Explicaciones Antropológicas, Determinísticas y de Necesidad

(Funciones físico-quími­ca-psíquicas)(109)

DR. GUILLERMO SÁNCHEZ MEDINA

Al mismo tiempo que nuestras concepciones cambian y el término azar debe sustituir­se por un determinismo causado por el hombre.

Así llegamos a que el azar no es igual a la libertad, pero si semejante a la aleatoriedad compleja, no lineal, no propositivamente determinada, pero con un fondo importante, preciso, que conlleva el concepto de armonía.

Otra pregunta que podemos hacer en estos momentos y es: ¿la armonía se produce por un determinismo o un azar? Ó ¿pertenece a los dos?; ¿pertenece la armonía (110) al micro y macrocosmos? Cuando arribamos a esta temática, podemos caminar por distintas vertientes, una es la filosófica, otra es la puramente física, otra la matemática, otra la biológica, otra la psicológica y así sucesivamente

. De una u otra manera podemos llegar a la concepción de la unidad y del todo, de la igualdad; y, así continuamente, es factible concluir que todo acaba en un Todo. En ese Todo se ubicaría un equilibrio macro y microcósmico; más sin embargo, entraríamos a otro espacio en donde no existiría la entropía y sí el absoluto, terminando de tal forma en el concepto del creador Dios.

Si aceptamos que todo es cambiante y que el mismo todo puede variar a múltiples formas de masa y energía, luz, movimiento, espacio y tiempo, tendríamos que estos dos conceptos absolutos y relativos o condicionales, también pertenecen a un todo, en el cual puede conce­birse la armonía.

Dentro de todos estos conceptos pueden incluirse el ya mencionado el azar, la necesidad, las fuentes de la evolución, la incertidumbre y la certeza, y dentro de ellos en el mundo antropocéntrico, los cálculos probabilísticas, en los juegos de azar y el destino.

Desde milenios atrás el hombre ha deseado controlar ese azar e incertidumbre a través de métodos operacionales numéricos o metodológicos, cabalísticos o mágico omnipotentes, religiosos, adivinatorios, predictorios, proféticos, ritualísticos, o ubicados en la voluntad divina, para escapar del accidente y en el fondo de la muerte. Sin embargo, el hombre se ha encontrado con que su cuerpo ya está programado y determinado por la conformación del ADN y todas sus proteínas que lo marcan y que tienen una base cuántica química.

Observemos que todos los esfuerzos hechos para sustituir la teoría cuántica, por una es­tructura más refinada, escapan de la incertidumbre a la vez que han fracasado y lo que hemos obtenido es la interrelación de disciplinas para encontrar explicaciones determinísticas; por ejemplo de la estructura del ADN y de sus efectos funcionales a nivel de las intersecciones de las proteínas y, no sólo por una coincidencia, sino por una organización evolutiva (con orden)de la fuerza creadora y transformadora, equilibrante dinámicamente para cambiar un estado a otro.

De todas formas nos encontramos con esa franja o frontera en que se cree que todo está determinado por el creador Dios y así no hay más que pensar y decir.

Sin embargo, queda por determinar qué y cómo es esa materia y energía oculta que existe en el universo más allá de las partículas cuánticas y que los físicos la ubican en variables ocultas (ecuación de M. Born), las cuales podrían pertenecer al determinismo del universo y de la vida y, ¿será que es factible de darle el nombre de Dios?

Una de las preguntas básicas de los filósofos (de la teleología) más allá del ¿por qué de la esencia? Y ¿por qué están todos los elementos del universo y cuál es el fin?; dentro de toda esta problemática se presenta el concepto de las funciones de cada uno de los elementos y los fines de los mismos en forma parcial y total incluyendo en ellos la elección de un fenómeno u otro, o de un elemento u otro, o la relación entre ellos, su determinación y causa, y si hay dominio o predominio de uno u otro, o de “algo que lo determina”; en caso de haber una exigencia, esto implica también la presencia de un impulso perentorio “para un orden”, una continuidad, un fin en el cual podemos incluir la conservación o la transformación de fun­ciones o de los elementos; cuando planteamos el concepto de impulso lo estamos haciendo también con el instinto.

