Conceptos de Poder Natural y Sobrenatural

Conceptos de Poder Natural (físico cuántico) y Sobrenatural relacionados con Dios y el Destino Humano

DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA

Volviendo al poder, si enfocamos éste solamente en el ser humano, vamos a encontrarnos nuevamente con lo físico y lo psíquico-espiritual con el individuo y la colectividad. Aquí podemos dividirlo en poder jurídico, moral, individual y colectivo.

Es así como deviene el Estado como el poder que ha organizado las comunidades por milenios. De ahí partió el hombre hecho Dios diferenciado para crear las fuerzas que denominamos como un “poder natural y sobrenatural” más allá del hombre, ubicándolo en el universo y dándole el nombre de poder de Dios, ser Supremo, Todo o Providencia (capaz de crear o proveer todo, incluido el destino), para luego bajarlo nuevamente como Dios hecho hombre. Esta contextualización y las siguientes ya se plantean en diferentes capítulos.

Conceptos provenientes de Albert Einstein con respec­to a las ideas de Dios

Aquí vale la pena traer ciertos conceptos provenientes de Albert Einstein con respec­to a las ideas de Dios aparecidos en diferentes obras. Recabando en una cita de él creo que cada día creemos entender más de Dios, y en la realidad sabemos menos. Einstein escribió: “creo en Dios de Spinoza que nos revela una armonía de todos los seres vivos”.

En una carta a Max Born le dice: “Tú crees en un Dios que juega a los dados y yo creo en una ley y un orden completos en un mundo que existe objetivamente (leyes objetivas que ordenan el universo)503. “La palabra Dios no es para mí nada más que la expresión y el producto de debilidades humanas; la biblia una colección de leyendas admirables, pero también largamente primitivas504.

Me parece que la idea de un Dios personal es un concepto antropológico que no puedo tomar en serio, tampoco puedo imaginarme al­guna voluntad o metáfora de la esfera humana. Mis opiniones son cercanas a las de Spinoza: admiración por la belleza y creencia en la simplicidad lógica del orden y la armonía del uni­verso, que sólo podemos aprender con humildad y de manera imperfecta.

¿Creo que tenemos que contentarnos con nuestro imperfecto conocimiento y comprensión y tratar los valores y las obligaciones morales como problemas puramente humanos?, los más importantes de todos los problemas humanos” (505).

Más adelante escribe:

No soy ateo, y no creo que pueda llamarme panteísta. Estamos en la posición de un niño que entra en una biblioteca de libros en muchos lenguajes diferentes. El niño sabe que en esos libros debe haber algo escrito, pero no sabe qué. Sospecha leve­mente que hay un orden misterioso en el ordenamiento de esos libros, pero no sabe cuál es.

Me parece que esa debería ser la actitud de incluso los seres humanos más inteligentes hacia Dios. Vemos el universo maravillosamente ordenado y obedecemos ciertas leyes, pero sólo entendemos levemente estas leyes.

Nuestras mentes limitadas captan la misteriosa fuerza que mueve las constelaciones. Estoy fascinado por el panteísmo de Spinoza, pero admiro más la contribución de él al pensamiento moderno, porque fue el primer filósofo que pensó en el alma y el cuerpo como una sola cosa y no como dos cosas separadas” (506).

No creo en un Dios personificado y no he negado nunca esto, sino más bien lo he expresado claramente. Si hay algo en mí que se pudiera llamar religioso, es una admiración ilimitada de la estructura del mundo, hasta donde nuestra ciencia la puede descubrir”, (507).

No puedo aceptar ningún concepto de Dios basado en el miedo a la muerte o en la fe ciega. No puedo demostrarle que no hay un Dios personal, ¿pero si hablara de él sería un mentiroso?”(508). “Quisiera saber los pensamientos de Dios… el resto son solo detalles”, (509) (descubierto por lo hombres).

El lector ya se habrá podido dar cuenta que en capítulos anteriores hago referencia al concepto de Dios Creador Todo Poderoso como principio y fin de todo(510); concepto con el cual la mayoría de las personas comulgan y así lo entienden y manejan sus principios y valores; sin embargo, los conceptos de Einstein que fueron apareciendo, llegaron a mis manos lentamente y me permitieron sentir un alivio profundo porque existía una uniformidad o equivalencia en el pensamiento y, podríamos decir sirvieron para identificarme, sin embargo, sintiéndome más ignorante y desconocedor del hombre en el cosmos; y de ahí que reflexionando sobre el tema me deba ubicar, como ya lo he hecho en otros textos, en el agnosticismo o sea en el que no conoce y por ende con carencias del “cognosere”.
Estas ideas también aparecen más desarrolladas en la obra: “Ciencia, Mitos y Dioses”, (2004). Con respecto a Dios, el poder y el Estado, fue Hegel quien identificó al Estado con Dios.

