La Intuición en el Proceso de Conocimiento en Psicoanálisis

El psicoanálisis una nueva profesión

DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA

Traigo aquí algunas ideas con respecto a la intuición en psicoanálisis, los textos aparecie­ron en la obra: “El psicoanálisis una nueva profesión”, 1987, con esto el lector podrá hacer más fácilmente las interrelaciones conceptuales.

Me propongo aquí poner de relieve la capacidad intuitiva y cómo ésta participa en los procesos mentales en general, y en la labor psicoterapéutica del proceso analítico en especial. Además, deseo mostrar cómo en ocasiones la intuición participa en el trabajo científico-téc­nico y en el proceso del conocimiento en general.

Para comprender este fenómeno es importante tener en cuenta cómo los criterios filo­sóficos de la lógica nos muestran que uno de los primeros pasos del conocimiento y de la conducta del ser humano, es el empírico; si éste es ayudado por conocimientos teóricos de los fenómenos que se estudian, el proceso del conocimiento, se vuelve más técnico y más científico.

La ciencia implica el saber, el conocer, y a la vez el saber debe entenderse como la ligazón de varios conocimientos que pueden ser aplicados en una forma técnica.

No sólo la historia sino también la misma metodología hacen parte del proceso del conocimiento; al mismo tiempo el conocimiento de los instrumentos, hechos y fenómenos que intervienen en él, son indispensables para el mismo conocimiento; de todo lo cual se ocupa la epistemología.

Quiero hacer énfasis en un fenómeno y es el que se refiere al conocimiento intuitivo, el cual puede llevar al sujeto al conocimiento lógico y de éste partir al conocimiento matemáti­co. Todos estos procesos, el intuitivo, el lógico, el histórico, el matemático, van a prever y a probar los hechos observados, lo cual validaría la observación.

En ocasiones en los trabajos no científicos no hay tecnificación de las teorías, lo que apa­rece es un fenómeno que ocurre con frecuencia en las prácticas de las mismas: la intuición. Quizás valdría la pena considerar también sino existe una aplicación de técnicas inconscien­temente, aplicadas, pero no tecnificadas, con palabras o símbolos de los sistemas (ciencia), y con teorías (lógica) derivadas de la observación y aplicación (tecnológicas).

Acciones e intervenciones intuitivas

Desde el punto de vista psicodinámico, podemos agregar cómo quienes estudian para analistas pueden desempeñar sin querérselo proponer conscientemente, el rol de apoyo al Yo y a la realidad y/o guiando, y hasta educando, haciendo el papel de padres sustitutos (transitorios), o pueden tener intervenciones con acciones inclusive interpretativas, intuiti­vas, integrando al Yo del enfermo y desculpabilizándolo, dándole canales de facilitación o verbalización a sus tendencias, permitiendo la progresión del Yo, es después, durante su for­mación, cómo sistemáticamente con la técnica puede ayudar a realizar la reparación de lo sentido destruido internamente, superando los mecanismos defensivos, progresivos, con que el sujeto debe someterse ante el conflicto instintivo y al temor a la muerte.

La integración se hace no sólo de sus tendencias, sino de sus vínculos y relaciones con las imágenes parentales, familiares, poniendo el psicoanalista en una nueva realidad a la persona afectada, a través de acciones interpretativas (de la fantasía inconsciente del paciente) que se inician con un sentir y un percibir progresivamente consciente, el cual se transforma paulatina y progresivamente en la interpretación.

De tal manera la interpretación psicoanalítica puede devenir en sus ini­cios intuitivamente y luego volverse técnica.

Inconsciente e intuitivamente las personas comprometidas en la labor analítica, como son los aspirantes y candidatos a analistas, tienen la capacidad de asimilar ansiedades y transfor­marlas en conductas positivas.

Esto último no siempre es fácil encontrarlo; sólo el material humano sano con posibilidades de dar lo bueno, lo integrado (el objeto), es capaz de transfor­mar e integrar.

