El Gran Árbol de la Vida

DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA

Cuando uno reflexiona sobre la naturaleza vegetal y se detiene en el arbusto de la parra o viña, se nos viene las representaciones de los viñedos, el fruto de la uva, los cultivos mi­lenarios, y cómo la naturaleza se organizó para diferenciarse surgiendo asì el reino vegetal, distinguiéndose y caracterizándose los frutales; ¿cómo?

La respuesta está en la disposición de las moléculas del agua (H2O) agrupadas y concentradas para entrelazarse en las moléculas del azúcar, ácidos nucleídos, proteínas, aminoácidos, ácidos grasos, vitaminas y crear mem­branas, células con todas las dinámicas y funciones iónicas a través de los micro canales, los cuales permiten el intercambio atómico con sus diferentes elementos, los que en su orden dan origen a la vida vegetal, la cual por múltiples factores del medio ambiente (posición, presión, calor, humedad, luz, viento) fueron conformando la variedad de las clases y entre ellas, en este caso específico la uva, para luego el animal y el hombre encontrarla y recolectarla con el fin de utilizarla para su manutención y posteriormente realizar las elaboraciones que dieron origen al vino.

Que hace a la vid producir su grosor, los colores, sabores y textura de la vida?

La respuesta nuevamente se encuentra en la ordenación de los componentes (membrana, citoesqueleto, núcleo, citoplasma, cromatina, retículo, vesículas, otros órganos celulares con sus elementos moleculares y atómicos, cloroplastos) para diferenciarse y así constituir las clases; de igual manera acontece con el ser humano; y, todo corresponde al destino de cada cual en que se incluye el espacio, el tiempo, los que de alguna manera se conectan con el lejano y maravi­lloso universo.

Así surgieron las plantaciones de las viñas. Ahora, pensemos cómo la planta fue evolucio­nando para arriba con sus tallos, hojas y frutos, y abajo siguieron las fuerzas de la gravedad hundiéndose en la tierra buscando gradientes de vida y fundamentalmente el agua y minerales para luego sintetizar y conformar la macromolécula del azúcar; para esto tuvo que crecer para arriba y para abajo; ese fue su destino y así acontece en nuestro mundo psicofísico y espiri­tual, nutriéndose cada vez más para crear raíces, ramas, hojas y frutos que son la respuesta de la evolución de la naturaleza del universo.

Es así como ocurre con el ser humano:

Aquí hago la analogía con el desarrollo psíquico el cual es producto de la evolución, la genética, el evidente medio ambiente exterior y el no visto oculto o a veces incógnito e incierto, que en ocasiones lo consideramos escabroso en donde confluyen múltiples factores que se relacionan con el interior y el exterior.

Cada sujeto tiene múltiples raíces, así como ramas, conexiones, factores favorables y desfavorables que hacen fértil o infértil el desarrollo de cada quien; a la vez, cada uno de los seres humanos tiene su esencia que sostiene la existencia.

Cuántas vivencias han pasado desde nuestra gestación y cada una recorre su propio camino dejando sus marcas, recorriendo y abriendo espacios; al mismo tiempo deja marcas perennes de las cuales se encarga la memoria y con ella todas sus vicisitudes. En ocasiones de una raíz surge otro tallo el cual surgen otros más y así sigue eldesarrollo con el afán de prolongar la existencia. Así también sucede con nuestras representaciones mentales las cuales construyen nuestro mundo consciente e inconsciente.

Fotografia Raices de la Vid Valle del Colchagua

Figura 51. Fotografìa “Raìces de la Vid” Valle del Colchagua de Marie Christine Onteniente-Picò, 2011.

Cada uno puede viajar y descubrir caminos y volverlos o no propios, de todas formas es un camino, una posibilidad, una esperanza individual o colectiva en el mundo de participación con la naturaleza y la vida. He ahí el árbol de la vida física y psíquica. Todo esto ha sucedido en millones de años para constituir nuestro sistema neurocerebral y psíquico que se interco­necta para cumplir con el destino de la naturaleza.

