetos (llaves, carteras, libros, documentos, etc.), las rupturas de los mismos, el incumplimiento a citas o compromisos previos, o el retraso de los mismos, el no cumplimiento con formalidades cotidianas, el no pagar una cuenta a tiempo o aplazarlas.

El manejo del dinero, de los horarios, el repetido aplazamiento de actos, la torpeza en los mismos, la caída de objetos, los tropezones, las inexactitudes, refundir objetos, papeles, el no leer un texto importante del periódico, el no comprender una lectura o los conceptos escuchados, el cansarse en el estudio, el cambio de una palabra por otra, los pequeños o gran­des accidentes y/o la presencia en ellos aún pereciendo en ellos.

Traspapelar documentos y traslado del tiempo, la ingenuidad en púberes, adolescentes y adultos, de que puede ocurrir algo desagradable, lo que se llama mentiras piadosas, y las grandes confabulaciones que hace el hombre de algo que no existe; de ahí que nazca una serie de leyendas y mitos y aún los actos fallidoscombinados en donde de todas maneras aparece el actor, el escenario, el acto, el deseo, la censura, distintas conductas cotidianas y aún llegar al accidente que calificamos por casualidad o coincidencia.

Es así como llegamos al determinismo psíquico inconsciente y al azar determinista que muchos lo ubican o lo asociamos con el destino, la casualidad, lo fortuito, la coincidencia, lo eventual, la suerte, el simple azar y/o aleatoriedad.

En realidad todos cometemos parapraxias”.

Todos estos errores pueden presentarse por fatiga, indisposición, excitación, ocupaciones diversas o relaciones fonéticas, similitudes ver­bales, traslapos; aquí se incluyen los gazapos, la unificaciones de palabras, los errores lingüís­ticos, el reemplazo por lo opuesto, el agregar nuevas significaciones. A la vez, debemos tener en cuenta cómo las parapraxias no son eventos casuales, sino actos mentales significativos, por lo que tienen sentido, y surgen de la actividad corriente o posiblemente de la interacción de dos intenciones distintas.

Es probable que el sentido de una parapraxia sea la interferencia de dos intenciones, una de las cuales es la perturbante y otra la perturbada, es necesario tener en cuenta que los errores verbales se ligan a los escritos y los extravíos y traspapeleos, ambos expresan un mismo deseo, el perder, refundir o confundir o no recordar.

Es así como llegamos al capítulo XII en la obra S. Freud: “Determinismo, fe causal y su­perstición”, en el que el autor se pronuncia en el sentido de que existe “cierta insuficiencias de nuestro funcionamiento psíquico… y ciertos actos aparentemente inintencionados; se de­muestran motivados y determinados por motivos desconocidos de la consciencia, cuando se le somete a la investigación psicoanalítica” (pág. 156 Obras Completas, Tomo I).

Sin embar­go, no se debe establecer la patología, pues todo esto hace parte “dentro de los límites de lo normal”; de ahí el título de la “psicología de la vida cotidiana”, porque todos poseemos la posibilidad de perturbación momentánea y temporal de errores y actos incorrectos. Lo serio es entrar a negar continuamente y vivir negando toda la vida, sin la posibilidad de descubrir lo latente, puesto que no se va a tener ni voluntad ni libertad.

Sigmund Freud en este último capítulo trata de explicar un ejemplo sobre el nombre pro­pio y cómo fue construido, así como cifras “lanzada al azar” estaban determinadas nombres y cifras, o números eran elegidos por eso que personalmente denomino “azar determinista”; por ejemplo, en el caso de “la paciente Dora”, a quien Freud le dio ese nombre, pues incons­cientemente lo había construido entre tantos otros cambiándolo de Rosa a Dora; la “R” de Rosa, pasó al segundo fonema de Dora; de la misma manera, el número 2467 fue determinado por su propia memoria eligiendo el “24 años” y sumados a los años que tenía en ese momento “53” daban “67”.