Por eso escribió: El ingreso de Dios en el mundo es el Estado; su fundamento es el poder de la razón que se realiza como voluntad (…) El Estado es un Dios en el mundo”. He ahí la racionalidad del hombre, y de ahí vienen todos los derechos y deberes, las libertades y poderes, así como las soberanías de los pueblos con sus ordenamientos jurídicos y caracteres normativos o coercitivos, (Abbagnano, N., 1997) y así también a la decisión supuestamente libre y al destino.

De todo esto concluimos que existe un poder natural de la física que nos lleva al concepto de Dios, así como a los de la incertidumbre y de lo incógnito.

El otro poder, el sobrenatural, como la misma palabra lo indica, está por encima, más allá de lo que conocemos o nos explicamos. La ciencia lo denomina solamente el poder de la fuerza cósmica ya detectada, y que, como ya se mencionó, da la posibilidad de existencia y continuidad a los universos conocidos. Es esto lo que llamamos o concebimos como Dios en el cual ubicamos todo lo incógnito. ¿Será que se podrá despejar la incógnita? La respuesta la pongo en duda pues siempre estará presente el infinito.

Aquí podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿es el poder igual a la autoridad? Analicemos las posibles respuestas refiriéndonos a este último concepto. En la historia hemos observado que el poder, el autoritarismo y las tiranías se han establecido por la fuerza política, económica o militar todas ellas teñidas de necesidades de control territorial, fuente de riqueza, cualquiera que sea y a la vez de rivalidad, envidia y pulsiones de posesión y capacidad de someter al otro.

En la historia se han llegado a cometerse grandes crímenes sociales que han dejado marcas muy destructoras, porque los líderes o caudillos han tenido factores traumáticos capaces de producir la violencia en la colectividad. Analizando la historia infantil de estos mismos individuos, hemos encontrado que hubo graves deficiencias de identificación con la autoridad paterna.

no olvidemos que las identificaciones que el niño hace con el padre y con el ideal del padre forman la base del ideal del Yo y el Superyó, en los cuales se encuentra la autoridad y, la necesidad de adquirir el poder del padre. Aquí es necesario enfatizar la importancia en comprender el o los mecanismos de la identificación planteados por el psicoanálisis.

De aquí surge el autoritarismo irracional psicopático manejado por los líderes vio­lentos los cuales en determinados momentos la masa humana les permite convertirse en lo que son, debido a la necesidad narcisística y sadomasoquística colectiva del momento.

Por esto hay que estudiar y observar a estos individuos para establecer el origen del lide­razgo psicopático. Así se podrían tomar medidas preventivas en contra de las sociopatías. Aquí podemos recordar cómo surgieron los dioses violentos y punitivos de la antigüedad y distinguirlos de los dioses bondadosos para seguir el futuro y por ende el destino.

Otro fenómeno para estudiar es el autoritarismo irracional dramático, que crea agre­siones, hostilidades y resentimientos sociales, económicos y religiosos.

Todo esto impide una buena identificación, y constituye por ende una de las raíces del fundamentalismo islámico y el terrorismo. En muchas ocasiones los prejuicios son síntomas que construyen el autoritarismo, y con ello se llega a abusos a diferentes niveles.

Es así como se prohíjan mentes neuróticas, cuando no psicopáticas y delincuentes. El autoritarismo lleva a la tira­nía, a la intolerancia, a la inseguridad y a la falta de libertad, y por ende genera rebeldía, actitudes y comportamientos individuales y colectivos que marcan épocas en la sociedad y por ende el destino colectivo.

Pero también podemos llegar a lo opuesto, a la falta de autoridad o de moral, cuando aparecen la mentira, los dobles mensajes y la transgresión de las reglas sociales.

De ese modo se desconoce la autoridad social, se manipula a la autoridad, se parcializa o se induce a quebrantar la ley y las normas. Por lo general existe un hilo conductor entre la agresión y la autoridad y no entre ésta y la firmeza.

Aclaremos que firmeza no equivale a agresión; es por esto que la armonía puede conjugar la firmeza, la constancia y la delicadeza o suavidad, en el pensar, sentir y actuar y en ello participa el poder o capacidad de conciencia y concentración propias del ser humano. De igual forma, la complacencia no es autoridad ni buena enseñanza, sino que, por lo contrario, prohíja las acciones agresivas.

Actualmente existe la llamada cooparticipación democrática de la autoridad en el hogar y en el colegio, lo que equivale a que los hijos y alumnos participan con diálogos en las decisiones grupales para hacer de ella algo más democrático parti­cipativo y libre.

Si bien esto es creativo, en determinados momentos es el jefe del hogar o el jefe del grupo el que debe complementar las normas colectivas en forma realista, sin dramatizaciones ni polarizaciones, para no entrar en situaciones desordenadas, anarqui­zantes y caóticas en que surge otro poder sin experiencia, guiado por el ensayo-error o por la mayoría de la masa, la cual carece de la llamada “sabiduría del viejo”, al cual a su vez no le asiste la ambición de poder.