Obsérvese que aquí en esta selección natural hay una elección a la vez que el estable­cimiento de diferencias, variedades, variabilidades, progresiones y reversiones y aún un carácter puede aparecer cinco, diez o quince generaciones o más en el futuro y con ellos ciertas identidades.

Nótese a la vez cómo existe una íntima interrelación con el medio am­biente, con la adaptación, con modificaciones y variaciones a través del tiempo presentándose la favorabilidad o desfavorabilidad en las diferentes especies en la cual se incluye las etnias; aquí hago la anotación, por ejemplo, de cómo las etnias del África han desarrollado sistemas inmunes para ciertos microorganismos y no lo son para otros. De la misma manera ocurrió en Asia y en Sur América.

La felicidad, la infelicidad, el libre albedrío y el destino

A todas estas ¿en dónde está la felicidad? y ¿a qué llamamos felicidad y dónde la ubica­mos? La respuesta simplemente la tiene el dicho popular “salud, dinero y amor”, los cuales no siempre están presentes al mismo tiempo, aún pensamos si amamos u odiamos, tenemos dinero o salud o no, ¿por nuestro libre albedrío, por el determinismo o por el destino? La res­puesta taxativa no la tengo, sin embargo, cualquiera que sea, está relacionada con el sentirse feliz o infeliz (placer-displacer).

Para muchos la felicidad es tener una familia estable, sana, amorosa, protectora. En muchas ocasiones la felicidad familiar se busca en la religazón (“re­ligare”) del sujeto a una comunidad, volverse a ligar para tener identidad, coherencia y segu­ridad en la colectividad; dentro de esto estaría haber tenido la fortuna o suerte de conseguirlo, pues allí se calman ansiedades, se hace una resonancia con la colectividad, una unificación de identidades, y se entra en una identificación colectiva espiritual; de ahí la felicidad de las congregaciones que se dedican a la oración o al beneficio del otro o entregándose al amor a Dios; llámese esta de cualquier nombre o de cualquier credo.

Se ha querido encontrar la felicidad en la belleza (armonía), la verdad (conocimiento) y en el amor; este puede interpretarse como llenamientos a los vacíos internos y por ende a justificaciones compensatorias del dolor psíquico, de la soledad (abandono), de la ignorancia y disarmonía en cualquier valor transcendente vital; téngase en cuenta que las anteriores mencionadas pertenecen a la frontera de la confusión, del caos; sin embargo, aquella supuesta felicidad transitoria (larga, corta o de instantes) es posible que pertenezca a sentimientos espi­rituales y psíquicos auténticos trascendentes de la existencia en el ser y su esencia.

La vida cotidiana, a la vez:

Está plena de actos o hechos psíquicos automáticos incons­cientes positivos o negativos o anodinos neutros o alternantes unos con otros y no todos son factibles de ser detectados y analizados para ubicarlos en la felicidad. La felicidad plena está más bien, en el disfrute de sentir la vida y darle sentido a la misma con el equilibrio dinámico y cierta paz interna aceptando el tiempo, el espacio del mundo interno y del externo.

Aquí no puede descartarse como la vida es factible de interpretarse como un juego de equilibrios que cuando predomina lo positivo en un sentido, se equilibra lo negativo y vice­versa; de ahí el dicho que: “no hay mal que por bien no venga”; sin embargo esta forma de interpretar puede provenir de un mecanismo compensatorio explicativo para sobrevivir con lo negativo y darse la posibilidad de tolerarlo o esperar el cambio.

En ocasiones no se le puede poner a un hecho el calificativo de bueno o malo, pues depende de la perspectiva y valores con que se mida; ambos (bien y mal) pueden estar presentes, o es factible que el bien sea para lo particular y el mal para lo general o viceversa.

Obviamente el destino de cada ser está definido por el funcionamiento neuropsíquico, bio­lógico y genético en el cual participa el medio ambiente y la historia.