Una persona que tenga estas cualidades puede hacer mucho bien en la rehabi­litación del trastorno mental, y si aprende las técnicas adecuadas, mejor y más fácilmente va a poder realizar su labor terapéutica.

El estudiante, psicoanalista, pasa en su formación por esta labor, pero yendo un poco más allá, el mismo analista entrenado utiliza la “capacidad intuiti­va” en su labor analítica, a diario, y le es útil en la aplicación de la técnica, de la comprensión y conocimiento teórico, por fuera de la situación analítica.

Es necesario ser conscientes de este fenómeno de la intuición y de cómo podemos utili­zarla no sólo en el nivel teórico sino en el práctico ayudando y facilitando al psicoanalista los instrumentos, para hacer un trabajo específico, lo mejor posible.

Estas líneas podrían entenderse como una defensa de la labor empírica, pero es mi deseo aclarar cómo con ellas he intentado “ubicar” dentro del proceso del conocimiento y de las ciencias, las labores que inician con la actitud “sana”, “reparadora”, “reconstructiva” de “apoyo”, con el instrumento “intuición”, propio de las funciones yóicas.

Esta percepción y posible comunicación puede ser indispensable en la funcionalidad de las relaciones entre el sujeto y el objeto (interno y externo).
Las señales provienen de estímu­los internos o externos, percibidos en forma de presignos evocados o no, de acuerdo con su estímulo asociante; de aquí se parte a los procesos de significación en los que participan entre otros fenómenos la ideación, la asociación y la sustitución, que son también estudiadas por la lingüística y que no me propongo desarrollar.

De tal manera, la intuición es uno de los primeros pasos en el conocimiento; es un saber sin un por qué o para qué; es el inicio del pensamiento sin palabras ni discurso. En la intuición no hay pleno conocimiento, ni trascendencia de él, pero sí lleva a la idea o al concepto. En el acto intuitivo, en el que aparece la intuición, “el sujeto ve la cosa o bien se siente sentir” un acto o la visión del mismo; es un “pre-sentir”.

De tal suerte, la intuición, como ya se expuso, no sólo es el primer paso en el proceso del conocimiento sino uno de los primeros instrumentos indispensables, con que se inicia una labor que puede devenir técnica.

Desde el punto de vista de la técnica psicoanalítica, el analista durante la sesión de análisis trabaja con, o, en la llamada “atención flotante”, la que permite “abrirse”, por decirlo así, al campo del inconsciente y se ubica en el preconsciente; es allí también en donde actúan los preconceptos, los pre-signos, el lenguaje pre-verbal y la “intuición”, como acto o fenómeno, en un “pre-sentir, y, ahí se inicia el proceso del conocimiento.

Es en ese estado, en que los procesos mentales se procesan partiendo del impulso y el deseo, que se llega a la imagen, al pensamiento y al conocimiento. Así también se desarrollan formándose el concepto y luego el posible discurso en palabras.

La intuición, de tal forma, estaría ubicada, en este concepto, en la percepción interna de la imagen (objeto), del deseo, del impulso, movidos por el instinto con su configuración de la fantasía inconsciente.

El analista en la situación analítica, en el “intuir”, está sintiendo, percibiendo y “pre-sintiendo”, viendo en su interior y comunicándose con el preconsciente o inconsciente del analizado, por medio del mecanismo de la identificación proyectiva produ­ciéndose, a la vez, no sólo otra forma de comunicación, si no es posible otro para-lenguaje que debe devenir lenguaje propiamente dicho.

Es así también como el analista recibe y con­tiene los objetos, y en su contra identificación, puede distinguir, “identificar” el objeto deno­tándolo a lo verbal y luego, pasarlo del preconcepto al concepto.

Con todo esto nos referimos a la intuición como un conocimiento “a priori” proveniente de lo “profundo” del aparato mental, que está abierto a los sentidos internos, tocando con los sentimientos y afectos.