La pobreza, la ignorancia, la opulencia, la arrogancia y la suficiencia absolutas y los opuestos, siempre polarizan al ser humano, lo deforman y además perturban los objetivos de autoridad y poder.

Deducimos entonces que la autoridad puede ser racional o irra­cional, y que puede ser usada en forma alternante, o predominar sistemáticamente una de ellas. La autoridad perfectamente racional no existe, como tampoco lo contrario, porque siempre hay algo de racionalización.

Por lo general el ser humano trata de encontrar, tar­de o temprano, los equilibrios de la sociedad a través de juicios de valores, conceptos de posición y sistemas de los mismos.

Es consabido que la auténtica verdad de los hechos objetivos por lo general se trata de dirimir en los “grupos democráticos”. Ciertos hechos son negados o considerados subjetivos, porque lo contrario sería entrar en detalles y parcializaciones que confunden en cambio de aclarar y simplificar.

De tal forma, no se consideran como factores que haya que tener en cuenta en la toma de decisiones democráticas, para dar o quitar el poder o la autoridad. De todo esto se puede concluir cómo existe el poder social, el de la auto­ridad que rige las normas, o construye las leyes y con ello nuestro destino individual y colectivo.

He aquí nuevamente como nos podemos encontrar con la creación, el determinismo y el concepto del Dios Todo Poderoso aceptado por la mayoría de los humanos; por eso surge la pregunta si la física cuántica ha llegado a estas dimensiones de masas tan pequeñas y de cargas energéticas funcionales511, así como al concepto de antimateria, ¿cómo podríamos ubicar dentro de toda esta conceptualización científica la idea de un ente supremo que llamamos Dios como principio de causalidad del origen del universo? La respuesta la podemos encontrar en la existencia de leyes tanto de materia, de energía como de potenciales energéticos positivos y negativos, los cuales todavía no hemos po­dido llegar a conocer en su profundidad cósmica o cosmológica.

De tal manera, todavía no tenemos la respuesta sino más bien surgen más preguntas con respecto a los orígenes del universo. Sin embargo, conocemos las leyes que rigen la materia y la energía; de tal manera, a lo conocido y que el ser humano le ha dado la connotación de ente, que rige y controla, le podemos dar la significación y el sentido de fuerza creadora y con ello el concepto del nombre de Dios.

He aquí el punto donde se encuentra la ciencia y Dios. Cualquier persona a través de la fe en un Dios o fuerza que lo puede Todo, deja todas sus preguntas porque su fe le da las respuestas necesarias. Algunos podrían pregun­tarse si a las leyes conocidas y a las desconocidas les podemos dar la significación del Todo, o a la infinitud, a la materia, energía, equilibrio y desequilibrio, espacio, movi­miento, luz, le podemos dar también la significación de “Todo Poderoso”, “Creador” o simplemente “ente” ser único o Dios(512).

La respuesta la tiene cada uno de acuerdo con su organización mental y con sus conocimientos. En este caso el autor de esta obra se limita a decir simplemente que más allá de lo conocido está lo desconocido, y de ahí el agnosticismo.

En resumen podríamos concluir que nos encontramos con el concepto y evidencia de la materia, la energía, el movimiento, a la vez con el concepto de espacio y tiempo; entonces, ¿dónde cabe aquí el espíritu y el alma?

La respuesta es que éstos últimos son conceptos que implican sensaciones organizadas en que opera la fórmula Einsteniana E=mc², (en donde E=energía, m=masa, y c2= velocidad de la luz). Por lo tanto energía-masa se alternan en la función con la luz, y aquellas (alma-espíritu) son expresiones en donde se centra la vida (ánimus), que anima y tiene espíritu (principio vivificante de la sensopercepción que da fuerza).

Lo concluyente es el concepto todavía no resuelto e incomprensible del espacio-tiempo-energía, eternos de donde todo proviene y es a lo que se le denomina Dios. (Ver obra en elaboración: “Ciencia Magia y Pensamiento”)

De tal manera, si científicamente es imposible sostener que la vida, la inteligencia, la consciencia, la voluntad o el libre albedrío hayan podido surgir por azar o aconteci­mientos aleatorios; por lo expuesto se podría concluir que todas las cadenas de causas pueden tener dos vertientes una que llega a lo que la mayoría considera Dios y otra que no.

La primera es fácil de concebirla, pensarla o creerla, la segunda es una in­cógnita, más cuando se llega a una conclusión que el universo es su propia causa; he aquí otro facilismo. La respuesta a esto, es que nada es preciso y todo es preciso. He aquí la contradicción del todo y la nada.

Así también llegamos a la serie de constantes y paradojas del universo conocido, las de Planck, las de Boltzmann, a los “principios de la relatividad” de Einstein, (relación de la gravedad con estructuras del tiempo-espacio), “de incertidumbre o indeterminación de Heisenberg”, (dos partículas no se pueden medir simultáneamente en la misma posición y velocidad), de “Exclusión” de W. Pauli (Dos partículas no pueden existir en el mismo estado pues se excluyen) o del principio de la “función reguladora consciente e inconsciente de Freud”.