A la vez, referirnos a la selección, lo estamos haciendo a los fenómenos de la naturaleza, la cual se mueve en una red que se determina dentro de una interrelación de funciones.

El lector aquí puede hacerse la pregunta y si todo esto es así ¿acaso no existe un “proyecto de la existencia” y de la relación psicobiológica diseñado por y para un todo global, con un fin? La respuesta nuevamente vuelve a ubicarse en el concepto del Todo, del principio y el fin, del concepto témporo-espacial, de múltiples dimensiones y tiempos o de la atemporo-espa­cialidad en donde se ejecutan todos los proyectos de la naturaleza.

Tengamos en cuenta que todo funciona y tiene sus parámetros para llegar al fin del todo y en medio están los “ciclos o fases”. Aquí llegamos nuevamente al concepto de fuerza, armonía cósmica (omega Ω). Aquí también podemos incluir el concepto de Dios; de ahí que no se dé cabida al azar y sí a omega Ω.

A todo esto hay que sumarle el concepto de la posible mutación para la diferenciación de las especies.

Tengamos en cuenta que los fenómenos y sus acontecimientos, pueden caerestadísticamente en una conformación irreversible; por ejemplo, la evolución del hombre se ha producido con una dirección de forma, función, sentido y desarrollo no presentando irre­versibilidades de la evolución sino mutaciones, sin excluir cómo un sistema macroscópico puede remontar la cuesta de la entropía, es decir volver al tiempo y presentarse una evolución selectiva con incidentes, en donde aparece el azar o el destino.

Es así como se concibe la “máquina del tiempo” como una paradoja explicativa, en la cual se observa la totalidad del fenómeno y así podemos remontarnos en el tiempo y contemplar los ciclos, más no podemos negar o excluir el presente y el futuro que nos acompaña como el “lazo del destino”, (éste último término será expuesto en el capítulo XVI).

Otro aspecto a dilucidar aquí es el que se refiere a cómo los mismos organismos u organi­zaciones no solamente se seleccionan sino que construyen sistemas de defensa, con los llama­dos anticuerpos, en los cuales una proteína reconoce a otra por asociación, la acepta o no para considerarla e integrarla o ubicarla como extraña porque invade su espacio y organización; por ejemplo, en el caso de las bacterias o virus, construyéndose así los ya bien conocidos sistemas de anticuerpos o estructuras inmunológicas.

Es de tener en cuenta cómo existe una interrelación y participación entre la información cerebral (neuronal) y los diferentes sistemas para establecer la capacidad de aprendizaje, memoria y conocimiento; sin embargo, sólo el Sistema Nervioso Central y el Sistema Inmune tienen la capacidad de la memoria y aprendi­zaje, además no todos reaccionamos de igual forma.

Aquí viene una pregunta: ¿será que las funciones de la química molecular (funciones que producen sistemas) pertenece a la dinámica cuántica actualmente en investigación y descu­brimiento? La respuesta posible es positiva; más aún, cuando conocemos la intervención de combinaciones y recombinaciones para construir estructuras de anfígenos que representan selección y favorecen la multiplicación de células productoras de estos mismos anticuerpos, capaces de reconocer (los ya mencionados cuerpos extraños) con interacciones diferentes y específicas que tienen el fin de proteger la unidad, la organización biomolecular o sistémica.

Valdría la pena aquí preguntarnos si el medio ambiente colabora propiciando toda esta de­fensa, y por lo contrario, si no se presenta una serie de parámetros favorables, colapsan las defensas más cuando pueden existir ataques a otros niveles y de otros desequilibrios, desór­denes sistémicos. He ahí nuevamente un determinismo biológico y la necesidad con cierta aleatoriedad del comportamiento ambiental.

