Los Problemas del Azar y del Destino
La Suerte o Fortuna y el Infortunio o Desgracia (Ejemplos)
En los textos anteriores se ha hecho alusión a los problemas que surgen en el estudio del destino, a la vez que del azar; así podemos caer en el dilema y posible confusión de si tenemos que aceptar que son “secretos ocultos o misterios de la naturaleza” que todavía no han sido resueltos, y aun se ha llevado al concepto en el lenguaje psicofísico a uno relativo a la física cuántica, a la concepción de las fuerzas ocultas; así nos quedamos cuestionándonos en la incógnita e incertidumbre; de una u otra manera nos encontramos con enigmas, con los cuales nos debatimos para entender los hechos humanos y entre ellos el de la bien conocida “fortuna o suerte” (que no son iguales) o sus opuestos el “infortunio y desgracia”.
Conocemos cómo el ser humano ha construido sus mitos y entre ellos el del “paraíso terrenal” en el cual todo era felicidad, no había contradicción, todo era una suerte, porque todo estaba dado, en especial la comida, y así era la vida bienaventurada o de fortuna o del inconsciente instintivo de la naturaleza que implica la necesidad y el deseo sin conocer el bien y el mal.
De tal manera, el hombre míticamente partió de aquel espacio y fue (según el mito) expulsado de él por su arrogancia y con ella el poder del conocimiento (539). Si bien existen los mitos que han sido útiles al ser humano para satisfacer las necesidades explicativas y de supuestos conocimientos, no podemos basarnos en ellos y negar los hechos concretos de la realidad histórica o negar el proceso evolutivo del desarrollo del hombre, para llegar al pensamiento; y, con ello no buscar explicaciones o interpretaciones sino equilibrios psicofísicos con la necesidad de satisfacer el principio del placer.
(Lea También: Ejemplos Médico Clínicos)
El hombre busca el camino de la buena suerte o de la fortuna
De esto se desprende cómo el hombre busca el camino de la buena suerte o de la fortuna; una y otra no solamente se busca por la necesidad sino aparecen y desaparecen, con lo que he denominado el “azar determinista”, que abarca también “el destino”.
Veamos ahora lo que entendemos por “fortuna”. En el diccionario latino español (540) la palabra fortuna cuyo sinónimo es suerte; éstas se clasifican en “buenas o malas”; el uso de este vocablo se utilizaba también para hombres de ínfima fortuna; también se conecta con los bienes de fortuna o con los honores y jerarquías o prestigio, entre ellos por su riquezas, conectadas todas con las dávidas de los dioses; de ahí la palabra “fortunatus”, (rico y opulento), “fortuno” (“tibi patrimonium, dei, fortunent”), “que los dioses hagan prosperar tu patrimonio”; “foruli y forum” compartimentos estantes para los libros; “forum”, plaza pública, mercado (los negocios en el foro) en donde se hacía el dinero y los honores, la administración de justicia; lugar en donde estaba la tribuna para hablar a la tropa.
La palabra “fortuna” está asociado obviamente con el afortunado o desafortunado, lo infortunado, lo fortuito. En síntesis la palabra “fortuna” se conecta con bienes físicos o económicos o sociales o intelectuales y espirituales que dan bienestar en la vida cuando es buena, o cuando es mala lo contrario. (Ver: El Destino y la Buena o Mala Fortuna)
Pasemos ahora a la “suerte”.
La suerte (del latín sors, sortis), como ya se explicitó anteriormente se conecta con la fortuna como un sinónimo.
Se llama así a la causa hipotética o predeterminación de los sucesos o circunstancias no intencionados o predecibles y así ocurridos por azar y casualidad; esa misma predeterminación considerada con relación a una persona o cosa predeterminada que lleva en tal o cual dirección, con un sentido cualitativo específico bueno o malo; el sujeto puede dejarse llevar por la suerte y confiar en ella; más sin embargo, lo acompaña las decisiones para hacer tal o cual cosa y tener un resultado con un suceso provocado o no; por ejemplo: elegir carrera, pareja, domicilio, trabajo, alguna compra o venta, viaje, etc. que lo pueden llevar un bienestar o lo contrario; por lo tanto, aquí participan también el azar y el determinismo provocado por las informaciones que el sujeto tiene a través de la experiencia o de la misma herencia que lo acompaña en la genética; he aquí una determinación.
De tal manera, la suerte se combina con el azar, la casualidad, el destino, la fatalidad, la fortuna y el signo y el sino, el privilegio, la buena o mala sombra o ventura y comúnmente con los vocablos “casualidad, coincidencia, oportunidad”, y su contrario, desdicha, desgracia, mala pata, mala sombra, calamidad, desastre, malaventuranza, miseria.
En la próxima obra sobre “la ciencia, magia y pensamiento”, se hace alusión a cómo el hombre busca su buena fortuna y suerte mediante hechizos y juegos de azar (lotería, ruleta, cartas, etc.) igualmente en la lectura del naipe busca la predestinación.