En todo esto existen valores de cuantificación y la posibilidad de construir ecuaciones y estadísticas complejas; sin embargo, como ya conocemos, no todo es reducible a la matemática.

Así encontramos principios y conceptos básicos de las ciencias: (materia, energía, fuerza, movimiento, tiempo, espacio, principio y fin). A la vez que participan los campos de fuerzas conocidas, atómicas nucleares (débil y fuerte), electromagnéticas y gravitacio­nales. El hombre para llegar a todo esto requirió de millones de años (513).

Todo esto nos lleva a una conclusión:

No hay lugar para casualidad, para el azar; sin embargo, el universo está condenado a extinguirse514: entonces, ¿todo esto para qué (estamos-somos-existimos)? ¿Para nada? La respuesta está explicita: para pasar por este pequeño tránsito universal que llamamos vida terrenal consciente e inconsciente.

Así mismo pasa con las fluctuaciones cuánticas que requieren sus leyes a las cuales también le podemos dar la connotación y el nombre de Dios o el Todo y aún darle la connotación de un sujeto-objeto: Él, el Verbo (hacedor). Esto puede pertenecer a un reduccionismo ontológico, evidente, histórico, a la vez que explicativo humano.

Con todo esto, por ventura ¿podemos acaso afirmar que de la nada surge algo y de esta emerger la capacidad creadora?; ¿puede acaso tener la nada una necesidad lógica de existencia? Si existe la necesidad lógica ya es algo, y así también entramos a hacer conclusiones; de la misma manera, es ingresar al mundo de mayor incertidumbre o de negación y caer en los axiomas lógicos transitorios y así creer que si conocemos y sa­bemos del todo y la nada, implicaría estar en el campo de la omnisapiencia humana sin apoyo y evidencia científica, más cuando esta no se ha encontrado; de una u otra forma, estamos en el campo de lo humano y no de lo inhumano, sobrehumano o infrahumano.

Sin embargo, aquí podemos hacer la presunción de que más allá de la tierra o de nuestro sistema solar, pudo y puede haber seres inteligentes, racionales más o menos desarrolla­dos, con distintos conceptos y creencias, con diferentes causas y efectos que por ahora son desconocidos con distintas formas de vida, de comunicación y organización, ¿por qué nos permitimos contemplar estas posibilidades? La respuesta la da el cálculo de probabilidades la cual nos lleva a esa “pregunta-afirmación”.

En conclusión llegamos a una no definición del principio de causalidad del uni­verso a pesar de todos los intentos de darle a las matemáticas el carácter absoluto y consistente explicativo, pues las matemáticas no pueden ser totalmente completas y consistentes; por lo tanto, la ciencia expresada en lenguaje matemático, nunca estará completamente concluida y no podrá explicarlo todo, así el científico Gödel concluye:

“Cómo en cualquier ciencia la ausencia de contradicción es indemostrable, pero sí presente, además ninguna ciencia tiene carácter absoluto, ni ninguna teoría del Todo puede justificar la existencia del universo y ésta hasta ahora no está encontrada y es aún imposible porque sería comprender el Todo, lo que significa el infinito de los sis­temas formales de complejidad creciente”; más aún la ciencia absoluta tendría que ser infinita y por ahora la ciencia que parte del hombre es finita y solamente la infinitud es una posibilidad concebida por el hombre.

De otra parte, cualquier teoría nunca puede ser el final y la “teoría del Todo” no sólo no se ha encontrado sino que puede estar condenada al fracaso por razones de consis­tencia lógica; he ahí una quimera.

Por todo lo expuesto, el universo no puede explicarse a sí mismo y lo que se busca fuera de él (el universo), es a lo que se llama o contiene el concepto Dios; sin embargo, puede caerse en la misma falacia en que Dios no puede explicarse así mismo o lo contrario.

Buscar una explicación por fuera del principio de causalidad del universo, esto ya es una determinación muy humana, como una necesi­dad de la razón para ubicar la causa por fuera del objeto (universo).

Así nos es más fácil y factible de comprender la constitución de la materia y las fuerzas energía productora o creadora omnipotente; al explicarlo como un supuesto sobrenatural no lógico, tras­cendente, más allá de cualquier razón explicativa entonces nos encontramos con que ese supuesto, ese ente, esa incógnita, esa fuerza creadora del Todo, eso viene a ser en realidad la creación inexplicable del Todo (Dios).

Así se nos cierra cualquier tipo de cuestionamiento y así todo queda finiquitado con la explicación divina de Dios. Es así también como se llega a la creencia y a la fe. Es más fácil creer y tener fe que lo contra­rio515. La explicación queda cerrada, porque si Dios es omnipresente, sapiente y potente e infinito allí se ubica todo lo que no conocemos, más cuando es un “a priori”.