Aquí otra pregunta, y ¿cómo ocurrió la mutación del antropoide al homínido (Australo­pitecus o Australántropo) Homo erectus?.

Recordemos que éstos últimos poseían caracterís­ticas que distinguen al hombre de sus próximos parientes los Pungidos (simios antropoides) que habían adoptado posición erecta, asociada no solo a una especialización del pie si no a numerosas modificaciones del esqueleto y de la musculatura, principalmente de la columna vertebral y de la posición del cráneo en relación a aquella; ¿qué la motivo? Aquí debemos considerar en la evolución del hombre, la liberación de la servidumbre de la marcha a cuatro patas de los antropoides, excepción del Gibón; además hay que considerar la importancia de la capacidad de aquellos antropoides de ser cazadores sin dejar de andar o de correr o de uti­lizar sus miembros anteriores o superiores.

Realmente el homínido era superior al chimpancé y ligeramente inferior al Gorila. Se considera por su parte que el Zinjántropo (homo faberprimitivo) no pesaba más que el Gorila y era capaz de comportarse mejor que los Póngidos, construyendo herramientas como los grandes simios a la vez que utilizar piedras o ramas en los árboles, más no producían nada comparable a artefactos confeccionados según norma reconocible. En síntesis tenemos que los Austrántropos cazaban a bestias fuertes y poderosas como el hipopótamo, la pantera, el rinoceronte y el elefante; a su vez el volumen del cerebro era mayor que los simios, teniendo un cierto lenguaje articulado que los simios no lo tenían; aquellos los australopitecus usaban elementos del lenguaje simbólico de los sordomudos y el poder de simbolización articulada se modificó.

Lo que no conocemos con evidencia es ese tipo de lenguaje bien determinado, ni su inteligencia, sin embargo, en estos momentos está en estudio, así como el desarrollo de su cerebro con los sistemas de comunicación simbólica. La evolución fue favorable e irreversible y estimulada por el cambio de ambiente en ambos, hombre y ambiente.

Así fue como hubo un tipo de selección para llegar a la adquisición primaria del proce­so del lenguaje que nos parece milagroso o sobrenatural, con el aprendizaje regular de los sistemas formales.

Aquí podemos incluir una analogía en el desarrollo del niño en el cual se van construyendo el lenguaje preverbal o extraverbal y lentamente se va conformando soni­dos, sílabas y luego palabras, los cuales se van asociando una a una y luego de dos en dos o de tres en tres, para llegar al lenguaje. A todo esto lo podríamos llamar el determinismo y la necesidad evolutiva; nos parece “milagroso” si no tenemos explicaciones para ello, esas explicaciones ya existen.

Por su parte, la adquisición del lenguaje programado en el desarrollo epigenético del cere­bro se realiza en la interconexión de las neuronas, la sinapsis, dentro de los primeros años, en donde interviene todo el desarrollo psicoemocional, y neurocortical con sus funciones cogni­tivas y neuro-afectivo emocionales; por lo tanto, la adquisición del lenguaje, también perte­nece a una epigénesis asociada a las funciones cognitivas y neuro emocionales.

El lenguaje de por sí es una superestructura que no solo permite la comunicación y la interrelación vincular y el conocimiento, sino todo el proceso del pensamiento. Así fue como se llegó al Homo sa­piens y dentro de esta concepción a la organización genética que permite el desarrollo de las funciones psicomotoras y psicolingüísticas, y, dentro de ellas al lenguaje articulado desde la aparición del Homo sapiens.

Pensemos aquí que esto no se dio en un momento sino dentro de todo un proceso en que también participó el Homo ludens, el Homo hábilis. Aquí una pregun­ta y acaso dentro de este proceso participó el azar o solamente el determinismo o ambos? A la vez ¿cuándo se comenzó a usar por primera vez el símbolo articulado para representar una categoría y proporcionar la probabilidad de la emergencia de un cerebro capaz de pensar? La posible respuesta radica no en un solo momento sino en múltiples transformaciones de acuer­do a la gran fuerza vital de la necesidad para seguir las leyes de la evolución.