Por lo tanto es una serie de vectores que confluyen en un acontecer; luego, para entender con cierta certeza nuestro destino, se requiere del análisis pormenorizado de los distintos factores participantes, estos operan tanto en la calidad como en cantidad.Así vemos los factores de necesidad de distinta índole del ser humano, seguido de motivaciones conscientes e inconscientes que no dejan de tener o establecer ambivalencias conflictivas que mueven intereses, todas estas se conectan con las capacidades cognitivas de memoria, de la lógica del proceso primario y secundario para su comunicación.

Entiéndase que dentro de estas últimas capacidades están las genéti­cas, las biológicas y las evolutivas, y cuando nos referimos a las motivaciones e intereses, lo estamos haciendo también al grado de consciencia o no, así mismo de la voluntad para decidir y actuar, de acuerdo con las circunstancias en que operan todas ellas.

Se entiende por lo expresado, que los hechos están plurideterminados para bien o para mal, para la fortuna o el infortunio.

Por ejemplo en la escogencia de carrera y luego de pare­ja, en la planificación familiar, en la escogencia del medio ambiente locativo (apartamento-casa, urbano o rural), en la misma región o en otra diferente; en la búsqueda de trabajo y las relaciones interpersonales que pueda tener el sujeto dentro o por fuera de él, lo mismo que dentro de la familia, pequeña o grande, aceptando las envidias y rivalidades no solamente de hermanos sino en las observadas en el transcurso de los estudios o en las acciones laborales; las planificaciones o programas bien elaborados para la realización de los mismos, con deci­siones analizadas y discutidas aceptando críticas o no; y, algo muy importante es la actitud del sujeto, la cual puede determinar toda una serie de variables, por ejemplo para que le roben, para que se pierda el dinero, para no conseguir trabajo, para perder negocios.

A todas estas no podemos negar y descartar que no existan factores externos que intervengan en el proceso a desarrollarse en el sujeto individual o colectivamente para conseguir un resultado positivo. Aquí vale la pena hacer la consideración de cómo no se le puede adjudicar a una sola causa externa o interna el destino positivo o negativo, u otorgarle al sentido del destino toda la responsabilidad puesto que así, llegaríamos con el bueno o malo destino, a la frase común ya mencionada: “así lo quiso Dios o la Providencia”.

En todos estos textos en que aparece el destino positivo o negativo, nos encontramos con los ya nombrados ciclos o números de años en donde aparecen los aspectos positivos o los conflictos.

La infancia y la niñez son o deben ser el ciclo de la felicidad en la cual no hay res­ponsabilidad y en donde todo está dado; además todo es factible de convertirse en un mundo lúdico no real; cuando se pasa al ciclo de la adolescencia aparecen la rebeldía, los amores, el estudio, el ser aceptado o rechazado y más allá el ciclo de la juventud en donde se comienza la etapa laboral, profesional, la elección de pareja, para llegar al siguiente ciclo de la madurez con los hijos, la muerte de los padres y otros seres queridos, las grandes responsabilidades.

Actualmente se presentan los divorcios, los nuevos matrimonios, los problemas laborales to­dos los cuales requieren nuevas adaptaciones; así también se inician los problemas físicos, las necesidades de reparación, la planeación para la etapa final, los balances y evaluación de su propio destino para llegar finalmente a la vejez; en este último ciclo aparecen los nietos, la evaluación de las metas cumplidas, lo qué hice y qué se dejo de hacer en esta vida y qué me queda por realizar o vivir; por ejemplo, las enfermedades, la visión de la meta final que es la muerte y una serie de disquisiciones filosóficas para enfrentarnos al fin (537).

En todos estos ciclos largos o cortos puede ser buenos malos, regulares, neutros, muy buenos o muy malos o la alternancia por épocas de unos y otros, o se tiende a sacar un común denominador del destino o se ubica lo bueno en la infancia, la pubertad, la madurez o la ve­jez o lo contrario, cada cual califica su vida y su destino. Todos estos calificativos, se dan de acuerdo con la felicidad o infelicidad, placer o displacer que haya tenido el ser humano y en lo que llamamos destino.