Es decir su inconsciente matemáticamente hacía las sumas o el cálculo y construía el número. De la misma manera explica cómo “un conocido del autor (Freud) dijo al azar el número 986 que era la exageración de la temperatura ambiente de 98.6 que había dado el parte metereológico del medio ambiente”.

Para algunos podría aparecer el calificativo de “coincidencia”, casualidad, caso fortuito, eventualidad, contingencia, impensado, fortuna o suerte; sin embargo, de lo que se trata es saber de ese simplismo superficial y encontrar los mecanismos neuropsíquicos que producen ese fenómeno. No podemos negar que más de 100 años han pasado y podemos corroborar cómo Sigmund Freud logró describirlos y adentrarse en el mecanismo psíquico o mental.

Aquí podemos hacernos la pregunta: ¿si el azar está en parte determinado por lo que está ya codificado en la mente y los nombres, las palabras están ordenadas y sometidas a un determinismo que, en el contexto que estamos exponiendo, pertenece a lo que denomino “azar determinista”?.

Algún lector podrá argumentar que siempre se pueden encontrar conexiones entre un elemento y otro (palabras, números) que son simples coincidencias y hasta se puede llegar a objetar que la casualidad existe; sin embargo, en el análisis podemos encontrar una serie de asociaciones emergentes con sus conexiones, además de una necesidad determinís­tica que se expresa en las conexiones asociativas y la conjugación de una con otra puede lle­varnos a una consecuencia de certidumbre.

Esto fue estudiado por Jung y Bleuler, los cuales elaboraron una prueba psicológica en las que las palabras eran los estímulos para detectar las asociaciones consecutivas (“expresión de asociación en la cual la persona investigada debe contestar a una palabra estímulo, otra al oír aquella y que se le ocurra; la reacción de tiempo entre una y otra es sujeta a medición”) y determinaron que aquellas, las asocia­ciones no se producían (y no se asignan) por “casualidad” sino que eran determinadas por elementos complejos410 inconscientes debido a la palabra-estímulo.

Lo que se evaluaba era el tiempo requerido para la reacción y la relación entre la palabra estímulo y la respuesta respectiva. Freud introduce este hecho en la obra “El Psicoanálisis y el establecimiento de los hechos en los procesos judiciales”, 1906411, en donde él concluye que “se ha hecho habitual denominar complejo a un contenido ideacional capaz de influir sobre la reacción ante la pa­labra estímulo”, lo que ocurre cuando ésta afecta directamente al complejo o cuando se logra establecer una conexión con esta palabra a través de eslabones intermedios.

Este mecanismo se podría analogar a lo que ocurre en el intercambio del núcleo con la mitocondria y de estos al citoplasma y de los tres con el medio exterior, de lo particular a lo general y global o de lo particular a lo particular para hacer un engranaje con la totalidad; en otras palabras es el o los mecanismos de enlaces (ligazones) que producen relaciones e interrelaciones entre las partes diferenciadas (particulares o singulares) para luego establecer una función global.

Cuando Sigmund Freud publicó la obra antes mencionada se refirió a cómo sobre las aso­ciaciones de palabras estimulantes estas producían una reacción412 con otras representaciones; estas experiencias ya habían sido estudiadas sistemáticamente por “Wundt y reintroducidos en psiquiatría por Kraepellin y Aschaffenburg. Los hallazgos de Zurich tienen su interés fun­damental en un factor que enfatiza la influencia de las emociones, el que fue descrito como un complejo ideacional, emocionalmente coloreado, cuyo significado es explicado como la totalidad de las ideas relacionadas con ese hecho” (S. Freud, 1938).

La reacción a la palabra estímulo produce un enlace que también es otra atracción; las dos (palabra y estímulo) es­tán determinadas y al mismo tiempo sujeta a errores de la memoria (lapsus lingue, calami, pérdida de objetos) sino también a una “perturbación ideacional del contenido-un complejo-que sale a la luz, el que ha alterado los sentidos” como “actos sintomáticos” los que fueron ubicados en los textos de su obra “Psicopatología de la vida cotidiana”, (1901).