También los afectos tienen que ver con este tipo de conocimiento, porque ocurre que conocemos e “intuimos” cuando hay una relación afectiva fácil, sin trabas, con un mínimo de represión, en la situación analítica y en el proceso, transferencia-contratransferencia, en el que el paciente y terapeuta se encuentran en sus mundos afectivos, instintivos, imaginativos y representativos consciente e inconscientemente (proceso primario y secundario), dismi­nuyendo el espacio entre ambos y en ese campo específico de la situación analítica tiempo-espacio, pierden sentido real.

El aparato psíquico del analista y del analizado se ponen en contacto con sus diferentes funciones; el Yo, de uno y otro, entra en una “interfunción”; el del analista, terapeuta, espe­cialmente actúa para ayudar al analizado en su irracionalidad aceptándola y comprendiéndola con el primer paso de la comprensión, como puede ser la “intuición del Yo”.

Analista y analizado con sus capacidades intuitivas, en su relación contratransferencial-transferencial, participan no sólo del mundo inconsciente y pre-consciente, sino de los meca­nismos que en el proceso “T-C” (transferencia-contra transferencia) no realizan; entre estos podemos mencionar las identificaciones y contraidentificaciones proyectivas, tan importantes de tener en cuenta desde el punto de vista de la teoría de la técnica y también para la compren­sión de la ubicación del analista con su analizado, en el proceso analítico; es decir, en la clase de contratransferencia y contraidentificaciones (concordantes-complementaria) que pueda establecerse.

Dicho de otra manera, la intuición toma parte en las identificaciones y contra-identificaciones proyectivas como una capacidad más de percepción.

Esta capacidad puede disminuirse al máximo cuando hay identificaciones proyectivas masivas (psicóticas) o ausen­cia de ellas; en este último caso, cuando ocurre una inmovilidad por identificación completa y complementaria (esta última en el analista).

En el caso de existir la identificación proyectiva masiva puede ocurrir la pérdida de los límites del Yo y No Yo y producirse la confusión fran­camente psicótica sin presentarse las defensas, de “spliting” contra los estados confusionales, que es observable cuando el psicótico453 se acerca a la posibilidad de experimentar sentimien­tos amorosos con el objeto; de tal manera no opera la capacidad intuitiva.

Lo que el sujeto (analista o analizado) pueden percibir, sentir en la situación y analítica, es algo que pertenece a lo indiferenciado, confuso, incoherente, sin diferenciación de lo propio.

También aquí, en la situación analítica, debe entenderse el grado de vivencia mágica y omnipotente que opera, y la posibilidad de poder llegar al juicio y al pensamiento.

En estos casos, el objeto externo equivale al objeto interno; la imagen interna no se modifica por reinternalización del objeto externo y la percepción en sus diferentes niveles puede ser afectada.

Cuando el analista “percibe”, “intuye’, “pre-siente” e introyecta el conflicto del analizado con el objeto destruido, lo metaboliza, lo elabora, lo controla y lo reproyecta, y también lo reproyecta en la interpretación; el analizado hace lo propio reproyectándolo en, o con, una asociación.

Entiéndase que esta última puede aparecer como un silencio, una verbalización o una actuación (in-out-inside). Bion, citado por Grinberg, se refiere a cómo la introyección de la identificación proyectiva del paciente por el analista produce el “vínculo”; creo que en esta introyección se puede plantear también la capacidad no sólo de “encontrarse” con el objeto “vivido coma extraño”, “desconocido” en su contra identificación proyectiva sino de “intuir­lo”, percibido antes de conocerlo y definirlo.

Una de las vicisitudes que puede ocurrir y anular la “capacidad intuitiva”, es la gran carga agresiva y la culpa correspondiente que impiden el buen funcionamiento del vínculo.