Existen otras prácticas tales como el presagio, la profecía, el agüero, el amuleto, el encuentro del trébol de cuatro hojas, la lectura de las cenizas del cigarrillo o tabaco, o los residuos del chocolate, y así en toda la superstición o en el ruego a Dios, a la virgen o al santo con oraciones suplicando le cambie su suerte, su fortuna y su destino y así le de vida. Cuando se presenta se reafirma la creencia supersticiosa y se da las gracias al ritual, y cuando es lo contrario puede ocurrir que el sujeto diga: “no era el momento” o “ese es mi destino”.
Estas temáticas son desarrolladas más ampliamente en la obra, ya citada y en preparación: “Ciencia, magia y pensamiento”. ¿En qué consiste la suerte más allá de lo expresado en las palabras? ¿Acaso no tiene que ver con el ser profundo y su determinismo natural del hombre en la tierra y en el cosmos? Cuando decimos suerte y lo conectamos con la fortuna, como medio económico o psicofísico de salud o de vínculos amorosos, tenemos que hacernos responsables que lo estamos consiguiendo por algo que tenemos como meta consciente determinada para hacer o no hacer una fortuna económica, laboral, familiar y/o social.
De todas maneras, aparece lo incierto que se impone para ventura o desventura del sujeto ocasionando un acontecimiento positivo o un fracaso en un acontecer negativo. Cuando nos referimos a “fracaso”, es algo negativo y cuando lo hacemos a un acontecimiento positivo nos referimos a un “éxito”. Sin embargo, existen los fracasos con acontecimientos positivos o con acontecimientos negativos porque no se cumplió con lo esperado o viceversa, un hecho negativo acarrea uno posterior.
Por ejemplo Colón descubrió a América (acontecimiento positivo) pero fue un fracaso porque no llegó a Catai (Japón), a la ruta por occidente, atravesando el mar de las tinieblas; sin embargo, para él transitoriamente fue “una suerte y una fortuna” por ser nombrado el Almirante del “mar océano y de las Indias Orientales” inmortalizándolo; más a corto plazo le ocasionó innumerables problemas por el resto de su vida (“no hay mal que por bien no venga”).
Colón confió en su información que la tierra era una esfera, confió en su suerte y por accidente obtuvo su resultado. Ocurre también que los seres pueden encontrar la mala fortuna o la mala suerte comprando acciones de la bolsa o valores cuando no deben.
“¿Es la suerte predecible o impredecible?”, “¿está la suerte conectada con el azar y la casualidad?” La respuesta ya está mencionada en alguna forma en todos estos escritos por que opera el determinismo inconsciente que irrumpe con frecuencia y trastoca los acontecimientos regulares provocados sin conocer cómo, ni por qué, para llegar a la buena o la mala suerte.
El poeta latino Horacio (541) decía: “la fortuna es feliz en su cruel acción, y obstinada al jugar su juego perverso, siempre cambia sus inconstantes honores, favoreciéndome ahora a mi o a algún otro”.
Aquí podemos afirmar que un acontecimiento puede favorecer o desfavorecer al individuo o a la colectividad y así encontrar la suerte, la felicidad o infelicidad. Por ejemplo, Alemania y los judíos en el Siglo XX encontraron la infelicidad; he ahí también la suerte del destino o de la fortuna; y, es el destino lo que aparece al final en los diferentes aconteceres; por ejemplo los judíos crean el Estado de Israel y se supone que ellos volverían a la tierra prometida por o de Jehova, no sin permanecer en guerra con los palestinos y jordanos por siete decenas de años. Así llegamos a que la suerte puede contraponerse a la fortuna o al destino; es decir, puede ocurrir algo favorable o adverso, fuera del alcance y la previsión.
539 Ver obra “Ciencia Mitos y Dioses”, 2004, Cap. XII, página 285 y en esta obra cap. IX y XVI de G. Sánchez Medina
540 Diccionario Ilustrado Latino-Español, prólogo de don Vicente García de Diego, Tercera Edición, Publicaciones y ediciones SPES, S.A., Barcelona, España, 1950
541 Quinto Horacio Flaco nació el 8 de diciembre del año 65 a.C., hijo de un liberto, en Venusia (hoy Venosa Apulia, Italia). Pasó sus primeros años en el campo, donde aprendió la poesía campesina.
Estudió en Roma, en la escuela de Orbilio. Allí conoció la literatura de poetas arcaicos como Livio Andrónico y también a los poetas de Grecia. En griego escribió sus primeros versos. Su padre, un liberto, quiso que refinase su cultura, como los jóvenes de ilustres familias atenienses. Por ello, subsidió a Horacio para que continuara estudios en Atenas.
Allí, estudió a los maestros de filosofía griega y poesía en la Academia. La Academia, originaria de la antigua Grecia, jardín público a las afueras de Atenas, fundada hacia el año 387 a.C. por Platón. En estos jardines el filósofo griego Platón había instruido a sus seguidores.
Las posteriores escuelas de filosofía, modeladas en la de Platón, fueron a su vez llamadas “academias”. Cuando el poeta laureado Virgilio conoció sus poemas, hacia el año 38 a.C., le presentó al estadista Cayo Mecenas, un patrocinador de las artes y amigo de Octavio, que le introdujo en los círculos literarios y políticos de Roma, y en 33 a.C. le entregó una propiedad en las colinas de Sabina donde se retiró a escribir y pensar. (Bignone, E., Historia de la literatura latina, Losada, Buenos Aires, 1952.)
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