Unos y otros actos (estímulo, palabra, respuesta, errores, actos sintomáticos) son detecta­dos y provienen del azar y del determinismo. Mi propuesta es ofrecer al sujeto la libertad de encontrar y descubrir los enlaces sólo con su decisión inconsciente, al abrir un texto elegi­do al azar y ser leído en la misma forma para detectar el contenido manifiesto que aparecey, si éste tiene que ver con algo personal, es decir, tiene un enlace inconsciente con el sujeto lector es cuando aparece la relación y el encuentro o descubrimiento. 

La elección incons­ciente de un texto se realiza por motivaciones de percepciones intra y extrasensoriales con la participación del funcionamiento cuántico; de tal manera, que encuentra el en­lace del inconsciente con el consciente y así con su realidad interna.

Cualquiera podría decir que todo lo aparecido importa en los textos, puesto que siempre encontraríamos un “enlace-asociación” con nosotros mismos, esto es cierto; sin embargo, la experiencia nos lleva a que los textos nos muestran elementos básicos (radicales) de nuestra persona íntima, los cuales son develados sin querer conscientemente al leerlos y aún es factible de encontrar respuestas a interrogantes conscientes o inconscientes, (ver cap. XII).

El “ejercicio del azar determinista” también podría entenderse como otro estímulo como lo puede ser cuando a un sujeto se le dice escribir una frase al azar. De una u otra manera, es la persona (su consciente e inconsciente) pasando por la censura y traicio­nando al inconsciente que se proyecta en la actuación y elige un texto para leerlo o para escribirlo. He ahí otro fenómeno de la “psicología de la vida cotidiana”.

Este ejercicio del azar determinista es análogo o semejante al que ocurre cuando el psicoanlista le pide a su analizado (paciente) trate de comunicar libremente todos sus pensamientos para trabajar el material; es lo que denominamos “asociación libre” y el analista en la técnica se supone que tiene una atención flotante, estas dos (asociación libre y atención flotante) no son tan libres ni flotantes porque siempre opera la consciencia de los dos participantes.

Otro ejemplo que traigo de los tantos que Sigmund Freud acota en su obra “Psicopatolo­gía de la vida cotidiana”, determinismo y fe casual” es el relato del Señor F. Hitschmann en el cual aparece un verso que se presentaba espontáneamente en la memoria del sujeto cuando éste pasaba por un determinado lugar geográfico y sin que apareciese visibles orí­genes y relaciones:

“Relato del señor E., doctor en Derecho: ‘Hace seis años iba yo desde Biarritz a San Sebastián.

La línea férrea pasa sobre el Bidasoa, que en aquel sitio constituye la frontera entre Francia y España. Desde el puente que atraviesa dicho río se goza de una preciosa vista.

A un lado, un amplio valle que termina en los Pirineos, y al otro, el mar. Era un bello y claro día festival, todo lleno de luz y de sol, y yo me hallaba en viaje de vacaciones, muy contento de ir a visitar España. En este lugar y esta situación se me ocurrieron de repente los siguientes versos: Pero el alma está ya libre,-flotando en un mar de luz.

Recuerdo que pensé entonces de dónde procederían tales versos, sin serme posible averiguarlo. Dado su ritmo, tenían aquellas frases que tomar parte de una poesía, pero el resto de ésta y hasta el título y autor habían desaparecido por completo de mi memoria. También creo que después, habiendo vuelto a recordarlos repetidas veces, pregunté sobre ellos a diversas personas, sin que nadie me sacase de dudas.

“El año pasado volví a recorrer igual camino a mi regreso de otro viaje por España.

Era noche cerrada y oscura y estaba lloviendo. Miré por la ventanilla para ver si estábamos ya cerca de la frontera y me di cuenta de que nos hallábamos en el puente sobre el Bidasoa. Inmediatamente volvieron a emerger en mi memoria los versos mencionados, sin que tampoco pudiera acordarme de su origen.