De todo esto se concluye que la ciencia no puede explicar lo infinito y menos aquella (la ciencia) es infinita y no tiene argumentos para excluir o sustituir el concepto de Dios, del todo y la nada. De esto no se concluya que “ciencia y Dios” se contraponen sino más bien lo contrario pueden complementarse si aceptamos que el segundo (Dios) es un concepto y una necesidad o consecuencia que implican fuerzas cósmicas, leyes explicativas, cono­cidas o no (incógnitas, que el ser humano puede ser un agnóstico de ellas).

Estos textos pueden entenderse como lógicos, ambiciosos, algo ambiguos, entrela­zados y recovecudos pues los temas de ciencia, mitos y dioses o ciencia, azar, deter­minismo y destino, pueden ser simplistas y plantearse en blanco y negro, en realidad y fantasía, en evidencia y posibilidad, como fe y como creencias innatas y refutable, lo que implicaría otra salida de la razón a la incógnita del universo, “azar, determinismo y destino”.

Así, la ciencia nunca nos proveerá de argumentos para excluir o incluir a Dios, puesto que este es un concepto humano y la ciencia y la investigación también lo es; de tal manera, que llegamos al unísono: “ciencia y Dios”, “ciencia y universo incógnito”, “hombre, cuerpo mente”, “vida y muerte”, “creación y destrucción”, “azar y determi­nismo” o “el azar determinista como lazo del destino”, título de la obra.

He aquí otra pregunta, que al mismo tiempo es una aseveración:

¿Es el alma mortal, y es el cuerpo inmortal? o ¿viceversa?. ¿Por qué la materia se transforma, se descom­pone y cambia en sus partes (átomos, partículas subatómicas) para luego reorganizarse? El alma, energía que opera en el cuerpo para darle movimiento y unidad, deja en un momento de participar en esa función y también se transforma para volver a interve­nir en otras unidades parciales o globales y organizaciones vitales.

De esto se puede desprender que tanto el alma como el cuerpo son a la vez mortales e inmortales, si se considera la vida como una organización y la muerte como una transformación y viceversa.

Sin embargo cuando consideramos al alma como una fuerza siempre organizada tenemos que pensar en la inmortalidad. Otra pregunta que debemos ha­cernos es la siguiente: si se concibe a Dios como el Creador de todo, ¿será que “este todo” puede destruirse así mismo? La respuesta es negativa, porque si hay algo creado ello puede transformarse, desorganizarse y seguir en un cambio eterno; conocemos por la física que hay un infinito no calculado y no conocido por el hombre.

He aquí el destino del hombre en el cosmos. La aseveración de Santo Tomás de Aquino acerca de que “todo lo que tenga inteligencia desea naturalmente existir siempre” es muy válido, porque si se es inteligente y si se tiene conciencia se desea seguir teniéndola. Para otro filósofo medieval, Duns Escoto, la “inmortalidad” es una verdad de fe y no es suscepti­ble de demostración. Para Kant, por su parte, la “inmortalidad” no es sino un postulado de la razón práctica donde se unen la virtud y la felicidad con una necesidad516.

En suma, el concepto de inmortalidad como destino se determina, para muchos filósofos, por las ideas de Dios y del alma y por la unidad de ellas en el espíritu, mas no guarda relación con la idea de muerte material.

Más de 3200 años antes de la era cristiana, en las civilizaciones de Egipto, Mesopotamia, China y América del Sur, ya se tenía la concepción de un viaje a un más allá, es decir, la idea de inmortalidad.

El budismo alude a la inmortalidad como una inmersión en el nirvana, mientras que los brahmanes la sitúan en la reencarnación y transmigración de las almas, los griegos en la inmortalidad personal, que es heredada por los cristianos. De tal manera, el temor a la muerte sería el temor a la incertidumbre de algo definitivo, y de entrar en el mundo de la nada.

Sin embargo, la misma incertidumbre puede existir en una transmigración indefinida e incierta, en la cual no se sabe cuándo llegará el punto de confusión en una sustancia universal. Dentro de estas concepciones, lo espiritual se ubica como contra­dictorio a lo material (materia-espíritu), sin embargo no lo son, por que en el espíritu está implícita la materia y energía y de tal forma el movimiento con sus ciclos; de ahí que no podemos dicotomizar al ser, pues este pertenece al sistema binario de funciones en todas sus modalidades.

(Lea También: Reflexiones sobre el Destino, La Libertad, el Bien y el Mal)

Una pregunta más:

Y¿dónde está el alma? La primera respuesta es que el alma no puede ubicarse como algo material; también la respuesta puede inferirse de todo lo que se ha venido afirmando en este texto, y se refiere a que el alma o la psiquis (mente consciente-inconsciente) o el principio vital está repartido por todo el cuerpo (lo que llamamos el Yo corporal y Yo psíquico) y por toda la naturaleza.