El analista y el analizado deben, pues, poder sobrepasar el “‘umbral crítico” de la relación, para poder llegar a la diferenciación del objeto y, a la in­terpretación.

Cuando el sujeto “intuye”, ha realizado la identificación proyectiva pero con el sentido de “extrañeza” e “independencia” de su percepción, respuesta afectiva, aun cuando no sean estas últimas muy claras y definida.

Ahora deseo presentar un solo ejemplo de mi experiencia personal en donde se observa el “pre-sentimiento” o la “intuición”.
Un día escuché el timbre del teléfono; en ese momento vino a mi mente, cómo la llamada podía pertenecer a una paciente “X”, lo cual fue confirma­do; llamaba para excusarse de no poder venir a la sesión analítica; al saberlo contratransfe­rencialmente, sentí un pesar y pensé que el posible motivo era una pena duelo de la paciente, que seguramente iría a un entierro.

Cuando la paciente acudió a la sesión siguiente, contó la muerte de un pariente y confirmó las fantasías conscientes del analista.

Aquí nos podemos preguntar ¿cómo se pudieron realizar estas percepciones y fantasías en el analista?, la res­puesta podemos encontrarla en la relación contratransferencial; el analista concordaba para­lelamente, reaccionaba de la misma manera por sus duelos propios, previo presentir o intuir, debido a las contra-identificaciones proyectivas que se sucedían y a la “intuición” propia y a la desarrollada en el mismo proceso.

Esta situación en que me vi en un momento dado, no fue la única y puedo expresar cómo en muchas ocasiones durante los análisis me he encontrado “pre-sintiendo”, “intuyendo” lo que más adelante se me confirma con un lenguaje directo.

He aquí el otro lenguaje, el de la intuición. Pienso cómo en la contratransferencia no siem­pre ocurre o se pone en función, a todo momento, la intuición, más aún es posible que este primer percibir, en un presentir, deviene cuando se está saliendo de la contra-identificación proyectiva y es cuando se perciben los objetos a un nivel orbital (siguiendo la terminología de Wisdom).

En los estados en donde la disociación, la negación, la magia, la omnipotencia, el control y el triunfo (sádico o masoquista) sobre el objeto, predominan, no puede haber una facilitación de la capacidad intuitiva o es difícil lograrla; para que ésta se ponga en función, debe haber una superación de aquellos estados en que el Yo se ve envuelto.

(Lea También: La Intuición, la Subjetividad, la Objetividad y el Proceso del Conocimiento en el Psicoanálisis)

La intuición y la técnica analítica

Desde el punto de vista de la técnica psicoanalítica, el “Yo intuitivo” no sólo ayuda al Yo analítico, inductivo-deductivo, sino al Yo creativo con la capacidad intuitiva, y la consciencia se ve enriquecida para la exploración, la investigación o la reparación de los daños ocurri­dos en el aparato mental.

No podemos olvidar cómo la intuición es propia del ser humano y pertenece a la capacidad del Yo en su percepción pre-lógica, preconsciente, formulando pre-concepciones, o pre-conceptos que operan a la vez en un campo en donde el sentimiento y la percepción no están bien delimitados o se confunden.

Se observa comúnmente, cómo el conocimiento en el pre-científico, en el técnico o en el científico puro, se enriquece con la “ca­pacidad intuitiva”, la que se manifiesta desde una simple captación de hechos y de fenómenos indicándolos o actuando, o participando, como se dice, intuitivamente en un hecho.

De tal manera se interviene en los procesos de conocimiento, de descubrimiento, de investigación o de rehabilitación con un interjuego e interrelación de los procesos intuitivos, pre-lógicos y los lógicos del conocimiento.

Las personas, en general, pueden utilizar y utilizan su intuición para entender, compren­der, conocer y ayudar al ser humano en su pensar, sentir y actuar.