De lo anteriormente explicitado podemos deducir que para comprender estos procesos hay que entender que la frontera entre el homínido y el homo sapiens no es una línea delgada y definida sino pertenece a una amplia banda de millones de años de transformaciones.

Se me ocurre aquí hacer la analogía cuando pasamos de una nación a otra y en las áreas cercanas a la frontera comenzamos a ver cambios en el idioma, en las costumbres, en el vestido y a medida que penetramos en la otra nación vemos cómo se presentan núcleos culturales muy arraigados, conservadores o tradicionales con costumbres ancestrales que no permiten imita­ciones de otras áreas.

Sin embargo, actualmente estamos ante el fenómeno de la globalización en que se imita, copia y se identifican los sujetos y se proyectan imágenes a nivel universal. Por ejemplo, la música moderna rock, metálica, pop y otras no son solamente aceptadas sino ejecutadas tanto en Japón, China, India, Turquía, Europa y América.

Así como existen fronteras culturales las hay en la biología y me atrevería a decir en la morfología y en toda la biología molecular dentro de sus macro y macromoléculas con etapas o fases espontáneas y otras muy determinadas y complementarias en que se realiza las réplicas las selecciones y/o las mutaciones constituyendo así nuevas organizaciones y fun­ciones.

De la misma manera, podemos concebirlo en el código genético; por ejemplo, en los grupos sanguíneos conocidos O, A, B y AB (+, -) no aparecieron al mismo tiempo sino fueron desarrollándose; así el AB surgió solamente hace 900 a 1.000 años combinaciones entre A y B; considerándose así ese grupo sanguíneo moderno que apareció en la Europa Central y no provino del Cáucaso o del Asia Central, del África y menos de América; sin embargo, a nivel mundial hay un porcentaje menor de este grupo sanguíneo, (D’Adamo PJ., 2003).

Aquí nuevamente la pregunta y ¿cómo y cuándo se produjo esa combinación A y B?, ¿se produjo por una elección, selección o al azar?; ¿cuáles son las probabilidades de que surjan nuevos grupos sanguíneos a través de los milenios?

La probabilidad “a priori” de que ocurra un acontecimiento particular no puede ser verificada sino a través del cálculo de probabilida­des, y, no se trata ni de afirmar, ni de negar las fuerzas del llamado “destino” que incluye el cumplimiento de ciertos aconteceres que confluyen en otro.

La misma vida fue una probabi­lidad que antes de aparecer era nula; por lo tanto nuestro planeta tierra está sujeto a múltiples probabilidades o posibilidades en las que operan las fronteras del sistema nervioso central en relación a los otros sistemas y nunca puede operar independientemente, sino pertenece a una interacción compleja en que confluyen la objetividad y la subjetividad, las estructuras, los sistemas de funcionamiento y los procesos que operan simultáneamente a distintos niveles y que convergen en el comportamiento total del ser humano.

Recordemos aquí que el hombre posee de diez a la doce o a las trece neuronas interconectada por 10 a la 14 o a la 15 sinapsis y que la realización de las interacciones morfogenéticas están determinadas por múltiples factores que convergen. De ahí la importancia de comprender la dinámica de la sinapsis y sus funciones así como sus transmisiones y transmisiones moleculares que finalmente van a dar señalizaciones diferentes áreas cerebrales y neuronas y así producir la integración de señales; por ejemplo, esto sucede análogamente a lo que ocurre en las operaciones lógicas del algebra proposicional y del cálculo.

En la señalización se tiene en cuenta la amplitud, la frecuencia, la temporalidad, la ejecución, la posición en donde operan, para producir diferentes funciones a niveles inferiores de integración o superiores, en los diferentes mecanismos psíquicos como pueden ser el análisis, la síntesis, la inducción, la deducción, el lenguaje, utilizándose sí toda la neurofisiología con sus diferencias cualitativas y cuantitativas.