Por otra parte, el “alma mente” tiene un centro muy bien protegido y perfectamente diseñado geomé­trica, biológica, química, física y eléctricamente; es por esto por lo que se considera la muerte cuando hay paro cerebral, y, obviamente un ser decapitado deja de ser una unidad y contemplarse como ser viviente y con lo que se considera alma.

Allí tienen su asiento las sensopercepciones que permiten integrar, conocer, reconocer y conformar pensamientos, sentimientos, emociones, conductas y decisiones para luego proyectarlas en el afuera. Todo esto está en nuestro sistema nervioso central, pero no se puede decir que esté en un solo lugar del mismo, sino que está en todos, (517) (518)

Así pues, a lo largo de todo este texto hemos hecho alusión específica al “alma”, la cual a veces se nos confunde con el “espíritu” porque en ambos intervienen lo racio­nal y el entendimiento.

Sin embargo, entiendo el “alma” como forma del cuerpo que asegura la armonía funcional de las funciones vitales (vegetativas, sensoperceptivas e intelectivas) y todo aquello que da ánimo, vida al cuerpo.

Entiendo al “espíritu” más bien como un principio vivificante del sentimiento y que da fuerza a las facultades del ser humano con el significado auténtico de alguna cosa. De ahí que las leyes del espíritu sean las sustancias incorpóreas que tienen razón, disposición, actitud y aptitud. De ahí también que Descartes se refiera a que un ser o una cosa pensante (res cogitans) sea “un espíritu con intelecto o razón, que son términos cuyos significados antes eran descono­cidos”.

Por lo tanto, a mi entender, el espíritu se refiere más a un abstracto y actitud vi­tal, mientras que el alma guarda mayor relación con el “sí-mismo”, el “self”, la unidad interna y el principio vital que nos permite tener consciencia e inconsciente. De una u otra forma, no debe confundirse o asimilarse el alma con el espíritu, la conciencia, el entendimiento, la razón y el sí-mismo.

Entonces, ¿por qué se refiere Kalages al espíritu del alma? Mi respuesta personal tiene que ver con la actitud que se manifiesta en el alma en su esencia. Por eso también se habla de espíritu objetivo, subjetivo, absoluto y finito, así como de la conexión estructural y unitaria que nos conduce a las super­estructuras y a la posibilidad de ser y existir en virtud de una organización específica controlada por el mismo determinismo de la vida y la muerte. Por eso mismo, refirién­donos al arte, la religión y la filosofía, hablamos de un espíritu absoluto.

Así también el espíritu deja de ser actividad subjetiva para convertirse en realidad histórica, en el mundo de los valores y las instituciones jurídicas, sociales e históricas que culminan en la ética y que comprenden la familia, la sociedad civil y el Estado (519), (520).

El alma ha sido concebida a lo largo de la historia como una especie de sombra de carácter sobrenatural y religioso. La concepción egipcia del “doblepodría representar uno de los momentos importantes del tránsito a una concepción pura del alma. De una u otra manera, concebimos el alma como un principio que anima y da fuerza al cuerpo; es el principio de animación individual y cósmica. (521)

El término hebreo correspondiente a alma es nephesh, que significa respiración, vida, espíritu, mente, animal. Por su parte, ruach y neshamah han sido traducidos como respira­ción o espíritu.

En árabe, los términos nefs y ruh significan respectivamente respiración y espíritu. En sánscrito existen los términos atman (alma) y prana (vida), que en griego se transforman en psyche y pneuma y en latín en animus, ánima y spiritus.

En otras lenguas indoeuropeas encontramos las palabras geist alma, espíritu (alemán) y ghost alma, espíritu, fantasma (inglés). Tengamos en cuenta que todas estas palabras, también significan “soplo inspirador” (inspiración del aire que contiene 21 partes de oxígeno, 78 de nitrógeno y 1 de argón y 1 centésima parte de anhídrido carbónico) y a la vez se asocian con el “soplo o viento cósmico” del cual proviene aquellos elementos de los que se compone el aire y que se producen por diferentes presiones de las fuerzas conocidas, electromagnéticas, gravi­tacionales y atómicas.

He aquí nuevamente el principio de causalidad o el determinismo (materia-energía) y la referencia del lenguaje con cierta relación entre las palabras y los objetos externos, independientes del sujeto como una verdad y valor de lo enunciado. El lector podrá inferir no sin discutir con diversos puntos de vista que lo que concebimos como espíritu y alma requieren del determinismo físico, químico y obviamente del medio am­biente para establecer su existencia, lo que significa que el destino de la vida depende de lo interno y de lo externo; obviamente todo esto contando con el equilibrio del funcionamiento dual.

Así llegamos a la conclusión de cómo el hombre está en continua prueba de su propia naturaleza, del “azar determinista y el lazo del destino”.


503 Contestación a la pregunta de Ben Gurion a través de la carta de David Goitein (embajador de Israel en Washington; 17 de noviembre de 1952) (Ante la oferta de la presidencia vacante tras el fallecimiento de Weizmann, líder sionista).