Varios meses después cogí en casa un tomo de poesías de Uhland, y al abrirlo se presentaron ante mi vista los versos Pero el alma está ya libre.-flotando en un mar de luz, que constituyen el final de una com­posición titulada El peregrino. Leí ésta y recordé muy oscuramente haberla conocido muchos años atrás. El lugar de la acción es España, y ésta me pareció ser la única que el verso recordado tenía con el lugar en que había emergido en mi memoria. No me quedé muy satisfecho con tal descubrimiento y seguí hojeando el libro.

Los versos Pero el alma está ya libre, etc., eran los últimos de una página, y al dar la vuelta a la hoja encontré que la poesía que comenzaba en la página siguiente se titulaba El puente del Bidasoa. “Quiero observar aunque el contenido de esta poesía me pareció todavía más desco­nocido que el de la primera, y que las palabras con que comienza son las siguientes: ‘Sobre el puente del Bidasoa está en pie un anciano santo, bendiciendo a su derecha las montañas españolas y a su izquierda los valles franceses’”, (Sigmund Freud, 1900-1905, Obras Completas, Tomo III, páginas 914-915, Biblioteca Nueva).

(Lea También: El Determinismo, la Superstición y la Interpretación)

En el caso anteriormente citado por Freud uno se pregunta:

¿Fue por el azar determinista que ocurrieron estos fenómenos descritos por el F. Hitschmann? La respuesta podría cons­truirse pensando en que el señor H. hizo elección al azar en el libro de poemas y este acto ya tenía un determinismo psíquico inconsciente; el azar en este caso como en otros, puede pertenecer a una aleatoriedad como acto físico natural que participa en el inconsciente el cual ya conoce y no olvida o recuerda lo supuestamente olvidado.

De la misma manera como en este caso existe “el puente de Bidosoa”, está presente el puente que comunica el conciente con el inconsciente; es por esto por lo que el autor recordó en “su peregrinar” por las fronte­ras de la realidad y la fantasía, “atravesando el río”, ve el mar y los Pirineos (preciosa vista) ‘en donde encuentra la belleza y la libertad para verla y sentirla; es así como aparece: “El alma está ya libre, flotando en un mar de luz”.

Freud en el año 1921, dos años después de haber publicado “Lo Siniestro” y en el mismo año de haber postulado “El Instinto de Muerte” en “Más allá del Instinto del Placer”, publicó su escrito “Psicoanálisis y Telepatía” con ciertos posibles deseos de penetrar en el análisis del ocultismo. En el “Compendio de la Standard Edition413, de las obras completas de Freud aparece cómo:

No cabe duda de que, si se presta atención a estos fenómenos, algunos de ellos se confirman, y probablemente no pase mucho tiempo antes de que se pueda desarrollar una teoría aceptable que incluya estos hechos nuevos; pero ante la primera confirmación los ocultistas proclamaron el triunfo de sus ideas.

Se presentan y examinan tres ejemplos de telepatía. Un joven que se analizaba le contó a Freud que una adivina había anunciado que su cuñado moriría intoxicado por ostras o cangrejos en julio o agosto. El cuñado no murió, pero estuvo gravemente enfermo por esa época debido a una intoxi­cación por ingestión de cangrejos. Se interpreta la comunicación a la adivina como transferencia del pensamiento inconsciente y el deseo reprimido de muerte hacia el cuñado.

El segundo caso se refiere a la hija mayor de una familia con cinco hijos, que era feliz en su ma­trimonio pero que no tenía descendencia. Debido a esta situación, provocada por la esterilidad del esposo, se deprimió, por lo que fue necesario internarla en un hospital.

Después de diez años de enfermedad, Freud comenzó a tratarla. La paciente relató que, cuando tenía veintisiete años se había quitado la alianza matrimonial, apoyando la mano en un plato lleno de arena y una adivina le anunció que se casaría y tendría dos hijos al cumplir treinta y dos años. A la fecha de la entrevista tenía cuarenta y ningún hijo, recordando la paciente que su madre se había casado a los treinta años y, a los treinta y dos ya tenía dos hijos.

