La Intuición como Fenómeno del Conocimiento

DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA

En la teoría del conocimiento es factible cuestionar cinco aspectos que podrían sintetizar­se así:

¿Cuál es su origen, su esencia y las vías que llevan a él y a la verdad? Pienso que para hacer más completo este cuestionamiento se requeriría indagar sobre el porqué del conoci­miento (la razón), el para qué del mismo (la finalidad), el cuándo y el dónde (el tiempo y el lugar), el quién, el cuánto y el cuál (la persona, la cantidad y la calidad) para finalmente llegar a una aproximación a la verdad, sin caer en dogmatismos o paradigmas vigentes y en cambio asumir una posición agnóstica cuestionable.

Las diferentes escuelas y/o modelos que contemplan la posibilidad del conocer y sus orí­genes desde el dogmatismo, el escepticismo, el subjetivismo y relativismo, el criticismo, el racionalismo, el empirismo, el intelectualismo, el apriorismo, el objetivismo, el vitalismo, el marxismo-leninismo, confluyen en el pensamiento analítico.

En filosofía es necesario, cuando se refiere al objetivo, diferenciar el sujeto del objeto y ponerlos en su función de interrelación para el conocimiento. Es diferente el objeto en filosofía, en psicología y en psicoanálisis. Sin querer hacer un estudio filológico del término “subjetividad”, quiero plantear cómo esta palabra es una derivación de la “acción de sujetar”, de donde el sustantivo es “sujeción”. Por su parte, el término “sujeto”, desde el punto de vista fenomenológico y psicológico, implica lo que es y le da estructura, coherencia, estabilidad que domina y gobierna. En los diccionarios hay diferentes acepciones respecto al término sujeto; por ejemplo, se dice que el sujeto es aquello que conforma el tema o es elegido como materia de pensamiento, tópico o consideración; también se refiere a lo perteneciente (dentro) a uno, en sí mismo (pensar, sentir adentro).

Desde el punto de vista filológico, el “término sujeto” se asocia a conciencia y pensa­miento:

Igual que a la mente-sujeto en la cual están las ideas y todas las representaciones y operaciones mentales. Dentro de estas connotaciones existe el sentido de que en el sujeto está el agente conocedor y el pensamiento, es decir, la conciencia y lo consciente, así como el objeto del cual se es consciente. Desde el punto de vista psicológico y psicopatológico, el sujeto se refiere a causas internas descubiertas por uno mismo, como son las sensaciones y los síntomas no así los signos que se refieren a lo que se puedan observar y comprobar desde el exterior.

(Lea También: La Intuición en el Proceso de Conocimiento en Psicoanálisis)

Respecto al “objeto”:

Este término no ha sido muy bien definido; objeto viene de “oi­ectus”, “ob”=contra, antes, opuesto, delante, contrapuesto y “jacere” = hacer, arrojar, tirar, echar adelante; es decir, es lo que está adelante, lo contrapuesto, lo que se presenta a los ojos. Para Kant es la cosa en sí, es la apariencia, es el objeto conocido. Para la Psicología, “es la cosa de la cual uno piensa o conoce” (correlativo al pensamiento o sujeto conocido); es lo que está delante de la mente en cualquier momento pensado o imaginado, es la mirada por fuera de la mente del sí mismo, el no Yo.

Desde el punto de vista psicoanalítico, el objeto es el contenido intencional de tipo cog­noscitivo, representativo, volitivo, emocional o instintivo y hace parte de la función de la unidad instinto-objeto; es lo que da consistencia y estructura al sujeto (yo); es al mismo tiempo continente y contenido del instinto. El objeto interno psíquico es el objeto representado dentro del Yo, y el objeto externo físico es la materia o el elemento en la que el instinto se supone, se relaciona, se satisface, se acumula, se descarga; es lo vivo animado por el Yo lo que se representa en el mundo interno.

Obviamente no se puede conocer si no existe el sujeto cognoscitivo (que conoce) y el ob­jeto por conocer.

Se supone que cuando uno conoce algo lo lleva al proceso conceptual y en éste, a su vez, efectivamente participa el concepto que pertenece al proceso del conocimiento. Por su parte, cuando uno se refiere a la razón en el proceso del conocimiento, lo está haciendo en todo un sistema que implica una serie de funciones y mecanismos. El conocimiento racio­nal discursivo pertenece al proceso mencionado como otra función del pensar, el que se puede ubicar en el modelo de Bion en el proceso de la conceptualización.