En el sistema nervioso se conforma la coordinación de señalización en la actividad neu­romotriz en forma de circuitos genéticamente determinados con programas de acción más o menos complejos, que operan con funciones de estímulos particulares y así se llega al análi­sis, para construir representaciones del mundo exterior e interior y así se registra los aconte­cimientos y construye la memoria.

Entendamos que en todo esto operan como ya se observó anteriormente, diversos programas unos innatos y otros pertenecientes a las experiencias. Dentro de todo esto aparece la imaginación, es decir, la capacidad de representar y simular acontecimientos con imágenes, coordinándolas, ordenándolas, conociéndolas y recordándo­las para luego ir más allá para crear nuevas imágenes proyectándolas en el afuera; así deviene la creación científica, artística, social o simplemente biológica.

Cuando nos referimos a la imaginación lo estamos haciendo a la sensopercepción que proviene de estímulos externos y que se imprimen a la retina o al órgano de Corti y que son transmitidos al sistema óptico o acústico a través de la percepción, los receptores para producir representaciones y luego poder establecer reacciones.

Así como existen estímulos externos, los hay internos, que también producen imágenes, representaciones, fantasías inconscien­tes, con formación de nuevos objetos, nuevas realidades, intuiciones, o sensopercepciones premonitorias, en que la témporo espacialidad no corresponde a la realidad sensoperceptiva cotidiana, sino a una comunicación extra o preverbal.

Dentro de todo este último concepto se encuentran los grandes creadores científicos, artistas, o filósofos pensadores y aún podemos ubicar a los virtuosos, a los espiritualistas, o iluminados que se inician en el reconocimiento de la complejidad o en la insondable profundidad del ser humano que desconoce realmente múltiples hechos que la ciencia no puede todavía responder y que los teólogos relacionan con lo sobrenatural.

(Lea También: El Determinismo e Indeterminismo Psíquico Azar y Probabilidad)

Todo esto pertenece a la ya nombrada neuro electroquímica con señalizaciones longitudes de onda, algunas conocidas y otras desconocidas y que también corresponden a la físico-química cuántica.
Con esto no se quiere negar y menos pasar desapercibido toda la psicología cognitiva y la gama de longitudes de onda que participan en la sensopercepción de la forma, el color, el volumen, el movimiento, la concepción de propiedades geométricas, las dimen­siones, la orientación, el sabor, el olfato, el oído, la orientación (todos ellos pertenecientes a los órganos de los sentidos).
A su vez entiéndase que esa multiplicidad de funciones que acompañan al ser humano se conformaron gracias a la necesidad de adaptación, a los im­pulsos o instintos de conservación, a las fuerzas evolutivas determinísticas y a cierto grado de aleatoriedad o azar.

Tengamos presente cómo de la misma manera, todas estas funciones neurocerebrales, hacen parte del aparato psíquico, postulado por Sigmund Freud, en donde opera la energía, las estructuras psíquicas (Ello, Yo y Superyó), los sistemas consciente e inconsciente, las vivencias traumáticas y la dinámica del conflicto, las fantasías inconscientes, las relaciones vinculares objetales, las fases libidinales con su punto crítico del complejo de Edipo y cas­tración, los mecanismos de defensa, la psicología del self (Kohut) y del Yo (Hartmann), las posiciones psico-afectivas, esquizoparanoides y depresivas de Klein, los vínculos K, H y L con sus valencias positivas y negativas de Bion.

Las áreas geográficas de Meltzer, las fases de Malher, la epigénesis de Erickson, en que puede incluirse todo lo cultural y las siete po­siciones en que se puede organizar en un equilibrio dinámico todos los sistemas y funciones del aparato mental descritos en la obra “Nuevo modelos de Diagnósticos Mentales” (2002).