El tercer episodio corresponde a un grafólogo. Rafael Scherman. El fenómeno de transferencia del pensamiento tuvo lugar entre aquél y no de los pacientes de Freud que terminó por poner fin a una relación amorosa casándose posteriormente con una joven que gozaba de la aprobación de Schermann”.

Un año después en 1922 Sigmund Freud publica “Sueños y Telepatía”

En donde vincula un hecho con otro, sin encontrar la existencia del sueño telepático propiamente dicho, pues­to que nunca pudo observar tal sueño verdaderamente. Sin embargo, trae unos ejemplos en los cuales concluye que el mensaje telepático corresponde a la escena del Complejo de Edipo y cómo es indiscutible que el dormir crea condiciones favorables para la telepatía, pero no es indispensable para que ocurra. Concluye que la telepatía es una actividad de la mente inconsciente, y las leyes que gobierna la vida mental inconsciente son también aplicables a la telepatía. Sugiero al lector referirse aquí al sueño premonitor del autor que aparece más adelante en el siguiente capítulo.

La temática del azar, lo probabilístico y el determinismo e indeterminismo en relación a lo socio-cultural414, político y económico aparece disgregado en diferentes obras de autores de finales del Siglo XX, en especial los que se refieren al pensamiento complejo y a la teoría de la complejidad y caos (415).

A estas alturas el lector podrá encontrar en síntesis cómo se ha desarrollado el pensamien­to científico en las últimas décadas:

Para encontrarse así con los conceptos de los procesos reversibles e irreversibles, la probabilística y el azar, el determinismo y el indeterminismo, lo subjetivo y lo objetivo, lo físico y lo psíquico y cómo el cerebro se comporta como un gran sistema en donde se forjan y se producen diferentes funciones bio-eléctricas para llegar o crear pensamientos, representaciones, pasando por las sensopercepciones y aún lo irrepre­sentable cuando no confluyen las trayectorias de los estímulos sensoperceptivos a través de organizaciones cuánticas y funciones de onda.

Aquí valdría la pena preguntarse si estas “no representaciones” o “trayectorias cuánticas irrepresentables”, equivalen a lo represado o a la represión y al inconsciente del psicoanálisis como una negativa de la misma representación o funcionaría como una subestructura cuántica en donde luego se va a producir la represen­tación); además, se ha descrito una serie de psicodinamismos que pertenecen a los procesos mentales conscientes e inconscientes, en el desarrollo del hombre para llegar a la consciencia, a ser consciente de lo que se conoce y al conocimiento y con todo esto, al pensamiento y dentro de este a las funciones del pensar (ver gráfica de las cuatro funciones del pensar en la obra “Cerebro-Mente” (El pensamiento cuántico), (2009).

Con sus cuatro ejes, el integrador, el lingüístico, el discursivo y el conceptual que abarcan todas las sensopercepciones.

En estos momentos nuevamente surgen preguntas:

¿Tiene la telepatía, los sueños premo­nitores, los presentimientos, la intuición y tantos otros fenómenos (que se consideran parap­sicológicos) algo que ver con el funcionamiento psíquico explicado por los mecanismos y estudiado por las neurociencias?; por ejemplo, los potenciales eléctricos, los neurotransmi­sores, el concepto de comunicación en red, los bits cuánticos (qubit), (todos pertenecientes a la mecánica cuántica que se mide por la función de onda).

¿Operan todos los mencionados mecanismos en el sistema neuropsicosomático en que se integran todos los otros sistemas que comprenden el campo consciente e inconsciente para llegar al conocimiento o a la pantalla de la consciencia con sus codificaciones y señalizaciones específicas?

Este tema también pertenece a la parapsicología y por ende al “factor psi”, el cual está desarrollado en la obra “Ciencia, Magia y Pensamiento” (en preparación), en ese escrito se desarrollan diferentes temas como el de la telepatía, la telequinesis, el espiritismo, la supers­tición, el cábala, las profecías, la numerología, la clarividencia, la sanación, entre tantos otros. Sin embargo, a continuación voy a hacer alusión puntual al determinismo, la superstición y a la interpretación.