Los mismos ciclos han sido estudiados y se han encontrado que ellos (muy buenos, bue­nos, neutros, malos y muy malos); ellos tienen una duración de 3, 5 y hasta 7 años; así fue como se estudiaron 15.700 casos y en ninguno de ellos estuvo presente el ciclo muy bueno o bueno a todo momento.

No se puede descartar, tener en cuenta como no es lo mismo la vida en una familia de dos, cinco o diez hermanos, puesto que el primero nace en el primer ciclo de los padres y el último quince años después y la apreciación de los padres o de terceras personas que los acompaña son diferentes (538). La misma persona a evaluar sus ciclos que ha vivido 20, 30, 40 , 60 u 80 años o más, su reflexión, sus valores, su discurrir y evaluación son distintos.

Aquí debemos comprender que cada persona posee una percepción, una respuesta y una resistencia, un re­gistro neuropsíquico diferente, puesto que su organización genética es distinta y determinada de acuerdo con su propia naturaleza y a la vez condicionada con la témporo-espacialidad de cada cual.

Ocurre sí que una persona con 7 años de un ciclo malo, no por esto tiene que ser el resto de su vida infortunio; sin embargo, existen casos en que la naturaleza nace enferma y sus ciclos son cortos hasta la desaparición. Obsérvese también que en las personas puede aparecer un eje que podemos llamarlo el destino, es decir, un común denominador que puede calificarse de acuerdo al placer o displacer que viva cada quien.

(Lea También: Los Problemas del Azar y del Destino)

Otro aspecto interesante a tener en cuenta aquí es que la conformación familiar con una estabilidad psíquica, laboral y económica, determina fuertes vínculos afectivos y así se instauran personalidades más fuertes, estables y seguras de sí misma, estableciéndose caminos de realización, promedios de un destino bueno con posibilidades de superar más fácilmente las frustraciones de la vida cotidiana y así poder progresar y establecerse un común denomi­nador o eje conductor de el buen destino; todo esto no significa que no ocurran errores por carencias afectivas, falta de información, fracasos económicos, por motivaciones distintas,enfermedades, unas genéticamente heredadas y otras establecidas por el medio ambiente, o la calidad de vida, a más de las ocasionadas por la misma historia familiar.

Estos planteamientos, no pueden generalizarse y llegar a concluir que un solo factor de­terminante pueda conducir a la felicidad total puesto que pueden aparecer monotonías, moti­vaciones o desmotivaciones, apatías, resultados positivos y negativos, obstáculos, actitudes progresistas o lo contrario, fuerzas creativas, hechos inconvenientes, errores por dificultades en la personalidad o en la información o la muerte accidental o natural de un ser querido, la obtención de malos resultados, distintos tipos de accidentes, climas emocionales adversos o angustiosos; al mismo tiempo puede presentarse resistencias o fragilidad a la adversidad, pudiéndose reconstruir o no todo lo perdido para recuperar afectos o diferentes estatus social, económico, laboral.

Años buenos, regulares, malos o muy buenos, no pueden ser tomados con un hecho aislado y sin conexión con otro; existe una trama invisible sobre la que se tejen los sucesos que luego serán determinantes en la vida y que producen una serie de variables positivas o negativas, razón por la cual los sucesos se generan unos como consecuencias de otros; las tempestades y huracanes humanos siempre pueden acompañar al sujeto, así como el ya nombrado “fenómeno mariposa o el doppler” que afectan desde lejos, o como resonancia, que provocan en algún sentido una parte del destino de nuestras vidas.

Por lo tanto, no estamos exentos de conflictos más sí de posibilidades de rectificarlos y “manejar el sí y el no”, para subsanar y reparar situaciones adversas para poder así buscar un camino de estabilidad, de creación y de felicidad; así mismo llegue a un resultado que se le puede atribuir al destino.