504 Carta del 3 de enero de 1954 al filósofo Erich Gutkind. Citado en Tagesspiegel del 15.05.2008,

505 Hoffmann, Banesh (1972), “Albert Einstein, creador y rebelled”, pág. 95, Viking Press.

506 “Glimpses of the Great”, escrito en 1930 por G. S. Viereck.

507 Carta del 24 de marzo de 1954, citado en: The Human Side. Editado por Helen Dukas y Banesh Hoffman. Princeton, New Jersey 1981, S. 43.

508 Clark, Ronald William (1971), Einstein: the life and times, World Pub. Co

509 “Wie ich die Welt sehen”, Living Philosophies, Tomo. 13, New York 1931, en: Carl Seelig (Editor): “Albert Einstein. Mein Weltbild”, editorial Ullstein, Ulm 2005, página 11

510El “Todo” desemboca en la “unidad” y esta en “Dios”; esta última aseveración se fraguó con el pensa­miento del teólogo Juan Eckhart (1260-1327 d,C,) de la orden dominicana y quien siguiera el tema de Escoto Erigena sobre “la unidad originaria divina que vuelve así misma después de haberse desplegado y mani­festado en el mundo” y las cosas no son “sino revelaciones de Dios… en el propio ser” (Ferrater Mora, pág. 255). Para Eckhart el “Yo y Dios son uno” y “Dios puede unificarse mejor con el Yo, que éste con aquel”. He aquí la fusión de uno y otro al mismo tiempo pues opera la identificación masiva y proyectiva del ser humano con el Todo.

511 Por ejemplo a los bosones de Higgs o de gauge (un hadrón como partícula cuántica o mesotrón w2 descubierto en 1983) también se le dio el nombre de bosón de Dios porque son los que mantienen o median las interacciones de las otras partículas, lo que equivale a un equilibrio. (G. Sánchez Medina 2009)

512 El problema de la nominación y significación del sentido es básico; pues el ser humano requiere de esto, de lo contrario entra en el nihilismo, la angustia existencial, en la nada. Esta temática está planteada en otras partes de la obra, la posición personal es dejar que cada cual elija el camino del entendimiento en donde se encuentre más satisfecho y lo deje cuestionarse y pensar libremente.

513 A qué más podrá llegar el hombre sino a refutar todas las leyes y constantes, ¿por qué las leyes son así y no distintas? Por ejemplo “si”* la fuerza nuclear hubiera sido algo más débil todo el universo seria de hidró­geno, y “si” aquella hubiera sido más intensa habría más helio y elementos pesados pero no hidrógeno; en ambos casos no viviríamos para contarlo; si la fuerza electromagnética fuese mayor las reacciones químicas no serían posible; si la expansión del universo hubiera experimentado al principio una desviación del orden de 10 menos 40, el universo se hubiera desparramado sin germinar la vida. Si las galaxias no tuvieran sus centros y estos al estar interconectados sin límites el universo sería un caos.

Además cualquier exceso de protones con el exceso de antiprotones habría producido un universo sin materia bariónica o una cantidad desastrosa de ella; si la gravedad hubiera sido más débil la nube de gas no se hubiera condensado en estrella; sin embargo si hubiera sido algo mayor las estrellas se hubieran consumido rápidamente y unas se comerían a las otras como ocurre en los huecos negros; además ¿por qué y para qué existen estos últimos; no será por y para la continuidad de la “materia-energía”?; sin embargo, si estas dos se comportan una a una alternati­vamente, entonces ¿esa alternativa es eterna? La respuesta la dejo para la reflexión y al mismo tiempo para el cuestionamiento de lo que concebimos como eternidad, o sea el infinito de la materia-energía y dentro de nuestro lenguaje de la “conciencia del ser y no ser”.

Por su parte, conocemos cómo la densidad experimental del universo es una décima de la crítica y el resul­tado de dividir la primera de la segunda (experimental y crítica) recibe el nombre de omega y su valor es de 0.1; esa aparente falta de un 90 por ciento de masa puede no existir o estar oculta; por lo tanto omega debió encontrarse al comienzo muy próximo a uno, con un ajuste muy fabuloso, con decir que debió estar dentro de 10 menos sesenta de uno; lo que es un ajuste impresionante; hoy debía estar muy próximo a uno, lo que experimentalmente es indudable, y es la extraordinaria estructuración de la materia en galaxias cúmulos y supercúmulos en el espacio y la disposición no está al azar.

Cualquier desviación de uno por pequeña que sea en la era inflacionaria de los 40 segundos a los 10 menos 34 segundos no habría llevado al universo actual, y, si es inferior a uno pocas regiones acumularían materia suficiente como para dar alguna estrella; y si es mayor que uno todo colapsaría; cualquier desviación habría condenado al universo a cero.