En todo ese campo psicodinámico, opera la ontogenia y la filogenia, lo histórico y ahistórico del ser humano en el cual se incluye todo lo genético, y aún antropológico que se ha organi­zado a través de los millones de años en las diferentes culturas y civilizaciones a través de la evolución de las mismas, con sus leyes, que emergen debido a la necesidad, y que sirven para cimentar la convivencia y el determinismo social, así como el sentido de la existencia, más allá de los mitos pero que los incluye, así como las religiones y las creencias filosóficas y la misma ciencia.

Aquí podemos incluir que en toda esta evolución se han producido la selección de ideas, las transformaciones de las sociedades, las explicaciones que el propio hombre se da así mis­mo y a su circunstancia, así como a las tradiciones y a las necesidades emergentes de cada cultura.

Tengamos en cuenta que en la historia del hombre hay rupturas de los paradigmas, de las costumbres, de las ideologías; más sin embargo, se han construido alianzas para prevenir­nos o huir de la angustia y la inseguridad; es así como las sociedades modernas que contem­plan los conceptos científicos actuales y los pasados válidos, se convierten en cristales de la ciencia para asegurarse en sus propias elecciones y selecciones de su quehacer y su devenir en la vida; es así como la práctica científica proveniente del progreso científico desemboca en la expansión de la humanidad, no sin causar ansiedades debido a que hay que traspasar los abismos de las tinieblas del conocimiento, además del descubrimiento de nuevas verdades.

He aquí todo un sistema de nuevos valores a los que tenemos que enfrentarnos. Creencias, ideas, religión, pensamiento científico, derechos naturales y civiles, pragmatismo vitalista, utilitarismo, todos estos pueden estar presentes sin volverse iguales a religiones o doctrinas, más sin embargo con valores morales, para seguir creando no sin responsabilidad colectiva. He aquí la necesidad de la verdad y moral social, dentro de una cultura científica.

Con todo esto quiero implicar cómo toda la responsabilidad debe o puede caer en los descubrimientos científicos y tecnológicos que favorecen la vida, los que muchas veces nos angustian, por ejemplo, los de la clonación, los de la ingeniería genética, el cultivo de células madres, la na­notecnología por que nos enfrentamos a un nuevo hombre, nuevas posibilidades dentro y por fuera de nuestro ciclo natural; he aquí también el nuevo desafío para controlar la población, y al mismo tiempo prolongar la vida.

Algunos aún se preguntan si ¿no es mejor o preciso dejar morir? Lo malo es dejar de pensar y sentir en el bien común, y permitir que la ciencia atente contra los valores humanos. Lo que ocurre es que no hemos podido vencer el mal, el egoísmo, el narcisismo maligno, lo antimoral o anti-ético y nos olvidamos de que el pensamiento debe dirigirse al equilibrio, a la armonía y al bien común.

En todo este discurso nos enfrentamos a la ética biológica, social, económica, cultural, política y psicológica; sin embargo, siempre estaremos frente al conflicto.

El hombre siempre tendrá en su ser el conflicto de su propia existencia, del ser o no ser de tal o cual forma; aún más, al nacer (y el nacer) es un conflicto (de sobrepoblación y su consciencia), más cuando deviene el pensamiento y dentro de este se ubica el conflicto; al mismo tiempo no podemos olvidar que éste el conflicto, se construye en confusión, en caos y orden con la tendencia al último. De esto podemos concluir cómo la naturaleza está programada con el proyecto del conflicto, el caos y el orden.

Cuando nos referimos al orden, lo hacemos también a un equilibrio, y desde el punto de vista humano a conveniencias, necesidades, deseos y aún a pactos o alianzas.