Todas estas eventualidades han sido estudiadas estadísticamente, y la mayoría de ellas tienen éxito en un 34 al 74%; de tal forma que cuando el destino negativo se interpone en la vida de los seres humanos modificándolo, los intentos por retornar el trazado original pueden ser fallidos, pero con posibilidades de cambiar de rumbo. En algunos casos indefectiblemente impera el determinismo que le dio origen al destino.

Así nos encontramos con la incertidum­bre, la neutralidad, lo regular, y cuando la decisión no está acompañada de éxito la mayoría de las veces el sujeto tiende achacar al destino o a los intangibles o al medio ambiente o al azar o a la propia historia socio-cultural en donde aparece el sujeto. Lo que no podemos asegurar es que todo esté presente, como ser la información adecuada, la organización genética per­tinente, el momento y lugar precisos, para alcanzar la dicha y la fortuna estén blindados de algo negativo, puesto que existen fatalidades, infortunios, y realidades negativas.

Debemos observar con qué actitud positiva o negativa vivimos lo cual implica toda una energía favo­rable o no la cual repercute en todo nuestro quehacer en la vida. La energía a que hacemos referencia es la que se origina en nuestro ser en todos los sistemas vitales, los cuales se ponen para favorecer o mantener el orden somatopsíquico emocional con su resonancia social; esa energía tiene que ver con las señalizaciones y comportamientos de la física cuántica.

También aquí operan las llamadas energías del medio ambiente, y de todo lo externo factible que actúa o participa en los acontecimientos en general. Es conocido cómo una persona se puede predis­poner en forma positiva o negativa, creadora o destructora (Eros-Tánatos) y así proyectarse en su medio ambiente; a la vez, ocurre que existen personas pasivas dependientes y/o neutras o rechazantes por la envidia que les invade y con la cual se anulan las acciones favorables; otra es la actitud no participativa o ausente de no compromiso.

De todas maneras, el mundo psíquico (consciente e inconsciente) participa en las acciones y decisiones conjugadas con la actitud que se fragua con el azar y el determinismo para configurar el destino el cual tiene lazos particulares y generales así como invisibles.

De una u otra manera, nos encontramos con que siempre está presente, el azar determi­nista y el destino, y en el fondo la ilusoria cortina del libre albedrío, a la vez que el mundo colectivo, el juego perverso del acierto y el error y las decisiones correctas o equivocadas con buenas o malas informaciones o únicamente con el propio instinto, el cual tiene sus pasos, sus beneficios y sus fallas; cuando se dice “del juego perverso” del “acierto error” se hace referencia a que muchos seres humanos juegan con su vida, en esa forma, sin reflexionar sobre todas las motivaciones del mundo interno.

Cuando pensamos en el “libre albedrío” es necesario referirnos a las fuerzas de atracción y rechazo, las cuales producen deseos y necesidades para originar un orden y completud (leyes físico-químicas y cosmológicas); por lo tanto, la decisión dependen de las fuerzas predominantes y sus leyes; además, en el ser humano no sólo opera la voluntad consciente, la que predomina, sino la intensidad de las pulsiones producidas por las fuerzas de las partículas elementales; de ahí que se piense cómo el libre albedrío es una ilusión.

De todo esto es factible concluir que no podemos quedarnos esperando y tejiendo o proyectando el destino, o que èste se vuelque en nuestro favor, sino planificando en todo nuestro ser consciente e inconsciente con el mandato de nuestra consciencia y de nuestros instintos, dejándonos en contacto con la realidad y no atrapados o apoyados en la certeza de que es Dios, el Ser Supremo como ente omnipotente y fuerza poderosa, el o lo que, nos puede conducir a la fortuna, o esperar al azar, fraguado por el pensamiento mágico para resolver nuestros problemas o que nos ocurra como les pasó a los habitantes de la isla de Pascua (o en Rapa-Nui en Polinesia) que en 1722 cuando llegaron los europeos, miles de polinesios que habitaban en la isla a finales del siglo XVIII;

Las enfermedades y el tráfico de esclavos redujeron la población a 200 personas quedando como testigos los misteriosos monumentos de piedra volcánica llamados moai, que representan enormes cabezas con narices y orejas alargadas, con columnas cilíndricas de 27 toneladas, todas construidas con bloques de piedra volcánica. Algunos de ellos tienen una longitud de 21 metros.