408 La negrilla es mía
409 La negrilla es mía368 Azar Determinista. El Lazo del Destino 
410 El término complejo en psicoanálisis proviene de Bleuler y Jung.

En la obra de Casos clínicos, en el caso de Emmy citada en el caso de la señora Emmy escribe cómo la disociación en la consciencia “como regla, es una parte subconsciente de un complejo de ideas que penetra en la consciencia del sujeto común y corriente y es la que precisamente provoca esta clase de perturbación” (Freud, S. 1893-1895, S. E. Volumen II, página 69).

Más adelante en su obra “Ideas inconscientes”, o conjuntos y no “complejidad” pero que lleva a ella, escribe: “algunas veces, sin embargo, (refiriéndose a las ideas) ellas se acumulan en forma de complejos”.

En su obra “Proyecto para una psicología científica” (1895), escribe con respecto al “papel desempeñado por los signos de cualidad, en el pensamiento práctico, apenas difiere del que tienen en el pensamiento cognoscitivo. Los signos cualitativos aseguran y fijan el discurso [asociativo]; pero no son absolutamente indispensables para el mismo. Si reemplazamos las neuronas y las ideas individuales, respectivamente, por complejos de neuronas y de ideas, nos topamos con una complejidad del pensamiento práctico que se sustrae a toda posibilidad de descripción…”(Freud, S., 1895, S. E. Vol. 1 página 368).

En esta misma obra citada con respecto a los procesos cogitativos (del pensamiento práctico) y refiriéndose a las catexias perceptivas, escribe: “En virtud de ella, los complejos perceptivos se dividen en una parte constante e incomprendida -la cosa- y una parte cambiante y comprensible: los atributos o movimientos de la cosa.

Dado que el «complejo-cosa» sigue reapareciendo en combinación con múltiples « complejos-atributo », y éstos, a su vez, en combinación con múltiples « complejos-cosa », se da la posibilidad de elaborar vías de pensamiento que lleven de estos dos tipos de complejos hacia el « estado de cosa » deseado, de una manera que tenga, en cierto modo, validez general y que sea independiente de la circunstancial y momentánea percepción real[En este párrafo -como en las anteriores menciones de la « cosa »- podría leerse «objeto» («complejo objetivo», en oposición al «complejo atributivo» o, mejor, «complejo predicativo»)]. [Aunque esta terminología es más corriente y correcta en filosofía, la he evitado para no incurrir en confusión con el sentido analítico de «objeto», no em­pleado todavía por Freud en 1895.

En cuanto a la distinción entre objeto y cosa -más complicada en alemán: gegenstand, ding, sache*-, no pone aquí diferencia alguna.] (Nota del traductor). La actividad cogitativa realizada con juicios, en lugar de complejos perceptivos desordenados, significa, pues, una considerable economía… En efecto, los complejos-cosa o los complejos-movimiento no son nunca totalmente idénticos, y entre sus elementos discrepantes puede haber algunas cuya omisión vicie el resultado en la realidad. Este de­fecto del pensamiento tiene su origen en la tendencia (que efectivamente estamos imitando aquí) a sustituir el complejo por una neurona única, tendencia a la que nos impele la inmensa complejidad [del material].”

Más adelante en la misma obra citada, escribe: “el displacer intelectual de la contradicción, ante el que se detiene el pensamiento examinador [crítico] no es otra cosa que el displacer acumulado para proteger las reglas biológicas que ahora es activado por el proceso cogitativo incorrecto”. La existencia de estas reglas biológicas queda demostrada precisamente por la sensación de displacer pro­vocada por los errores lógicos [Freud en su hipótesis de la función sintética del Yo incluye la necesidad de eliminar las contradicciones].