Respecto a la idea de “concepto”, es importante mencionar a Pfander; según él, los con­ceptos son los elementos únicos de todos los pensamientos. El concepto, entendido como unidad lógica, hay que diferenciarlo del aprendido en el curso de los actos psicológicos. Uno es el concepto, otro la palabra y distinto el objeto; puede haber conceptos sin palabras y viceversa; el concepto no es el objeto, pero el primero puede referirse al segundo o a algún elemento. En términos generales los conceptos aluden a los objetos reales, ideales, metafísi­cos o axiológicos (concretos o abstractos). Evidentemente la lógica trata predominantemente del objeto formal. Los conceptos tienen comprensión, contenido y extensión; además se cla­sifican en objetivos y funcionales y cada uno de éstos a su vez se sub-clasifica de acuerdo con sus características; entre ellos están los conceptos generales y particulares, los abstractos y concretos, los simples y complejos, los apriorísticos y a posteriori, los subjetivos y objetivos, los idealistas y realistas. (450).

El “concepto” como vocablo proviene también del conocimiento de concebir, de gestar en la mente, de formar, de crear; por lo tanto, es algo que ocurre en la mente, en la psiquis y, podríamos decirlo, es el reverso o el positivo de la percepción, siendo aquella el negati­vo, que se ubica entre el ser y el devenir, entre lo inmediato y la reflexión; es la síntesis del pensamiento o la ecuación de conocimientos según Popper; ésta se obtiene a partir de una función proposicional o de enunciados.

A todo sistema de concepto que satisfaga un sistema de axiomas puede denominársele un modelo de dicho sistema de axiomas” (Popper K, 1971) (451). Por ejemplo, conceptos tales como línea recta, punto de la geometría, podrían interpre­tarse como rayos de luz o intersección de rayos de luz respectivamente; ésta sería una manera de enunciar un sistema y de definir empíricamente un concepto haciéndolo corresponder a ciertos objetos pertenecientes al mundo real, los que podemos considerar como símbolos de los mismos; cuando decimos verdad, belleza, justicia, etc., como conceptos indefinidos abstractos, entramos en problemas, pues no son de la geometría, de la matemática, de la física, sino más de la psicología, de la metafísica, de la filosofía. Por lo tanto, hay conceptos definibles y otros indefinibles. Los conceptos de verdadero y falso pueden a la vez entrar en consideraciones lógicas.

El término del concepto mismo implica también el deseo de contener, de formar algo en la mente, en la cual aparece como una síntesis de la (s) representación (es) y su (s) significa­do (s); desde otro punto de vista es la idea formada del objeto, cosa; el concepto toca con el pensar; es un pensar con ideas, con síntesis; es el producto de procesos y funciones mentales que conllevan la síntesis de algo; de tal manera el concepto es una forma de entendimiento, de pensamiento expresado, un juicio, una opinión, una forma de idea comprendida; es la facultad y acción de recibir y contener en la mente; su origen implica todo un proceso de gestación en la senso-percepción y representación, que termina en una idea. Todas estas definiciones y significaciones respecto al concepto provienen más de la misma filología y la psicología y no de la filosofía.

En el proceso del conocimiento, la intuición es otra de las funciones que hacen parte de aquél; se pasa del deseo a la apetencia, al querer, al presentir, intuir, fantasear, representar y pensar.

La intuición es autónoma como función, pero no como parte que hace del proceso del conocimiento; no es un órgano de conocimiento. En mi trabajo respecto a la “Intuición espe­cífica” (Sánchez Medina G., 1987) (452) expongo que ésta la comprendo como la capacidad del aparato mental, en que se percibe un hecho, una acción, un fenómeno, sin los elementos propios de la lógica, pero sí con los de la imaginación sin el instrumento de la palabra; esta intuición es una capacidad de sentir, percibir, imaginar, hacer conexiones de signos y signi­ficados preverbales, pre-conscientes, indicativos, denotativos que a la vez pueden configurar un lenguaje comunicable de una idea y de un deseo; aquella comunicación en la intuición no se realiza con signos convencionales sino por medio de “pre-signos” (señales codifica­das con significados). Esta percepción y posible comunicación puede ser indispensable en la funcionalidad de las relaciones entre el sujeto y el objeto (interno y externo). Las señales provienen de estímulos internos o externos y son percibidos en forma de los ya nombrados pre-signos evocados o no, de acuerdo con su estímulo asociante; de aquí se parte a los proce­sos de significación en los que participan, entre otros fenómenos, la ideación, la asociación y la sustitución, que son también estudiadas por la lingüística, que no me propongo desarrollar, sin embargo, tienden a estimarse finalmente como ciertos.


450 Pfander, A., “Logia Jahsbuch fur Philosophie and Phanomanologesche Forschung” IV Traducido al es­pañol como “Lógica” Part. 2. Cap. I-X Madrid, España, 1921.

451 Popper K., “La lógica de la investigación científica”, Ed. Tecnos, Madrid, España, Págs 68-72, 76, 88, 159-160, 304, 1971.

452 Sánchez MG., “El psicoanálisis una nueva profesión”. Ed. Divulgación, Bogotá, Col. Cap. II, Par. 3, Pág. 66-72, 1987.

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