Estas cifras son sacadas de los estudios matemáticos, cosmológicos aparecidos en los textos antes citados. Lo que ocurre también en el micro y macrocosmos es que existen desviaciones oscilatorias a la dere­cha o izquierda, arriba o abajo y sus mezclas (aquí otra pregunta: ¿por qué se presentan los giros a de­recha e izquierda y para qué se originaron?) y por eso se presentan los colapsos, los “estados disipa­torios” en que no hay materia organizada y posiblemente sí antimateria.

Cuando pensamos en los movimientos (arriba, abajo, derecha, izquierda, inclinado) lo hacemos con referencia a supuestas co­ordenadas de nuestra percepción. Por lo tanto, la presencia de las estrellas y los planetas son una tran­sitoriedad, otra oportunidad cósmica para vivir más allá o más acá del olvido y por ende de la cons­ciencia.

Así también el universo está determinado a construirse y a extinguirse semejante a la sístole y diástole del corazón, o semejante a lo que ocurre con los cambios biomoleculares, (Op. cit. “Cerebro Mente” 2009 y “Psicoanálisis y la teoría de la complejidad”, 2002).Si todo esto es así podríamos concluir que en el ser humano se repite la existencia y la función del universo, lo que nos lleva a pensar que existen “Xn” de universos que nacen, se desarrollan y mueren para originar otros.

Es así también como con­cebimos el principio y el fin determinado y por azar en forma transitoria del punto cero (0) del infinito y entre todo este acontecer apareció el hombre como destino del universo.

*El “Si” es pronombre reflexivo y puede obrar también como sustantivo; se utiliza para responder o afirmar, como causa o motivo de la resolución; funciona también como una conjunción con que se denota condición o suposición en virtud de la cual un concepto depende de otro u otros; a veces denota aseveración, interrogación indicativa, desiderativa, distributiva, comparativa, condicional, hipotética, afirmativa, como respuesta a una pregunta, consentimiento, permiso; puede indicar ponderación o acercamiento.

En suma podemos centrar la conjunción “si” en una condicionalidad (condición) por la cual se decide un concepto u otro.

514 He ahí el destino del universo?

515 En mi opinión el no creer y no tener fe es difícil, porque para el estudioso reflexivo requiere de multiplici­dad de preguntas y respuestas, las cuales pueden dejarlo en un limbo; sin embargo, también es difícil creer en algo y tener fe en algo, incluso en la ciencia cuando se desconfía de todo o cuando no hay certeza.

516 Sugiero nuevamente al lector consultar la obra “Ideas de vida y muerte”, A. De Francisco 2001.

517 Aquí viene otra pregunta: ¿será que las personas que han sufrido la ablación de una parte del sis­tema nervioso central (lóbulos frontales, hemisferio izquierdo o derecho, lóbulo occipital, cerebelo, hipotálamo o hipófisis, que se consideraba el asiento del alma) y por tanto carecen de sus funciones, en ese caso no tienen alma? La respuesta es obvia: depende de si al sujeto se le suspenden todas las funciones cerebrales. Entonces no puede considerarse hábil para comandar todo su Yo neuropsíquico y corporal. Sin embargo, si solamente hay un área afectada, por ejemplo la parietal derecha, la per­sona puede hablar y pensar, puesto que dichas funciones pertenecen al hemisferio izquierdo. Por el contrario, si el hemisferio afectado es el izquierdo la persona no podrá pensar ni hablar, pero sí eje­cutar y sentir. Si el problema está en el lóbulo occipital la persona quedará ciega, pero podrá hablar y sentir, mientras que sin cerebelo no podrá ejecutar ninguna acción. (Observemos que la tecnología moderna está intentando implantar microchips y aún se trata de construir “nanochips” para suplir funciones cerebrales perdidas).

518 Entiéndase que en estos textos si bien se elucubra sobre el alma, éste tema debe ser debatido no solo por los neuro científicos, sino por los filósofos y teólogos avezados en la materia.

519 “La historia entera de la ciencia, el arte y la moral –dice Dewey– prueba que el espíritu que apa­rece en los individuos no es tal espíritu individual. Es en sí un sistema de creencias, percepciones e ignorancias, de admisiones y repulsiones, de expectativas y estimaciones de significaciones institui­das bajo la influencia de la costumbre y la tradición” (Abbagnano, op. cit.). sugiero al lector consul­tar la obra del autor Creación Arte y Psiquis, cap. IV. 2003, sobre el alma y el espíritu del artista.

520 Los textos anteriores con respecto al alma y espíritu fueron sacados en parte de las obras: “Creación, Arte y Psiquis”, (2003) y “Ciencia Mitos y Dioses”, (2004)

521 En filosofía se da el nombre de hilozoísmo a la doctrina que considera el universo como si se tratara de un ser vivo, es decir, dotado de un alma en el sentido cosmológico mas no humano, he ahí el concepto de Gaia (tierra viva, ente biológico), pero no de un ser consciente. La consciencia estaría en el concepto de conocer y de las leyes cósmicas.

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