En síntesis con el conocimiento cognoscitivo y práctico está el pensamiento reproductivo que es evocativo, el que en parte se combina con el pensamiento práctico. El pensamiento puede llegar al placer o a la contradicción de ahí también la complejidad. [Estos textos también aparecen en las obras del autor: “Psicoanálisis y la teoría de la complejidad”, (2002) y “Cerebro Mente” (El pensamiento cuántico), (2009)]. *Objeto, cosa (gegenstand) en el sentido de dirección; objeto, cosa (ding); cosa, objeto, causa (sa­che); palabras variables según el texto en que se empleen en general “cosa”.

411 Freud, S., “Psychoanalysis and the establishment of the facts in legal proceedings”, Standard Edition, Hogarth Press, London, Vol. IX (1906-8), pág. 103.
412 Sigmund Freud en la obra citada menciona cómo la reacción no se restringe a nada y la palabra estímulo establece una relación la cual no siempre puede ser entendida pero que puede revelar una acción sintomá­tica que ocurre en el sujeto en un experimento de asociación determinada por un contenido ideacional con material psíquico oculto; de tal manera, el pensamiento espontáneo no serán escogidos arbitrariamente; sin embargo, serán determinados por sus relaciones secretas con los llamados complejos.

En la obra citada (1906-1908) Freud trae esa asociación y conexión con el concepto de complejo de libre albedrío, de deter­minismo psíquico y con el destino psíquico que tiene la palabra estímulo, reacción, asociación.

Traigo a continuación parte del texto de Freud traducido del inglés al español; sin embargo, encuentro que el conte­nido ideacional en las publicaciones de la Standard Edition no son exactamente iguales a la traducción que aparecen en español: “Todos ustedes están familiarizados con ese juego de salón, y común entre los niños, en que una persona propone a otra una palabra cualquiera, a la que ella debe agregar una palabra que forme con la primera una expresión compuesta.

Por ejemplo, «vapor-barco» {«Dampf-Schiff»}; en consecuencia, «barco de va­por» {«Dampfschiff»}.

No otra cosa que una modificación de este juego infantil es el «experimento de la asociación», introducido en la psicología por la escuela de Wundt, y que solo ha renunciado a una de las condiciones que rigen en aquel juego. Consiste en proponer a una persona una palabra -la palabra estímu­lo-, a la que ella debe responder lo más rápido posible con una segunda -la llamada reacción- sin que nada la límite para elegirla.

Los factores observados son el tiempo que la reacción demanda y su nexo con la palabra estímulo, que puede ser muy variado. Ahora bien, no puede afirmarse que al comienzo se obtuviera gran cosa.

Con tales experimentos. Y es comprensible, pues no se los realizaba dentro de un planteo cierto y les faltaba una idea que pudiera aplicarse a los resultados. Sólo adquirieron pleno sentido y se volvieron fecundos cuando Bleuler y sus discípulos, en particular Jung, empezaron a ocuparse en Zurich de estos «experimentos de asociación».

Ahora bien, sus ensayos sólo cobraron valor mediante la premisa de que la reacción frente a la palabra estímulo no puede ser algo contingente, sino que por fuerza estará determinada por un contenido de representación presente en quien reacciona.

“Se ha hecho costumbre llamar «complejo» a un contenido de representación de esta índole, capaz de influir sobre la reacción a la palabra estímulo. Ese influjo se produce porque la palabra estímulo afecta directa­mente al complejo, o bien porque este último se pone en conexión con aquella mediante unos eslabones intermedios.

Este determinismo de la reacción es un hecho muy asombroso; en la bibliografía sobre la ma­teria hallarán expresado sin tapujos el asombro que provoca. Pero no cabe dudar de su exactitud, pues si a la persona misma que produce la reacción ustedes la interrogan sobre las razones de esta, por regla general podrán pesquisar el complejo influyente y comprender desde él esas reacciones de otro modo incomprensi­bles.

Ejemplos como los de las páginas 6 y 8-9 del ensayo de Jung [1906] son muy aptos para llevarnos a cuestionar la contingencia y el presunto libre albedrío en el acontecer anímico. “Ahora echen conmigo una ojeada a la prehistoria de esta tesis de Bleuler – Jung, según la cual el complejo determina la reacción de la persona examinada.