Así también en el campo de las labores psicoanalíticas, el analista, el candidato cuando inicia su entrenamiento en forma más científica y técnica, utilizan y ponen en función sus capacidades intuitivas para llegar a una labor puramente tecnificada.

En cualquier disciplina el trabajo es observado y se realiza a diferentes niveles del conocimiento con la capacidad intuitiva.

Por su parte, cada sujeto traba­ja al nivelo límite que se propone; uno u otro logran resultados que luego pueden ser válidos.

Ocurre en ocasiones que los resultados más visibles y que más suceden e inducen a realizar, son aquellos que modifican la conducta, apareciendo el beneficio o la bondad terapéutica en el “hacer” o realización del sujeto; no se entienda esta “realización”, o “bondad” o “beneficio”, como la “validez” científica, ni el “cambio” deseado o propuesto por un analista.

Todo esto referido a la capacidad intuitiva en el proceso del conocimiento en general en el científico, en la acción psicoanalítica, no indica, ni valida, ni califica, la capacidad del co­nocimiento y experiencia analítica.

El indicar, entender, explicar, estudiar, el fenómeno de la intuición en el proceso del conocimiento y específicamente en psicoanálisis, es sólo una de­notación más, entre otras, de las capacidades humanas, que pueden ser útiles en la instrumen­tación de la interpretación y con ello en el conocimiento en general y, en el psicoanalítico en especial.

Concluyendo, quiero expresar una vez más cómo la intuición participa en el proceso del conocimiento en general y en la labor psicoanalítica en sus diferentes momentos, que en el fondo tiene su técnica específica (utilizando aquí esta palabra, como la aplicación de un mé­todo) en un campo y con una continuidad dada, no siempre tecnificada con palabras, signos y símbolos, sino con hechos y actitudes humanas que conllevan significados y significantes.

La técnica posteriormente puede y debe ser sistematizada para hacer de ella una metodología, así se hacen en el aprendizaje de la técnica psicoanalítica.

Además, quiero agregar cómo en cada ser humano hay un rehabilitador sin ciencia, sin método, sin consciencia “exacta” teórica de lo que “hace” (práctica), pero sí debe ser “consciente” de sus motivaciones para el “mejor logro” de su “hacer” y “conocer” (práctico-teórico) en el mundo, que puede producir un libre “cambio creativo”.

Si bien es importante el conocimiento filosófico, pero éste no es el psicoanalítico; aquel enriquece, aclara, da la capacidad de comprender e investigar más al segundo, el que a la vez hace lo propio; uno y otro se deben conocer y complementar, pero dejándolos en su sin­gularidad propia; la filosofía nos puede ayudar a definir el conocimiento psicoanalítico, y el psicoanálisis más a comprender el fenómeno y la dinámica de las funciones del pensar y el mismo pensamiento y conocimiento; nos indica y aclara más el cómo, el porqué y el para qué del sentido y significado del pensar en toda su relación subjetivo-objetiva.

La validación de un fenómeno mental por el proceso secundario es una necesidad del hombre para asegurarse que sí conoce, que sí es real, que sí existe o lo contrario.

No sólo es importante el conocer sino el comunicar; es por esto por lo que entendemos el mecanismo de la identificación proyectiva no sólo como algo importante en la comunicación sino en todo el eje de las funciones de la conceptualización y el conocimiento (454).

Pienso que en la relación vincular paciente-analista se produce evidentemente una co­nexión de las diferentes funciones entre uno y otro (“interfunción”); en esa interfunción y en ese vínculo participa la “capacidad intuitiva” entre uno y otro a la par que las identificacio­nes proyectivas correspondientes.

La inmediatez y la presencia en la conciencia del objeto son características de la intuición. Por lo tanto, la intuición, el presentir, se asocian o se conectan directamente con el pre-objeto y el pre-consciente como sistemas que anteceden al pleno conocimiento. Estas ideas aparecen en las obras ya citadas en “Modelos Psicoanalíticos” (2002), “Técnica y clínica psicoanalíti­ca”, (1994), “Cerebro Mente”, (2009), “Creación, arte y psiquis” (2003).