El misterio reside en que no tienen nada que ver con los polinesios y los constructores fueron suramericanos de 18 siglos atrás que luego desaparecieron. Los primitivos habitantes se dividieron en dos clanes, uno que dominó al otro sometiéndolo a la ignominiosa esclavi­tud; los esclavizantes se proyectaron con sus orejas largas y los pusieron enfrente al mar para esperar al Dios que los salvara; lo megalitos fueron construidos por los esclavos y todo fue elaborado gracias a la cantidad de madera necesaria para construir andamios, cuñas, rodillos.

Finalmente todo se fue acabando y quedaron los “moai” mirando al mar, al tiempo a donde se oculta el sol. Fue así como los recursos naturales se agotaron; la isla quedó devastada; se acabó la fauna, la flora, permanecieron los megalitos, el hambre, y unos pocos recuerdos.

Las personas que subsistieron debieron enfrentarse a matar o morir, transformando la pequeña isla en el escenario de la más cruel masacre; algunos “moai” fueron tumbados como ocurre casi siempre cuando se desea romper el destino, los dioses, las idealizaciones proyectadas en monumentos; la tragedia había sido consumada; “los vencedores cambiaron el laurel de la victoria por la desesperada locura que los llevaría a comerse los unos a los otros” (Prezioso F., 2003); sólo restaron los “moai” como mudos testigos del canibalismo y un vestigio de vida.

He ahí las huellas dejadas por la urdimbre del destino hecha por el mismo hombre; el destino mismo hecho que cobra sus dividendos y tiene su ley, su selección natural, su princi­pio y su fin, sus altos y bajos, sus planos, sus euforias y depresiones, sus dichas y desdichas.

El punto a reflexionar de la isla de Pascua es: ¿si el hombre seguirá autodestruyéndose o levantando “moais” o íconos o ídolos sustitutos que miren al mar o al cielo y olvidándose de su propia realidad y destino? ¿Será que la humanidad está tejiendo su destino con el calenta­miento global y así otra era, otro ciclo en el cual se pruebe una vez más las fases a que está sujeto el ser humano en su propio destino? La respuesta hay que construirla con la reflexión de la misma historia del ser en el mundo.


537 Así si “se alcanza la serenidad versus la desesperanza (Erikson) al final de la vida de cada cual, en esa etapa de la vejez lo competitivo va desapareciendo al irse. Cerrando espacios, sólo queda el tiempo…largo… corto con el cual no hay competencia como en las etapas anteriores de lucha” (A. De Francisco, 2010).
538 Al mismo tiempo es muy distinto la vida de un hijo (a) único (a) o de mellizos o gemelos o de dos de distinto sexo, o de diferentes, permanentes o transitorias elecciones de pareja (hetero, homo o bisexual) o distinta raigambre sociocultural o de tres, cuatro o cinco; cada uno tiene sus propias vivencias de acuerdo con el lugar o posición dentro de los hermanos, que le tocó nacer, crecer, educarse y culturizarse; o desplazarse en la primera y segunda infancia o adolescencia, en países con distintas lenguas o el haber nacido y crecido en diferentes épocas socio-político-económicas; todo esto hace parte del destino.

Los estudios realizados en gemelos uni y vitelinos muestran las diferencias esenciales en uno y otro; sin em­bargo, los univitelinos tienen una tendencia a la igualdad en sus preferencias, actitudes y conductas a pesar que existen singularidades en cada uno, por lo cual existe la diferencia; la pregunta sería sobre la igualdad si ésta es genética y ¿cuánto de ella persiste a pesar de la diferencia en el aprendizaje? Coincidencia en Gemelos: Muchas son las investigaciones que se han hecho a través de los años con respec­to a los gemelos.