En 1901 publiqué una obra donde sostenía que toda una serie de acciones que se consideraban inmotivadas están, sin embargo, sujetas a un rígido determinismo; así contribuía a restringir el campo del libre albedrío psíquico.

Estudié las pequeñas operaciones fallidas del ol­vido, el desliz en el habla y en la escritura, el extravío de objetos, y demostré que, si una persona se trastraba al hablar, no cabe responsabilizar por ello al azar, ni a las solas dificultades de articulación o semejanzas fónicas, sino que en todos los casos se puede pesquisar un contenido de representación perturbador -un complejo- que modificó en su favor el dicho intentado, creando la apariencia de un error.

Consideré también las pequeñas acciones casuales de la gente en que esta no parece guiada por propósito alguno -su juguetear, tamborilear con los dedos, etc.- y las desenmascaré como unas «acciones sintomáticas» que se vinculan con un sentido escondido y están destinadas a procurarle una expresión inadvertida.

Y llegué al resultado de que ni siquiera es posible que a uno se le ocurra al azar un nombre propio, pues se verificará siempre que su ocurrencia estuvo comandada por un poderoso complejo de representación; más aún, cifras que uno escoja supuestamente al azar se reconducen a uno de estos complejos escondidos.

Un colega, el doctor Alfred Adler, pudo documentar años más tarde, con algunos buenos ejemplos, estas, las más sorprendentes de mis tesis. (ver nota) Y toda vez que uno se habitúe a esta concepción del condicionamiento en la vida psí­quica, le parecerá legítimo deducir, de los resultados de la psicopatología de la vida cotidiana, que tampoco la ocurrencia del sujeto en el experimento de la asociación estará librada al azar, sino acaso condicionada por un contenido de representación eficaz en él. “Volvamos pues, señores, al experimento de la asociación.

En los casos considerados hasta ahora, era la propia persona examinada quien nos esclarecía sobre el origen de las reacciones, condición que en verdad le quita interés para la práctica judicial. Pero, ¿qué ocurrirá si modificamos su disposición, tal como podemos resolver una ecuación de varias magnitudes pesquisando una u otra de estas, haciendo de la a o la b que en ella figuran la x buscada? Hasta ahora los examinadores desconocíamos el complejo; ensayábamos con palabras estímulo escogidas al azar, y el sujeto nos denunciaba el complejo que había sido llevado a exterio­rizarse a raíz de la palabra estímulo.

Pero si variamos la situación, partimos de un complejo conocido por nosotros, provocamos reacciones a él mediante palabras estímulo deliberadamente escogidas, pasamos la x del lado de la persona que reacciona, ¿será posible decidir, por el resultado de las reacciones, si la persona examinada lleva también en su interior el complejo escogido? Ya ven ustedes que este modo de disponer el experimento responde exactamente al caso del juez de instrucción que procura averiguar si una circunstan­cia de autos para él consabida lo es también para el acusado en calidad de autor.

Parece que Wertheimer y Klein, dos discípulos de Hans Gross, profesor de derecho penal en Praga, fueron los primeros en introducir esta variante en el dispositivo del experimento. […] Ahora bien, la tarea del terapeuta es la misma que la del juez de instrucción; debemos descubrir lo psíquico oculto, y a tal fin hemos inventado una serie de artes detectivescas, de las que ahora los señores juristas parece que nos imitarán algunas”.

413 Extractado por el Comité de catalogación de la Asociación Psicoanalítica Americana y el ente para el In­tercambio Informativo sobre Salud Mental bajo la dirección de Carrie Lee Rothe, Santiago Rosenberg, Editor No. 00784.

Título original en inglés: Abstracts of the Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud (L.U.P. –NY.)

414 Las negrillas son mías.
415 Ver F. Capra, Las conexiones ocultas y La trama de la vida; Briggs and Peat Las siete leyes del caos y en parte la obra del autor: Ciencia, ley y paz próxima a aparecer y en Ciencia mitos y dioses, 2005.

 

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