De todo esto último se puede concluir que intuición, “azar determinista” y lo que lla­mamos transferencia-contratransferencia pertenecen a un conjunto de fenómenos psíquicos que operan dentro del proceso analítico o por fuera de él en la vida cotidiana; tengamos en cuenta que para cualquiera es más fácil decir:
“Esto ocurre simplemente por intuición”, por­que “el sujeto tiene esa capacidad” de comunicarse inconscientemente, o de leer, percibirlo, o simplemente éste es el fenómeno de la intuición, del presentir y otras más funciones que pertenecen al inconsciente; de tal forma no se entra más profundamente al análisis del fenó­meno, o se puede tomar la vía de utilizar terminología de la técnica psicoanalítica y decir: “es que el sujeto”, tal o cual, “realiza contratransferencias (complementarias o concordantes)” o salirse de este lenguaje y entrar en la dimensión común y corriente de la vida cotidiana y achacar estos fenómenos a la magia y a la omnipotencia, a la genialidad, a la gran capacidad creativa o perceptiva, o a la brujería, hechicería, al ocultismo o a todos los términos explo­tados por personas inescrupulosas o ignorantes; esto último es poco factible que aparezca en los psicoanalistas que han tenido su entrenamiento institucional.
La temática del ocultismo pertenece a la obra en preparación “Ciencia, magia y pensamiento”, próxima a aparecer.

Con estos textos podemos concluir cómo la intuición participa también en la vida co­tidiana, en el conocimiento en general, o en la investigación en especial, acompañada del determinismo psíquico y el azar; es decir, aquella la función y capacidad intuitiva pertenecen a neuro-psicodinamismos cerebrales todavía en investigación.

¿Qué y cómo se desarrolla esta capacidad? La respuesta no es taxativa, sin embargo, conocemos que aparece en las primeras relaciones vinculares del ser humano feto-mamá, bebé-seno-mamá, ser humano-amor (ver textos posteriores con respecto a los genios pgs. sig.); por lo tanto, parece que se requiere de un vínculo amoroso y con él la comunicación inconsciente-consciente (sujeto-sujeto) para que aparezcan más fácilmente esa interrelación sensoperceptual pre o extraverbal y con ello las codificaciones (señalizaciones subliminales correspondientes) en las que posiblemente in­terviene la física ondulatoria y por eso mismo está presente el azar determinista.

Conocemos también cómo en un sujeto estresado es más difícil que se presente la intuición porque su sensorio está más fijado en los puntos de alarma para adaptarse o reaccionar; en cambio una persona relajada, en paz, es más fácil que fluyan los estímulos pre o extrasensoriales en una atemporo-espacialidad, y así poder llegar a “sentir” o “presentir”, “prever”, o “ver” un hecho o poder unir o realizar conjuntos, o interrelacionar acciones; es por esto por lo que ya se explicitó, cómo puede ocurrir en el vínculo de la terapia psicoanalítica o en el arte, o en el artista, o en científicos la lectura inconsciente, o, mejor la aparición de la “función intuitiva”, la cual también participa en la invención, creatividad, en los descubrimientos, en los estados de consciencia especial de los genios.

Recomiendo al lector volver sobre estas temáticas ya expuestas en distintos capítulos.


453 En los psicóticos y en especial los paranoides y fronterizos se presenta una hipersensibilidad a captar y recibir estímulos provenientes del inconsciente del otro; con ello aparece la intuición o el presentir como un mecanismo de alerta.

454 Adolfo de Francisco Zea a este respecto se refiere a “cómo en el mundo medieval la tesis era de: “creer para entender, y entender para creer” perteneciente estas ideas a San Anselmo y Abelardo respectivamente, ambos pioneros de estas ideas de la época del Siglo XI y XII”, (2010).

 

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