Es importante aclarar la clase de gemelaridad entre los hermanos gemelos monocigóticos o dicigóticos. Los primeros provienen de un solo cigoto que se divide en dos, es decir, un solo óvulo en donde las divisiones pertenecen a una misma codificación genética del padre y de la madre y en los segundos existe la diferenciación cromosomática.

Es necesario aclarar las coincidencias o las desigualdades en unos y otros y más en los primeros monocigóticos que son separados desde el nacimiento o poco después de él y sin em­bargo, siendo genéticamente idénticos pueden tener una educación y una vivencia muy distinta.

Los gemelos separados pueden compartir por días o algunos meses el mismo ambiente y luego pueden ser impactados por distintas situaciones; sin embargo, el pensamiento científico tienden a tener más en cuenta las influencias ge­néticas y como se dice comúnmente: “nosotros somos los genes”. La búsqueda de semejanzas no solo se in­vestigan en los atributos físicos, sino en la personalidad, habilidades, actitudes, intereses, miedos y gustos.

En Suecia que tiene una registro de 70.000 pares de gemelos, Nancy Pedersen y col. (1988), “identificaron 99 pares de gemelos monocigóticos separados y más de 200 pares de gemelos dicigóticos separados. Com­parados con muestras equivalentes de gemelos monocigóticos criados juntos, los gemelos monocigóticos separados presentaban más diferencias en cuanto a su personalidad.

Sin embargo, los gemelos separados eran más parecidos cuando eran genéticamente monocigóticos que cuando eran dicigóticos. La separación al poco tiempo del nacimiento (digamos, a los 8 meses) no ampliaba sus diferencias de personalidad.

¿Y qué ocurría con los gemelos de padres que confundían el parecido de los hermanos como gemelos monocigóticos, o con aquellos que distorsionan a sus gemelos monocigóticos como gemelos dicigóticos? En ambos casos, las semejanzas comprobadas han reflejado lo que realmente eran, no lo que los padres pensaban que eran (Kendler, 1983, citado por DG Myers, P. Sigaloff, 2005). Las percepciones de los padres importaban poco”, (DG. Myers, P. Sigaloff , 2005).

Las coincidencias no son exclusivas de los gemelos y existen igualdades, semejanzas en personas aun que no tienen el mismo código genético.

Sin embargo, se encuentran múl­tiples semejanzas en gemelos monocigóticos separados que 30 o más años después se encuentran y des­cubren que tienen la misma profesión semejante a la elección de vida casados con personas semejantes o separados de ellos; aún más se han investigado las pruebas de inteligencia, personalidad, ritmo cardiaco, ondas cerebrales, entonación fonética, inflexiones de la voz y se encuentran que son iguales y aún más los gemelos al oirlas piensan que son ellos mismos.

En un caso de gemelos monocigóticos uno creció con su abuela en Alemania como católico Nazi, mientras que el otro creció con su padre en el caribe como judio; no obstante compartían muchísimos razgos y hábitos de comida, bebidas, actitudes, conductas no aprendidas en la familia; por ejemplo ponerse bandas elásticas en las muñecas, mojar la tostada con mantequilla en el café, gritar a la esposa.

De todo esto surge una conclusión separados o no separados; las semejanzas existen durante toda la vida y aún padecen y mueren de la misma enfermedad.; aún mas existen casos de gemelos separados en que se casan el mismo día, trabajan en lo mismo, tienen hijas coincidencialmente en el mismo mes, con las mismas aptitudes.

De todo esto ¿que podemos concluir? es que no solamente hay una determinación genética a diferentes niveles físicos y psíquicos sino que también el azar los acompañó desde su gestación, lo que equivale que es el “azar determinista” que actúa proyectando todo un futuro en estos seres humanos.

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