Aquí otra pregunta: ¿será que necesitamos de otro pacto proveniente de la naturaleza, para buscar órdenes a diferentes niveles y entre ellos el que se refiere a los juicios de valores por que existe una confusión de conocimientos?, ¿cuál será el fin del pacto para solucionar los conflictos? La respuesta es que mientras exista la propia naturaleza ésta no es­tará exenta de conflicto, confusión, caos, orden y desorden; además es de tener en cuenta cómo la vida es la confluencia y resultado de procesos químico-físico-electro-magnéticos-atómicos y cuánticos que conforman la estructura biomolecular, mental en relación al medio ambiente y por ende a la relación social.

El lector a estas alturas se encontrará con la imbricación o mezcla de lo natural físico-químico-biológico, lo psicosocial y aún con lo ético, lo prohibido dentro de una organización social, para no transgredir el valor moral y así obedecer y no caer en el desafío, la arrogancia, buscando la in­mortalidad.

El hombre desde milenios trata y ha tratado de buscar la prolongación de la vida y aún ha conseguido este propósito, por ejemplo, la edad promedio límite del año dos mil era de 77 años cuando cien años atrás era aproximadamente cuarenta años menos; ¿qué ha ocurrido? La respuesta radica en que la ciencia ha modificado y ha ayudado a la naturaleza en la subsistencia, de ahí las vacunas, los antibióticos, las dietas alimenticias, los ejercicios programados, las tecnologías que han coadyuvado para la cura de enfermedades, las técnicas quirúrgicas, etc.; de una u otra manera nos encontramos nuevamente con la ética, la moral, o consciencia moral y social para prevenir la muerte, beneficiar la sobrevivencia y convivencia.

Entendamos cómo los sistemas sociopolíticos se ocupan por lo general de las categorías de valores y de conocimientos y por ende de lo moral; sin embargo, no siempre encuentran el equili­brio y equidad (ética-moral) para todos; aún los sistemas sociales en la práctica no lo consiguen.

Entonces ¿es que aquél el equilibrio psicosocial y político son utopías? La respuesta tajante es afirmativa dentro del proceso cambiante que determina la sustancia (materia-energía) que siem­pre está en movimiento con un cambio; por lo tanto, llegaremos a otra ilusión de la vida para hacerla más fácil temporo-espacialmente y en sus gratificaciones; de ahí que ciencia y tecnología son acompañadas del azar, el determinismo, la necesidad, el deseo y por ende he ahí el destino del hombre en el Siglo XXI.

En todo esto podemos concebir que la ética y la moral estén incrustadas en el ser humano y que aún hagan parte de la herencia. El ser humano busca caminos de controlar a la naturaleza, sus propias necesidades, deseos o instintos y ha abierto sus brechas, psicosociales y psicofarma­cológicas, espirituales, religiosas (cuales quiera que sean); otro de los caminos es la investigación y el descubrimiento de todo lo incógnito a través de la ciencia.
Actualmente estamos abocados a la confluencia de las ciencias para encontrar mejores respuestas y soluciones a las múltiples incógnitas que asedian al ser humano. En conclusión he aquí también, el azar, el determinismo y la necesidad.

El lector podrá aducir que en los textos quedan vacíos conceptuales, en especial a lo que se refiere a qué o quién hizo el programa del universo; la respuesta no la tengo y dejo abiertas muchas preguntas pues estamos ante un campo de innumerables incógnitas y probabilidades; sin embargo en los capítulos siguientes se abrirán más ventanas que nos conducen a conocer algo más del ser humano en el mundo, sin tener todas las respuestas.


109 Esta temática, surgió de las reflexiones provenientes de la lectura de la obra: “El Azar y la Necesidad” (Ensayo sobre la filosofía natural de la biología moderna) de Jacques Monod, Sexta Edición (2000) y de otros escritos que provocaron diferentes reflexiones.

110 Armonía: entiéndase este término dentro contexto como la concordancia, equilibrio, simetría, relación entre las partes o elementos combinados en un orden que da la sensación de belleza, en este caso de la natu­raleza y del universo. Estos conceptos se asocian con la “proporción aurea”.

CLIC AQUÍ Y DÉJANOS TU COMENTARIO

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *